Opinión y Análisis

> 19/04 - Así lo ven... los medios internacionales

 

Autor: Varios

Fecha: 19/4/2004

Fuente: Varias


Regresan las tropas
Editorial

El País

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, anunció ayer que ha ordenado el regreso de las tropas españolas presentes en Irak "en el menor tiempo y con la mayor seguridad posibles". En su primera comparecencia desde La Moncloa, Zapatero actuó de modo claro y expeditivo. El mensaje es inequívoco: el líder socialista comienza a gobernar haciendo honor a su palabra, en este caso, la que dio al pueblo español "hace más de un año".

Las gestiones efectuadas en las últimas semanas por el nuevo Ejecutivo español, y en particular las de José Bono en Washington y Miguel Ángel Moratinos en distintos ámbitos, le han llevado a la conclusión de que es imposible que en las semanas que faltan hasta el 30 de junio puedan cumplirse las condiciones fijadas para el mantenimiento de nuestras tropas en Irak más allá de esa fecha. El caos y la violencia en la que está sumido Irak dificultan enormemente que la ONU asuma la dirección política de ese país. En cuanto a la dirección militar, EE UU ha dejado claro a Zapatero y los suyos que no aceptará que las tropas norteamericanas sean colocadas bajo el mando de ese organismo internacional o de cualquier otro. En esas circunstancias, Zapatero consideró que el principal criterio a seguir es que el Gobierno "no puede y no va a actuar en contra ni de espaldas a la voluntad de los españoles", claramente expresada en las urnas.

La posición española será muy criticada y hasta caricaturizada por los medios neoconservadores estadounidenses y de otros países, incluido el nuestro. Será bueno para la relación transatlántica que la tormenta sea meramente verbal. España y EE UU siguen siendo socios y aliados, y el nuevo Ejecutivo español, como va a decir Miguel Ángel Moratinos en Washington en los próximos días, puede ofrecer a los norteamericanos una cooperación leal en varios aspectos. El primero es el encarrilamiento de la catastrófica situación iraquí, que es fruto de la desdichada intervención del trío de las Azores. En el propio EE UU son numerosas las voces que critican las prisas, el unilateralismo, el belicismo y la falta de análisis de Bush. España, y mejor en un marco europeo, debe trabajar para que la presencia internacional en Irak no sea percibida por buena parte de sus habitantes como una ocupación colonial a la que hay que ofrecer resistencia, sino como una ayuda, en palabras de Zapatero, "a la estabilidad, la democratización, la integridad territorial y la reconstrucción de Irak".

La lucha contra el terrorismo es el segundo frente en el que el nuevo Gobierno, si Washington se decide al fin a escuchar a sus aliados, puede aportar cosas interesantes. España no se rindió ante el terrorismo de Al Qaeda el 14-M, como sugiere la campaña neoconservadora. Al contrario, acudió masivamente a las urnas, castigó al Gobierno saliente por mentir y manipular -algo imperdonable en democracia- y apostó por la alternancia, uno de los grandes valores de un sistema de libertades y derechos. La democracia española lleva más de cinco lustros luchando contra el terrorismo de ETA sin arrugarse. No hay motivos para afirmar que el castigo en las urnas al PP sea una rendición ante el reto lanzado por el terrorismo yihadista el 11-M.

Los nuevos gobernantes españoles, en sintonía con una amplia mayoría de la población, se opusieron a la guerra de Irak mucho antes de los atentados de Madrid precisamente porque entendieron que la guerra era un error monumental para conseguir el objetivo prioritario de derrotar al terrorismo de Al Qaeda y sus asociados. Las previsiones de los opositores a la guerra eran correctas: Irak se ha libanizado y el terrorismo campa allí por sus respetos; el conflicto israelo-palestino se ha envenenado aún más; no existe ningún movimiento por la democracia en Oriente Próximo, y Al Qaeda ha encontrado nuevos pretextos, nuevos reclutas y nuevos escenarios de acción. Ahí está la catarata de atentados en Bali, Túnez, Arabia Saudí, Marruecos, Turquía y la propia España.

Sadam era un dictador abominable, pero Irak no era el lugar adecuado para luchar contra el yihadismo, que, por el contrario, tenía en Afganistán un santuario público y conocido. Este combate exige una nueva definición internacional de los objetivos, los métodos y los frentes, y tras los fracasos que van desde el 11-S a Irak los norteamericanos deberían entenderlo. La guerra preventiva contra dictaduras árabes -además de Irak, hay otras muchas- es un instrumento de dudosa legalidad y resultados. Se impone una mejor y más intensa acción policial y de inteligencia -a pie, y no sólo con medios electrónicos- y una más eficaz cooperación internacional. EE UU y Europa deben cerrar filas y atacar los caldos de cultivo del yihadismo con un programa conjunto para el desarrollo político y socieconómico del mundo árabe y musulmán, y con una rápida y justa solución del conflicto israelo-palestino. Ahí puede estar la contribución leal a Washington y Londres del nuevo Ejecutivo español.

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Un virrey parecido a Hamlet
Redacción

Página 12

Puede tratarse de un vuelco político fundamental en la posición de Estados Unidos en la guerra. Puede ser una declaración sacada de contexto de un funcionario estadounidense o puede ser una frase mal dicha. Lo cierto es que según la agencia EFE y el diario The New York Times, el administrador civil en Irak, Paul Bremer, afirmó ayer que las fuerzas iraquíes no tendrán la capacidad de asumir las tareas de seguridad cuando se produzca la transferencia de poder el próximo 30 de junio. Bremer destacó que “está claro que las fuerzas iraquíes no podrán, por sí mismas, hacer frente a estas amenazas a partir del 30 de junio, cuando un gobierno iraquí asuma la soberanía” del país (sic). Lo que es más llamativo del caso es que Bush ha reiterado taxativamente esta semana que Estados Unidos se retirará el 30 de junio, lo cual es visto como una movida electoral para su reelección.

“Los acontecimientos de las dos últimas semanas demuestran que Irak todavía afronta amenazas de seguridad y necesita ayuda del exterior para hacerles frente”, señaló el funcionario. Recordó que “a principios de mes los enemigos de la democracia asaltaron comisarías de la policía iraquí y tomaron edificios públicos en muchas zonas del país” y que “las fuerzas iraquíes fueron incapaces de detenerlos”. El retiro del 30 de junio no iba a ser un verdadero retiro. Estados Unidos iba a entregar simbólicamente el poder a un nuevo consejo gobernante iraquí. Estados Unidos iba a dejarles las comisarías y ellos se iban a retirar a sus fortalezas en el desierto. Donald Rumsfeld, el secretario de Defensa norteamericano, llegó a afirmar incluso que la presencia norteamericana en Irak duraría muchos años, lo que fue respaldado por altos oficiales estadounidenses en el terreno, como el general John Abizaid, jefe del Comando Central (Centcom), que dirige las operaciones en la zona. La promesa de traspaso del poder el 30 de junio precipitó ataques contra los norteamericanos por parte de los iraquíes quienes olieron las debilidades de sus ocupantes. Lo cierto es que hubo una escalada de violencia en Irak. En un intento por poner fin a los ataques guerrilleros sobre sus líneas de suministro, Estados Unidos prohibió ayer el tránsito civil sobre algunas de las autopistas más utilizadas y declaró que abrirá fuego sobre cualquier vehículo que no sea del ejército estadounidense. De esta forma, los iraquíes no podrán utilizar las autopistas al sur y al norte de Bagdad, fundamentales para la economía del país, donde los rebeldes han lanzado frecuentes ataques. Las principales carreteras a Turquía, Jordania y Kuwait serán cerradas.

Mientras tanto, la rebelión continúa expandiéndose. Al menos 10 soldados norteamericanos murieron en combate en las últimas 24 horas en Irak mientras que diez iraquíes, entre civiles y rebeldes, murieron. Cinco marines estadounidenses perdieron la vida en combates con rebeldes iraquíes el sábado en Hussaibá, cerca de la frontera con Siria. Este ataque es importante porque demuestra que los rebeldes están operando con más combatientes que antes y están buscando aliviar la presión sobre Faluja donde continúa una dudosa tregua.

El comando militar norteamericano en Bagdad se mostró preocupado ante los ataques repetidos a los convoys de camiones resultando en la falta de abastecimiento de provisiones. Esta es una de las razones por las cuales necesita 20.000 soldados más. Los civiles que trabajan para la Autoridad Provisional de la Coalición en la fuertemente custodiada “Zona Verde” en Bagdad posiblemente tendrán que racionar su comida.

El objetivo de prohibir el tránsito civil aparentemente es para permitir que las tropas norteamericanas puedan abrir fuego sobre cualquiera en las autopistas, exceptuando sus propios soldados. Las bombas camineras han causado enormes pérdidas en el último año. “Los civiles que intenten conducir sobre estas autopistas serán considerados fuerzas anticoalición y se arriesgan a ser atacados”, anunció ayer el ejército norteamericano. También dijo que reparará las autopistas, pero que el objetivo de cerrarlas es reservarlas exclusivamente para el tránsito militar.

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Por qué la coalición está estallando
Por Claudio Uriarte

Página 12

En términos estrictamente militares, el repliegue de la “Brigada Plus Ultra” del ejército español de Irak es como restarle una gota al océano: la brigada tiene unos 1300 hombres; el ejército norteamericano, sólo 135.000. La capacidad de combate española, para un ejército que no ha sido testeado en batalla desde la Guerra Civil de la época de Francisco Franco, es incierta. Como los italianos, eran una mezcla de mascota y taparrabos que los norteamericanos se llevaban a Irak para probar la legitimidad internacional de su aventura. En Irak hay al presente tres ejércitos buenos: el de Estados Unidos, el de Gran Bretaña y el de Polonia. Es cierto que el de Polonia es mucho más chico que los otros dos y controla menos territorio, pero, para empezar, es un ejército formado en las condiciones ultradisciplinarias del viejo Pacto de Varsovia de la época soviética –de hecho, fueron los únicos capaces de echar a patadas a los insurgentes que querían volarles un cuartel– y, por otro, es el que encabeza la llamada “División Internacional” de la cual forma parte la “Brigada Plus Ultra”.

Pero aquí aparece un pequeño problema, que puede amplificarse y multiplicarse con el tiempo: la “Brigada Plus Ultra” estaba al mando de las pequeñas formaciones enviadas por El Salvador, Honduras y otros países centroamericanos, que ahora están repensando su decisión, y quieren irse. Y, por más que una alianza estratégica con Estados Unidos esté claramente en favor de Polonia –que ha sido ninguneada en forma cada vez más insultante por la Política Agraria Común de la Unión Europea– los polacos de la calle también están empezando a tener segundos pensamientos sobre su contribución al poco claro esfuerzo de guerra angloamericano en Irak. Hay una pregunta: ¿comienza la disolución de la coalición? ¿O la coalición quedará reducida a su núcleo duro, la alianza anglobritánica? Y algo más: ¿hacia dónde va todo esto?

La visión convencional es que los atentados en el terreno contra fuerzas débiles –como los italianos– o en las propias capitales de los ocupantes –como ocurrió el 11-M en Madrid– es lo que está deshaciendo la coalición, y haciendo perder la guerra. Los terroristas llegaron incluso a la temeridad de tratar de atentar en Gran Bretaña, un país escasamente conocido por su docilidad. Entonces –de acuerdo con esta visión–, uno ataca el frente interno, y, en democracias débiles, posmodernas y aburguesadas, el enemigo huye. Esto tiene el encanto de un análisis superficial, donde las relaciones de causa efecto parecen simples y autoevidentes. Pero ese encanto es falso.

La guerra que la coalición está perdiendo en Irak la está perdiendo en Irak, no en Roma, Madrid o Lisboa. Estados Unidos cometió un pecado original, en términos estrictamente tácticos y militares, en su invasión a Irak: disolver y echar a la calle a un ejército de 400.000 hombres armados –todo el mundo en Irak está armado, una Kalashnikov en una casa es tan común como una sartén, y el modo predilecto de festejo de los iraquíes es disparar tiros al aire– cuyos únicos destinos, en un país de hiperdesocupación, eran la delincuencia, la resistencia o ambos. Después vino una interminable serie de discusiones bizantinas sobre el sistema de gobierno en un país dividido entre chiítas, sunnitas y kurdos. Casi sobre el final de esta historia –por ahora– George W. Bush, el “presidente de guerra” que ni siquiera asistió al servicio militar VIP y part-time que su papá le consiguió en dos Guardias Nacionales Aéreas para que vigilara los cielos de Texas y de Arkansas de los ataques de Vietnam del Norte, entró en pánico ante la proximidad de la temporada electoral, y fijó el 30 de junio como deadline inamovible de traspaso del poder a no se sabe qué iraquíes (aunque ayer su procónsul Paul Bremer pareció decir algo distinto: con al menos cuatro líneas de mando en el terreno nunca se puede saber). Y por último, y después del linchamiento televisado de civiles estadounidenses, apareció la extraña situación de Faluja.

El general Ricardo Sánchez, jefe de las fuerzas estadounidenses en Irak, tronó hace dos semanas que los terroristas de esa ciudad, que es el centro de la resistencia saddamista, conocerían su merecido. Nunca se supo cuál era. Hubo confusas e intermitentes negociaciones para un cese del fuego, incluso una para que los Marines abandonaran el lugar. Hubo un sitio ambiguo por parte de los norteamericanos. Pero ésa no es la forma de proceder de un ejército clásico ante un bastión de resistencia. Por lo general, el procedimiento clásico es dar un ultimátum con volantes y altavoces para la salida de terroristas, mujeres y niños, advirtiendo que si en 48 horas eso no pasa la ciudad será considerada una fortaleza. O se toma el camino opuesto, y las tropas retiran su asedio de la ciudad. Sánchez, bizarramente, no hizo lo uno ni lo otro.

Conociendo un poco al ejército norteamericano, y a la confusión general que preside las operaciones, no es difícil adivinar que Sánchez razonó: “Si me voy, desobedezco una orden; si me quedo y entro a sangre y fuego, va a haber una verdadera carnicería, y, ¿quién me garantiza que el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos no aparezca mañana mismo en una conferencia de prensa repudiando mis acciones ‘en los términos más enérgicos’ defendiendo los derechos humanos y arrancándome mis birretes? No, no tengo ganas de ser el Coronel Kurtz”.

Estas vacilaciones alientan a la resistencia, y son el punto de partida de desbande de la coalición. Zapatero, incluso, llegó a abandonar su promesa de dejar el país el 30 de junio y si hay un nuevo gobierno iraquí con presencia de las Naciones Unidas. Se va ahora. Es que no cree que esas promesas puedan cumplirse. De hecho, suenan cada vez más bizarras. Donald Rumsfeld, jefe del Pentágono (foto), planeó la extraña arquitectura de un imperialismo democrático, pero, además de las contradicciones implícitas en el idea, tuvo un presidente muy poco confiable y un gobierno caótico. Y a veces parece que realmente pensaron (al presumir la democracia, y olvidar que ésta en Japón y Alemania demandó al menos cinco años de ocupación estadounidense), que Irak sería un paseo por Disneylandia.

“Los perros de caza juegan en el patio, pero la presa no se les escapará, aunque huya ya por los bosques”, dice un inolvidable aforismo de Franz Kafka. En el caso de Irak, falta saber quién es la presa, y quiénes los perros de caza

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Italia y otros aliados de Bush, en apuros
Por Julio Algañaraz

Clarín

El primer ministro Silvio Berlusconi recibió ayer un llamado telefónico de su colega de España, José Luis Rodríguez Zapatero, cuyo anuncio del retiro inmediato de las tropas de su país de Irak pone en nuevos aprietos al gobierno de Italia y a otros aliados de EE.UU.

La mayoría de los italianos está a favor de retirar las tropas, pero el gobierno de centroderecha ha apoyado la aventura guerrera de George Bush en Irak y ayer reiteró que "no hay razones" para el regreso de los 3.000 soldados desplegados en Nassiriya.

Ante el deterioro de la situación en Irak, Berlusconi cambió de línea y reclama ahora, tras haber dicho que no era necesaria, una resolución que involucre a la ONU en el traslado a los iraquíes de la soberanía política, previsto para el 30 de junio.

La decisión de Rodríguez Zapatero golpea al gobierno italiano, pero también producirá nuevas polémicas dentro de la oposición de centroizquierda. Mientras la mayoría reformista de la alianza del Olivo es favorable a que las tropas sigan en Irak hasta el 30 de junio, una activa minoría exige un retiro inmediato.

En Italia se vivió ayer otra jornada muy tensa por las negociaciones "al borde del abismo" para salvar la vida de tres guardaespaldas italianos capturados en Irak hace una semana. Un cuarto, Fabrizio Quatrocchi, fue asesinado por sus captores, que amenazan ultimar también a los otros.

El Papa intervino ayer y "suplicó" a los secuestradores para que demuestren "sentimientos de humanidad". El Pontífice dijo que "sigo con gran tristeza las trágicas noticias que llegan de Tierra Santa e Irak".

Aunque no lo nombró al calificar los choques sangrientos en Oriente Medio como "actos inhumanos", fuentes vaticanas aclararon que Juan Pablo II se refería en su condena al asesinato por parte de Israel en Gaza del líder de Hamas, Abdelaziz Rantissi.

Ese hecho cayó mal en el gobierno de Roma, que condenó el gesto, pese al consistente apoyo que Berlusconi ha brindado siempre al premier israelí, Ariel Sharon. Se temió que el caso pueda afectar las negociaciones entabladas para salvar la vida a los tres rehenes italianos, que estarían bajo el control de sus captores en la zona de Fallujah.

El repliegue español provocó reacciones entre los aliados de George Bush en Irak. El gobierno de Polonia dijo que ese retiro causará la reorganización de su misión en el centro-sur de Irak, aunque aclaró que no enviará más soldados. Honduras anunció que "en el corto plazo" decidirá el futuro de su apoyo militar, mientras que la Iglesia de El Salvador reclamó al gobierno que retire sus soldados. La decisión española también afecta a Portugal, cuyas autoridades admitieron la posibilidad de sacar sus tropas de Irak si la violencia empeora.

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EE.UU. teme un efecto dominó
Por Jorge Rosales

La Nación

El anuncio del gobierno socialista español representa un duro revés para la estrategia de Estados Unidos en Irak, tanto desde el punto de vista político como desde el militar.

Es un gesto que puede ser imitado por otras naciones que están soportando una fuerte presión interna para sacar a sus fuerzas del territorio iraquí, escenario dominado por el caos, la inseguridad y la muerte.

La influyente titular del Consejo de Seguridad Nacional del gobierno de George W. Bush, Condoleezza Rice, reconoció ayer que el anuncio español puede llevar a otros países a reconsiderar sus posiciones en la coalición, en una suerte de efecto dominó. "Tenemos 34 naciones con fuerzas en el terreno. Pienso que habrá algunos cambios", señaló ayer, poco antes de que el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, hiciera el anuncio.

Para Estados Unidos no fue una sorpresa la decisión de Rodríguez Zapatero de retirar en forma inmediata los 1300 soldados de Irak.

Es más, la Casa Blanca y el Pentágono esperaban que esa medida fuera comunicada una vez que el líder socialista asumiera el poder en reemplazo de José María Aznar, uno de los principales aliados políticos que tuvo Estados Unidos antes y durante el primer año de la guerra. La determinación de Aznar, del gobierno británico de Tony Blair y del italiano de Silvio Berlusconi de acompañar a Bush abrió una profunda brecha en Europa y los enfrentó con dos aliados históricos de Estados Unidos: Francia y Alemania.

"No es inesperado, sabíamos que iban a hacerlo", comentó ayer un alto funcionario del Departamento de Estado, que pidió no ser identificado.

A pesar de ello, el anuncio del nuevo gobierno español desnuda los problemas que enfrenta Estados Unidos para mantener unida a la coalición, y subraya aún más la presión que deberá ejercer Bush para mantener en pie la alianza de los 33 países restantes.

La Casa Blanca ha delineado en los últimos días una campaña de persuasión en los países que integran la coalición militar para destacar la importancia de continuar en el territorio iraquí en este momento crítico. Para ello, funcionarios de primer nivel del Departamento de Estado y del Pentágono aparecerán en los medios de comunicación de los países involucrados para explicar por qué no hay que seguir los pasos de España.

La salida de las tropas españolas ocurrirá en el peor momento de la coalición militar, que no puede frenar la escalada de violencia y tampoco garantizar que continúen las tareas de reconstrucción del país, cuyos trabajadores civiles son hoy los blancos preferidos de los secuestros que protagonizan las guerrillas iraquíes.

Rodríguez Zapatero había condicionado la permanencia de las tropas a que hubiera un cambio en las condiciones en Irak y a que las Naciones Unidas asumieran un papel central, tanto en lo político como en el campo militar.

Sin embargo, a principios de abril, dos semanas antes del cambio de gobierno en Madrid, el futuro ministro de Defensa español, José Bono, le comunicó al jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, que el anuncio se haría inmediatamente después de la asunción de Rodríguez Zapatero.

Ken Lisaius, vocero de la Casa Blanca, dijo ayer que Estados Unidos espera que la salida de las tropas se haga en forma "coordinada, responsable y de manera ordenada". Las fuerzas españolas forman parte del escuadrón multinacional Plus Ultra, integrado además por 2400 soldados de Polonia y 1200 de Honduras, El Salvador, Nicaragua y la República Dominicana. El retiro de España significará una enorme complicación para la estabilización y el control de la seguridad en la zona centro-sur de Irak.

En las últimas cuatro semanas las condiciones de seguridad se deterioraron de tal modo en Irak que Estados Unidos se vio obligado a ordenar a 20.000 soldados que permanezcan allí pese a que estaba previsto su regreso a casa después de un año de permanencia en el país árabe. En total, las fuerzas norteamericanas son 135.000.

"La situación militar puede aceptar esto -el retiro español-, pero aumentará la presión sobre los otros países de la coalición", dijo el titular del comité de las fuerzas armadas del Senado, el republicano John Warner.

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Alevosía selectiva
Editorial

El País

Aunque no cabe dudar de la capacidad de Ariel Sharon de infligir el mayor daño posible a lo que sólo por inercia seguimos llamando proceso de paz, parece claro que el cheque en blanco extendido el miércoles por el presidente Bush al primer ministro israelí da alas a la alevosía del asesinato selectivo. La muerte, el sábado, de Abdel Aziz Rantisi, jefe de Hamás, abatido con misiles, como lo fuera el 22 de marzo su antecesor, el jeque Ahmed Yassin, es la rúbrica, si falta hiciera, de que lo que Sharon persigue es exterminio, no negociaciones, o negociaciones tras el exterminio.

Cientos de miles de palestinos acompañaban ayer, solos con su ira, el cadáver del jefe terrorista, clamando una y mil venganzas. Sin mayor contundencia que la palabra, los ministros de Exteriores de la UE condenaban -como el mundo entero, salvo EE UU- un asesinato que, una vez más, pone al Estado israelí a la altura del terror que dice combatir. El mundo árabe tronaba de indignación, sin que, por ejemplo, los Estados que reconocen a Israel -Egipto y Jordania- contemplaran acción diplomática alguna como protesta. Y todos saben que Israel seguirá asesinando en Palestina y que nadie podrá impedirlo.

Sharon ha vendido a Bush un plan en el que se intercambia la retirada de Gaza -pero no de su espacio aéreo, fronteras o mar territorial- y de cuatro colonias aisladas de Cisjordania, por la anexión de una parte equivalente a la mitad de este territorio, burlando para ello todas las resoluciones de la ONU y convenciones de Ginebra que sea preciso.

Y es tal la inversión de valores que se está produciendo en la escena internacional sobre el conflicto, que el único verdadero obstáculo al plan lo oponen hoy los propios seguidores de Sharon en el Likud, que deberán votar en referéndum interno, el próximo 2 de mayo, si aceptan retirarse de Gaza o si siguen queriéndolo todo. Para aplacarles ha muerto Rantisi, y para convencerles, Bush eliminó de un plumazo el carácter de mediador que le pudiera restar a Washington. Y en reciprocidad, el gran rival de Sharon, el ex primer ministro Benjamín Netanyahu, anunciaba ayer su consentimiento, con lo que la consulta a las bases no debiera ser insalvable para el primer ministro.

Los asesinatos selectivos tendrán larga vida. Amenazado está el presidente Arafat, y desde ayer, el líder de Hamás en el exterior, Jaled Meshal, que vive en Damasco, al igual que quien ose ocupar el lugar de Rantisi. Con inútil cautela, la organización terrorista no va a decir a quién nombra sucesor. Pero qué importa, si basta con ampliar la selectividad a tantos nombres como haga falta para que no escape ninguno.

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Cacería en los confines de la Tierra
Por Donald Macintyre

The Independent especial para Página/12

Ariel Sharon el primer ministro de Israel, se comprometió ayer a continuar con los asesinatos selectivos de líderes militantes, después de haber ponderado el exitoso asesinato del líder de Hamas Abdelazis Rantisi. Usando la reunión semanal de gabinete para elogiar la instrumentación militar de la operación, Sharon dijo que “esta política de hacer un esfuerzo, por un lado para hacer avanzar un proceso político y, por otro lado, golpear a las organizaciones terroristas y a sus líderes seguirá adelante”. Gideon Ezra, uno de sus ministros, dijo que el gobierno estaba incluyendo al exiliado Khaled Mashaal, el líder general de Hamas, en su lista de blancos.

Israel ha acusado a Mashaal –de quien se cree que se desplaza entre Qatar, Siria y Líbano– de ser el autor intelectual de la ola de ataques suicidas desde que la actual Intifada empezó hace tres años y medio. Los israelíes han tratado de matar una vez a Mashaal cuando agentes del Mossad trataron de asesinarlo en Jordania. Irónicamente, fue en canje de los dos agentes que el jeque Ahmed Yassin, asesinado en Gaza hace tres semanas, había sido liberado de una prisión israelí.

Funcionarios israelíes dijeron ayer creer que la política de asesinatos selectivos estaba ayudando a poner las riendas sobre el descontrol de la violencia, y particularmente la ejercida sobre Hamas, porque era mucho más difícil para líderes militantes en fuga organizar ataques suicidas, mientras debían preocuparse por su propia seguridad.

Aunque miembros del gobierno subrayan que Yasser Arafat, presidente de la Autoridad Palestina, “no tiene inmunidad” respecto de la política de asesinatos dirigidos, funcionarios israelíes dijeron que la política, por el momento, se concentraba en Hamas de modo de dar a la Autoridad Palestina la opción, si elige tomarla, para reprimir a sus militantes.

Sharon ganó un apoyo importante y posiblemente decisivo para sus planes de evacuar Gaza cuando dos ministros de su gabinete que hasta ahora habían sido altamente escépticos –Benjamin Netanyahu, el ministro de Finanzas, y Limor Livnat, el de Educación– señalaron su respaldo al plan.

En los círculos políticos israelíes se cree ampliamente que uno de los factores conducentes al asesinato en Gaza es la determinación de Sharon de eliminar todo lo que sea posible del liderazgo de Hamas antes de retirarse de Gaza, y prevenir a Hamas y a otras facciones militantes de reivindicar la desconexión de fuerzas como una victoria propia.

Mashaal vinculó el asesinato con la aceptación por el presidente George W. Bush, el miércoles, de las demandas de Sharon de que partes del territorio en el lado palestino de la llamada “línea verde” de 1967 deberán permanecer en manos israelíes, y de que no debe haber derecho de retorno para los refugiados palestinos en cualquier acuerdo final.

Las razones que alega Israel para estas dos posiciones –a las que ha calificado sus “líneas rojas”, y con las que prácticamente la totalidad del espectro político nacional acuerda– son que el racimo de colonias ubicado en Cisjordania engruesa un territorio tan delgado que de otro modo se vuelve indefendible estratégicamente, y que el regreso de los refugiados –que suman unos 4 millones– dejarían a Israel en condiciones de inferioridad demográfica frente a los árabes –para considerarse un Estado judío–.


     
 

 

   
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