21-04

Así lo ven... los medios internacionales

 

Autor: Varios

Fecha: 21/4/2004

Fuente: Varias


La analogía de Vietnam
Paul Krugman. Traducción de News Clips, El País.

The New York Times

Irak no es Vietnam. La diferencia más importante está en el número de víctimas, que son solamente una pequeña fracción de la matanza de Indochina. Pero también hay paralelismos reales e Irak es peor en algunos aspectos. Es cierto que la fuerza estadounidense que hay actualmente en Irak es mucho menor que la que enviamos a Vietnam. Pero el estamento militar de Estados Unidos, en su conjunto y en particular el Ejército de Tierra, es también mucho menor ahora de lo que era en 1968. Si lo medimos en función del porcentaje de efectivos allí destacados, Irak es un conflicto de la envergadura de Vietnam. Y, en todo caso, el esfuerzo que Irak supone para nuestro Ejército es mayor.

En Vietnam, las fuerzas estadounidenses estaban compuestas principalmente por reclutas a corto plazo que volvían a la vida civil después de su periodo de servicio. Nuestra fuerza de Irak está formada por voluntarios a largo plazo incluyendo a reservistas que no esperaban que los llamasen para misiones prolongadas en el extranjero. El entrenamiento de estos voluntarios, su moral y su disposición a volver a alistarse se resentirá mucho si se recurre a ellos para que pasen años librando una guerra de guerrillas. Algunos halcones dicen que esto demuestra que necesitamos un Ejército mayor. Pero el presidente George W. Bush no ha exigido un refuerzo de las tropas. De hecho, no se muestra muy deseoso de pagar a las que ya tenemos.

Una comparación fiscal de las políticas de Bush y de Lyndon B. Johnson hace que la era de Vietnam parezca una edad dorada de la responsabilidad personal. Al principio, Johnson se mostraba remiso a afrontar los costes de la guerra. Pero en 1968 apretó los dientes, elevó los impuestos y recortó el gasto e hizo que un gran déficit se convirtiera en superávit al año siguiente. Un programa semejante hoy día -el presupuesto pasó de un déficit del 3,2% del PIB a un superávit del 0,3% en un sólo año- eliminaría la mayor parte de nuestro déficit presupuestario.

En cambio, Bush, por más que hable de mantener el rumbo, no ha querido tachar nada de su lista de deseos. Por el contrario, utilizó el resplandor inicial del aparente éxito en Irak para encajar otro recorte de impuestos, y esperó un poco para contarnos que necesitaba 72.000 millones de euros. Y sigue en esa línea: en una conferencia de prensa, celebrada el martes de la pasada semana, el presidente no dijo nada de los 40.000 a 60.000 millones de euros que todos sabemos que van a hacer falta para pagar la prolongación de las operaciones. Esta trapacería fiscal forma parte de un esquema más amplio. Vietnam hizo que se tambaleara la confianza de la nación no solamente porque perdiéramos, sino porque nuestros dirigentes no nos dijeron la verdad.

En septiembre, el general Anthony Zinni habló de "Vietnam, donde escuchamos mentiras y basura", y preguntó a su auditorio de altos cargos militares: "¿Está volviendo a suceder?". Está claro que proliferan las comparaciones. El ataque del golfo de Tonkin frente a las armas de destrucción masiva y los vínculos inexistentes con Al Qaeda. "Corazones y mentes" frente a "dadnos la bienvenida como liberadores". "La luz al final del túnel" frente a "hemos doblado la esquina". Vietnamización frente al nuevo Ejército iraquí.

Algunos dicen que Irak no es Vietnam porque hemos ido a llevar la democracia, no a apoyar un régimen corrupto. Pero esto no deja de ser palabrería idealista. En Vietnam, los altos cargos militares nunca dijeron: "Estamos apoyando un régimen corrupto". Decían que estaban defendiendo la democracia. El resto del mundo, e incluso los iraquíes, creerán en las intenciones idealistas de Estados Unidos cuando, y sólo cuando, vean un Gobierno legítimo iraquí no corrupto (en vez de, por poner un ejemplo, unas elecciones fraudulentas que otorguen el mando a Ahmed Chalabi).

Si no estamos fomentando la democracia en Irak, ¿qué estamos haciendo? Muchos de los defensores más moderados de la guerra han alcanzado el punto de la lógica del atolladero: ya no tienen grandes esperanzas en lo que podamos conseguir, pero temen lo que pueda suceder si nos marchamos. Es una dolorosa paradoja. Uno de los motivos reales de la invasión de Irak fue el de hacer una demostración ante todo el mundo del poder estadounidense. Sirva de medida de lo mal que han ido las cosas el que ahora nos digan que no nos podemos ir porque sería una demostración de debilidad por nuestra parte. Una vez más el paralelismo con Vietnam es evidente. ¿Recuerdan la teoría del efecto dominó? Y aún hay otro paralelismo: la política nixoniana ha vuelto. Lo que recordamos ahora es el Watergate, pero igualmente graves fueron los esfuerzos de Nixon por suprimir la disidencia, como las concentraciones "Díselo a Hanoi", en las que los que criticaban la guerra de Vietnam eran acusados de minar la moral de los soldados y alentar al enemigo. Lo del martes de George Bush fue metanixoniano: declaró que cualquiera que establezca analogías entre Irak y Vietnam mina la moral de los soldados y alienta al enemigo.

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De Fallujah a la recomposición mundial
Alejandro Nadal

La Jornada

Las consecuencias de esta fase de la guerra en Irak se dejarán sentir por décadas. El reacomodo que comienza a delinearse en el rompecabezas de la economía mundial estará marcado por el desenlace en Irak y, cualquiera que sea el escenario resultante, lo más probable es que Estados Unidos saldrá perdedor en muchos terrenos.

La virulencia y el despertar de la resistencia iraquí invitan a compararla con la ofensiva del Tet en Vietnam, en 1968. La noche del 29 de enero unas 70 mil tropas del Vietnam del norte y sus aliados del Vietcong (que rompieron el cese al fuego decretado para las celebraciones del nuevo año lunar) lanzaron ataques que sorprendieron a las fuerzas estadunidenses en Saigon, Danang, Hue, Pleiku y muchos otros frentes. En Saigon, el complejo de edificios en donde estaba la embajada de Estados Unidos fue infiltrado, mostrando la vulnerabilidad de las fuerzas estadunidenses. Dos meses después, éstas y sus aliados vietnamitas habían perdido 6 mil soldados y, aunque las tropas de Vietnam del norte habían sufrido 50 mil bajas, la ofensiva tuvo un impacto decisivo en la opinión pública y quebrantó el ánimo de la clase político-militar en Estados Unidos. Todavía pasarían cinco años antes de la caída de Saigon, pero en enero de 1968 quedó claro que Estados Unidos no ganaría esa guerra.

Para cuando se retiraron las últimas tropas, la guerra de Vietnam ya había dejado una profunda cicatriz en la economía estadunidense. Lyndon Johnson se negó a incrementar los impuestos y su ambicioso programa social y el esfuerzo de la guerra condujeron a una posición de déficit estructural del que ya nunca pudo salir la economía yanqui. Los desarreglos que vinieron después en la esfera de las finanzas mundiales condujeron a Nixon en agosto de 1971 a instruir a su secretario del Tesoro para dejar de comprar y vender oro, abandonando el compromiso de mantener el precio del metal en 35 dólares la onza. Dos años después las principales economías del mundo habían dejado atrás el sistema de tipos de cambio fijo y comenzaron a desencadenarse las fuerzas que llevaron a la liberalización financiera.

La evolución de la economía estadunidense estuvo marcada desde entonces por su relación complicada con Europa y Japón. Los tres centros económicos enfrentaron el problema crónico de un exceso de capacidad instalada y una presión a la baja en las tasas de rentabilidad. Pero Estados Unidos mantuvo una ventaja porque su moneda es el medio de pago internacional; eso (y su garantía nuclear) le permitieron imponer arreglos que lo beneficiaron mucho. Un ejemplo notable es el Acuerdo de 1985 que provocó la sobrevaluación del yen y del marco, trasladando el peso de un ajuste a las economías de Japón y Alemania.

Lo que se buscaba era resolver el problema del exceso de capacidad productiva en Estados Unidos. Pero el efecto positivo para su economía no duró porque se redujo la capacidad de Japón y Alemania para absorber sus exportaciones. El rudo efecto de ese arreglo fue una recesión en los dos países y los efectos negativos persistieron en Japón durante más de 10 años. Por eso, en medio de la recuperación de 1990-1997, Estados Unidos permitió la apreciación del dólar frente al yen para ayudar a la débil economía japonesa. No obstante, el nuevo arreglo no tuvo el efecto deseado. Una posible explicación es que para entonces los problemas se habían trasladado a los bancos, y la fuga de empleos a países asiáticos con menores costos salariales ya era un patrón consolidado en la estrategia de las corporaciones japonesas.

En síntesis, las interdependencias de los sistemas industriales no han permitido que los "arreglos" monetarios puedan resolver los graves problemas de capacidad industrial excedente estadunidense y su expresión a nivel mundial. Y la sucesión de crisis financieras y el papel de la especulación financiera son otra expresión de su fracaso.

Hoy, la ofensiva de la resistencia iraquí coincide con una situación macroeconómica no muy distinta de la de 1985, cuando los "déficit gemelos" de Estados Unidos eran objeto de preocupación. Pero esta vez le será muy difícil recurrir al mismo expediente, por ejemplo, forzando una apreciación de la moneda china.

Por una parte, la salida de Irak no es fácil. Y su permanencia como potencia de ocupación entraña un costo (político, económico y militar) muy elevado. En ambos casos, su capacidad para imponer arreglos se verá limitada. En el caso de China, Estados Unidos no podrá conseguir la apreciación de su moneda porque ese país mantiene una estrategia de crecimiento basada en las exportaciones. Al igual que la guerra de Vietnam, la de Irak tendrá repercusiones muy graves sobre Estados Unidos y las economías que, como la mexicana, se han convertido en simple apéndice.

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El fin de la lógica política y el triunfo del caos
Gema Martín Muñoz

El País

El análisis de lo que está ocurriendo en Oriente Medio nos vaticina los más siniestros augurios si la llamada comunidad internacional no es capaz de reaccionar y poner un límite a la actuación de EE UU en Irak y de Israel en Palestina. Tanto el asesinato del chayj Yassin como la persecución desencadenada contra Múqtada al Sáder lo que nos muestran es una opción descarnada en contra de la lógica política y a favor del caos generalizado en esta región del mundo. La aplicación de la teoría del caos permite el ejercicio de la impunidad total. Todo se justifica para responder al caos. Por ello se eliminan interlocutores, como es el caso del chayj Yassin, o se inflaman los espíritus, como es el caso de los seguidores de Múqtada al Sáder. En ambos casos, se trata de un mismo pensamiento colonialista que sólo persigue, con el único instrumento de la fuerza, someter a las poblaciones autóctonas y que excluye toda lógica política de negociación con el identificado como enemigo.

Ariel Sharon, con el impune asesinato del chayj Yassin -seguido del de Abdelaziz Rantisi-, ha jugado claramente la carta del caos ante su repliegue unilateral de Gaza, al igual que lo ha hecho en Cisjordania frente a Al Fateh, garantizándose la ausencia de un interlocutor. El chayj Yassin, en contra de lo que habitualmente extiende la prensa internacional, había sido un actor sustantivo en la consecución de las diferentes treguas logradas con Hamás en los dos últimos años, así como estaba siendo una pieza clave en la estructuración de un Gobierno palestino viable en alianza con la Autoridad Nacional Palestina de cara al posible repliegue unilateral israelí en Gaza. Unido a esto, representaba en el seno de Hamás una voz que, frente a las más radicales, se había manifestado en diversas ocasiones a favor de solucionar el conflicto si Israel se retiraba de los territorios ocupados en 1967.

Es decir, a diferencia de otras voces en su propio movimiento, ponía toda su autoridad moral y espiritual a favor de una solución más realista que la de reclamar la recuperación de toda la Palestina histórica. Era un interlocutor creíble y necesario. Su asesinato no ha logrado más que radicalizar a las bases y favorecer las actitudes reactivas más intransigentes. Es más, ha favorecido el acercamiento entre las Brigadas de Al Aqsa (procedentes de Al Fateh) con Hamás, no sólo porque anunciaron que responderían con esta organización a dicho asesinato, sino porque incluso muchos cuadros de dichas Brigadas se han pasado a Hamás en Gaza. Es decir, Sharon ha buscado que Gaza se convierta en una anarquía de grupos palestinos enfrentados, sin posibilidad de control por parte de la Autoridad Nacional Palestina, sumergida progresivamente en una enfrentamiento civil "libanizado". A la vez que los atentados suicidas que se seguirán permitan seguir ejerciendo a Israel su total impunidad, justificada por "la guerra" contra el terrorismo que él mismo no deja de alimentar.

En Irak, la situación desencadenada por EE UU en Faluya y en las ciudades chiíes del sur responden a la misma lógica. En Faluya, la asunción de la revancha y el castigo colectivo por el asesinato de cuatro paramilitares norteamericanos ha seguido el más fiel guión del Ejército israelí en su acción contra el campo de refugiados palestinos de Yenín. El sitio de la población, los bombardeos con Apaches y la matanza de multitud de civiles, incluidos niños, seguido de una huida desesperada de miles de familias que son ya hoy civiles obligados a abandonar sus hogares por una acción militar, son métodos propios de la barbarie y no de la civilización que se arrogan representar. Los cuatro americanos asesinados en Faluya no eran simplemente "civiles", eran paramilitares de la Blackwater Security Consulting, compañía de mercenarios contratada por la CIA para llevar a cabo operaciones de "contrainsurgencia", y que en Irak cuenta con unos 400 comandos armados. En lo que concierne a la resistencia iraquí, esos paramilitares no son civiles, sino objetivos militares de la ocupación. Y la ocupación en el denominado triángulo suní ha brutalizado a la población civil de esa región desde el primer momento, de ahí que la barbarie genere barbarie y algunos en Faluya celebrasen el espectáculo del horror en torno a los cuatro cuerpos americanos descuartizados y colgados. Pero la brutal revancha del Ejército de los EE UU contra los civiles de Faluya es completamente inaceptable desde la ley internacional y el respeto de los derechos humanos, y no puede engendrar más que un odio cargado de violencia. Que no traten de decirnos que sólo han luchado contra los "insurgentes" porque, aunque esas imágenes no hayan circulado como sí lo hicieron intensivamente la de los cuatro americanos asesinados, Al Yazira nos ha dado a conocer demoledoras fotos de esos inocentes niños de Faluya asesinados en los bombardeos americanos. ¿No habían llegado a Irak para liberar a los iraquíes de la violación de los derechos humanos que ejercía Sadam Husein? Toda la vox pópuli iraquí clama hoy que no hay diferencia entre los americanos, Sadam Husein y Ariel Sharon.

Por otro lado, aunque los americanos nos hayan mostrado desde hace un año que siguen una política ciega y autista en Irak, pensar que la provocación contra Múqtada al Sáder y sus seguidores ha sido un error más que ha encendido la Intifada chií, sería muy inocente por nuestra parte. Sería más inteligente pensar que ha sido una provocación buscada a favor del caos y la fuerza y en contra de la lógica política. La decisión de cerrar la publicación de este movimiento, que se hizo sin informar al ministro iraquí de comunicación, de detener a su portavoz, Mustafa al Yaqubi, y de disparar contra los manifestantes que reaccionaron en contra de tal medida produciendo los veinte primeros muertos han respondido a un objetivo buscado: que la Intifada comenzase. Pero, eso sí, presentándola como la actitud violenta de los "radicales", "fanáticos", "extremistas" chiíes. De hecho, Múqtada al Sáder, siguiendo el guión ya de sobra conocido, ha pasado de ser "radical" a "fuera de la ley", "criminal" y próximamente "terrorista". En consecuencia, puede ser objeto de un asesinato extrajudicial en cualquier momento.

A veces se tiene la impresión de estar viviendo el mundo al revés. ¿Qué sensación se tiene, si no, cuando una fuerza que ilegítimamente está ocupando un país se permite hablar de "actos ilegales" y de iraquíes "fuera de la ley"? ¿De qué ley? Aunque Múqtada al Sáder representase a uno de los liderazgos chiíes más expresamente contrarios a la ocupación, no por ello había abandonado su línea de resistencia política y no de resistencia armada. Al acabar con la lógica política, Bremer ha invertido expresamente en su radicalización. ¿Por qué?

Los americanos han visto cómo progresivamente la oposición a la preconstitución (fabricada por ellos y el Gobierno provisional iraquí que ellos mismos han nombrado) y a su plan para el 30 de junio ha ido enfrentándose a una oposición política cada vez más firme y organizada. Muchos líderes chiíes la han ido expresando de manera cada vez más nítida y públicamente, pidiendo la unión de suníes y chiíes para que los americanos salgan del país. Y ello porque esos iraquíes saben que el plan para el 30 de junio consiste en que el supuesto "fin de la ocupación" significa la construcción de 14 bases militares norteamericanas que alojarán 110.000 soldados, estructura sustancial para el control de su "Gran Oriente Medio". Y saben que la supuesta "devolución de la soberanía" no integrará al Ejército iraquí, que quedaría bajo mando militar norteamericano; y también saben que los fondos para la reconstrucción tampoco pasarían a soberanía iraquí, sino que serían administrados por la nueva Embajada de EE UU en Bagdad, la más grande del mundo, albergando a 3.000 funcionarios. Muchos iraquíes, y no sólo los chiíes, no iban a tolerar dicho fraude, y los americanos lo saben. Por ello, apostando por el caos, los americanos pueden imponer sin límites la fuerza para restablecer el "orden" y aniquilar a sus enemigos, como hace Israel, e incluso, si con la fuerza y la impunidad no les es posible llevar a cabo la "operación" prevista para el 30 de junio, pueden decir que el caos que han creado los extremistas y fanáticos lo hacen imposible.

Esto es siempre mejor de cara a la campaña electoral de Bush que un fracaso incontrolable llegado el momento. El caos y la inseguridad imposibilitan la dinámica de la negociación política, la estructuración de un discurso político alternativo, la emergencia de interlocutores y un liderazgo político estable iraquíes, cuyo objetivo sería siempre acabar verdaderamente con la ocupación. Sin embargo, el caos permite la impunidad, la depredación económica de Irak a través de su privatización y el desarrollo de unas ganancias ingentes de la industria militar y armamentística americana. En conclusión, una política ciega y suicida que alimenta la radicalización, la violencia y el terrorismo para su siniestro beneficio, y que no creeríamos posible si no la estuviésemos observando y tolerando ya desde hace tiempo en los territorios palestinos.

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HABLA YASSER ARAFAT, AMENAZADO POR ISRAEL
“Sharon ya quiso matarme”
Por Ana Gabriela Rojas y Mario Saavedra
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Página 12

Yasser Arafat, presidente de la Autoridad Palestina, está bajo amenaza de muerte del primer ministro israelí, Ariel Sharon. Los recientes “asesinatos colectivos” –que Sharon se comprometió ayer a continuar– de Ahmed Yassin y Abdelaziz Rantisi, jefes del grupo radicalizado Hamas, muestran que las palabras de Sharon son más que palabras. Aquí, lo que piensa Arafat.

–¿Cómo se siente?
–Lo que yo siento y lo que sufro no tienen ni la menor importancia comparado con lo que yo siento que necesita mi pueblo y lo que sufre mi pueblo.

–¿Cuál es el futuro de Palestina después de la anunciada retirada de los israelíes de Gaza?
–No aceptamos que se retiren únicamente de Gaza. Hay una unidad entre Gaza y Cisjordania. La retirada de Gaza, en caso de que ocurra, tiene que ser parte de una completa retirada de Cisjordania. Pregunten ustedes un día al señor Moratinos. El resolvió el problema del cerco a la Iglesia de la Natividad en Belén en el año 2002. Algunos de los que estaban cercados dentro de la Iglesia fueron deportados a Gaza y a otros países europeos como parte de la solución de aquella crisis. A cambio, los israelíes debían retirarse de Belén. Lamentablemente, volvieron a ocupar la ciudad, en contra del acuerdo que diseñó el propio Moratinos.

–Gaza es un territorio en el que Hamas tiene mucha fuerza. Parece que la Autoridad Palestina descuida Gaza.
–Yo soy el presidente electo de los palestinos. El ex presidente norteamericano Jimmy Carter, el ex presidente de Portugal Mario Soares y otros 3000 observadores internacionales estuvieron aquí verificando las elecciones. Este mandato popular nos da todo el derecho para controlar la situación. Pero así no podemos.

–Parece que ustedes están intensificando las reuniones con los grupos radicales tras el asesinato del jeque Yassin. ¿Cuáles son los puntos básicos de estas negociaciones y adónde se quiere llegar?
–Este diálogo nacional entre palestinos empezó en El Cairo el año pasado y sigue ahora en Gaza. Se fortaleció en la penúltima cumbre [de la Liga Arabe] en Beirut, que adoptó un proyecto de paz presentado por Arabia Saudita. Nosotros aprobamos el gran sentido nacionalista que tienen todos los grupos y el apoyo de Egipto en este diálogo. También fue alentado por la UE, que presenció la cumbre de Beirut. Se estuvo muy cerca de llegar a una concertación nacional palestina.

–¿Ofrecería puestos en su gobierno a los miembros de Hamas?
–Cuando volví de mi exilio y formé el primer gobierno [en 1994] ofrecí dos carteras ministeriales a Hamas y nombré a dos ministros de su partido. Estos dos hombres siguen siendo miembros del consejo palestino. Ahora no son ministros, pero forman parte del sistema. Uno fue el ministro de Telecomunicaciones y el otro, de Juventud y Deportes, y luego se convirtió en mi consejero en asuntos religiosos.

–Pero Hamas pretende la destrucción del Estado de Israel, mientras Al Fatah [el partido de Arafat] lo acepta. ¿Cómo concilia las dos posturas?
–¿Quién ha ayudado y fomentado a Hamas? ¿No fue Israel acaso? ¿Acaso no fomentaron la formación y el fortalecimiento de Hamas para crear una alternativa a la OLP (Organización de Liberación de Palestina)?

–¿Pero cómo pretende conciliar las dos posturas?...
–El que no viene a nuestro programa no compartirá con nosotros ningún tipo de poder. Por tanto, si se aproximan a nuestro programa, serán partícipes en el poder, pero si no, no participarán.

–¿Cree que el asesinato de Yassin ha dificultado las relaciones entre palestinos?
–No, no puedo decir que su asesinato haya dificultado el diálogo; el diálogo sigue. Debo decir que Ahmed Yassin fue un hombre moderado dentro de su propio grupo, y por ser moderado ha sido asesinado por los israelíes, que no buscan moderación dentro de Hamas. Insisto en que los israelíes empezaron por asesinar a aquellas personas que ofrecían mejor capacidad de diálogo.

–Pero una de las condiciones para que Hamas se acerque al proyecto de la Autoridad Palestina es que se desarme, ¿no? Y, sin embargo, están clamando venganza.
–No hemos llegado a un acuerdo con Hamas, pero nuestro programa político, el que tiene que ver con las negociaciones y con la acción militar, es básico; el resto de los miembros de la Autoridad Palestina lo acata y acepta. La pelota está en el campo de Hamas: si lo acepta, que sea bienvenido; si no, se excluye de este proyecto nacional.

–¿Qué opina de las declaraciones de Bush respecto del asesinato de Yassin asegurando que Israel tiene derecho a defenderse?
–Y el derecho del pueblo palestino a defenderse y a defender su tierra, ¿dónde está? ¿Por qué luchó George Washington contra los ingleses en la guerra de Independencia norteamericana? ¿Por qué el derecho a la autodefensa es solamente para algunos? Tal como los estadounidenses tuvieron su independencia y pusieron fin a la ocupación británica, tenemos derecho a poner fin a la ocupación extranjera.

–Sharon dijo el 5 de abril en una entrevista que usted estaba en su lista negra y que no recomendaría a ninguna compañía hacerle un seguro de vida...
–No es la primera vez que me amenaza. Cuando me cercó en Beirut [en 1982], confesó que intentó matarme 13 veces. Cuando destruyó todos los edificios que me rodean [del complejo presidencial de la Muqata en Ramalá], no me estaba acariciando, me estaba amenazando físicamente. El insiste en seguir amenazando, y yo sigo insistiendo en que solamente temo a Dios. Al repetir estas amenazas, no añade nada nuevo para mí.

–Bin Laden usa la causa palestina constantemente en sus proclamas...
–Nuestra respuesta siempre fue contundente en ese sentido: que Bin Laden no tiene nada que ver con la cuestión palestina. No queremos que hable en nuestro nombre ni que haga nada en nuestro nombre.

–Si tuviera a Sharon aquí delante, ¿qué le diría? ¿Estrecharía su mano después de lo ocurrido?
–No hay la menor duda, no vetamos cualquier contacto, con las fuerzas de paz en Israel o con cualquier Gobierno que ellos elijan. Los que asesinaron a mi socio en la paz, Yitzhak Rabin, son los mismos que hoy están en el poder en Israel, lamentablemente.

–La oposición dice que la imposibilidad de celebrar unas elecciones amenaza la democracia en Palestina, y le acusa de centralizar y personalizar el poder.
–El año pasado anunciamos fechas concretas para las elecciones. Hasta ahora se nos impide realizarlas. No aceptan que hagamos nuestros comicios municipales o presidenciales o legislativos. Hacerlos sigue siendo nuestro objetivo.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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El retiro de las tropas españolas
Editorial

Clarín

La primera decisión efectiva de política exterior tomada por el flamante jefe de gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, ha tenido un natural e inmediato fuerte impacto hacia dentro y fuera de su país, por razones obvias.

España acompañó a EE.UU. en la guerra de Irak por decisión del gobierno de José María Aznar. Esta iniciativa fue inobjetable desde el punto de vista de su legitimidad, puesto que se trataba de un gobierno que representaba la mayoría electoral de entonces y contaba, por lo tanto, con apoyo parlamentario.

Pero era, al mismo tiempo, una decisión fuertemente cuestionada y delicada, en tanto carecía de amplio consenso y enfrentaba la oposición de vastos sectores de la sociedad española, europea e internacional, que se manifestaron en multitudinarias movilizaciones pacifistas.

A ello se agregaban las implicancias y consecuencias más graves que tenía el hecho de involucrarse en un conflicto armado fuera de la legalidad internacional y considerado por gran parte del mundo árabe como una guerra de agresión.

Un año después, los españoles dieron su opinión sobre aquella decisión en las urnas. Es cierto que medió el tremendo mazazo del atentado del 11 de marzo, en vísperas electorales. Pero cabe presumir que el gobierno de Aznar resultó castigado por su participación en esta guerra.

De tal modo, al ordenar el inmediato retorno de los 1.500 soldados españoles en Irak, el nuevo gobierno socialista de Zapatero ha comenzado por cumplir con su promesa electoral, gesto que reconforta, aunque implique de inmediato una mayor incertidumbre para la coalición que ocupa aquel país.

El retorno de los soldados españoles enviados a Irak es una consecuencia lógica y bienvenida de la oposición que generó esta guerra y acelera los tiempos de la coalición armada por los EE.UU. en la resolución de la posguerra.


     
 

 

   
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