The Economist - Editorial 08/04

> 08/04 - Reconstruyendo Irak

 

Autor: Editorial

Fecha: 8/4/2004

Traductor: Isidoro, Especial para PI

Fuente: Economist


Ha sido una de las peores semanas hasta ahora. Pero aún sería errado dar a Irak por perdido

Evidentemente, está mal. Por primera vez en más de un año de ocupación, los americanos se encuentran en un conflicto armado con una bien organizada milicia de chiítas, el 60%, poco más o menos, de los iraquíes quienes fueron reprimidos especialmente brutalmente por Saddam Hussein y que habían hasta ahora parecido dispuestos, si bien no enteramente felices, a cooperar con quienes lo depusieron. Si esta lucha continúa o se expande, los americanos y sus aliados estarán de hecho, como dicen todos los eruditos, enfrentando una insurgencia en dos frentes. Habiendo fracasado en vencer a la minoría sunita, algunos de los cuales han estado muchos meses en rebelión abierta en el así llamado “Triangulo Sunita” al oeste de la capital, los ocupantes tendrían también que contender con un levantamiento chiíta en Bagdad y el sur. Esta es una horrenda perspectiva. ¿Pero vale, como el Senador Edward Kennedy dice, el “Vietnam de George Bush? Y ¿está Irak al borde de una “guerra civil”? No todavía, en ambas consideraciones?

La fuerza bruta contra la voluntad del pueblo

Los Estados Unidos estuvieron una década en Vietnam y perdieron algo como 50.000 soldados. La conquista y ocupación de Irak hasta ahora ha demandado sólo 600 americanos. A pesar de que este fue un período sangriento –- ocho soldados americanos fueron muertos en combate al comienzo de la semana contra la milicia chiíta de Muqtada al-Sadr, luego una docena más combatiendo a los sunitas –- la tasa a la que los americanos han estado muriendo ha sin embargo caído desde Noviembre. No es sólo la discrepancia en los números lo que hace a la analogía de Vietnam engañosa. Vietnam ha venido ha simbolizar la futilidad de esperar que la fuerza bruta afiance un régimen extranjero que no es apoyado por su propio pueblo. Apenas concebible, Esto aún podría suceder en Irak si los americano son lo suficientemente tontos para crear un gobierno iraquí tan impopular que pueda poner en vigor su voluntad solamente a punta de un arma americana. Pero eso ni es lo que los americanos planean hacer, ni –-probablemente—- lo que serán forzados a hacer.

A lo largo del último año, Paul Bremer, administrador Americano de Irak, ha cambiado sus planes tantas veces que los mismos iraquíes, dejemos solos a los espectadores de lejos, pueden ser perdonados por estar confundidos sobre lo que los americanos están proponiendo actualmente. Esta falta de claridad es una de las muchas fallas de la ocupación hasta aquí. Sin embargo, el punto a recordar es que bajo el presente plan Irak está encarando en el futuro razonablemente cercano una serie de elecciones. La primera, para elegir una asamblea nacional, deberá tener lugar a más tardar a fines de Enero de 2005. Este cuerpo debería escribir una constitución y someterla a un referéndum no después de mediados de Octubre de ese año. A mediados de Diciembre, un gobierno debe ser electo bajo la nueva constitución.

Una vez que los iraquíes hayan elegido su propio gobierno, el peligro de repetir Vietnam en las arenas de Irak debe cejar. Aún si semejante gobierno se demostrase luego estancado o inestable, su surgimiento permitiría una suficientemente honorable salida americana. Es decir, un Presidente Bush o Kerry podría en conciencia declarar en semejante punto que América habría dado a Irak su oportunidad democrática y citar a las tropas de vuelta en casa. Por lo tanto en términos prácticos, l cuestión de si los Americanos pueden tener “éxito” en Irak o no se reduce a esto. ¿Está América dispuesta y capacitada para sostener el cerco por el año y medio o algo así hasta que esas elecciones tengan lugar?

La respuesta honesta es que el éxito no es seguro. Es demasiado fácil luego de esta alterante semana imaginar una secuencia de eventos en la que los ocupantes se vuelvan tan impopulares que las fuerzas de la coalición estén compelidas a irse temprano, dejando a los iraquíes para que arreglen o disputen las cosas por ellos mismos. Aún si las cosas no llegan a ese extremo, la violencia podría crecer a un nivel que evite que unas elecciones justas sean sostenidas según la agenda de los americanos. La incertidumbre, no obstante, corta ambas vías; si el éxito no es seguro, el fracaso tampoco está garantizado. Muchos países con la violencia a flor de piel han logrado, a pesar de todo, la transición a la democracia. Sudáfrica, que está celebrando diez años de ello esta semana, estaba a principios de los 1990s embrollada en una rencorosa lucha de tres bandos entre blancos, zulus y xhosas. Y si ven cuidadosamente a Irak, todavía hay razones para el optimismo.

Una es que Irak no está aún abrazado por nada que pueda ser debidamente descrito como una guerra civil. Puede haber un confort limitado para los americanos, pero son sus tropas más que los compatriotas iraquíes quienes se han vuelto el blanco escogido por los insurgentes del país. Esto es bastante una sorpresa. Antes de la invasión del año pasado, el temor de muchos extranjeros era que un Irak liberado del puño de hierro de Saddam se dividiría en tres caminos mientras kurdos, sunitas y chiítas batallaran entre sí por la independencia (en el caso de los kurdos) o la supremacía (en el caso de sunitas y chiítas). Por ahora, sin embargo, los iraquíes han resistido obstinadamente la esperada trifurcación. Ni siquiera los terribles bombardeos durante el festival de Ashoura el mes pasado, que mataran a unos 200 chiítas, logró provocar el contra impulso anti sunita que los perpetradores, presumiblemente esperaban.

El Líder Espiritual y el Encumbrado

El calculo más que la docilidad explica esta paciencia. Muchos iraquíes parecen creer que una transición pacífica a la democracia sirve a sus propios intereses. A pesar de las sueltas palabras de un Irak cayendo en la anarquía, las encuestas sugieren que la mayoría de los iraquíes piensan que su suerte ha mejorado desde la caída del dictador, y que continuará mejorando. Esta expectativa de mejores tiempos por venir es un activo precioso que Bremen no debe despilfarrar mientras la trasnción se desarrolla. Otro es la convicción de los chiítas, guiados por su líder espiritual Gran Ayatolá Ali Sistani, en que como mayoría tienen mucho que ganar de la democracia. Hasta este mes, Bremen había hecho mucho hincapié en mantener a Sistani razonablemente contento: fue a requerimiento del ayatolá que América desecho su plan de usar “caucuses” (juntas) para seleccionar al cuerpo constituyente y propuso una elección directa en su lugar.

Ahora el desafío para Bremer es encontrar una forma para asegurarse de que su vasta alianza con los chiítas sobreviva los choques de esta semana con la milicia comandada por Sadr. Habiendo perdido anteriores oportunidades para cooptar a este incendiario, o bien para aplastarlo, los americanos lo han declarado un “forajido” a ser arrestado. Quizás esto fue necesario para la coalición para guardar las formas ante las provocaciones e incitamientos de Sadr, pero aún así conlleva tomar un riesgo. Si bien el joven Sadr es un clérigo junior comparado con el venerado Sistani, el último no tiene divisiones considerando que el anterior comanda una milicia disciplinada que ha tensado sus músculos de Bagdad a Basora. Y aunque en privado Sistani considera sin duda a Sadr un encumbrado atolondrado, ni siquiera Sistani se pondrá del lado de América si las tropas de Bremer matan demasiados chiítas cuando emprendan contra el encumbrado. Como muchos procónsules anteriores, Bremer enfrenta la delicada tarea, más del arte que de la ciencia de la política, de mostrar suficiente dureza para imponer respeto, mientras evita acciones que pongan más corazones y mentes en su contra .

Parte del mismo cálculo es si dejar que la última violencia descarrile el plan para devolver el poder antes de fines de Junio a una administración Interina iraquí que probablemente emerja del existente Concejo de Gobierno designado por los americanos, o no. Por la evidencia expuesta hasta acá, la intención declarada de Bush de ajustarse a la fecha límite es correcta. América ha derribado y cambiado sus planes lo suficiente. Hacerlo otra vez simplemente por un nuevo brote de violencia se vería indeciso y débil, a pesar de que esta alardeada transferencia de poder tendrá mucho de un asunto imaginario. La autoridad ocupante intenta disolverse, y la presencia americana se reducirá a una embajada. Pero será una embazada distinta a todas las demás, aparentando deferir al gobierno interino iraquí mientras da órdenes al ejército de ocupación de América y por lo tanto todavía dirige la batuta.

Es este período –- después del nacimiento de un gobierno interino y antes de elecciones adecuadas –- el que probablemente sea el decisivo para Irak. A pesar de ser en gran medida una criatura de los americanos, el gobierno interino incluirá representantes de la mayor parte de las sectas y grupos políticos del país. Tiene el potencial de ganarse respeto, preparar el terreno para las elecciones y hacer que la ocupación se sienta menos como una ocupación. Sólo si fracasa, y tiene que depender crecientemente del poder de fuego americano para imponer su autoridad, Irak realmente empezará a parecerse a Vietnam.


     
 

 

   
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