> 22/04 - En algunos aspectos, peor que Vietnam

 

Autor: Paul Krugman

Fecha: 22/4/2004

Traductor: La Nación (Argentina)

Fuente: The New York Times



Irak no es Vietnam. La diferencia más importante es el número de bajas, que asciende a sólo una pequeña fracción de las matanzas en Indochina. Pero también hay paralelismos reales, y en algunos aspectos Irak parece ser peor.
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Es cierto que la actual fuerza norteamericana en Irak es mucho más pequeña que el ejército que enviamos a Vietnam. Pero las fuerzas armadas de los Estados Unidos en su totalidad, y el ejército en particular, son mucho más pequeñas que en 1968. En términos del volumen de la fuerza norteamericana comprometida, el de Irak es un conflicto de las dimensiones de Vietnam.
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Y el estrés que Irak provoca en nuestras fuerzas es, quizá, peor. En Vietnam, las fuerzas norteamericanas consistían principalmente en reclutas para el corto plazo, que regresaban a la vida civil después de cumplir con el servicio militar. Nuestra fuerza en Irak consiste en voluntarios para el largo plazo, incluyendo reservistas que nunca esperaron ser convocados para largas misiones en el extranjero. La capacitación de esos voluntarios, su moral y su voluntad de realistarse se verán severamente afectadas si son convocados para pasar años librando una guerra de guerrillas.
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Algunos halcones sostienen que esto demuestra que necesitamos un ejército de mayores dimensiones. Pero Bush no ha solicitado un mayor número de fuerzas. En realidad, parece reacio a pagar por las fuerzas que tenemos.
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Una comparación fiscal entre las políticas de George W. Bush y de Lyndon Johnson hace que la época de Vietnam parezca una edad dorada de responsabilidad personal. Al principio, Johnson se resistía a afrontar el costo de la guerra. Pero en 1968 debió resignarse a aumentar los impuestos y recortar el gasto; convirtió un enorme déficit en un superávit al año siguiente. Hoy, un programa comparable -el presupuesto pasó de un déficit de 3,2 por ciento del PBI a un 0,3 por ciento de superávit en sólo un año- eliminaría gran parte de nuestro déficit presupuestario.
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En contraste, Bush, que habla tanto de mantener el rumbo, no se ha mostrado dispuesto a suprimir nada de su lista de deseos domésticos. Por el contrario, aprovechó el fulgor inicial del aparente éxito en Irak para arremeter con otro recorte impositivo, esperando hasta más tarde para hablarnos de los 87.000 millones de dólares adicionales que necesitaba. Y todavía está en eso: en su reciente conferencia de prensa nada dijo acerca de los 50.000 a 70.000 millones de dólares adicionales que todos saben que serán necesarios para financiar las permanentes operaciones.
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Esa chicana fiscal forma parte de un esquema más amplio. Vietnam melló la confianza nacional no sólo porque perdimos sino porque nuestros líderes no nos dijeron la verdad. En septiembre pasado, el general Anthony Zinni se refirió a "Vietnam, donde oímos tanta basura y mentira", y preguntó ante una audiencia de oficiales militares: "¿Está volviendo a ocurrir?"
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Efectivamente, los paralelismos proliferan. El ataque del golfo de Tonkin con las inexistentes armas de destrucción masiva y la relación con Al- Qaeda. "Corazones y mentes" con "nos dan la bienvenida como libertadores". La "luz al final del túnel" con "pasar el punto crítico". Vietnamización, con el nuevo ejército iraquí.
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Algunos afirman que Irak no es Vietnam porque hemos ido allí a llevar la democracia, y no para respaldar a un régimen corrupto. Pero hablar de ideales no cuesta nada. En Vietnam, los oficiales norteamericanos nunca dijeron: "Estamos apoyando a un régimen corrupto". Decían que estaban defendiendo la democracia. El resto del mundo, y los propios iraquíes, creerán en las intenciones idealistas de los Estados Unidos siempre y cuando vean un gobierno iraquí legítimo, incorrupto, en contraste con, digamos, una elección fraudulenta que coloque en el poder a Ahmed Chalabi.
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Si no estamos promoviendo la democracia en Irak, ¿qué estamos haciendo entonces? Muchos de los partidarios más moderados de la guerra ya han alcanzado la fase de la lógica del atolladero: ya no tienen demasiadas esperanzas sobre lo que podemos lograr, pero temen las consecuencias si retiramos las fuerzas. La ironía es dolorosa. Uno de los verdaderos motivos para invadir Irak fue demostrar al mundo el poder norteamericano. Una clara muestra de lo mal que nos ha ido es el hecho de que se dice hoy que no podemos retirarnos porque eso demostraría la debilidad norteamericana.
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Una vez más, el paralelismo con Vietnam es obvio. ¿Recuerdan la teoría del dominó?
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Y existe otro paralelismo más: la política nixoniana ha vuelto.
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Lo que recordamos ahora es el caso Watergate. Pero igualmente serios fueron los esfuerzos de Nixon para suprimir el disenso, como las marchas de protesta "Díganselo a Hanoi", donde los críticos de la guerra de Vietnam eran acusados de afectar el espíritu combativo de nuestros soldados y de incentivar al enemigo. Días atrás, George W. Bush formuló un metamensaje nixoniano: declaró que quien plantee analogías entre Irak y Vietnam afecta el espíritu combativo de nuestros soldados e incentiva al enemigo.
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Traducción de Luis Hugo Pressenda
.<< Comienzo de la notaNUEVA YORK.- Irak no es Vietnam. La diferencia más importante es el número de bajas, que asciende a sólo una pequeña fracción de las matanzas en Indochina. Pero también hay paralelismos reales, y en algunos aspectos Irak parece ser peor.
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Es cierto que la actual fuerza norteamericana en Irak es mucho más pequeña que el ejército que enviamos a Vietnam. Pero las fuerzas armadas de los Estados Unidos en su totalidad, y el ejército en particular, son mucho más pequeñas que en 1968. En términos del volumen de la fuerza norteamericana comprometida, el de Irak es un conflicto de las dimensiones de Vietnam.
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Y el estrés que Irak provoca en nuestras fuerzas es, quizá, peor. En Vietnam, las fuerzas norteamericanas consistían principalmente en reclutas para el corto plazo, que regresaban a la vida civil después de cumplir con el servicio militar. Nuestra fuerza en Irak consiste en voluntarios para el largo plazo, incluyendo reservistas que nunca esperaron ser convocados para largas misiones en el extranjero. La capacitación de esos voluntarios, su moral y su voluntad de realistarse se verán severamente afectadas si son convocados para pasar años librando una guerra de guerrillas.
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Algunos halcones sostienen que esto demuestra que necesitamos un ejército de mayores dimensiones. Pero Bush no ha solicitado un mayor número de fuerzas. En realidad, parece reacio a pagar por las fuerzas que tenemos.
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Una comparación fiscal entre las políticas de George W. Bush y de Lyndon Johnson hace que la época de Vietnam parezca una edad dorada de responsabilidad personal. Al principio, Johnson se resistía a afrontar el costo de la guerra. Pero en 1968 debió resignarse a aumentar los impuestos y recortar el gasto; convirtió un enorme déficit en un superávit al año siguiente. Hoy, un programa comparable -el presupuesto pasó de un déficit de 3,2 por ciento del PBI a un 0,3 por ciento de superávit en sólo un año- eliminaría gran parte de nuestro déficit presupuestario.
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En contraste, Bush, que habla tanto de mantener el rumbo, no se ha mostrado dispuesto a suprimir nada de su lista de deseos domésticos. Por el contrario, aprovechó el fulgor inicial del aparente éxito en Irak para arremeter con otro recorte impositivo, esperando hasta más tarde para hablarnos de los 87.000 millones de dólares adicionales que necesitaba. Y todavía está en eso: en su reciente conferencia de prensa nada dijo acerca de los 50.000 a 70.000 millones de dólares adicionales que todos saben que serán necesarios para financiar las permanentes operaciones.
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Esa chicana fiscal forma parte de un esquema más amplio. Vietnam melló la confianza nacional no sólo porque perdimos sino porque nuestros líderes no nos dijeron la verdad. En septiembre pasado, el general Anthony Zinni se refirió a "Vietnam, donde oímos tanta basura y mentira", y preguntó ante una audiencia de oficiales militares: "¿Está volviendo a ocurrir?"
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Efectivamente, los paralelismos proliferan. El ataque del golfo de Tonkin con las inexistentes armas de destrucción masiva y la relación con Al- Qaeda. "Corazones y mentes" con "nos dan la bienvenida como libertadores". La "luz al final del túnel" con "pasar el punto crítico". Vietnamización, con el nuevo ejército iraquí.
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Algunos afirman que Irak no es Vietnam porque hemos ido allí a llevar la democracia, y no para respaldar a un régimen corrupto. Pero hablar de ideales no cuesta nada. En Vietnam, los oficiales norteamericanos nunca dijeron: "Estamos apoyando a un régimen corrupto". Decían que estaban defendiendo la democracia. El resto del mundo, y los propios iraquíes, creerán en las intenciones idealistas de los Estados Unidos siempre y cuando vean un gobierno iraquí legítimo, incorrupto, en contraste con, digamos, una elección fraudulenta que coloque en el poder a Ahmed Chalabi.
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Si no estamos promoviendo la democracia en Irak, ¿qué estamos haciendo entonces? Muchos de los partidarios más moderados de la guerra ya han alcanzado la fase de la lógica del atolladero: ya no tienen demasiadas esperanzas sobre lo que podemos lograr, pero temen las consecuencias si retiramos las fuerzas. La ironía es dolorosa. Uno de los verdaderos motivos para invadir Irak fue demostrar al mundo el poder norteamericano. Una clara muestra de lo mal que nos ha ido es el hecho de que se dice hoy que no podemos retirarnos porque eso demostraría la debilidad norteamericana.
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Una vez más, el paralelismo con Vietnam es obvio. ¿Recuerdan la teoría del dominó?
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Y existe otro paralelismo más: la política nixoniana ha vuelto.
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Lo que recordamos ahora es el caso Watergate. Pero igualmente serios fueron los esfuerzos de Nixon para suprimir el disenso, como las marchas de protesta "Díganselo a Hanoi", donde los críticos de la guerra de Vietnam eran acusados de afectar el espíritu combativo de nuestros soldados y de incentivar al enemigo. Días atrás, George W. Bush formuló un metamensaje nixoniano: declaró que quien plantee analogías entre Irak y Vietnam afecta el espíritu combativo de nuestros soldados e incentiva al enemigo.
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Traducción de Luis Hugo Pressenda


     
 

 

   
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