Teoria,
cultura y genero
Un desafío para la comunidad feminista
por Laura Kamienski
Diciembre de 2003
de Feminista, The Journal of Feminism Construction
Traductor: Gloria Buccella, especial para P.I.
No es llamativo que durante este período de guerra y
política reaccionaria, un movimiento conservador, que se
autodenomina “feminista”, esté ganando impulso.
La mayoría de las que son activas en esta ola, parecen
estar interesadas, en primer lugar, en sus creencias y en sus
relaciones personales, dejando de lado el análisis político
y la acción. Esta reacción masiva en el movimiento
feminista prácticamente ha reducido al feminismo a un estilo
de vida y a un “crecimiento personal”, desprovisto
de un análisis político, de una agenda y de repercusión.
Por ejemplo, he notado cada vez más, que la voluntad del
compromiso basado en un análisis político y económico
y relacionado con las luchas, han sido reemplazadas con propuestas
mas simples.
Este tipo de compromiso generalmente conlleva a silenciar cuestiones
como el lesbianismo, empleando nombres unisex, en lugar de hablar
específicamente de mujeres o de feministas, y a la tolerancia
cero hacia políticas antidiscriminatorias por la inclusión.
Existe una campaña permanente para redefinir el término
“feminista”, en vistas a incluir por completo aquellas
políticas que atañen a cuestiones políticas
personales (incluyendo las pro-vida, heterosexismo y colaboración
de clases) sin tener en cuenta la opresión de las mujeres
como clase. Estos intentos de popularizar el feminismo (especialmente
los hombres), ha dejado a los grupos “feministas”
sin una política efectiva y ha reducido el accionar de
las feministas a simples actividades o reclamos.
Los grupos y centros de mujeres han adoptado misiones que esencialmente
reemplazan la acción política por objetivos que
ayudan a que las mujeres (y a veces los hombres) alcancen sus
objetivos personales. Esto constituye nada menos que reemplazar
los valores de una conciencia social por beneficios personales.
Mediado por el estímulo de la obsesión por la apariencia
personal, el peso y la maternidad, que han impuesto a los centros
de mujeres brindar cada vez más sesiones dedicadas a la
salud, la aptitud, el manejo del tiempo, etc., en vez de organizar
acciones alrededor de cuestiones políticas como el derecho
al aborto y la desigualdad económica. Las “feministas”
se encuentran defendiendo sus “tacos altos” y sus
polleras cortas con el pretexto de “empoderarse” y
el derecho personal de las mujeres a elegir. Cada vez más
feministas comienzan a emplear la autoridad masculina, para evitar
ser “etiquetadas”, y para asegurarse su trabajo y
ser ascendidas. Sabiamente, los hombres en el poder, han colocado
conscientemente a las “feministas” conservadoras en
lugares prominentes y de visibilidad pública.
Se está llevando a cabo una insidiosa campaña criticando
a quien sostenga que el feminismo debe tener una definición
legítima, una agenda y a quien demande un análisis
específico de clase, en vistas a avanzar efectivamente
en la causa femenina. Esta campaña declara que “mi”
feminismo personal es feminismo, mas allá de las consecuencias
políticas a las que conduzcan mis creencias y mis acciones.
Yo sostengo que, si no hay un feminismo “real” o un
feminismo definitivo, no hay feministas.
Otro llamativo ejemplo de este feminismo desplazado hacia cuestiones
personales es el punto sobre el aborto. Muchas mujeres que se
llaman a sí mismas “feministas”, desprevenidamente
se encuentran imbuidas en la cuestión moral acerca del
aborto y de “cuándo comienza la vida”. Esto
es exactamente lo que desean los que se oponen al feminismo y
es contra estos argumentos que las feministas deben pronunciarse.
El punto en el cual las mujeres deben avanzar por medio de la
libertad reproductiva, no es, y no debe devenir en un tema moral
ni acerca del feto. Constituye un punto económico, logístico,
práctico y político.
Las feministas, opuestas o no al aborto de forma personal, deben
luchar por la libertad reproductiva (incluyendo el acceso al aborto
libre y gratuito en condiciones de salubridad) para todas las
mujeres. Esto es un componente necesario y fundamental de la agenda
feminista.
Las ideas feministas que fueron una vez articuladas libremente,
hoy son consideradas sospechosas, demasiado arriesgadas, fuertes,
embravecidas, y de tono amenazante. Sugerir que las mujeres quiten
su apoyo al patriarcado es "detestable". He escuchado
más de una vez que ese momento ya ha pasado y que está
pasado de moda. Más allá de que personalmente anhelo
el día en que este tipo de acciones no sean necesarias,
la realidad de las actuales relaciones de fuerzas nos impone seguir
e incluso incrementar estas acciones.
Estas mismas "feministas" derrochan una excesiva cantidad
de tiempo reclamando que nadie las etiquete (algunas hasta detestan
ser llamadas "feministas"). Lo que aún no he
mencionado, es que oponerse a estar relacionado con los objetivos
feministas está profundamente arraigado en el heterosexismo
y la homofobia (ambos cruciales para sostener al patriarcado).
Parece más que probable que la homofobia sea una de las
fuerzas conductoras que se encuentran detrás de la campaña
por redefinir la palabra feminismo.
Otro ejemplo de este ofensivo desplazamiento hacia lo personal
puede ser visto al revisar el tema de la diversidad. La diversidad
es absolutamente crucial para la victoria del movimiento feminista.
Sin embargo, este concepto, en lugar de tomar un desarrollo más
preciso sobre la opresión global hacia las mujeres por
medio de la diversidad, ha sido cooptado como la aceptación
unilateral de cualquier sistema de creencias personales sin importar
las consecuencias para las mujeres como clase.
Al menos un aspecto del feminismo reaccionario que estamos experimentando
se asemeja a la reacción que vimos contra el movimiento
por los derechos civiles. Esto es, el grito de una discriminación
inversa. Como mucho, estos lamentos ignoran o niegan la existencia
de las relaciones de poder. En última instancia están
siendo (consciente o inconscientemente) la oposición racista,
sexista y homofóbica a programas de acción que las
feministas y activistas por los derechos civiles han dado duras
luchas para ganar.
La violencia hacia las mujeres también ha sido enmarcada
en términos de relaciones personales. El trabajo contra
la violencia ha sido eliminado de un contexto de opresión
social y política. Ahora, en lugar de entender al patriarcado
como un gigantesco poste que perpetúa la agresión
sexual y la violencia doméstica, básicamente, hemos
reducido el trabajo contra la violencia a la defensa de la víctima
y la apelación a la sensibilidad de los hombres. Las acciones
feministas, como las marchas de “Take back the Night”
(contra las violaciones, N de T) y los programas de auto-defensa
de las mujeres están siendo condenados como ejemplos divisionistas
y de discriminación inversa. Se le da prioridad a los programas
dirigidos hacia los hombres, en lugar de programas de “empoderamiento”
de las mujeres en algunos centros.
Lo que se ha perdido en el feminismo es el ímpetu por una
transformación radical de la sociedad por medio de una
lucha social y consciente. Pero la conciencia social y el valor
para quitar el apoyo al patriarcado es precisamente lo que le
falta a esta ola de “feminismo” conservador. Es de
mi interés desafiar a aquellas que estén interesadas
en los derechos de las mujeres a examinar (o reexaminar) y analizar
las raíces de la opresión de las mujeres con una
perspectiva de conciencia social. Desafío a todas aquellas
que se reclaman feministas a desarrollar una agenda política
basada en la situación actual y la relación de fuerzas
y a terminar por completo con su apoyo al patriarcado. |