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La maquinaria de guerra en marcha
Claudia Cinatti
La Verdad Obrera N° 115
07/02/02

Estados Unidos ha comenzado la cuenta regresiva para iniciar una nueva masacre imperialista en Irak. El estacionamiento de más de 100.000 soldados, aviones de combate, portaviones y artillería en la zona del Golfo Pérsico estarían mostrando la cercanía del conflicto, que la mayoría de los analistas anuncian para fines de febrero o marzo.
Ante la falta de "evidencias" de parte de los inspectores de armas de las Naciones Unidas de que Irak posea armas de destrucción masiva, Estados Unidos decidió presentar su propio informe de inteligencia ante el Consejo de Seguridad, para convencer a la opinión pública norteamericana e internacional que la guerra es inevitable.
Junto con los preparativos de guerra y la propaganda para ganar "las mentes y los corazones" de la población para esta nueva cruzada imperial, desde las páginas de los principales diarios y publicaciones norteamericanas miembros del gobierno, asesores y editorialistas discuten abiertamente la conveniencia de los distintos planes de "colonización" que harían del Irak de posguerra un títere del imperialismo norteamericano, incluyendo una ocupación militar prolongada y un avance sobre el conjunto de la región.
Pero a diferencia de otras intervenciones militares legitimadas por razones "humanitarias", desde hace meses se viene desarrollando un poderoso movimiento contra la guerra, que tiene como epicentro las principales potencias imperialistas incluido Estados Unidos. La proximidad del ataque militar plantea la necesidad urgente de redoblar la movilización en todo el mundo para derrotar esta nueva ofensiva guerrerista.

 

Las mentiras de Powell

El 5 de febrero, el Secretario de Estado Colin Powell presentó ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas las supuestas evidencias "irrefutables" que justificarían la próxima guerra contra Irak. Acompañado por el jefe de la CIA, G. Tenet, Powell desplegó en una exposición de más de una hora televisada en directo a todo el mundo, una serie de fotografías satelitales, supuestas grabaciones de conversaciones telefónicas, imágenes computarizadas construidas a partir de informes de "desertores" iraquíes, entre otras "pruebas", tratando de demostrar que Saddam Hussein ha montado un enorme dispositivo con el objetivo de "engañar" a los inspectores de armas de las Naciones Unidas. Según Powell, Irak contaría con 18 laboratorios móviles para fabricación de armas químicas y biológicas, estaría procurándose material para fabricar armamento nuclear y mantendría lazos con la red Al Qaeda, versión que había sido cuestionada por sectores de las mismas agencias de inteligencia y el Pentágono. Un analista de asuntos militares, insospechado de simpatías con Irak, reconoce que "El material en sí mismo no es convincente. Cualquiera de estas evidencias podrían haber sido fabricadas" (Stratfor 6-2). Es que como planteó un científico iraquí "fue un típico show norteamericano, lleno de efectos especiales". El objetivo de Powell era montar la suficiente justificación que cubra la hipocresía de los verdaderos motivos de la guerra contra Irak. En primer lugar el "cambio de régimen" en Irak que poco tiene que ver con la "democracia" y la "liberación de su pueblo", sino como lo expresa sin tapujos desde una editorial de New York Times el periodista Tomas Friedman después de la derrota de Hussein "Irak estará controlado por el puño de hierro del ejército norteamericano y sus aliados, con una administración civil "asesora" iraquí que irá surgiendo detrás de este puño de hierro" (NYT 5-2). Y tras una eventual victoria en Irak lanzarse al rediseño de Medio Oriente que incluiría una "solución" al conflicto del pueblo palestino que entierre sus aspiraciones nacionales, la "democratización" de la región que permita el surgimiento de regímenes más estables y prooccidentales que permitan el combate contra el "terrorismo islámico", con el objetivo de controlar las principales reservas petroleras del mundo. Claro que una cosa son los objetivos y otra muy distinta la posibilidad efectiva de realizarlos. Pero de esto, por supuesto, el Secretario de Estado no dijo una palabra.

 

El juego de las potencias

Ningún miembro del Consejo siquiera puso en cuestión la validez de la información norteamericana, aceptando que ahora es Irak el que tiene que demostrar que se ha desarmado. Sin embargo, la "evidencia" no fue suficiente para que Estados Unidos lograra la mayoría para lanzar un ataque militar con apoyo de la ONU. Esto era previsible. Las potencias todavía siguen jugando las cartas que han mostrado en estos largos meses de batallas diplomáticas y preparativos para la guerra.
Estados Unidos, secundado por Gran Bretaña y España, insistió con el "peligro de irrelevancia" de la "comunidad internacional" si no avala la acción militar para "desarmar a Hussein", es decir, que de todos modos irá a la guerra con o sin el aval de las Naciones Unidas, con el riesgo consiguiente para las potencias europeas en caso de un triunfo norteamericano contundente, de quedar marginadas del reparto del botín de la posguerra.
Francia que se opone a una acción unilateral norteamericana, pero no al uso "como último recurso" de la fuerza militar, intenta que las principales decisiones y acciones pasen por las Naciones Unidas. Su posición nada tiene que ver con el pacifismo como lo demuestra su incursión militar "unilateral" en Costa de Marfil. Tampoco se explica, como aduce simplistamente un análisis del MST argentino, porque "la oposición de los pueblos europeos obligó a Chirac de Francia y Schroeder de Alemania a tomar distancia de Bush". Responde sobre todo a importantes intereses económicos y geopolíticos. Por fuera del poder de veto que ejerce sobre ese organismo y de su rol central en la Unión Europea, Francia no tiene recursos significativos para hacer valer su voluntad frente a lo que denomina la "hiperpotencia" norteamericana. Por eso respondió al informe de Powell, que apuntaba justamente a mostrar la ineficacia de las inspecciones de armas frente al "engaño" iraquí, con una política de reforzar el equipo de inspectores y darles más recursos y sobre todo más tiempo para que terminen su trabajo, a la que adhirieron Rusia, China, Alemania y la gran mayoría del Consejo de Seguridad. La posición diplomática de Francia y su interés en participar del negocio del petróleo iraquí, alienta a muchos políticos y analistas a esperar un giro de último momento hacia un apoyo a Estados Unidos. La partida del portaviones Charles de Gaulle hacia el Mar Mediterráneo el 4 de febrero y los rumores de que enviaría 12.000 soldados para "garantizar los campos de petróleo iraquíes" alimentan esas versiones.
Alemania mantiene su oposición a la guerra con o sin apoyo de las Naciones Unidas, ya que por su debilidad militar comparativa con Estados Unidos, no está en sus intereses inmediatos el recurso a la acción bélica. Sin embargo, el gobierno de Schroeder ha visto debilitada su posición y ha sido blanco de ataques por sus problemas domésticos. La economía alemana está en su peor momento, el desempleo no deja de crecer y además el partido socialdemócrata acaba de ser humillado en las urnas en dos estados clave, sufriendo una derrota importante a manos del opositor derechista CDU.
Por su parte, Rusia y China alineadas hasta el momento con Francia, han dejado entrever que su apoyo tiene un precio que Estados Unidos todavía no les garantizó.
Esta situación dejó la definición para la próxima reunión del Consejo el 14 de febrero, en la que los inspectores de armas presentarán su nuevo informe. La presión norteamericana para lograr un reposicionamiento de Francia y Alemania y tras de ellos a los países árabes ya se está haciendo sentir. El presidente Bush planteó que "Estados Unidos junto con una creciente coalición de naciones, está decidido a emprender toda acción necesaria para desarmar al régimen iraquí" (WP 6-2). Mientras tanto Estados Unidos sigue su tarea de sobornos y prebendas para sumar aliados, como es el caso de Turquía que a cambio de facilidades en préstamos del FMI y de garantías de que no se respaldará la creación de un estado kurdo, comprometió el uso de su territorio para las tropas norteamericanas, lo que resulta estratégico para la acción militar.

 

El "test iraquí" agudiza las tensiones

Como planteamos en una nota reciente en Estrategia Internacional, las tendencias guerreristas del imperialismo norteamericano muestran la debilidad estratégica del dominio estadounidense, en un momento en que su economía no escapa a las tendencias al estancamiento de la economía mundial, como muestran las últimas cifras de crecimiento que arrojan un magro 0.7% para el último trimestre del año pasado.
La "evidencia irrefutable" es que el gobierno de Bush y sus secuaces republicanos se ha decidido a usar el enorme poderío militar norteamericano para sacar ventaja frente a sus competidores. En ese marco la guerra contra Irak es un test para su política de rediseñar el mundo para mantener su hegemonía y garantizarse el control de una de las principales reservas petroleras. Esta política agresiva está tensionando las relaciones entre las potencias imperialistas y haciendo más inestable la situación internacional, como muestra por ejemplo el desafío planteado por Corea del Norte y su programa nuclear.
La Unión Europea está sufriendo de lleno los embates de la política norteamericana, exponiendo los puntos débiles de la construcción europea como bloque imperialista y los intereses de los distintos estados que la componen. Como señala un artículo "Lo que divide realmente a Europa no es tanto Irak, sino qué actitud tomar ante Estados Unidos" (NYT 30-1) Mientras que Inglaterra ha atado su destino al imperialismo norteamericano desde hace décadas, Francia y Alemania intentan perseguir una política que los haga "relevantes" como potencias y que permita defender sus intereses económicos y estratégicos. Para contrarrestar la oposición franco-germana, los presidentes y primeros ministros de Gran Bretaña, España, Italia, Portugal, Holanda, Dinamarca, República Checa y Polonia publicaron a pedido del periódico estadounidense Wall Street Journal, una carta abierta donde llaman al apoyo a Estados Unidos, alimentando las expectativas de que emerja una "nueva Europa" pronorteamericana. Donde se han hecho más evidentes las contradicciones fue en el posicionamiento de los países de Europa del Este, próximos a integrarse a la Unión y en los que Alemania tiene importantes inversiones, se han alineado abiertamente con Estados Unidos.
El alineamiento con Bush también ha abierto una brecha enorme entre los gobiernos europeos y sus pueblos con el potencial de desencadenar importantes crisis políticas. Valga como ejemplo el caso de Gran Bretaña donde la mayoría del partido laborista, sus parlamentarios y los sindicatos se oponen a la política oficial, o el pase abierto a la oposición del PSOE español. El vasallaje de Blair, Aznar y Berlusconi ante la campaña guerrerista norteamericana, contrasta con la oposición de más del 80% de sus poblaciones a la guerra, alimentando el desarrollo de un poderoso movimiento de protesta que desde Washington y San Francisco hasta Londres y las principales capitales europeas se viene movilizando por centenares de miles contra esta nueva agresión imperialista (ver nota).
El test iraquí definirá gran parte de la política internacional en el próximo período. Una victoria rápida y contundente de Estados Unidos fortalecerá a los sectores más reaccionarios y significará mayor opresión para los pueblos del mundo, pero también alimentará el resentimiento de importantes sectores del planeta. A pesar del enorme poderío militar, el triunfo norteamericano no está garantizado y su ofensiva, como en la guerra de Vietnam, puede ser derrotada. Millones en el mundo se oponen a esta guerra y han tomado las calles para manifestar su repudio activo. Es una tarea urgente de todos aquellos que enfrentamos al imperialismo y a sus sirvientes locales, redoblar nuestros esfuerzos y nuestra movilización para detener y derrotar esta ofensiva imperialista.


Crece el movimiento de oposición

En las principales capitales de las potencias imperialistas se viene desarrollando desde hace meses un movimiento activo contra la guerra que ya ha protagonizado movilizaciones masivas para expresar su repudio a la agresión al pueblo iraquí. En Gran Bretaña, más del 80% de la población se opone al ataque militar y gran parte está contra la guerrra "con o sin la ONU". La oposición incluye importantes sectores del Partido Laborista y los sindicatos, y se extiende al movimiento estudiantil, la juventud y sectores del movimiento obrero como trabajadores de plantas automotrices, de correos y del sindicato UNISON. Trabajadores ferroviarios en Motherwell, cerca de Glasgow, Escocia, se han negado a poner en movimiento un tren que transportaba municiones para la guerra contra Irak. La rama sindical local apoyó plenamente a sus compañeros emitiendo una declaración donde afirman su total oposición a la guerra y respaldan la decisión de no cumplir con las obligaciones de manejar trenes del Ministerio de Defensa si estalla la guerra. Esta pequeña pero sintomática acción debe ser un ejemplo multiplicado por millones entre los trabajadores para boicotear y detener la maquinaria militar.
En España donde el 74% se opone a la guerra, han comenzado las movilizaciones y las manifestaciones públicas de artistas contra el alineamiento del gobierno de Aznar, que transformaron la entrega de los premios Goya a la producción cinematográfica en una "noche antibélica".
En Estados Unidos, el corazón mismo de la ofensiva militar, viene creciendo una oposición que abarca a distintos sectores sociales, desde el movimiento estudiantil, actores e intelectuales afamados hasta sectores obreros, minorías étnicas y comunidades de inmigrantes. El desarrollo de este movimiento y su ascenso, meses antes incluso de que empiecen las acciones bélicas, es un hecho inédito en la historia reciente del país. Durante la prolongada guerra en Vietnam, pasaron varios años antes de que el movimiento pacifista se hiciera de masas y diera alas radicalizadas. Esta vez el gobierno de Bush cuenta con una oposición organizada en distintos colectivos como Not in our name, Answer, Labor Against the War, y decenas de coordinadoras de campus universitarios, que fueron capaces de movilizar el pasado 18 de enero a 700.000 norteamericanos en Washington y San Francisco tomando también demandas por la liberación del pueblo palestino, contra el ataque a las libertades democráticas y los planes económicos de Bush. El colectivo estudiantil National Youth and Student Peace Coalition, que agrupa a miles de estudiantes, a los jóvenes anticapitalistas de USAS y a jóvenes de izquierda entre otros, ha lanzado un llamado a la huelga estudiantil y la movilización contra la guerra para el próximo 5 de marzo, exigiendo el fin de la campaña guerrerista, el recorte del presupuesto militar y el fin de las sanciones al pueblo iraquí. Miles de activistas participan de debates, campañas contra la persecución del gobierno y acciones locales.
El próximo 15 de febrero se realizará una jornada internacional de movilización contra la guerra. Millones en todo el mundo tomarán las calles para repudiar esta agresión imperialista e intentar frenar la maquinaria militar antes de que se ponga en marcha. Dada la magnitud de la ofensiva imperialista, este movimiento puede radicalizarse más rápidamente, avanzando en sus acciones para hacer efectivo el boicot a los esfuerzos de guerra, con movilizaciones a las bases militares y huelgas que lleve a un enfrentamiento abierto contra el imperialismo uniendo a los trabajadores y a los pueblos oprimidos del mundo.



No a la guerra imperialista!

El imperialismo norteamericano se apresta a atacar Irak.

Hace más de 10 años atrás cuando en el año 91 Bush, padre del actual presidente de EE.UU. descargó miles de bombas sobre ese sufrido pueblo, en Argentina comenzaba la década infame de las privatizaciones, despidos en masa y entrega nacional. Aquel triunfo imperialista en Irak determinó, en gran medida, las condiciones internacionales para la ofensiva neoliberal contra los trabajadores en el país y en el mundo. Menem enviaba barcos al Golfo como parte del inicio de las "relaciones carnales" con Washington y muy pocas fueron las expresiones de repudio y rechazo. En cambio ahora, como lo midió la encuestadora internacional Gallup, la Argentina es país de mayor oposición a esta guerra, con un 85% de rechazo en la población. Es una extraordinaria base de apoyo para que las organizaciones obreras, populares y los luchadores más concientes lancemos una campaña de acción y organización, un gran movimiento contra la guerra imperialista.
Que Duhalde no mantenga el mismo discurso que Menem en la anterior Guerra del Golfo, no significa de ninguna manera que su política exterior haya girado hacia la "no intervención" (como sostienen medios como Página/12) o hacia alguna clase de "neutralidad" en relación a la ofensiva guerrerista norteamericana. Sólo que ahora la Argentina oficial se ha acercado a la llamada "nueva diplomacia de Brasil", es decir que ha adoptado la política exterior de la simulación. "La Argentina no va a participar de la guerra contra Irak, pero está dispuesta a colaborar con ayuda humanitaria. No hay nada peor que la guerra. No vamos a participar en nada que tenga olor a guerra. Y fuera del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas nosotros no damos un paso", dijo el canciller Ruckauf la semana pasada desde Nueva York. Pero mientras aparenta distanciarse de la primera fase de la guerra si este fuera lanzado unilateralmente por los EE.UU. el gobierno nacional está comprometido explícitamente con Bush a participar con soldados en la posguerra lo cual significa un aval a la política imperialista: "el hecho de que el gobierno haya entregado, antes del conflicto, la puntual lista de ayuda humanitaria que proveerá inmediatamente después de la guerra, que en todos los casos será ejecutada por personal militar argentino, debe interpretarse como una homologación previa de la decisión guerrera de Washington." (Morales Solá en La Nación, 6-02). Coincidiendo con el discurso de Colin Powell ante el Consejo de Seguridad de la ONU, Ruckauf declaró que Saddam Hussein es "un dictador sanguinario que posee armas peligrosas". La lucha contra la guerra en Irak debe ser una lucha contra los gobiernos sirvientes del imperialismo, empezando por casa.
La voluntad neocolonialista de EE.UU. que de triunfar redundará, como en los 90, en nuevas ofensivas contra los trabajadores argentinos y latinoamericanos, no será derrotada a menos que se profundice el camino iniciado por las movilizaciones populares que se vienen sucediendo en el propio corazón de los países imperialistas, en especial en EE.UU e Inglaterra. La jornada internacional contra la guerra que se prepara para el 14 y 15 de febrero, con marchas en Washington, Londres y otras capitales del mundo, debe tener su manifestación en la Argentina que en diciembre del 2001 se levantó contra los planes del FMI. Las asambleas populares, los piqueteros, los trabajadores combativos como los de las fábricas tomadas, los centros de estudiantes y la izquierda debemos iniciar una campaña permanente para detener y derrotar la agresión imperialista sobre Irak. La movilización unitaria del próximo jueves 14 a la embajada norteamericana tiene que ser el primer paso. El PTS hace de esta causa una de sus principales tareas militantes.


Convocatoria de la carrera de Sociología contra la guerra imperialista

"Antes que sea tarde"


Así se denomina un documento que, impulsado inicialmente desde la Dirección de la Carrera de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, ha recibido la adhesión de numerosas personalidades, intelectuales y docentes universitarios. Entre las decenas de firmantes se encuentran Hebe de Bonafini, el sociólogo y ensayista Horacio Gonzalez, León Rozitchner, Néstor Kohan y el vicedecano de Ciencias Sociales Eduardo Gruner. Este pronunciamiento es parte de una serie de iniciativas planteadas desde la Carrera de Sociología con el fin que las acciones contra la guerra imperialista sean también emprendidas desde el campo intelectual y universitario, con el fin de sacudir a este medio de sus habituales silencios cómplices, como el que vimos durante los últimos años. Mientras en nuestro país era uno donde más en profundidad se aplicaban las políticas "neoliberales", la universidad y la gran mayoría de la intelectualidad callaban.
Como inicio de esta convocatoria, el miércoles 5 de febrero se realizó en la Facultad de Ciencias Sociales una primer reunión abierta. A pesar que la convocatoria se realizó en menos de una semana y que las facultades recién están comenzando los cursos de verano o hay directamente receso, en la reunión participaron cerca de 100 personas. Coordinada por los Co-Directores de la carrera, Christian Castillo y Miguel Forte, además de docentes y estudiantes de Sociología, se hicieron presentes el presidente de la FUBA -Agustín Vanella-, una importante cantidad de miembros de Asambleas Populares (como las de Villa Urquiza, Cid Campeador, Parque Rivadavia, Colegiales, Plaza Congreso, etc.), la Red de Mujeres Inmigrantes, Indymedia, organismos de Derechos Humanos como el CEPRODH y el MOPaSSol, la agrupación juvenil "No Pasarán" y representantes de distintas organizaciones políticas, como PTS, MST y otros. Envió su adhesión al encuentro la presidente de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini.
Ante la información que distintas organizaciones estaban convocando para el viernes 7 a una reunión para organizar una marcha unitaria a la embajada yanky el viernes 14 como parte de la jornada mundial contra la guerra imperialista, se resolvió impulsar la concurrencia a dicha reunión con el fin de lograr una convocatoria a acciones unificadas. Se propuso también que, si se confirma la marcha unitaria el viernes 14, se podía sugerir continuar la jornada de protesta el sábado 15 organizando actividades descentralizadas que se decidan en cada ámbito. Hubo asimismo propuestas de impulsar el boicot a los productos de empresas norteamericanas y realizar actividades de bloqueo a estas mismas empresas, repitiendo la experiencia del "piquete urbano". Finalmente se quedó en realizar una nueva reunión el miércoles 12 a las 18 horas, nuevamente en la sede de la Facultad de Ciencias Sociales, Marcelo T. de Alvear 2230, Capital Federal, y llamar a organizar una Red de Acción contra la Guerra Imperialista.

 

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