Estrategia Internacional N° 14/15
Noviembre/Diciembre - 1999

TRANSFORMACIONES de la economía latinoamericana EN LOS 90

Por Eduardo Molina

Presentación

Queda atrás una década de intensa colonización imperialista que fraguó profundos cambios en la realidad económica, social y política de la región. En el siguiente artículo, presentamos un análisis de estas transformaciones en el terreno económico. El mismo es parte de un trabajo más extenso, elaborado desde el punto de vista de los problemas y perspectivas de la revolución latinoamericana, que abarca, además, aspectos de la relación con el imperialismo, los cambios en la estructura social, la dinámica del régimen burgués y los problemas que enfrenta el movimiento obrero, así como una reflexión sobre las tareas y desafíos que plantea la lucha por construir verdaderos partidos obreros revolucionarios, que sean las secciones latinoamericanas de una Cuarta Internacional reconstruida. A modo de presentación, puntualizaremos brevemente algunos aspectos claves de la actual situación latinoamericana.

1- La región fue golpeada con cierto retraso por la crisis económica internacional abierta en el sudeste Asiático en el ‘97, se vio arrojada desde mediados del ‘98 a una dura recesión que afectó sobre todo a Sud América, detonando una profunda conmoción económica, social y política. En el cuadro de la situación internacional, América Latina se ha convertido en uno de los principales focos de inestabilidad política y agudización de la lucha de clases.

2-Como veníamos señalando en E.I. desde hace un año, la región se internaba así en una fase preparatoria, un punto de inflexión que apunta a una etapa superior de la lucha de clases. Esta fase está signada por la transformación de las dificultades económicas y la presión creciente del imperialismo en crisis políticas, crecientes antagonismos sociales y emergencia de las masas oprimidas. La radical alteración del escenario internacional en que la región debe moverse y el peso asfixiante del capital financiero, sobre la base de las consecuencias en todos los niveles del ciclo de colonización imperialista que tiñó la década que termina, configuran una situación de extraordinaria exacerbación de las contradicciones entre las naciones oprimidas y el imperialismo, entre las clases explotadas y los explotadores. Estos antagonismos están aflorando a la superficie y sembrando el mapa latinoamericano de convulsivos procesos: Ecuador, Colombia, Venezuela, Paraguay, Santo Domingo....

3- Esta situación afecta con notorias desigualdades y diferentes ritmos a los diversos países y subregiones de un continente conmovido desde sus cimientos. El área Norandina ofrece los procesos más avanzados: Ecuador, interrumpiendo los pagos de su deuda externa, en medio de un alto nivel de movilización obrera, popular y campesina, con el gobierno debilitadísimo y recurrentes tendencias bonapartistas. En estos días el Alto Mando en pleno ha realizado un planteamiento público llamando al orden a los dirigentes del país "ingobernable". La convulsionada Colombia, donde las contramarchas del "diálogo de paz" ilustran las enormes dificultades para imponer una "solución política a la salvadoreña". Venezuela, donde Chávez a través de la Asamblea Constituyente avanza en su proyecto bonapartista-populista para recomponer el régimen político en ruinas, apoyándose en las expectativas de masas en estado de efervescencia política. Perú, donde no está asentado un plan de recambio al fujimorato ante las cercanas elecciones y la clase obrera viene protagonizando acciones de protesta política como el nuevo paro general de 24 hrs. A esta cadena de "eslabones débiles" del capitalismo latinoamericano se suman Paraguay, sumido en una agudísima crisis política en medio de huelgas y movilizaciones, y Santo Domingo, otro de los países en quiebra que amenaza seguir el camino de Ecuador, en medio de gran agitación social y donde el último paro de protesta nacional se enfrentó a una durísima represión, con un muerto, 150 heridos y miles de detenidos. Por otra parte el Cono Sur –Chile, Argentina, Uruguay, se vio sumido en una severa recesión que abrió la crisis del Mercosur, aunque con un relativamente bajo nivel de lucha de clases. Brasil, país clave por sus dimensiones y papel regional, a pesar de los repetidos temblores financieros y la recesión, logró evitar un estallido económico en esta etapa. México se vio "beneficiado" por su subordinación a Estados Unidos en el TLC, sin poder evitar la inestabilidad política en el marco de la "transición pactada".

4- Crece en Washington la preocupación por la desestabilización instalada en su "patio trasero" y la necesidad de un involucramiento más directo para contener las tendencias desestabilizadoras para mantener la disciplina entre sus agentes regionales. Este es el significado profundo de las amenazas norteamericanas sobre Colombia, y del actual salto en la intervención económica, política y militar yanqui en este país, buscando asegurarse mediante la supervisión del proceso de paz el mantenimiento del statu quo en el área. La incertidumbre de EE.UU. se refleja también en las reticencias con que se avino a cumplir el Tratado Carter-Torrijos, "devolviendo" el canal de Panamá (durante todo el siglo XX un símbolo de la dominación yanqui en América latina). Pero también en los "salvatajes" organizados en México, Brasil, Ecuador, Colombia o Argentina, comprometiendo decenas de miles de millones de dólares para evitar estallidos financieros. La relativa fortaleza económica y política yanqui actúa como contratendencia para mantener el equilibrio. Sin embargo, al calor de la recesión y de la expoliación asfixiante del capital financiero, concentrada en el enorme endeudamiento, afloran exacerbadas las contradicciones que genera la opresión imperialista.

5- Cruje la unidad del conjunto de las alas burguesas en torno al plan burgués-imperialista, que se había mantenido durante los 90. En los distintos países toma forma un campo "productivo" con planteos desarrollistas y proteccionistas, como se ha mostrado con los regateos de la burguesía paulista con el plan FHC-FMI, o la gestación del "bloque de la producción" en Argentina. Profundos realineamientos de clase conmueven la base social de los regímenes, ante el descontento de sectores medios arruinados que incluso se movilizan activamente, como en los paros agrarios de Brasil, Uruguay y Argentina, de transportistas en Nicaragua, Colombia y Ecuador, etc.

6- Esta en curso un amplio proceso de emergencia de los oprimidos (aunque el desarrollo de la lucha de clases del proletariado sea el elemento relativamente más retrasado de la misma). Prosiguen las luchas campesinas desde Chiapas y Colombia, hasta Brasil, Paraguay, o Chile. Desde fines del año pasado una ola de amplias luchas obreras y urbanas, con epicentro en la zona Norandina, no ha cesado de extenderse, en respuesta a los "paquetes" y "ajustazos", evidenciando en sus métodos –lucha callejera, paros nacionales, etc.- las tendencias a la lucha política contra gobiernos jaqueados por la crisis económica y el debilitamiento político. Aunque los proletariados más fuertes de la región no han entrado al combate, la clase obrera juega un papel activo y creciente en estas movilizaciones, como muestran los obreros de la construcción en Perú, los trabajadores estatales colombianos, etc. Desde mediados del 99, reflejando la crisis social y el nuevo estado de ánimo de las capas medias, ha comenzado a incorporarse a la lucha el movimiento estudiantil en varios países: Chile, Argentina, Nicaragua o México. Los universitarios mexicanos con la heroica huelga de la UNAM que ya lleva 5 meses son claramente la vanguardia de este proceso, que pone en escena a otro potencial aliado de la clase obrera. El regreso de los estudiantes a las calles es un importante síntoma de los agudos antagonismos en lo profundo de la sociedad.

7- La crisis política alimentada por la recesión económica ha sido el elemento más dinámico en esta fase. Bajo la presión contrapuesta del imperialismo y de la resistencia tenaz de las masas, que marca los límites de la relación de fuerzas entre las clases, los gobiernos debilitados no encuentran base social para profundizar la ofensiva contra la clase obrera y las masas. En estas condiciones hunden sus raíces la creciente inestabilidad política, los repetidos "cortocircuitos" en los régimenes más débiles, como Ecuador y Paraguay, los elementos de crisis políticas que afectan la "transición pactada" mexicana, o visibles en Perú, Chile, o Uruguay a pesar del contexto preelectoral, los nuevos fenómenos políticos como el chavismo en Venezuela. No sólo un Fujimori, un Menem o un Frei pierden fuerza política en las postrimerías de su mandato. Gobiernos recientemente electos como Mahuad o Pastrana se demuestran débiles para conducir la ofensiva capitalista. Los intentos más bonapartistas, como la asonada de Oviedo, o las pretensiones de Mahuad no han prosperado, reflejando la relación de fuerzas más general.

8- Está en curso un nuevo turno de recambios por vía electoral que está desplazando a los viejos y desacreditados gobiernos más directamente "neoliberales" o conservadores, por las "oposiciones democráticas" fortalecidas en los últimos años. En el triunfo de De la Rúa en Argentina se consuma el desvío electoral iniciado desde el 97. Mireya Moscoso en Panamá admistrará la "devolución" del Canal preservando lo esencial de los intereses yanquis. Diversas variantes del equivalente latinoamericano de una "tercera vía", respondiendo a la nueva "temperatura social" se postulan en varios países: Chávez, con el "proceso constituyente" en Venezuela, el ascenso de Lagos en Chile, y la mayoría relativa del Frente Amplio en Uruguay. El contenido de este recambio en el personal político de los gobiernos burgueses es asegurar la continuidad del plan burgués-imperialista reafirmando los mecanismos debilitados del régimen para recomponer su base social, y contener, preventivamente, las tendencias a un mayor desarrollo de la lucha de clases.

9- Estas amplias maniobras de la clase dominante cuentan con la inapreciable colaboración de las direcciones burocráticas y reformistas del movimiento obrero y de masas, enfeudadas al régimen burgués, que se ubican para atar al movimiento obrero y de masas al carro de las fracciones "productivas" del capital y los representantes "antineoliberales" de la burguesía, conteniendo y reconduciendo al régimen democrático burgués las tendencias a una irrupción independiente de las masas. Es el rol de la burocracia sindical en Colombia o Ecuador, del PT y la CUT en Brasil, de la CUT chilena o el PIT-CNT uruguayo y el CTA en Argentina. Es el rol de la izquierda venezolana disuelta en el chavismo, y de los stalinistas, populistas y maoístas en todas partes. Es el rol unos pasos más a la izquierda, de las direcciones de base campesina, como el EZLN, las FARC o el MST.


TRANSFORMACIONES de la economía latinoamericana EN LOS 90

Un salto en la semicolonización

Durante la década de los noventa América Latina ha estado sometida a un nuevo ciclo de penetración imperialista, sólo comparable en intensidad y profundidad al despliegue norteamericano en la posguerra. El mismo llevó a un salto en la semicolonización de América Latina, imponiendo a la región en su conjunto tales condiciones de dependencia y sumisión al imperialismo, como probablemente no se registran desde los años 20 y 30. Este ha sido el motor de la reestructuración y "modernización" relativa, y América Latina se ha visto así arrojada a un nuevo y violento espiral de desarrollo desigual y combinado, bajo la dominación del capital financiero internacional. Producto de esto, ha sufrido dramáticos cambios no sólo en la economía, sino en la estructura de clases y la esfera política, un proceso que por cierto no se ha cerrado.

La crisis de largo plazo en la acumulación capitalista, detonada a principios de los 70, no ha hecho sino incrementar el carácter parasitario, de pillaje sistemático que reviste la dominación imperialista. Esta se revela de manera descarnada en los rasgos que asume en América Latina, tanto en el colosal saqueo financiero durante la "década perdida" de los 80, como en la descomposición de las fuerzas productivas de la región que ha significado la imposición del "modelo neoliberal" durante los 90.

Para el imperialismo, en particular norteamericano, se trató de utilizar como contratendencia a su crisis un salto en la explotación de la periferia semicolonial y de los antiguos Estados obreros burocratizados, empujados a la descomposición. A principios de los 90, debido a una combinación de condiciones que resumiremos en el punto 1.2, esta ofensiva tomó la forma del vuelco a los "mercados emergentes", principalmente de los países asiáticos, y en segundo lugar de América Latina.

Esto permitió la revalorización de América Latina en el mercado mundial como destino de las operaciones del capital financiero internacional, permitiéndole acoplarse a la fase de "crecimiento débil" de la economía internacional que hemos visto durante los primeros años de la década y cuyo motor principal ha sido el crecimiento de Estados Unidos.

Una espiral del desarrollo desigual y combinado

Pero este "acoplamiento" se da a partir de la inserción específica de América Latina en el sistema capitalista mundial como parte de la periferia atrasada. Como señalaba Trotsky, los rasgos específicos de la economía nacional, por importantes que sean, "constituyen en grado creciente, los elementos de una unidad superior que se llama economía mundial."1 Ésta no puede ser considerada como una simple suma de economías nacionales, sino como una realidad superior que, creada por la división internacional del trabajo, domina los mercados nacionales. Los rasgos estructurales fundamentales de los países de América Latina son el atraso y la dependencia, respecto a los polos del capitalismo avanzado.

Ahora bien, "El desarrollo desigual, que es la ley más general del proceso histórico, no se nos revela, en parte alguna, con la evidencia y complejidad con que lo patentiza el destino de los países atrasados. Azotados por el látigo de las necesidades materiales, los países atrasados vense obligados a avanzar a saltos. De esta ley universal del desarrollo desigual se deriva otra que, a falta de nombre más adecuado, calificaremos de ley del desarrollo combinado, aludiendo a la aproximación de las distintas etapas del camino y de la confusión de distintas fases, a la amalgama de formas arcaicas y modernas. Sin acudir a esta ley, enfocada naturalmente en la integridad de su contenido material, sería imposible comprender la historia de Rusia ni la de ningún otro país de avance cultural rezagado, cualquiera sea su grado."2 Esto nos da una clave esencial para comprender la naturaleza y límites de la "modernización" relativa a que se vio sometida América Latina durante estos años. Señalemos aquí que aunque, como decía Trotsky: "es precisamente en el campo de la economía donde se manifiesta con su máximo relieve la ley del desarrollo combinado"3, este carácter se registra no sólo en la economía sino en el conjunto de la estructura social y en suma, en todos los aspectos de la vida social, cultural y política. Desde que "una formación combinada amalgama elementos derivados de distintos niveles de desarrollo social. Por lo tanto su estructura interna es altamente contradictoria. La oposición de sus componentes no sólo imparte inestabilidad a la formación sino que orienta su desarrollo ulterior."4

Esta dinámica gobierna los modestos "saltos adelante": la modernización capitalista transforma, altera, descompone, las formas arcaicas, pero no puede superar el atraso ni diluir la condición dependiente, subordinada, del capitalismo local. Los "saltos" parciales así obtenidos al precio de enormes sacrificios para las masas, desembocan en nuevas frustraciones, en el estancamiento y la decadencia. Es decir, llevan a una nueva encrucijada histórica replanteando aún más agudamente la necesidad de una transformación revolucionaria de la sociedad.

Contra la presunción de que la "globalización" de la mano de los "mercados emergentes" y la "apertura", significaría diluir el carácter dependiente y semicolonial del capitalismo latinoamericano, el proceso vivo de la década demuestra la vigencia de la interpretación marxista del imperialismo: la dominación imperialista consolida y amplia la brecha que separa a América latina de los países capitalistas avanzados. Para el imperialismo, la región ganó importancia como área receptora de capitales (financieros y de inversión directa), como mercado para sus exportaciones y como proveedor de materias primas y commodities; como fuente de rentas financieras y monopólicas extraordinarias y en general altas tasas de ganancia; en algunas áreas como plataforma proveedora de mano de obra barata (México) y finalmente, como una porción del mercado mundial importante desde el punto de vista de la competencia entre los grandes monopolios y la rivalidad interimperialista. Es decir, desde el punto de vista de los rasgos esenciales que Lenin, hace casi un siglo, encontraba como distintivos del imperialismo, y ante todo el parasitismo y las tendencias a la descomposición5.

Por otra parte " al aproximar económicamente los países y al igualar el nivel de su desarrollo, el capitalismo obra con sus métodos, es decir, con métodos anárquicos, que zapan continuamente su propio trabajo, oponiendo un país y un ramo de la producción a otro, favoreciendo el desenvolvimiento de ciertas partes de la economía mundial, frenando o paralizando el de otras. Sólo la combinación de esas dos tendencias fundamentales, centrípeta y centrífuga, nivelación y desigualdad, consecuencias ambas de la naturaleza del capitalismo, nos explica el vivo entrelazamiento del proceso histórico."6 Esto conduce a una extraordinaria exacerbación del desarrollo desigual y combinado que se reproduce en el interior de América Latina y aún de cada país tomado individualmente: los rasgos del atraso se articulan con la última palabra de la técnica. Ahora bien, este nuevo espiral evolutivo encuentra a cada país latinoamericano en un punto distinto, determinado por toda su historia previa, y según la dinámica específica de su inserción en la economía mundial. Desde el punto de vista metodológico, esta es una alerta imprescindible para no disolver la dinámica concreta de cada país, con toda la amplitud de los contrastes económicos, sociales y políticos, en la de "la región" tomada en abstracto. En las páginas que siguen bosquejamos un cuadro general que por supuesto no pretende igualar a Costa Rica con Brasil ni a Chile con Santo Domingo, sino, ante todo, dar una clave interpretativa para los dramáticos cambios a que está sometida América Latina al filo del Siglo XXI.

Decadencia y recuperación

América Latina ocupó tradicionalmente una posición relativamente avanzada en el campo de la periferia semicolonial. Sin embargo, desde fines de los 60 la región vio declinar su posición en el mercado mundial y en la división internacional del trabajo.

América Latina, desde la apertura de la crisis económica internacional a principios de los 70, pasó a ser objeto de un proceso de expoliación financiera vía el endeudamiento, que llevaría en los 80 a la crisis de la deuda y a una larga postración económica (que le dio el nombre de "década perdida"). Paralelamente el Sudeste Asiático se convertía en el área más dinámica de la periferia.

En la base de la crisis regional estaba la larga agonía del "patrón de acumulación" que dio en llamarse "de sustitución de importaciones".7

Este se gestó después de la Gran Depresión del 30 en condiciones particulares dictadas por la fragmentación del mercado mundial, el retroceso de las potencias europeas y las dificultades de Estados Unidos para completar su despliegue sobre la región. Este "modelo" maduró en las condiciones particulares de la Segunda Guerra Mundial, y entró en su ocaso definitivo con el fin del boom capitalista de Posguerra, a fines de los 60.

América Latina alcanzó bajo estas condiciones una cierta semiindustrialización en algunos países latinoamericanos (especialmente Argentina, Brasil y México). Apoyándose en el empuje del proletariado, se pudo poner temporalmente algunos límites a la avidez del capital extranjero, promoviendo el mercado interno y el desarrollo de la burguesía local mediante las inversiones del Estado y tolerando algunas concesiones al proletariado para contener la lucha de clases. Este mecanismo podía prolongarse al amparo del boom capitalista de posguerra, el fin del mismo a principios de los 70 decretó el ocaso de sus posibilidades de sobrevida. El capitalismo latinoamericano sufría una profunda crisis de acumulación en la que se combinaban las causas económicas, con los efectos de una crisis política crónica y, esencialmente, el extraordinario desarrollo de la lucha de clases que culminaría en el ascenso revolucionario de los 70 (que convenció a la burguesía en su conjunto de la necesidad de echarse en brazos del imperialismo).

Fue recién a fines de los 80 que la burguesía y el imperialismo pudieron encontrarse ante una combinación de condiciones favorables, regionales e internacionales, que permitieran cierta recomposición de la acumulación. Esta se daría como parte de lo que hemos denominado el "equilibrio inestable" de los 90, a escala internacional8. Entre las condiciones internas era fundamental que, sobre la base de los efectos acumulados de las derrotas de los 70 y 80, se producía un fuerte reflujo de la lucha de clases, mientras que el conjunto de la burguesía estaba dispuesto a disciplinarse al plan imperialista. Entre tanto, la retracción económica motorizada por la sangría de la deuda externa "tocaba fondo" (lo que habría la posibilidad de una recuperación apoyada en la caída en los salarios y el nivel de vida de las masas). Estas condiciones locales se combinaban con las condiciones internacionales de relativo fortalecimiento de Estados Unidos y disponibilidad de grandes masas de capital financiero disponibles en los países centrales.

Sobre esta base, mediante una serie de acuerdos como el llamado "Consenso de Washington" y el Plan Brady, las burguesías latinoamericanas aceptaron un nuevo pacto estratégico con el imperialismo: abrir de par en par las puertas a un nuevo ciclo de penetración del capital extranjero en gran escala, cediendo las palancas de la economía y de la vida nacional al control sin restricciones de los grandes monopolios (nacionales y extranjeros), en un intento por destrabar la acumulación y salir del estancamiento. En esto consistiría esencialmente el vulgarmente llamado "modelo neoliberal". El mismo se sustentó en un ataque sistemático contra las condiciones de trabajo y de vida de las masas, para forzar el alza de la tasa de ganancia; la "apertura", complementada con las privatizaciones masivas, para traspasar al gran capital áreas rentables y facilitar el copamiento productivo, comercial y financiero por los monopolios, y finalmente, la "desregulación" para permitir el libre movimiento de capitales y convertir a los Estados y gobiernos en agentes disciplinados de los planes regulados por el FMI.

De esta manera, a principios de la década, América Latina en su conjunto había recobrado interés para Estados Unidos y para las potencias europeas. Países como México y Brasil figuraban en la lista de diez prioridades en la estrategia comercial y financiera internacional yanqui, junto a China, Rusia y la India. Chile, México y Argentina eran exhibidos como "mercados emergentes" modelos. Así, América Latina se insertó en el ciclo de recuperación débil e inestable de los 90, de la economía mundial, sujeta a los mecanismos típicos de la penetración imperialista, encubiertos con la ideología de la "globalización". América Latina se convirtió en la segunda zona receptora de capitales, después de Asia Oriental (ver cuadro 1).

En contraste con lo ocurrido durante los 70 y 80, una parte creciente del flujo de capitales extranjeros pasó a ser destinado a la inversión directa y ya no a nuevos préstamos (ver cuadro 2).

Esta inyección de fondos extranjeros, junto a cierta expansión de los mercados y buenos precios para las exportaciones regionales de materias primas, así como condiciones para la recuperación del mercado interno, alimentaron una recuperación económica, cierto que inestable y débil. Esta reconocería bruscas oscilaciones: lo que hemos llamado un "ciclo corto de crecimiento" en el primer tercio de la década, que sufrió una brusca interrupción con la recesión provocada por el "tequilazo" en 1994-95, y luego una más inestable y corta expansión en 1997-98 (que desembocaría en la actual recesión).

Sin embargo, no sólo la debilidad del crecimiento de los 90 y las tendencias al estancamiento se ilustran en esta misma sucesión de convulsivos movimientos de "para y arranca", típicos de la vida del capitalismo latinoamericano, sino que los resultados obtenidos por el capitalismo latinoamericano han sido muy modestos. Se trata de una cierta recuperación respecto a la postración de los 80, pero son muy débiles ante los ritmos de los 50 o 60. Esta debilidad del crecimiento se expresó en la tendencia a las convulsiones financieras (como el tequilazo) y a recaer en el estancamiento. Aún para el mejor período de la década, CEPAL reconoce que: "las tasas de crecimiento del producto bruto han sido moderadas, (3% al año en 1990-96), inferiores al desempeño histórico (5,5% al año entre 1945 y 1980)."11 La corta recuperación de 1997 y 1998 ha cedido paso a la profunda recesión actual, mostrando las fuertes tendencias al estancamiento. Esto se nota más claramente si se mide la evolución del PBI per cápita, (ver cuadro 3).

Pero aún más importante es que en condiciones tan favorables al capital como las impuestas durante los 90, "la tasa de ahorro nacional había disminuido de un 25,8% del PBI regional, en 1980, al 18,8% en 1995 (_) La tasa de inversión de América Latina –del 21% del PBI en 1995- llegó a uno de sus niveles históricos más bajos y apenas admite comparación con otras regiones del mundo."13 Pese a la "apertura", las economías latinoamericanas no han podido dar un salto en la competitividad internacional (expresando la baja productividad relativa de la región), El dinamismo de sus exportaciones se basa en gran medida en el comercio interregional, y el comercio exterior sigue teniendo, salvo para México, escaso peso comparado con el mercado interno, si se compara, por ejemplo, con el Sudeste Asiático. Este, así como la dirección y composición del comercio internacional, es un buen indicador que muestra los límites del dinamismo latinoamericano de los 90.

Las exportaciones de América Latina se primarizan y están cada vez más subordinadas a las transnacionales (las exportaciones industriales de México en el marco de las maquilas son un anexo al aparato productivo norteamericano). Mientras más de la mitad del PBI del Sudeste Asiático lo proporciona el intercambio con el exterior, en América Latina esta proporción es considerablemente inferior (salvo México, por sus lazos con el TLC y Chile) (ver cuadro 4). Una parte creciente de este comercio es intrarregional –entre vecinos- mientras pierde terreno en los grandes mercados del mundo (una dinámica inversa a la que mostró el ascenso del Sudeste Asiático).

"Apertura" y "regionalización"

Un rasgo característico del proceso económico en los 90 fue la "apertura" generalizada, respondiendo a las necesidades de una mayor internacionalización del capital en respuesta a la crisis de acumulación internacional. Esto se expresó en América Latina como "apertura" irrestricta al capital externo y la importación de toda clase de mercancías, y por otro lado, en las tendencias a la constitución de acuerdos regionales y subregionales, buscando "economías de escala" de acuerdo a los requerimientos del gran capital. Este proceso significa de hecho una mayor subordinación de conjunto al capital más fuerte: los monopolios yanquis, que juegan (junto a un rol menor de las transnacionales europeas y de algunos grandes grupos latinoamericanos) un papel central en los distintos "acuerdos de integración". Es además funcional a un rasgo de la estrategia de las transnacionales en este período: la extraordinaria expansión del comercio interfirmas, mediante el cual los pulpos que dominan la economía mundial organizan la producción a escala virtualmente planetaria. La "regionalización", en consecuencia, es uno de los aspectos "novedosos" del nuevo ciclo de recolonización, y su impacto más evidente se está produciendo en México y la Cuenca del Caribe.

ALCA, NAFTA y MERCOSUR

El proyecto de un Acuerdo de Libre Comercio de las Américas es la cobertura de la estrategia norteamericana de subordinar bajo un dominio mucho más directo e irrestricto de sus monopolios a todo el Nuevo Mundo, una tendencia objetiva del imperialismo yanqui que proyectará su sombra sobre el Siglo XXI. En esta tendencia se inscribe el acuerdo del NAFTA, es una jugada estratégica de los monopolios de Norteamérica, para atar a Canadá y convertir a México en un apéndice de la economía yanqui, como mercado cautivo, proveedor de petróleo y otras materias primas, y sobre todo, como plataforma de mano de obra barata mediante el régimen de las maquiladoras. Esta "integración" constituye un salto regresivo cualitativo con relación a la historia moderna de México, a la profunda desarticulación de la economía mexicana y acumula contradicciones insalvables entre la potencia imperialista y la nación oprimida.

El Mercosur, una "integración" impulsada bajo el comando de las transnacionales instaladas en Brasil y Argentina y de los grandes grupos locales, busca negociar en mejores condiciones su inserción en el bloque que impulsan los yanquis para el 200515. De la mano de la "apertura económica", la "desregulación" y las privatizaciones, es un intento de ampliar los estrechos mercados nacionales, logrando "economías de escala" apetecibles para el gran capital. Por otra parte, la injerencia creciente de las inversiones europeas en esta parte de la región, que es vista como un elemento de contrapeso a la presión yanqui por las burguesías locales, es una fuente potencial de choques con los monopolios norteamericanos.

La guerra comercial creciente entre Brasil y Argentina, es una muestra de los estrechos límites de la "integración". El Mercosur venía "viento en popa" hasta mediados del 98. La recesión y la devaluación del real significaron un brutal golpe. Desde entonces ha sufrido una caída vertical de un 25% en el intercambio entre los socios16. Esta crisis es expresión de la dura lucha por los mercados (calzado, lácteos, acero, automotriz, azúcar, etc. son las ramas en disputa)17 que opone a la distintas burguesías locales, y que se manifiesta también en la sucesión de devaluaciones (Brasil, México, Colombia, Chile, etc., han abandonado la política de "bandas cambiarias" por la "libre flotación" de sus monedas).

La burguesía no puede superar las barreras de los estados nacionales, de cuya existencia depende su propia acumulación y dominio. No puede conducir a un verdadero mercado unificado ni a una integración plena y armoniosa. La "integración" de la mano de los monopolios y el imperialismo sólo profundiza la descomposición y deformación de las fuerzas productivas nacionales, y una concentración y centralización colosal del capital bajo el predominio imperialista, que choca con las fronteras nacionales.18

Se equivocan los que imaginan una "mundialización" armónica del capital y una "integración" pacífica, evolutiva, de América Latina a la misma. Reorganizar un gran bloque unificado bajo la dirección del capital yanqui, desde Alaska al Cabo de Hornos, es un proyecto superior a las fuerzas económicas y financieras del imperialismo yanqui. Un avance decisivo del mismo supone una gigantesca empresa de colonización directa, que no podrá imponerse por vías pacíficas. Es decir, dependerá del resultado de acontecimientos políticos, económicos y de la lucha de clases de magnitud histórica y alcance mundial.

América Latina, teatro secundario de la competencia capitalista internacional

El despliegue de los monopolios yanquis sobre América Latina es un importantísimo punto de apoyo en su lucha comercial con Japón y Europa. Entre 1990 y 1997 América Latina ha sido el mercado más dinámico para EE.UU., recibiendo el 20% de las exportaciones norteamericanas (Japón y Asia Oriental reciben un 25% en conjunto)19. Esto le ha permitido enjuagar una parte de su déficit comercial con Japón y Europa. El déficit comercial que mantiene con México es funcional a la lucha contra la competencia japonesa, china y asiática en general (motor de la extensión de la maquila no sólo en México sino en otros países del cuenca del Caribe).

Así: "Las empresas estadounidenses se concentran en la industria manufacturera y en los servicios (telecomunicaciones y energía). Así en el sector manufacturero aprovechan ciertas ventajas (bajos salarios, proximidad geográfica y acceso privilegiado al mercado estadounidense) para incrementar su capacidad de competencia en su propio mercado y enfrentar a las empresas asiáticas." Esto se aprecia claramente en el caso del TLC con México y en la extensión de la maquila a varios países de Centroamérica y el Caribe mediante la norma conocida como HTS 9802."20 De su producción de vehículos de pasajeros en México, tres cuartas partes se destinan al mercado de América del Norte. Con la industria de ensamblaje de ropa de vestir en la Cuenca del caribe, las empresas norteamericanas enfrentan el "desafío chino" en su propio mercado.

Un estudio de CEPAL afirma: "Estados Unidos, principal inversor en América Latina y el Caribe. En los noventa, la región se ha convertido en la región en desarrollo de mayor interés para los inversionistas estadounidenses, lo que explica que haya llegado a representar 20% de su acervo total en IED (si se excluyen los centros financieros, la participación regional se reduce al 11%). Las inversiones directas estadounidenses en la región aumentaron de 10.141 millones de dólares al récord histórico de 23.784 millones entre 1990 y 1997."21 Para las transnacionales con base en Estados Unidos, América Latina contribuye con el 8,3% de las ventas totales, el 8,5% de las exportaciones. En el caso de las manufacturas, esta proporción es de 9,9% en las ventas y 6,2% en las exportaciones, sobre el total mundial. Una proporción nada desdeñable, por cierto.

De esta forma, los monopolios yanquis se aseguran una posición dominante en la región en la mayoría de las grandes ramas industriales. En 1997, sobre las 48 principales empresas de capital extranjero implantadas en la región, 24 eran estadounidenses, 22 europeas (6 alemanas, 4 francesas, 4 inglesas, 3 españolas, 2 suizas y 1 holandesa), 1 australiana y 1 japonesa.22

Sin embargo, si esta hegemonía es completa en México, se debilita y encuentra fuerte competencia en el Cono Sur y Brasil. Las empresas norteamericanas encabezan el sector automotor (52,4% de las ventas) pero con una fuerte competencia europea ( 41,7%)23, cuyo peso es mayor en el Mercosur, donde son dominantes los grupos europeos.

Un aspecto poco analizado de la penetración masiva del capital extranjero es que América Latina se convierte aún más en escenario de la competencia entre los gigantes del capital mundial. El dato más espectacular hoy de esta competencia lo constituye el colosal proceso de fusiones y adquisiciones que está transformando el elenco de las grandes transnacionales. Los grandes grupos económicos locales, algunos de los cuales mueven varios miles de millones de dólares (como en Brasil, México o Argentina), resultan pigmeos comparados con estas monstruosas corporaciones que operan a escala de todo el globo, manejan decenas de miles de millones de capital y emplean a cientos de miles de trabajadores.24 Esto tiene crecientes repercusiones económicas y políticas.

Tomemos algunos ejemplos: El grupo francés Carrefour, tras su fusión con Promodès será el segundo pulpo mundial –rivalizando con Wall Mart- en su ramo (comercio y distribución), y ocupará la primer posición en México, Brasil, Argentina, Colombia, Venezuela y Chile25. A su vez, el acuerdo, sellado en París, cambió la perspectiva de todo el mercado minorista en Argentina, al unificar en un solo grupo a Norte-Tía, Carrefour, Unimarc, Lozano, y Día. Es un golpe muy fuerte en la guerra comercial local protagonizada con Wal Mart y el grupo nacional Coto.

La española Repsol, gracias a la adquisición del paquete mayoritario de YPF en Argentina y otros negocios en la región, se ha convertido en la décima petrolera a escala mundial. Otro pulpo español, Endesa, al adquirir Enersis se asegura el virtual monopolio eléctrico en Chile y gana una posición privilegiada en el Cono Sur.

Brasil produce la mitad del acero latinoamericano, hasta ahora en manos de capitales mayoritariamente locales. Ahora, el grupo francés Usinor adquirió las acerías de Acesita y Tubarao y el gigante alemán Thyssen busca una participación en CSN. La brasileña Gerdau compró una siderúrgica en Estados Unidos y se posiciona como el mayor grupo regional, con una producción total de 9 millones de toneladas e inversiones en Chile, Argentina, etc. El grupo argentino Techint, sería el segundo grupo regional, con inversiones en Italia, México, Venezuela y Brasil. El ingreso de las transnacionales, motorizado por las privatizaciones en Brasil, da una nueva dimensión a la "guerra del acero" que hasta ahora tenía por participantes a estos grupos locales. "Todo esto sucede en un mercado tironeado por la superproducción, los bajos precios y el dumping"26 Así, el Mercosur –y en general toda la región, no es más que una parcela del teatro de guerra comercial que libran los monopolios de alcance mundial.


Concentración y centralización del capital

 

A lo largo de la década ha dado un nuevo salto el proceso de concentración y centralización del capital, característico de la fase imperialista del capitalismo, y que en los países semicoloniales, beneficia ante todo al capital extranjero. En América Latina esto se produce en el marco del atraso y raquitismo congénito del capitalismo local, bajo la presión del capital extranjero y la dirección de las transnacionales instaladas en la región, junto a un puñado de grandes grupos económicos locales –monopolios nativos-, crecientemente vinculados a los mismos. Las palancas decisivas de la economía latinoamericana pasan así, crecientemente a manos del capital imperialista, que es una fuente de creciente desarticulación de las economías locales, de mayor dependencia financiera, tecnológica, de los insumos importados, etc. Una idea de la enorme concentración del capital lo da que apenas un millar de empresas controlan la mitad del PBI latinoamericano producido por 400 millones de habitantes.

Para el marxismo, concentración significa la expansión de capitales existentes, copando el mercado y desplazando a los competidores más débiles. Centralización es la fusión de capitales, por absorción, compra, etc., bajo un mando capitalista unificado. Ambos procesos –que en la vida real se dan combinados-, han conocido una colosal expansión de la mano de la aplicación del "modelo neoliberal" ("apertura", privatizaciones, "desregulación", etc.) y en ello ha jugado un papel decisivo el desembarco en gran escala del capital extranjero. Por distintas vías (coparticipación en las privatizaciones, asociaciones, joint ventures, transferencia tecnológica, mecanismos financieros y bursátiles, etc.) esto ha conducido a un estrecho entrelazamiento entre el capital extranjero y las capas superiores del capital local.


El peso del capital extranjero

El ya históricamente decisivo papel del capital extranjero se ha incrementado aún más. América Latina recibió un nuevo torrente de exportaciones de capital al amparo de la llamada "globalización". Este flujo se dio primero como una combinación de nuevos préstamos, inversión de cartera (en acciones, bonos, etc.) en las plazas financieras de los nuevos "mercados emergentes" y adquisición en condiciones extraordinarias de las empresas y servicios públicos privatizados. Luego incorporó, sobre todo en la segunda mitad de la década, un mayor componente de inversiones directas en el petróleo, la minería, la industria automotriz, el gran comercio, el "agrobusiness". dirigido sobre todo a la adquisición de empresas locales ya existentes. Este flujo de IED tuvo por objeto tanto el copamiento del mercado local, como la explotación de materias primas y commodities exportables. Una parte reducida tuvo por destino la construcción de nuevas plantas, aprovechando las exenciones y beneficios de toda clase garantizados por los Estados locales.

Las privatizaciones jugaron un papel fundamental, al permitir el traspaso a precios bajos (mediante operaciones de capitalización de la deuda) a manos del capital extranjero (y en menor medida nacional) de servicios públicos convertidos en empresas altamente rentables y fuentes de rentas monopólicas extraordinarias como en el caso de las telecomunicaciones, la energía, etc. "CEPAL informa que el valor de las privatizaciones en América latina alcanzó la suma de 59.945 millones de dólares, entre 1990 y 1995, destacándose la venta de activos públicos mexicanos, por unos 25.000 millones y los de Argentina, por una suma superior a los 16.000 millones."27

Señalemos además que esto incluye una dinámica muy desigual entre las mayores economías, atractivas para el capital externo y con mayor capacidad de endeudamiento, y las economías pobres y menores, cuyo retraso y vulnerabilidad aumentaron enormemente en la década. Este flujo de capitales ha estado altamente concentrado hacia tres o cuatro países. Brasil, México, Argentina y Chile (que juntos reúnen el 85% del mismo), que una enorme proporción se dirigió, primero a las privatizaciones y luego a la adquisición de empresas de capital local, a un puñado de ramas altamente rentables (telecomunicaciones, servicios, finanzas, minería, etc.) en general productoras de materias primas para la exportación o fuente de rentas monopólicas y secundariamente, como la automotriz, para capturar un mercado interno relativamente atractivo. La expansión de las manufacturas (automotriz, electrónica) de la maquila en México y secundariamente en Centroamérica responde al muy especial fenómeno del TLC. En suma, CEPAL sintetiza que son tres objetivos los que atraen a las Multinacionales: búsqueda de materias primas, búsqueda de "eficiencia" (bajo costo de la mano de obra); y acceso al mercado nacional y regional.

Así, "En 1996 las 50 mayores empresas extranjeras presentes en las economías latinoamericanas registraron ventas superiores a los 110.000 millones de dólares, monto mayor al PBI de varios países de la región, incluso de tamaño intermedio como Colombia, Chile, Perú o Venezuela."28 Otro documento de CEPAL señala: "Entre 1994 y 1997, las empresas extranjeras incrementaron su presencia relativa entre las 500 mayores empresas de la región, pasando del 29% al 33% de las ventas totales de este grupo. En 1997 manifestaron una gran concentración en sólo tres países (88%) –Brasil, México y Argentina- y en sólo seis actividades económicas (84%) –la industria automotriz (26%), los alimentos, bebidas y tabaco (19%), el comercio (11%), la electrónica (10%), el petróleo (9%) y la industria química (9%). Cerca del 50% de estas empresas extranjeras son de origen estadounidense y el 38% proviene de países miembros de la Unión Europea."29 Además, "Las ventas combinadas de las 20 principales compañías transnacionales en la región superaron los 144.000 millones dólares en 1997."30

Así, en 1999, de las mil mayores empresas latinoamericanas, el 58% es de capital extranjero, 34,7% de capital local y sólo un 7,3% estatales (Digamos al pasar que entre estas últimas se cuentan las 4 primeras del "ranking": Pemex, PDVSA, Petrobrás y Eletrobrás). Sobre el total de las ventas de este millar de gigantes, el 47,2% lo realizan las extranjeras31, cuyas ventas (sólo una parte de las realizadas por el conjunto de empresas extranjeras instaladas en la región) equivalen al 27% del PBI regional.

En Brasil, según un informe, en el período 1994-98 se vendieron a grupos extranjeros 39 empresas estatales y 650 empresas privadas. Las 6.322 empresas de capital internacional existentes en Brasil emplean a 1.400.000 trabajadores y su capital contable alcanza a US$ 273 mil millones32. Recordemos que el proceso de privatizaciones y "apertura" aún tiene bastante camino por recorrer en este país. En Argentina, que ha sufrido junto con Chile el más espectacular proceso de "extranjerización" (como ilustra el artículo de pág. 4), el capital extranjero se ha asegurado una posición aplastante.

En el sistema financiero y la banca la penetración del capital internacional viene incrementándose a pasos acelerados. En Argentina, los de capital extranjero reúnen el 40% de los depósitos, en México y Brasil este porcentaje se reduce todavía a un 12 o 15%. Sin embargo, de los 200 mayores bancos latinoamericanos, al menos 70 ya son filiales de la banca mundial33, en un proceso de desnacionalización acelerado. Los bancos españoles Santander, Bilbao Vizcaya (BBV), Central Hispano (BCH); el Hong Kong Shanghai Bank Corp. (HSBC) el canadiense Bank of Nova Scotia, además de los grandes bancos norteamericanos: Chase Manhattan Bank, Citicorp, Bank of Boston, etc. toman a Latinoamérica como un coto de caza de gran importancia34.

Los grandes grupos económicos latinoamericanos


Los "noventa" han sido también años dorados para el gran capital latinoamericano. Señalemos, que la enorme concentración y centralización de capitales, que tiene por protagonistas privilegiados a las empresas extranjeras, también ha acelerado el ascenso de un puñado de grandes grupos locales en cada país.

Beneficiarios de la protección del Estado, copartícipes de las privatizaciones, puntales de la aplicación del "modelo neoliberal" y de la ofensiva contra la clase obrera, en esta alta burguesía nativa, que combina sus negocios en la industria, la banca, la tierra, el comercio, los servicios. Los mayores entre estos grupos exhiben una fuerte tendencia a extenderse fuera de sus fronteras, "regionalizándose", como parte de la maduración de un capital financiero local, estrechamente subordinado al capital financiero imperialista, con el cual entrelaza intereses como agente y socio menor de la expoliación de la región.

Representantes conspicuos de esta crema de la burguesía son las "24 familias" o grupos de México, como Carso, Vitro, Televisa, Banacci, Cifra, Ica o Cemex. En Brasil: Bradesco, Gerdau, Votorantim, Camargo-Correa. En Argentina: Bunge y Born, Macri, Sodati, Techint, Pérez Companc. En Chile: Luksic, Matte, Angellini. En Perú: Romero, Bentín, Nicolini, Brescia. En Venezuela: Cisneros o Polar. En Ecuador se destaca Noboa. En Colombia: Grupo Santo Domingo, Sindicato Antioqueño, Ardilla-Lulle, Mendoza. En Uruguay: Strauch y Soler. Etc.35

En la tabla de las mil mayores empresas de la región que publica Gazeta Mercantil, 347 grupos de capital privado venden por sí solos por valor de 270.271 millones de dólares, es decir, un 20% del PBI regional en 1997. La mitad de estos grupos es brasileña, lo que da una idea del peso decisivo que tiene la economía de este país en Sudamérica. Estos GGE, aunque enfrentan la creciente competencia de los monopolios imperialistas, retienen posiciones dominantes en una corta serie de ramas productivas: acero, alimentos, agricultura, construcciones, comunicaciones, etc. o importante participación en otras.

Este poder económico local, en lugar de permitir cierta autonomía ante el capital extranjero, como proponía Salinas de Gortari y ahora repite Cardoso, se ha demostrado impotente incluso para defender su propio terreno ante la competencia de los gigantes de peso mundial, a la vez que es un inmejorable agente de la penetración del imperialismo, del que dependen financiera, comercial, tecnológica y políticamente.

La expansión de la "agricultura empresarial"


En la década ha dado un gran salto a escala regional un proceso de larga data (pero que comienza a acelerarse en los 70), de profundización y extensión de la modernización capitalista de la agricultura en áreas dedicadas no sólo a la exportación, siendo uno de los motores del ascenso en las ventas latinoamericanas al exterior durante la década, sino también para abastecer la industria y al mercado interno. Esto ha conducido a una revalorización importante de la tierra y a altos niveles de renta agraria. La expansión de la "agricultura comercial" o "empresarial" por oposición al tradicional par latifundio-minifundio, alentada por la recuperación de buenos precios y espectativas de exportación para una serie de productos: cereales, café, frutas tropicales, soja, carne, madera, etc., ha provocado el vuelco de capitales al campo, incluso del capital extranjero (dominante en la comercialización, semillas, fertilizantes, etc.) para apoderarse de tierras y a renovar las técnicas y el equipamiento.

Nestlé, Cargill, Bunge y Born, Nidera y una corta lista de monopolios entre los que figuran Standard Fruit y United Fruit, controlan el comercio de productos agropecuarios, los fertilizantes, las semillas y el crédito.

La otra cara del avance del capitalismo agrario es una verdadera contrarreforma agraria, que está en la base de la emergencia del movimiento campesino desde Chiapas en adelante. Los desplazamientos masivos de campesinos en Guatemala y en Colombia que afectan a más de un millón y medio de personas, alimentando las tendencias a la guerra civil en el campo, son expresiones de este proceso de desplazamiento. Carecemos de datos de conjunto sobre este proceso, pero basta un botón de muestra: Brasil. En 1995-96 los establecimeintos con más de mil hectáreas, que en 1970 eran el 0.7% del total y poseían el 40% de la superficie, pasaron a ser el 1.0 % y tener el 45% de la tierra. Entre tanto, de 1985-86 a 1995-96, desaparecieron 941.944 propiedades, la mayor parte –662.448 con menos de 100 has.-36 Entre tanto, un solo terrateniente se ha apropiado en el Amazonas de una superficie mayor que Bélgica37, mientras que hay 4.500.000 de campesinos sin tierra38.

Un correlato de este proceso es el entrelazamiento aún mayor entre la gran propiedad agraria y la burguesía nacional, y un salto en la explotación irracional de todos los recursos: el suelo, los bosques, la pesca, etc.

Un enorme salto en la explotación del trabajo


Es un lugar común de los organismos internacionales decir que "América Latina es la región más desigual". En un polo, un décimo de la población, la burguesía y a las capas privilegiadas de la clase media, concentra en sus manos más de un 40% del ingreso, y un puñado de ricos latinoamericanos figura entre las mayores fortunas del mundo39. En el otro polo, más de la mitad de la población recibe apenas de un 10%.40 En las dos últimas décadas se ha acelerado la concentración de la riqueza en gran escala, en un intenso proceso de transferencia de ingresos y propiedad a manos del capital extranjero, la alta burguesía y las capas privilegiadas de la clase media, cuyo reverso es un enorme aumento de las tasas de explotación a la clase obrera. Al mismo, junto con el salto en la explotación del proletariado se ha incrementado la expoliación del conjunto de la población trabajadora, acelerándose la concentración de un enorme excedente en manos del gran capital a través de múltiples mecanismos: usura financiera, intermediación comercial, política de impuestos, altos precios de los servicios, peajes, etc. Este proceso de redistribución regresiva de los ingresos afecta no sólo a la clase obrera, como hemos dicho, sino a la masa de campesinos, pequeños productores rurales, talleristas y artesanos urbanos, pequeños comerciantes, etc.

La explotación del proletariado


La condición más general que permitió esta recuperación del capitalismo regional y la atracción de capitales extranjeros en masa, fue la imposición de un incremento brutal en la explotación de la fuerza de trabajo. Dos décadas les llevó a la burguesía y al imperialismo el imponer los actuales niveles de explotación, en lo que constituye una profunda contrarrevolución económica contra el trabajo. A través del gran avance de la flexibilización, terciarización, precarización del trabajo, la prolongación de la jornada de trabajo, la reducción del salario, la eliminación de antiguas conquistas laborales, etc. La burguesía ha usado ampliamente a su favor la extensión de un vasto ejército de desocupados.

País por país, las estadísticas demuestran una persistente baja en el valor de los salarios reales, que ya son una fracción menor respecto a los salarios de los países capitalistas avanzados. Junto con ello, se ha impuesto un incremento acelerado en la producción por empleado, más acusado en la gran industria. Sobre estas bases ha habido una relativa, débil, recuperación en la productividad (basada en el aumento en la explotación de la mano de obra, esencialmente, y no en el incremento de la inversión). De esta forma se ha impuesto un gran salto en las tasas de explotación del proletariado. El cuadro 5 ilustra este dramático vuelco.

Según reconoce la propia OIT "casi un 59% de los trabajadores latinoamericanos trabaja en el "sector informal" (es decir, no tiene empleo regular). Los índices de desocupación abierta alcanzarían a un 9,5%, es decir, una cifra peor que la registrada durante la crisis de la deuda externa latinoamericana de los 80."42 Las estadísticas oficiales velan una realidad dramática: En varios países el desempleo abierto bordea el 20%. Más de la mitad de la mano de obra está desempleada y subempleada, y el "autoempleo" de los "informales" o "cuentapropistas" en muchos casos no es más que el recurso a las más desesperadas formas de supervivencia.

Sin embargo, es llamativo que a pesar del redimensionamiento de los planteles de trabajadores (mediante las privatizaciones, la concentración de capitales, la terciarización, etc.) es llamativo el alto porcentaje de la fuerza de trabajo concentrado en las grandes empresas.

Un estudio más detallado permitiría analizar el papel de esta concentración en la enorme masas de ganancias amasadas por el gran capital, y que posibilita las altas tasas de retorno, intereses, etc. que se cobra el capital financiero por su "aporte" a la producción. En la segunda parte de este trabajo abordaremos la importancia que estos datos tienen desde el punto de vista de la estructura social, de la composición de la clase obrera y de la perspectiva de la lucha de clases.

Una reestructuración y "modernización" regresivas

En lugar de una mayor armonía y uniformidad, el proceso de "modernización" que sufrió América Latina durante los 90 bajo el dictado del capital financiero arroja más violentas contradicciones en todos los terrenos.

Como escribió Trotsky: "a causa de la universalidad, movilidad y dispersión del capital financiero, que penetra en todas partes, esa fuerza animadora del imperialismo, éste acentúa aún más esas dos tendencias. El imperialismo une con mucha mayor rapidez y profundidad en un todo los diversos grupos nacionales y continentales, crea entre ellos una dependencia vital de las más íntimas; aproxima sus métodos económicos, sus formas sociales y sus niveles de evolución. Al mismo tiempo, persigue este "fin", que es suyo, con procedimientos tan antagónicos, dando tales saltos, efectuando tales ‘razzias’ en los países y regiones atrasadas, que él mismo perturba la unificación y nivelación de la economía mundial, con violencias y convulsiones que las épocas precedentes no conocieron."44

La vigencia de esta tesis la reconoce, en cierto modo, un conocido investigador, Pierre Salama: "La liberalización tiene dos efectos en apariencia opuestos, pero complementarios. Por una parte, acentúa la convergencia de los modos de acumulación y de trabajo de los países subdesarrollados con la de los países desarrollados; por otra, aumenta su heterogeneidad. Este aspecto paradójico del crecimiento en una economía abierta fue señalado por Parvus y luego por Trotsky, a comienzos de siglo, pero también por ciertos pensadores del desarrollo de América Latina (...) para defender la opinión contraria a los estudios en término de dualismo. Con la liberalización, estos dos aspectos tienden a acentuarse."45

Es que lejos de significar un desarrollo armónico del conjunto de las fuerzas productivas de la región, significa un enorme proceso de descomposición y recomposición, cuyo signo es fuertemente regresivo. Es el pillaje descarnado del gran capital que concentra, reúne avances en algunos polos o ramas de alta rentabilidad, funcionales a las necesidades de la acumulación del gran capital nacional y extranjero, a costa de la desarticulación y degradación del conjunto.

El "crecimiento" se polariza en unos pocos países, que atraen el grueso del capital foráneo, fundamentalmente Brasil y México, y en menor grado Argentina, y Chile, mientras que la mayor parte de los países de la región pierden terreno y quedan aún más rezagados.

Entre tanto, la brecha que separa a América Latina del capitalismo avanzado se agranda con rapidez: "Las pruebas del constante aumento de la divergencia entre los países latinoamericanos, por una parte, y entre estos y las economías desarrolladas son irrefutables. Ya en 1978, el ingreso per cápita en los países del centro de la economía mundial era prácticamente cinco veces mayor que el de las economías de menores ingresos y 12 veces mayor que el de las economías de menores ingresos de América Latina. Para 1995 la relación había aumentado a casi siete y 30 veces."46 Esta polarización se reproduce al interior de cada país, donde unos pocos polos concentran la inversión mientras regiones enteras se estancan o directamente se hunden. Una intensa reconfiguración espacial reproduce sobre el mapa la concentración y centralización del capital y las desigualdades del ritmo capitalista: la frontera mexicana y algunos polos (Monterrey, etc.), el corredor del Mercosur desde San Pablo a Buenos Aires, Santiago, y algunas otras áreas restringidas. Así, mientras tiende a nivelarse en algunos aspectos el conjunto (como en las comunicaciones o las finanzas), en otros se acentúa la distancia (como en la industrialización relativa de cada país). El resultado es, una vez más, la exacerbación inusitada de todas las contradicciones económicas, sociales y políticas.


Secuelas de un nuevo espiral de desarrollo desigual y combinado


Resaltemos algunos aspectos de este proceso:

a) La "reconversión" de la industria

Se produjo una reestructuración profunda de la industria regional, que sufre un contradictorio proceso de "reconversión", un proceso regresivo de desarticulación y desmantelamiento parcial de los viejos aparatos productivos nacionales, construidos al amparo del ciclo de "substitución de importaciones". Junto con la desaparición o radical achicamiento de ramas enteras, en algunas áreas de interés para el mercado interno o la exportación (como la automotriz, la siderurgia o los alimentos), se da una renovación y reequipamiento.

Por ejemplo, la estatal Codelco, en Chile, tiene una posición decisiva en el mercado mundial del cobre (16% de la producción mundial) y es la más rentable y moderna. La recientemente privatizada Embraer es una de las pocas empresas aeronáuticas que puede competir en el nivel de los jets de negocios a nivel internacional, facturando 1.300 millones de dólares anuales. Petrobrás es líder en la tecnología petrolera para aguas profundas. Techint domina el mercado mundial de tubos sin costura para la industria petrolera. Sin embargo, son un puñado de "estrellas" (donde lo decisisvo ha sido el papel del Estado en años anteriores) en un firmamento oscuro.

El aparato industrial, incluso en aquellos países que habían alcanzado cierta base, como México, Brasil y Argentina, se desarticula y se abandonan las ramas más complejas o de punta a favor de la importación. La industria pierde integración vertical y pasa a depender de insumos importados, mientras que los productos latinoamericanos, salvo cierto número de materias primas y bienes semielaborados (y algunos "nichos" especiales de la producción) desaparecen del mercado mundial, impotentes para competir con la industria cualitativamente superior de las metrópolis o con las exportaciones baratas de Asia. Además, parte del propio mercado regional es copado por importaciones norteamericanas, europeas, japonesas y asiáticas.

En suma, el promedio de productividad de la economía latinoamericana es sólo una fracción respecto a la de los países capitalistas avanzados. Las inversiones extranjeras relativamente modernas se superponen al atraso promedio de una industria local desarticulada, retrasada tecnológicamente y en retroceso.

Un ejemplo interesante es el de la industria automotriz, "vedette" de los 90. La industria automotriz mexicana tiene una productividad de nivel internacional, casi el doble (33 automóviles por empleado) de la registrada en Argentina y Brasil (19,5 y 17,8 vehículos por trabajador respectivamente). La diferencia es que en México se trataba de aprovechar los bajos salarios para abastecer al propio mercado norteamericano y enfrentar en él la competencia japonesa. Las empresas norteamericanas, en particular Ford, hicieron fuertes inversiones en tecnología de punta mientras México rebajaba el contenido "nacional" de partes a apenas el 30%. Es decir, se trata de grandes "ensambladoras" dirigidas al mercado más importante, como es el de EE.UU., aprovechando la fuerza de trabajo barata y "disciplinada". En cambio, en el Mercosur se trata de aprovechar el mercado local aprovechando las jugosas exenciones y subvenciones del Estado.47

Así se acentúan las contradicciones y el retroceso de la "pseudoindustrialización"48 latinoamericana, tornándola más dependiente que nunca de los insumos, el equipo y las tecnologías extranjeras, y llevó al extremo sus desproporciones y deformaciones, bajo por la agresiva presión del mercado mundial y las imposiciones de las transnacionales y el imperialismo. El peso relativo de una industria que ha nacido raquítica y deforme, se reduce en el conjunto de las economías nacionales, mientras crece desproporcionadamente el peso de los servicios, el comercio y las finanzas. Adicionalmente, mientras hay una intensa renovación en aquellas ramas de los servicios y el transporte más rentables y apetecibles para el gran capital (como las telecomunicaciones) hay un fuerte retraso en la infraestructura, que los Estados no están en condiciones de afrontar y el capital privado no ve con interés. Sembrando las condiciones para un mayor retraso y nuevos "cuellos de botella". De conjunto estas desproporciones revelan el carácter regresivo de la reestructuración y modernización impuestas por el gran capital.

b) La "cuestión agraria"

El acelerado proceso de penetración capitalista en el campo, tanto en zonas tradicionales de la agricultura de exportación, como en nuevas áreas, con una creciente participación de empresas extranjeras (como en Centro América), atraídas por la expansión del "agrobusiness"; se combina con el estancamiento o la ruina de vastos sectores de pequeños productores y una enorme degradación de los suelos, los bosques y el agua, con proporciones de catástrofe ecológica (tala de bosques, agotamiento de suelos, contaminación con pesticidas, etc.).

Junto al latifundio improductivo subsisten millones de pequeñas propiedades de baja productividad. El sector "moderno" controlado por una reducida capa de capitalistas en que se entrelazan los viejos terrratenientes y los nuevos "inversores" impide la expansión de un fuerte mercado agrario para la producción industrial y, gobernado por el dictado de la ganancia, introduce fuertes desequilibrios en la producción rural. Por ejemplo, desplazando cultivos de consumo interno por agricultura de exportación, con lo que muchos países latinoamericanos llegan al absurdo de importar crecientes cuotas de alimentos básicos, como arroz, trigo o porotos. Peones descalzos y hambrientos pasan a trabajar en haciendas dotadas de maquinaria moderna y de biotecnología avanzada para la exportación. A la vez, la agricultura campesina, cada vez más degradada sigue siendo fuente básica de abastecimeinto de alimentos para las ciudades. La "modernización" desigual, fuertemente polarizada y de conjunto regresiva en el agro consolida la muralla que el atraso rural opone a un avance superior de las fuerzas productivas en el agro y lejos de paliar o superar un problema fundamental -anclaje del atraso capitalista latinoamericano- como es la cuestión agraria, no hace sino modificar la forma en que se manifiesta, aumentando las contradicciones y la urgencia de remover este obstáculo.

c) La "financierización" de la economía latinoamericana

El avance en la "financierización" de la economía latinoamericana, por contraste con la subindustrialización, ilustra más el raquitismo de la restringida acumulación capitalista que la "madurez" de la misma. La banca y las finanzas se sobredesarrollan en una región que necesita importar capitales para sostener su movimiento económico, alimentado con el endeudamiento masivo de los estados nacionales y provinciales, de las empresas y de las familias de clase media. La especulación bursátil, cambiaria y financiera de todo tipo, atrae una cuota creciente de capital no reinvertido en la producción y que es exportado a los circuitos financieros internacionales. Entre tanto, el crédito para el agro y la industria es caro y escaso. El parasitismo de la banca amenaza con la quiebra a Estados enteros, obligándolos a realizar onerosos salvatajes de los negocios de la burguesía nacional, como en México, Colombia, Ecuador, Paraguay, etc.49 y es la fuente de crecientes convulsiones financieras.

Es, además, un motor de enorme importancia en el entrelazamiento de intereses entre la burguesía nacional y el capital extranjero, a través de los mecanismos financieros, de la bolsa y de la deuda externa. No esa una anécdota aislada que cuatro de los principales acreedores del quebrado Ecuador sena magnates ecuatorianos. Otro elemento a señalar es el gran desarrollo de los "negocios ilícitos" de la banca y la burguesía íntimamente ligados a la financiertización, como los derivados del narcotráfico (lavado de dinero, etc.), tráfico de armas, evasión de impuestos y contrabando, etc. Todos ellos, que envuelven sumas de cientos de miles de millones, tienen un importante punto de encuentro en los paraísos fiscales de la Cuenca del Caribe y Panamá. Digamos además que el narcotráfico y demás "negocios sucios", además de fuente de colosal enriquecimiento para algunas camarillas burguesas, es un factor de descomposición de las principales instituciones del estado, como ilustran Colombia, Bolivia, Paraguay, México, etc. La masa de capitales que se acumula en manos del gran capital nacional y extranjero, al ver restringidas las oportunidades de inversión en las economías locales, tiende a elevarse a los circuitos financieros internacionales, reduciendo aún más los bajos niveles de inversión y reproduciendo la paradoja de la carencia crónica de capitales en economías que son exportadoras netas de los mismos.

Se agravan el atraso y la dependencia

En consecuencia, el resultado del conjunto del proceso es una profundización del atraso y la dependencia de la región. En estos rasgos está condensado el carácter, desde el punto de vista económico, del proceso que ha vivido América Latina durante esta década, y la dinámica del mismo. El "salto" impuesto a la atrasada Latinoamérica bajo la presión del mercado mundial y el capital imperialista reproduce el atraso y la subordinación, tiende con pesadez al estancamiento (a través de la sucesión de convulsiones) y exacerba y ahonda las contradicciones, y lleva no al "despegue" soñado por los economistas burgueses (ni siquiera abre las puertas a una fase de expansión de cierto alcance) sino que conduce a un nuevo "bloqueo", a nuevas crisis y convulsiones de la mayor severidad. En algunos ambientes se ha señalado que el nuevo "modelo" capitalista que se imponía en los 90 venía a cerrar la larga parábola de crisis histórica abierta en los 30, y que la "sustitución de importaciones" no había logrado superar, al permitir ahora la reinserción de América Latina en un capitalismo "globalizado" que iniciaba una nueva fase de crecimiento a largo plazo.

Sin embargo, el movimiento de recuperación y cierto crecimiento de las economías latinoamericanas, tal como lo hemos visto en la década que termina, lleva en su seno el germen de su propio fracaso. El capital financiero internacional, a quién se entregó el comando de la economía regional con la misión de sacarla del marasmo y "modernizarla", ha sostenido a América Latina con un lazo corredizo echado al cuello, que se aprieta cada vez más. El efecto "vivificador" inicial, facilitando cierta recuperación de la economía y una recomposición del proceso de acumulación capitalista ya no puede contrarrestar el carácter más parasitario y retrógrado de la dominación imperialista, exacerbado aún más por la decadencia del sistema capitalista-imperialista mundial. Bajo este signo ingresa el capitalismo latinoamericano al Siglo XXI.

Las "venas abiertas de América Latina"


Con este título se hizo famoso, hace ya bastantes años, la denuncia por Eduardo Galeano de la expoliación imperialista de América Latina. Los mecanismos de la misma se han intensificado colosalmente en estos años, configurando una creciente succión de recursos de la región rumbo a los centros del capitalismo mundial. Detengámonos en los principales mecanismos de esta sangría insostenible.

Un nuevo ciclo de endeudamiento

Todo el ciclo de los 90 se basó en un nuevo salto monumental del endeudamiento regional, expresión del carácter agudamente parasitario del capital financiero internacional. La deuda externa latinoamericana, que ya supera los 740.000 millones de dólares, aumenta a razón de un 7 o 9% anual50, mientras que se acumulan en el corto plazo una masa de vencimientos que aumentan en proporción geométrica y deben ser constantemente cubiertos con nueva deuda. A ello se suma una enorme masa de créditos externos contratados por empresas y bancos privados, que hacen subir la suma global (deuda pública más privada) a más de 820.000 millones.51 El servicio de esta deuda, es decir, los pagos desembolsados, sumaron la friolera de 722.000 millones52. ¡Casi el equivalente de la deuda total! Esta hipoteca impagable que empuja constantemente al estancamiento y a imponer políticas recesivas para mantener su servicio conduce tarde o temprano a nuevas "crisis de la deuda".

Utilizaremos varios cuadros proporcionados por James Petras y Henry Veltmeyer en "América Latina al fin del milenio", artículo publicado en Monthly Review de julio-agosto de este año, para mostrar la evolución de la deuda (ver cuadros 7 y 8).

Una sangría incesante


Junto al servicio de la deuda, que es el principal mecanismo de expoliación financiera, y que ya demostró en los 80 sus tremendas secuelas, ha crecido la importancia de los flujos combinados de remesas de ganancias, los servicios financieros de distinta clase, constituyen una exacción masiva de recursos indispensables de todo el continente, y la más clara muestra del pillaje imperialista en gran escala, en sus formas más parasitarias y destructivas.

a) Pagos por patentes, royalties y utilidades

Según denuncian J. Petras y Veltmeyer, las tasas de utilidades de las IED norteamericanas representan un 12% (según las calcula el Departamento de Comercio de EE.UU.) pero se situarían entre el 22 y el 34% según cálculos de la CEPAL. Menos de la mitad sería reinvertido. "Aún según los reportes oficiales, la magnitud de los beneficios repatriados –sobre la base de los cálculos de la CEPAL- totalizaría los 157 mil millones de dólares sólo para los tres últimos años. Esto provee de una crucial fuente de ‘fuel’ para el proceso de acumulación global y la expansión del imperialismo norteamericano."55 A ellos hay que añadir las patentes, royalties y licencias. Sólo hacia Estados Unidos, como señala Petras, "Entre 1982 y 1992 estos pagos totalizaron más de US$ 1.300 millones, pero a través de los 90 han excedido los mil millones por año."56 En 1997 alcanzaron a 1.700 millones las remesas de las filiales norteamericanas, y la tendencia es a crecer rápidamente. Otro informe señala que desde Brasil, sólo en 1998, se enviaron al exterior US$ 6.000 millones en concepto de utilidades.57 Desde Argentina salen alrededor de 3.000 millones anuales en este concepto58 (ver cuadro 9).

b) Mercados y términos de intercambio

América Latina se revalorizó como mercado para el exceso de producción de mercancías en Estados Unidos en particular, para lo cual la estabilización cambiaria y el inicio de un nuevo ciclo de endeudamiento en gran escala crearon las condiciones. Así, América Latina vio multiplicarse sus importaciones provenientes sobre todo de EE.UU., que acumula un cuantioso superávit comercial con la región, gracias al cual puede licuar una parte importante de su propio déficit con Japón y Europa. Este aumento en las importaciones latinoamericanas agravó el déficit comercial y es cubierto mediante el incesante recurso a nuevo endeudamiento. Contra lo que dicen los propagandistas de la apertura, sólo muy parcialmente se trata de bienes de capital (que, además, vienen a reemplazar parte de lo que anteriormente se producía a escala local), y en gran medida son bienes de consumo destinados al mercado suntuario y de las capas medias. El resultado de conjunto es el aumento del déficit comercial, financiado con mayor endeudamiento, y del déficit en cuenta corriente agregado, que para toda la región se eleva a unos 75.000 millones de dólares (3,5% del PBI) habiendo sido reducido a costa del duro ajuste recesivo del nivel que había alcanzado en 1998 (4,5% del PBI regional, un nivel sólo comparable al de comienzos de los 80, antes de la crisis de la deuda)60

c) La "fuga de capitales"

La suma de dinero que los latinoamericanos mantienen en el exterior es astronómica. Según un dato hay "200.000 millones de dólares en depósitos de mexicanos en el exterior."61 La burguesía argentina habría depositado en el exterior unos 70.000 millones. Los fondos puestos a buen resguardo por la burguesía brasileña tienen una envergadura similar. Y así país por país. La libertad de movimiento del capital financiero y el aprovechamiento de los "paraísos fiscales" de Panamá y varias islas del Caribe son mecanismos claves de este vaciamiento de capitales organizado en gran escala por los capitalistas nativos. A ello hay que sumar las operaciones contables fraudulentas de las transnacionales (autoimportaciones sobrevaluadas, autopréstamos) los costos por fletes y transportes de las transnacionales navieras, la fuga en gastos suntuarios (turismo, compra de propiedades, etc., en el exterior) de la burguesía y la alta clase media latinoamericana. Sumando los múltiples mecanismos que hemos descripto queda al desnudo el verdadero carácter de la expoliación imperialista.

El significado de la actual recesión

La recesión que se desencadenó a mediados de 1998, abarcó sobre todo a Sudamérica y tuvo dos epicentros: el cono Sur y la región Norandina. Significó una caída más dura y profunda que el "efecto tequila" de fines del 94-95. Durante 1999 la mayoría de los países sudamericanos sufrieron caídas del PBI de 3 al 7%. La industria cayó en varios países aún más abruptamente. Esta recesión significó un altísimo costo para los trabajadores y las masas de toda la región (llevando el desempleo al nivel más alto en al menos 20 años, según acepta la OIT), y a la imposición de duras políticas de ajuste por los distintos gobiernos, para mantener a toda costa el servicio de la deuda.62. Los índices de la producción retrocedieron a un par de años atrás, mientras que creció el endeudamiento y el déficit fiscal de los distintos países, llevando a crisis financieras como las Brasil y Ecuador y desencadenando un reguero de devaluaciones. Brasil, México, Chile, etc. abandonaron los sistemas de banda cambiaria para pasar a la flotación de sus monedas, esto es, un curso francamente devaluacionista de "dejar caer a sus monedas, ante el temor a estampidas de capitales como las que hundieron a Ecuador y arriesgaron un estallido en Brasil, (ver cuadro 10).

Después de más de un año de recesión, en los medios de la burguesía renace cierto optimismo pronosticando una próxima recuperación. El argumento consiste en las modestas señales de restablecimiento en Japón y el Sudeste Asiático, y en cierta recuperación de los precios del petróleo y otros productos de exportación regional. Además, la recesión no golpeó seriamente a México (cuyo PBI creció el 3%, "beneficiándose" del NAFTA) y en Brasil la retracción fue más benigna de lo esperado.

Como mínimo este optimismo aparece como prematuro e infundado.


Prematuro, porque aún está por verse cuál será la dinámica de la economía internacional y en particular de Estados Unidos. La enorme inestabilidad de la economía mundial, la nerviosa volatilidad que caracteriza las oscilaciones de Wall Street, las dificultades crecientes de China –donde muchos pronostican una posible devaluación-, la endeblez de la situación en el Sudeste Asiático, no permiten descartar nuevas convulsiones, incluyendo un agravamiento en la crisis internacional abierta en el 97.

Infundado, porque el panorama desolador de la región obliga a preguntar a los "optimistas" ¿de qué se sonríen? La inestabilidad del mercado mundial para los productos latinoamericanos y la fuerte disminución del ingreso de fondos (y el encarecimiento de los nuevos préstamos) configuran una situación opuesta a la de principios de la década. El acceso de los productos latinoamericanos al mercado mundial se hace más difícil y los precios son inestables. El manantial del capital foráneo tiende a secarse y crece el peso a pagar por sus servicios, sobrecargando el pasivo de la región, que se halla en una situación de extrema desestabilización, gravemente debilitada en lo interno y más vulnerable que nunca ante nuevos impactos de la crisis internacional o provenientes de alguno de los países más expuestos de la misma Latinoamérica.

No puede descartarse, por supuesto, una recuperación. Hasta ahora la burguesía y el imperialismo lograron evitar un estallido (como amenazaba en Brasil), y que la recesión se convirtiera en depresión abierta. Salvo en Ecuador y en menor medida en otros países del área Andina, no ha habido una irrupción de masas, dándole tiempo y aire a la clase dominante.

Pero así como la dinámica de la coyuntura regional no puede desprenderse del conjunto de la economía mundial y en particular de la dinámica de Estados Unidos, tampoco puede ignorarse la dinámica del capitalismo latinoamericano. El problema aquí es, considerando las tendencias fundamentales del capitalismo latinoamericano en el actual período ¿cuál es el significado de la actual recesión? ¿Se trata de un traspié pasajero, tras el cual se retomará la curva ascendente? ¿O señala un punto de inflexión descendente? Las alzas y bajas en el ritmo de la economía son inherentes a la vida misma del capitalismo, tanto como los ritmos de la respiración de un individuo. Como escribía Trotsky, de lo que se trata es de saber si estas oscilaciones revelan un estado de salud o de enfermedad.64 Aplicando este método, parece bastante evidente, de acuerdo al análisis que hemos desarrollado, que el pronóstico general del estado de salud del capitalismo latinoamericano sigue siendo "reservado".

La dinámica del capitalismo latinoamericano, que, además, es tributaria de la curva de la economía mundial y en particular norteamericana, tiende fuertemente al estancamiento y la declinación. Las bruscas oscilaciones se dan en torno a esta tendencia. La recuperación después de la recesión pos "tequila" ha sido más breve y restringida que la recuperación de 1990-94. La recesión actual es más profunda y extendida que la de 1995-96. En la marcha del capitalismo regional los "arranques" tienden a ser cada vez más breves y débiles, "frenadas" cada vez más abruptas y severas.

Sin embargo, esto no agota la cuestión. El "tequilazo" de fines del 94 desnudó los límites del "modelo", señalando el "fin de fiesta" de los llamados mercados emergentes en América Latina. La recesión actual es un punto de inflexión que señala el agotamiento, bajo el impacto en la región de la crisis económica internacional, de las limitadas posibilidades expansivas del proceso de semicolonización que hemos visto durante la década. América Latina se sumerge en una enorme inestabilidad, preñada de conflictos y convulsiones. Por eso, la recesión ha actuado como un catalizador, como un revelador y acelerador de los profundos antagonismos y contradicciones económicas, sociales y políticas que todo el proceso anterior ha acumulado. El influjo "vivificador" en el corto plazo del ingreso de capital extranjero ya no puede disimular la succión parasitaria –a través de las nuevas venas abiertas de América Latina- de recursos indispensables para evitar el estancamiento y la postración. De darse cierta recuperación –cuándo, cómo y con qué amplitud está aún por verse-, muy difícilmente pueda reabsorber las contradicciones y conflictos en curso que tensionan el mapa de Iberoamérica.

Un dato revelador es la extraordinaria "sensibilidad" demostrada por Washington y el FMI ante las dificultades de los países latinoamericanos. Con el antecedente del "salvataje" a México cuando el tequilazo en 1995, en este año hemos visto sendos compromisos de "ayuda" a Brasilia (para evitar el colapso en el verano), la actual negociación de un "paquete" con Bogotá (quizás 3.000 millones), la "oferta" del FMI a Argentina (unos 10.000 millones) e incluso la "paciencia" con Ecuador con el que se negocia un nuevo "salvataje". Sólo el temor del imperialismo a un derrumbe de proporciones en su "patio trasero" explica esta tierna solicitud. Para ilustrar las enormes contradicciones en ebullición en la economía latinoamericana, estudiemos un poco más el "cuello de botella" financiero al que empuja la expoliación imperialista.


El "flanco externo" al rojo vivo

La cuestión del "flanco externo", el "talón de Aquiles" de las economías de la región que tanto preocupa a todos los analistas,, consiste en la posibilidad o no de mantener ese frágil equilibrio en la cuerda floja, entre la sangría de rentas succionadas por el capital extranjero y el acceso a nuevos recursos.

"Los desembolsos por pagos de intereses de la deuda y remesas de utilidades se elevaron al 2,5% del PBI de la región, pero en algunos países (entre otros Chile, Costa Rica, México, Rca. Dominicana y sobre todo Ecuador, fueron mucho más significativos)", señala CEPAL. Brasil debe hacer frente a compromisos por más de 35.000 millones el próximo año. En Argentina "la acumulación de los pagos de la deuda externa implica que necesitará refinanciar entre 15.000 y 20.000 millones de dólares el año próximo."65

Según el Banco Mundial, entre 1997 y 1999 los flujos de los mercados financieros hacia los países de la periferia han caído un 47% (US$ 135 mil millones en 1997 contra 72 mil millones en 1998); los préstamos bancarios han bajado un 58% (60 mil millones en 1997 contra 25 mil millones en 1998).66 Adicionalmente, el costo de los nuevos créditos se ha triplicado. En consecuencia, tiende a cerrase la válvula del flujo de capitales que alimenta todo el "modelo".

Sólo la relativa continuidad del ingreso de capitales para inversión extranjera directa (al parecer durante este año se mantendría en el nivel de los 60.000 millones de dólares, una suma muy importante, aunque la mitad concentrada en Brasil67), actuó como contratendencia al estrangulamiento del sector externo. Entre tanto, los préstamos bancarios se contrajeron agudamente y las emisiones de nuevos títulos de deuda latinoamericanos se complicaron y encarecieron.

La combinación de recesión y acelerado aumento del peso en los compromisos financieros (servicio de la deuda pública y privada, remesas de utilidades, etc.), en condiciones de restricción y encarecimiento del crédito externo, mientras que caen los ingresos de Estados que ya tienen abultadísimos déficits fiscales y enormes deudas internas (¡Brasil!). Todo esto es una combinación explosiva y oscurece toda la perspectiva próxima del capitalismo latinoamericano.

Otro componente de la crisis es la situación de la banca regional en varios países: el sistema financiero ecuatoriano fue hundido durante la anterior estampida cambiaria; en México, la banca tambalea con compromisos de más de 65 mil millones sostenida a duras penas mediante el FOBAPROA estatal. También el grado de endeudamiento que amenaza hundir a algunos grandes grupos latinoamericanos: varios grupos argentinos, entre ellos el grupo Soldati y Alpargatas, deben renegociar deudas que ascienden a más de 2.500 millones de dólares. En Brasil, el BNDES se habría visto obligado a maniobrar para apuntalar la reestructuración de la deuda externa de las 90 empresas brasileñas que emitieron bonos en el exterior, entre ellas, Globopar, el holding que controla Rede Globo68

El alerta de Ecuador, cuya reciente moratoria en el pago de intereses por 96 millones "representa el primer default de hecho de un bono Brady", es un hecho que, a pesar de la escala menor de los fondos comprometidos, tiene un enorme valor sintomático, por lo que "los Brady no volverán a ser los mismos."69 Es que Ecuador debe destinar el 54% de su presupuesto al servicio de la deuda, lo que lo pone al borde de la cesación de pagos, y otros países podrían seguir el mismo camino (República Dominicana, cuyo gobierno enfrenta una crítica situación económica y una fuerte resistencia de masas, amenazó hace pocos días con seguir el mismo camino).

Este cuadro financiero se aproxima en varios aspectos claves a las condiciones previas al estallido de la crisis de la deuda en 1982, que inauguró la grave postración económica de los 80. La perspectiva de nuevas convulsiones como la del "tequilazo", la "maxidevaluación" brasileña o la bancarrota ecuatoriana está presente. Las contradicciones de Brasil, la posición expuesta de Argentina, la situación de la banca mexicana, pueden ser detonantes de nuevas sacudidas, que pueden corporizar a los fantasmas de la cesación de pagos, de las estampidas cambiarias y la fuga de capitales.

Pero además, se intensifica la lucha entre las transnacionales por los mercados de la zona, (como hemos ilustrado más arriba), y con los grandes grupos económicos locales, amenazados por la danza de compras, adquisiciones y fusiones que son el dato más espectacular de la competencia capitalista mundial. Dentro de cada país también emergen crecientes disputas entre las distintas fracciones de capitalistas (entre los exportadores, los sectores dependientes del mercado interno, la banca, los sectores más débiles de la burguesía) en torno al reparto de los costos de la crisis. Esto multiplica la presión sobre los gobiernos y genera tensiones políticas de distinto signo.

En suma, este cuadro de conflictos cruzados es una muestra clara de que la burguesía no considera la actual recesión un "chubasco pasajero". Por el contrario, sienten agudamente que no habrá espacio para todos. La recesión ha precipitado un desarrollo extraordinario de todos los antagonismos económicos, y estos se comienzan a trasladar al terreno de las relaciones entre las clases y al seno de la propia clase dominante, y a eclosionar en la esfera política.

Comienza a reflejarse en la política de Estados Unidos y Europa hacia América Latina, en las diferencias de orientación estratégica entre estrechos socios como Brasil y Argentina (evidentes en el caso Colombia o en la discusión de "dolarización"). En los relineamientos de distintas alas burguesas desde Venezuela hasta Argentina, y en la creciente inestabilidad política de toda el área.



notas:

1 León Trotsky, La Internacional Comunista después de Lenin, editorial Yunque, Bs. As. pág.

2 León Trotsky, Historia de la Revolución Rusa, tomo I, editorial SARPE, Madrid, 1985, pág. 33.

3 Idem, pág. 36.

4 George Novack, Para comprender la historia, ed. Pluma, Bs. As. 1975, pág. 124.

5 V.I. Lenin, El imperialismo fase superior del capitalismo, editorial Anteo, Bs. As., 1974.

6 L.T. Stalin el gran organizador de derrotas (la III Internacional después de Lenin). El Yunque Editora, Buenos Aires , 1974

7 Un rasgo del mismo era la fuerte presencia del Estado con sus empresas promoviendo directamente la acumulación capitalista y la expansión del mercado interno, y protegiendo a la burguesía local mediante barreras aduaneras. Combinaba políticas de atracción de la inversión extranjera y la reserva de algunas áreas para el Estado o el capital nacional.

8 En Estrategia Internacional, desde el nº7 en adelante hemos dedicado varios artículos a analizar esta cuestión.

9 Tomado de James Petras y Henry Veltmeyer, "Latin America at the end of millennium" en Monthly Review, julio-agosto de 1.999.

10 Sobre la base de datos del World investmente Report, UNCTAD, 1996. Tomado de Le Monde Diplomatique, set. 1999.

11 CEPAL, "La brecha de la equidad".

12 Datos de CEPAL, 1998.

13 G. Fernández S., "El futuro ya no es lo que era antes", en Nueva Sociedad nº 153, pág.34.

14 Panorama de la economía internacional nº 2, C.E.I., diciembre de 1998.

15 Desde el principio se subordinó a los intereses norteamericanos, tal como reflejó la firma del acuerdo "4+1" con Washington en 1.991

16 Datos de Clarín, _

17 La crisis demuestra que pese al entrelazamiento de intereses y negocios comunes en el marco del Mercosur, las burguesías siguen operando en gran medida sobre bases nacionales, ligados inextricablemente a sus Estados, de cuyo apoyo dependen estrechamente.

18 No hay posibilidad de retroceder a mercados nacionales relativamente cerrados, reproduciendo una "autarquía" como la de los 40. La necesaria unificación económica de América Latina es una tarea que exige la ruptura con el imperialismo y que sólo el proletariado en el poder puede resolver, en los marcos de una Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina, una consigna lanzada por Trotsky y la Cuarta Internacional ya en 1938 y que ha mostrado su vigencia histórica.

19 CEI, Panorama de la Economía Internacional nº2, diciembre de 1998.

20 Datos de CEPAL, "La cambiante presencia de las compañías transnacionales en América Latina", 1998.

21 Datos de CEPAL, "La cambiante presencia de las compañías transnacionales en América Latina", 1998.

22 Datos de CEPAL, "La cambiante presencia de las compañías transnacionales en América Latina", 1998

23 Datos de CEPAL, "IED en la industria automotriz latinoamericana". 1998.

24 Datos de fusiones en la industria automotriz, en la banca, etc.

25 Clarín, 31/08/99.

26 Clarín, 12-09-99.

27 Banco Mundial, Privatization. Condition for success_, Washington, 1995. Tomado de Nueva Sociedad nº 153.

28 CEPAL, "Las mayores empresas trasnacionales presentes en Latinoamérica y el Caribe".

29 Documento de CEPAL, "Las mayores transnacionales presentes en América Latina y el Caribe". 1998.

30 Datos de CEPAL, "La cambiante presencia de las compañías transnacionales en América Latina", 1998.

31 Gazeta Mercantil Latinoamericana, 22-09-99. En Clarín, 24-09-99.

32 Datos de Folha de Sao Paulo, Revista Carta Capital y Censo Empresarial de 1995, realizado por el Banco Central. Utilizados por Adelar Pizetta en "El MST frente a la crisis: resistencias y experiencias alternativas".

33 Gazeta Mercantil Latinoamericana, setiembre 1999.

34 CEPAL, "La cambiante presencia de las compañías transnacionales en América Latina", 1998.

35 Datos tomados de Nueva Sociedad nº 151.

36 Quinzena nº 280, reproducido de Sem Terra, junio de 1.999.

37 Revista Veja, marzo 99.

38 Estudio del MST ya citado.

39 La revista Forbes, ubica entre las 500 mayores ricos del mundo a varios brasileños, mexicanos y argentinos_

40 Datos de SELA.

41 J. Petras y H. Veltmeyer, art. cit.

42 Clarín, 23/08/99.

43 ORIT, Informe del director general 1998-99.

44 León Trotsky, op. cit., pág. 95.

45 Pierre Salama, "Pobreza, empleo e inflación en América latina", en Nueva Sociedad nº 156 (julio-agosto 1998), pág.112.

46 Datos del Banco Mundial, tomado de Cristóbal Kay, "Estructuralismo y teoría de la dependencia en el período neoliberal", en Nueva Sociedad nº 158 (noviembre-diciembre 1998), pág. 101

47 Datos de CEPAL, "Las mayores transnacionales presentes en América Latina y el Caribe". 1998.

48 Concepto que tomamos de Milcíades Peña, op. cit.

49 El FOBAPROA para salvar la banca mexicana, compromete fondos por 65.000 millones de dólares. Ecuador perdió 1.500 millones para sostener su quebrado sistema bancario. Colombia unos 6.000 millones. Cientos de millones fueron traspasados inútilmente por el gobierno paraguayo a los bancos locales y financieras durante el año pasado, etc., etc.

50 Le Monde Diplomatique, edición para el Cono Sur, setiembre de 1999.

51 Página 12, 5/09/99.

52 Jorge Beinstein, "Tomar distancia de los centros de dominación", en Le Monde Diplomatique, edición para el Cono Sur, sept. 99.

53 Tomado de James Petras y Henry Veltmeyer, "Latin America at the end of millennium" en Monthly Review, julio-agosto de 1999.

54 Tomado de Petras y Veltmeyer, idem.

55 Petras y Veltmeyer, art. cit.

56 Petras y Veltmeyer, op. cit.

57 Datos de Folha de Sao Paulo, Revista Carta Capital y Censo Empresarial de 1995, realizado por el Banco Central. Utilizados por Adelar Pizetta en "El MST frente a la crisis: resistencias y experiencias alternativas".

58 Tomado de Fundamentos para el programa del PTS, texto borrador de uso interno.

59 Petras y Veltmeyer, op. cit.

60 Datos de CEPAL.

61 Le Monde Diplomatique, edición para el Cono Sur, set.99.

62 CEPAL señala en diversos artículos que los gobiernos aplicaron políticas recesivas –"sobreactuaron"-, para mantener recursos libres con que sostener estos pagos.

63 Datos de The Economist, 11/09/99

64 Ver León Trotsky, en Naturaleza y dinámica de la economía mundial y la economía de transición.

65 Clarín, 12/09/99.

66 Eric Toussaint, "La crisis de la deuda: análisis y propuestas", en Viento Sur, nº 44, julio de 1999

67 Cepal, Informe de Coyuntura, primer trimestre de 1.999.

68 Quinzena nº 280, CPV, 30/07/99.

69 Clarín,12/09/99.



Cuadros

Cuadro 1

Flujos de capital hacia América Latina (acumulado en miles de millones de dólares)9

1981-89 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997

IED

    83.0 8.7 11.6 17.6 17.2 28.7 31.9 43.8 56.1

De "cartera"

.... -0.9 —- 16.6 28.1 74.4 63.1 5.4 50.9 32.5

Fuente: Para inversiones de cartera, FMI, International Financial Statistics, varios años, para IED 1990-97: UNCTAD, con base en datos provistos por CEPAL.


Cuadro 2

Inversión extranjera directa en América Latina y el Caribe10

1980 1990 1995
En miles de millones de US$, acumulado 48.0 121.3 225.8
Como % del total a los países "en desarrollo" 44.3% 34.57% 32.5%
Como % del total de IED mundial 9.9% 7.6% 8.49%
Como % de la destinada a Asia 126% 68.9% 55.9%


Cuadro 3

América Latina y el Caribe, Producto interno bruto por habitante (Tasa anual de variación)12

1980-90 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1991-97
Toda la Region -0.9 2.0 1.3 2.3 3.8 -1.2 1.8 3.6 1.9


Cuadro 4

Coeficiente de comercio exterior (exportaciones más importaciones sobre PBI)14 Año 1997

Argentina Brasil Chile Colombia México Perú
Coeficiente de comercio exterior 17.4 14.5 45.5 27.5 54.8 23.5
Productos primarios como % de las exportaciones 45.0 28.0 59.0 74.0 14.0 73.0



Cuadro 5

Salarios como porcentaje del ingreso nacional41

Argentina 40.9 31,5 31,9 24,9 –

Chile 47,7 43,4 37,8 19,0 –

Ecuador 34,4 34,8 23,6 16,0 15,8

México 37,5 39,0 31,6 28,4 27,3

Perú 40,0 32,8 30,5 25,5 16,8

Cuadro 6

Distribución de la fuerza de trabajo empleada 1990-9843

1990 1998

Empresas privadas grandes 32.7 % 28.4 %

Pequeñas empresas 20.1 % 23.3 %

Sector Público 15.5 % 12.9 %

Trabajadores independientes 24.7 % 27.7 %

Servicio doméstico 7.0 % 7.7 %

cuadro3

Cuadro 7

Monto y servicio de la deuda externa latinoamericana 1982-1998 (miles de millones de dólares, montos anuales, a precios corrientes)53

80 87 90 91 92 93 94 95 96 97 98

Stock de deuda 257 474 476 491 450 526 547 607 627 650 698

% del PBI 36 66 45 45 42 37 35 30 35 36 36

Pagos de la deuda 30 47 41 39 37 38 35 36 35 33 45

% s/ exportaciones 36 37 32 26 26 28 29 29 —- —- —

Fuente: Banco Mundial, World Debt Tables 1994/95, 1994. Informe sobre el desarrollo mundial, CEPAL, varios años.

Cuadro 8

La deuda externa y las exportaciones (en miles de millones de dólares)54

80 87 90 91 92 93 94 95 96 97 98

Stock de deuda 257 474 476 491 450 526 547 607 627 650 698

% del PBI 36 66 45 45 42 37 35 30 35 36 36

Pagos de la deuda 30 47 41 39 37 38 35 36 35 33 45

% s/ exportaciones 36 37 32 26 26 28 29 29 —- —- —-

Fuente: Banco Mundial, Tablas de la deuda Mundial 1994/95, 1994. Informe sobre el desarrollo mundial, CEPAL, varios años.

Cuadro 9

Pagos de renta por inversiones en acciones y utilidades (miles de millones de dólares, montos anuales)59

1993 1994 1995 1996 1997

Renta de acciones 27.5 34.0 41.6 40.0 59.0

IED 14.3 16.6 16.7 17.8 19.9

Otros 12.6 18.1 25.7 22.2 20.1

Fuente: FMI, varios años; UNCTAD, 1988: 267-268; U.S. Dept. pf Commerce-BEA, 4/03/99.

cuadro4

Cuadro 10

Variaciones del PBI en 199963

País Evolución Evolución anual de la

del PBI Producción Industrial

México 3.2 q1 5.2 junio

Argentina -3.0 q1 -12,0 julio

Brasil -0,8 q2 -2,9 junio

Chile -3,6 q2 -7,9 julio

Colombia -4,8 q1 -14,4 junio

Venezuela -8,2 q2 s/datos

(Q: trimestre )