Estrategia Internacional N° 7
Marzo/Abril - 1998

Dossier Economía
Historia económica

EL BOOM DE LA POSGUERRA
Un análisis crítico de las elaboraciones de Ernest Mandel

Paula Bach

Las condiciones que hicieron posible el boom
Los mecanismos necesarios para el crecimiento y la expansión sostenida
Los elementos centrales que propiciaron el fin del boom y el comienzo de la crisis de acumulación

La actual crisis capitalista representa una manifestación más, aunque más aguda que las anteriores, de la crisis de acumulación abierta a principios de los años 70. Esta crisis de acumulación se originó en las postrimerías del controvertido boom de la 2da. posguerra durante el cual los principales países desarrollados alcanzaron un crecimiento sostenido con índices de alrededor del 6% (promedio anual aproximado) entre los años 1947/66. Estos índices, producto de un período expansivo y sostenido de la acumulación ampliada del capital, no sólo contrastan con el magro crecimiento de las décadas anteriores del siglo y con la profunda depresión de los años 30, sino que tienen además la particularidad de no registrar antecedentes históricos. Sin embargo, como hemos expresado en el artículo “La crisis y la curva del desarrollo capitalista”, opinamos que no se trató de un período de crecimiento orgánico del capital. Muy por el contrario, opinamos que el boom de la segunda posguerra, como intentaremos demostrar en este artículo, sólo fue posible extremando las características del desarrollo del capital en su época de decadencia y, como tal, estableció las condiciones que caracterizan el período de crisis de acumulación que comenzó a su fin.

 

Para abordar las condiciones que posibilitaron el boom de la 2da. Posguerra, comenzaremos con una definición de economistas no marxistas que a nuestro modo de ver se ajusta bastante bien a la realidad: “Un nuevo orden mundial se consolidaba sobre unas bases institucionales y políticas mucho más sanas, evidentemente, que los inútiles esfuerzos de reconstrucción posteriores a la primera guerra mundial. Esta “Edad de oro” del capitalismo ha visto crecer el PBI real y el PBI por habitante -ciertamente de los países más avanzados- de una forma sin precedentes en la historia de la economía mundial, acompañado de un rápido incremento del comercio mundial, de una sólida reapertura de los mercados mundiales y de una ampliación de las migraciones internacionales. Ahora bien, ello ha ocurrido después de una sangrienta guerra que cerraba el ciclo de reorganización del sistema capitalista, iniciado con la depresión de los años 30 que, a su vez, se había producido después de otra gran guerra mundial -la Primera- causada por el reparto territorial del mundo entre las grandes potencias. Es decir, el sistema capitalista -durante todo el siglo XX- se ha ido reorganizando a través de duras crisis y sangrientas guerras.1 Esta definición encierra en esencia parte importante del contenido al que nos referimos cuando planteamos que el boom de posguerra no constituyó un período de desarrollo orgánico del capitalismo, vale decir, un período pacífico y evolutivo de crecimiento capitalista. Pero el carácter no orgánico del desarrollo capitalista, no sólo estuvo dado por “duras crisis y sangrientas guerras” sino también por el desarrollo de la revolución mundial en la inmediata posguerra y un desarrollo revolucionario en las semi-colonias luego. La magnitud de los procesos revolucionarios que se desarrollaron en ese período, como veremos a continuación son la mayor prueba de que la segunda guerra no abría un período reformista. Fue fundamental el rol de la burocracia stalinista en la derrota y desvío de estos procesos revolucionarios para la consolidación del dominio norteamericano, sin el cual el boom no hubiera sido posible. Este papel jugado por el stalinismo puede verse claramente en las propias palabras del General De Gaulle quien, refiriéndose a la situación del movimiento de masas y al rol del Partido Comunista Francés por esos años decía: “La aversión (de las masas) a las antiguas estructuras había sido exasperada por la pobreza, concentrada por la Resistencia y exaltada por la liberación. Aquí nuevamente se presentará una extraordinaria oportunidad para el ‘partido’ (comunista). Combinando deliberadamente la insurrección contra el enemigo con la lucha de clases y erigiéndose en campeón de ambos tipos de revueltas, el ‘partido’ tenía todas las oportunidades de tomar la dirección del país...” 2 Luego, el general De Gaulle expresa su agradecimiento a M. Thorez (dirigente del Partido Comunista Francés): “Respecto a Thorez... inmediatamente después de su regreso a Francia, ayudó a eliminar los últimos vestigios de las ‘milicias patrióticas’... A los obreros, particularmente a los mineros, que escuchaban sus arengas, les daba permanentemente la orden de trabajar al máximo y de producir no importa a qué costo.”3 Las palabras sobran.

Esto es un ejemplo del rol determinante que cumplieron los “factores políticos” a fines de la 2da. guerra y en la inmediata posguerra, en cuanto a permitir la estabilización que hizo posible el boom económico. De aquí parten nuestras diferencias centrales con Ernest Mandel. En el artículo sobre la curva capitalista ya criticamos la “teoría de las ondas largas” utilizada por Mandel que conduce a una explicación economicista del desarrollo capitalista en la época imperialista. Este mismo método lo conduce a subvaluar (¿ignorar?) las diferencias en la situación al fin de la segunda guerra y en la inmediata posguerra de aquella que quedó establecida a partir de la estabilización lograda con la consolidación del orden de Yalta y Potsdam.

Sin embargo, una vez establecidas las condiciones de la estabilización que le permitieron al capital lograr un gran aumento en la tasa media de ganancia (elemento que se encuentra en la base tanto de los ritmos de crecimiento de los principales países capitalistas durante el boom así como del ritmo de crecimiento de la acumulación), fueron necesarios otros mecanismos cuya función fue, como bien dice Mandel “remontar o reducir durante todo un período las contradicciones inherentes a la expansión”4. Aunque el Estado siempre fue esencial para crear las condiciones necesarias que permitieran la acumulación capitalista, en la época imperialista, no sólo crea estas condiciones para la acumulación sino que interviene como actor económico directo. Esto puede verse en el rol que adquirieron distintos mecanismos que desarrollaremos en este artículo tales como el crecimiento de la industria de armamentos por encargo del Estado, el rol del crédito y de la inflación. Es sobre estos últimos aspectos sobre los que Mandel realiza una profunda descripción que hemos utilizado. Sin embargo, aún cuando le adjudica un valor importante al cambio de rol del Estado y en este sentido a la intervención directa de la política sobre la economía, su punto de vista economicista, nuevamente, no le permite sacar las conclusiones de su descripción. Lógicamente, la intervención directa del Estado en la economía que altera las leyes propias del desarrollo capitalista, modificando el normal desarrollo de los ciclos clásicos, posponiendo el estallido de las crisis, no puede ser congruente con una teoría de las “ondas largas”. Si esta teoría era incorrecta en general para el análisis del capitalismo, mucho más tiene que serlo en la época en la que el capital se ve obligado a negar parcialmente sus propias leyes y a trastocar los ritmos propios de las mismas.

NOTAS:
1 Rafael Aracil, Joan Oliver, Antoni Segura “El mundo Actual”, abril 1995.
2 De las “Memorias de De Gaulle”, citado en el artículo de Fred Feldman “Stalinismo e Internacionalismo, 1935-73”.
3 Idem.
4 Ernest mandel, “El capitalismo tardío”

Las condiciones que hicieron posible el boom

Recién después de 1948 se asiste a un período de estabilización política mundial con la consolidación del orden de Yalta y Potsdam acordado previamente por el stalinismo y el imperialismo.1 Este factor se combinó por un lado con la derrota categórica sufrida por los imperialismos alemán y japonés en la guerra y por otro lado con el hecho que Estados Unidos (cuyo territorio no había sido escenario de la guerra) ya estaba embarcado en un proceso de gran crecimiento económico apoyado en gran parte en el impulso dado por el desarrollo de la industria armamentística.

La conjunción de estos factores permitió la consolidación de la hegemonía norteamericana. Esta última, a pesar de haber sido alcanzada al precio de que el capitalismo perdiera como zona de acción propia la tercera parte del globo2 y que Estados Unidos tuviera que negociar su consolidación con la dirección del Estado Obrero Degenerado Soviético devenido en segunda potencia mundial, fue indispensable para el desarrollo del boom económico de posguerra. Ernest Mandel dice bien: “...Cuando falta esa concentración de poder, cuando se dan las condiciones clásicas de ‘equilibrio inestable’ entre dos, tres, cuatro o incluso más bloques de poder capitalista, entonces no se puede imponer ninguna clase de decisiones y se produce una crisis general en la dirección del capitalismo internacional...” 3 Sin embargo, para Mandel, esta afirmación adquiere un carácter general, de las condiciones generales del desarrollo capitalista en el curso de toda su historia. Esto queda más que claro cuando continuamos la cita y vemos que se refiere a las "...sucesivas variaciones en la correlación de fuerzas entre las principales potencias imperialistas (capitalistas en el siglo XIX)..." 4 Es evidente que en el siglo XIX también existía la lucha entre las diferentes potencias capitalistas, sin embargo, esa confrontación adquiere en la época imperialista un carácter cualitativamente distinto determinado por el hecho que, como dice Lenín, aproximadamente entre los años 1900/1903, la totalidad del mundo ya estaba repartida. La confrontación imperialista por lo tanto adquiere el carácter de redistribución dando origen a las guerras mundiales. Sucede que en la época imperialista, los grandes volúmenes de capital existentes, extreman de tal forma la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y el límite que representan las fronteras nacionales que, literalmente, “no hay lugar para todos”. El desarrollo económico sostenido de un país imperialista necesita garantizarse su predominio mundial indiscutido lo que le permite superar en forma parcial la limitación impuesta por sus fronteras nacionales al desarrollo de las fuerzas productivas, utilizando en cierto modo “al mundo” como la extensión de sus fronteras. Este es en efecto uno de los grandes problemas que el capitalismo no había logrado resolver tras la primera gran guerra mundial.

En la segunda posguerra, la condición alcanzada por Estados Unidos de imperialismo indiscutidamente hegemónico del punto de vista económico, político y militar le permitió actuar como motor del desarrollo económico basado escencialmente en los siguentes factores:

1- La destrucción masiva de fuerzas productivas en Europa provocada por la guerra, permitió una baja composición orgánica del capital que se combinó luego con la desaceleración de su crecimiento gracias a elementos tales como la caída de los precios relativos de las materias primas desde 1951, el acceso fácil de EEUU al petróleo barato de Oriente Próximo y el abaratamiento de elementos del capital fijo .

2- El freno a la revolución europea a la salida de la guerra, en condiciones de extrema miseria de las masas, permitió a la burguesía alcanzar hasta los primeros años ‘50 tasas de plusvalía cuyo incremento osciló “...entre el 100 y el 300% en Alemania, Japón, Italia, Francia y España...” 5. Así la situación del proletariado europeo tras la segunda guerra mundial, gracias a las traciones del stalinismo fue también un punto de gran ventaja para el capital en comparación con los resultados de la primera guerra mundial que había “arrojado” el triunfo de la revolución rusa y la proliferación de la experiencia soviética en muchos países de Europa.

La posibilidad de alcanzar una alta tasa de ganancia como producto de la combinación de estos dos últimos factores, le permitió a Estados Unidos lograr un gran relanzamiento de su economía a través del Plan Marshall (1948/51) para la “reconstrucción” de la devastada Europa. Resulta importante resaltar aquí que esta “reconstrucción” de las devastadas economías Alemana y Japonesa por parte de Estados Unidos no estuvo sujeta solamente a las posibilidades de expansión económica sino que actuó también como política orientada en gran parte a frenar el avance de la revolución en el marco de la situación de destrucción y miseria en que habían quedado dichos países imperialistas luego de la guerra. Ya desde antes del plan Marshall para Alemania“...los Estados Unidos organizaron desde 1945 por razones humanitarias y políticas (temor a la expansión del comunismo) un sistema de ayudas gratuitas de materias primas y productos alimenticios...”6 En Japón “A través de diversas medidas, durante el tutelaje militar norteamericano que duró hasta 1950, se reprimió todo intento de reconstrucción de la izquierda política y sindical japonesa, favoreciendo el surgimiento de sindicatos netamente derechistas...” 7 La reconstrucción impulsada por el mismo imperialismo norteamericano de sus propios futuros competidores, respondió entonces, en gran parte, a la necesidad política de desterrar el peligro de revolución.

El conjunto de estos elementos actuaron como condiciones necesarias aunque, como veremos, no suficientes para el período de crecimiento sostenido y expansivo que se desarrolló durante la segunda posguerra.

NOTAS:
1-El período que comienza en dicho año, a decir verdad no estuvo tampoco exento de procesos revolucionarios, las revoluciones y guerras de liberación nacional se continuaron e incluso se combinaron con los primeros procesos de revolución política en los Estados Obreros deformados. En este período el rol de la contrarrevolución, la situación de estabilización capitalista alcanzada, el plan Marshall para la reconstrucción de Europa que como veremos, a partir del año 50 tuvo una política sistemática de cooptación de los proletariados de los países centrales a través de la creación de fuertes aristocracias obreras, dejaron mucho más aislados a todos los procesos revolucionarios. Esto no implicaba sin embargo que tales procesos estuvieran destinados al fracaso. Nuevamente fue el rol del stalinismo y las direcciones nacionalistas burguesas o pequeño burguesas lo que logró desviar o derrotar estos procesos . Incluso es necesario destacar el rol de la mayor parte del movimiento trotskysta que se adaptó notablemente a las condiciones del orden establecido cediendo sistemáticamente ya sea a la Socialdemocracia o al Stalinismo. No decimos que el trotskysmo podría haber cambiado las condiciones generales del orden de Yalta, pero sí que, si hubiera actuado con una política independiente (es decir trotskysta) tanto en los procesos de revolución política como el de Alemania del 53 o Hungría del 56, como en la revolución boliviana de 1952, al menos hubiera podido posicionarse de forma cualitativamente distinta frente a la vanguardia, educando importantes sectores de ella y preparándose de manera radicalmente distinta para el período del fin del boom y de ascenso generalizado de la revolución en los años 68/76.
2-Nos referimos a las expropiaciones realizadas en Europa del Este y a la revolución China que se produjeron durante los años 1948/49 y que bajo la dirección del stalinismo y el maoísmo llevaron a la conformación de Estados Obreros fuertemente deformados.
3-E. Mandel, “Las Ondas Largas del desarrollo capitalista.
4- Idem
5- Idem
6- R. Aracil, J. Oliver, A. Segura “El mundo Actual”.
7- E. Palazuelos, “Las economías capitalistas durante el período de expansión 1945/1970”.

Los mecanismos necesarios para el crecimiento y la expansión sostenida

La intervención directa del Estado en la economía fue un factor esencial que permitió mantener el crecimiento y la expansión de la economía capitalista en la medida en que actuó negando parcialmente los mecanismos propios de la ley del valor. Es precisamente para la explicación de estos mecanismos que nos hemos basado en el desarrollo de Ernest Mandel. Sin embargo, antes de entrar en ellos, nos vemos en la necesidad de señalar que si bien Mandel desarrolla una muy precisa explicación de los mismos, los aísla mecánicamente y bajo una interpretación que adquiere cierto carácter “técnico”, los considera en forma sumatoria y no como elementos de continuidad con los factores generales que determinan el desarrollo capitalista en nuestra época imperialista. A nuestro modo de ver, la participación directa del Estado en la economía que desarrolla los mecanismos del crédito, de la inflación y de la producción de armamentos, son la continuidad en los marcos de la estabilización del rol previo de las guerras y las revoluciones que caracterizan la época. Son efectivamente, otros rasgos más que demuestran el rol de los factores políticos en el desarrollo económico en la época imperialista.

Veamos entonces el funcionamiento concreto de estos mecanismos:

1- El rol del Estado capitalista.

En la época imperialista, el Estado actúa para limitar el libre accionar de la ley del valor. Este mecanismo ha pegado un gran salto durante el boom de la posguerra. Como dice Mandel ocurrió “una extensión adicional de las funciones del Estado. Ello es consecuencia de tres rasgos principales del capitalismo tardío: la reducción del tiempo de rotación del capital fijo, la aceleración de la innovación tecnológica y el enorme aumento del costo de los grandes proyectos de acumulación capitalista... con su correspondiente aumento en los riesgos de cualquier retraso o fracaso en la valorización de los enormes volúmenes de capital requeridos por ellos.” 1 Frente a esos elementos, el Estado capitalista tendió a cumplir un rol de mayor “planificación” económica en función de las necesidades de los grandes monopolios así como cumplió un rol fundamental en la socialización de los costos. Sin esta socialización muchos sectores capitalistas hubieran quebrado. El Estado tendió a incorporar bajo su ala una cantidad cada vez mayor de sectores productivos suministrando por ejemplo, a los grupos capitalistas monopólicos, materias primas baratas. A su vez el Estado aumentó fuertemente su presupuesto a fin de pagar, por ejemplo, los costos de proyectos de investigación y desarrollo o construcción de grandes proyectos industriales. Las grandes dificultades del capital para valorizarse en el período de posguerra fueron aliviadas por el rol del Estado que “supera estas dificultades, al menos parcialmente, al proveer oportunidades adicionales en una escala sin precedentes para las inversiones ‘rentables’ de ese capital en la industria de armamentos, la industria ‘del ambiente’, la ayuda ‘exterior’ y los trabajos infraestructurales” 2 A su vez el conocido “Estado de Bienestar” que operó aproximadamente a partir del año 1950, cumplió el rol por una parte de cooptar a los proletariados de los países centrales contra el resto del mundo semicolonial creando sectores de aristocracias obreras y por el otro, el de mantener y reproducir el consumo a través del aumento de los gastos estatales (beneficios sociales) y el endeudamiento creciente. A modo de ejemplo, los gastos del Estado como porcentaje del PBI pasaron, en el caso de EEUU, del 7,1% en 1913 al 30% en 1965 y en el caso de Alemania, del 15,7% en 1913 al 40% en 1961. Como muy bien dice Mandel “La hipertrofia y la autonomía crecientes del Estado capitalista...son históricamente un corolario de las dificultades cada vez mayores para la fácil valorización del capital y la realización de plusvalía. Reflejan la creciente falta de confianza del capital en su capacidad de extender o consolidar su dominio por medio de los procesos económicos automáticos. También están relacionadas con la intensificación de la lucha de clases entre el capital y el trabajo; en otras palabras, con la creciente emancipación de la clase obrera de la subordinación total y pasiva a la ideología burguesa y su periódico surgimiento como fuerza independiente en la lucha política.” 3

2- Los mecanismos de la inflación monetaria permanente y la inflación del crédito. Normalmente, el estallido de las crisis de sobreproducción actúa bajo el sistema capitalista permitiendo la desvalorización de capitales y el aumento de la tasa de plusvalía. La combinación de estos dos factores conduce a un aumento posterior de la tasa de ganancia. Las empresas que caen por debajo de la productividad media del trabajo son las primeras afectadas por la crisis. De este modo, el capital, bajo mecanismos normales, digamos que evita el desperdicio de trabajo en relación a los nuevos niveles de productividad alcanzados. Los mecanismos de la inflación y el crédito intentan resistir a los mecanismos normales del capital y se han desarrollado particularmente durante el boom de la posguerra. Su rol consistió en impedir ese saneamiento de la economía. Actuaron evitando el hundimiento periódico de los precios, evitando que los mismos se ajustaran a los valores de las mercancías. Esto permitió mantener artificialmente a una serie de empresas que de otro modo hubiesen quebrado del mismo modo que mantuvo articificialmente los niveles de ocupación por un período más largo de tiempo. Como dice Mandel “La inflación permanente es el mecanismo específico del capitalismo tardío para frenar un rápido descenso de la tasa de plusvalía y de la ganancia bajo condiciones coyunturales de acumulación de capital relativamente rápida y niveles de empleo relativamente altos”.4 Durante la segunda posguerra, como también apunta Mandel, la fuente más importante de inflación fue “el crédito de producción a las compañías capitalistas y el crédito de consumo para los consumidores (sobre todo para la compra de casas y bienes de consumo duraderos)” 5 Este mecanismo fue fundamental para permitir la sostenida expansión capitalista durante los años del boom. A modo de ejemplo, el total de la deuda privada acumulada en EEUU en 1956 alcanzó el 100% de la renta nacional.

La inflación del crédito permitió a las empresas expandirse por encima de la cantidad de plusvalía de la que realmente se habían apropiado así como a lo consumidores, consumir más allá de su verdadero poder de compra. “...hoy en día, la inflación permanente es la inflación del dinero crediticio, o la forma de creación de dinero apropiada al capitalismo tardío para facilitar a largo plazo la reproducción ampliada (medios adicionales para realizar plusvalía y acumular capital).” 6 Sin embargo estos mecanismos sólo pueden aumentar los desiquilibrios entre los factores, por ello actúan posponiendo el estallido y empeorando sus consecuencias.

3- La industria armamentística actuó como gran mercado de reemplazo. En la época imperialista la economía de armamentos es el mercado de reemplazo fundamental frente a la “sobrecapitalización” de los monopolios. Mediante los pedidos de armamentos, el Estado reactiva la demanda de productos de la industria pesada. El Estado se convierte en el cliente principal de esta industria. Esto muestra los profundos lazos existentes entre el Estado capitalista y los monopolios. El armamento además tiene la particularidad de que sólo puede realizarse en tanto valor de uso, en las guerras. Por tanto, para mantener la demanda del Estado, las armas deben ser usadas. La 2da. guerra mundial y las más de 200 guerras locales y regionales que se desarrollaron en la posguerra actuaron como un gran mercado para los monopolios y para la economía imperialista mundial.

4- El gran aumento de la exportación de capitales y la centralización creciente del capital a nivel internacional acompañada por la expansión del imperialismo norteamericano. Este fenómeno que ya venía expresándose como tendencia desde la primera guerra mundial dio un salto espectacular durante la posguerra, impulsado por las condiciones de hegemonía absoluta de EEUU. "El poder internacional creciente de un solo Estado imperialista es congruente con la creciente supremacía internacional de un sólo grupo nacional de propietarios de capital en el campo total del capital internacional" 7 Esa internacionalización sin embargo, no tomó la forma de una transnacionalización de la propiedad sino la de un “control decisivo sobre una creciente participación en el aparato internacional de producción por los propietarios de una sola clase nacional de capitalistas con la participación capitalista extranjera como socios menores a los sumo” 8 La centralización internacional del capital es una consecuencia tanto de los límites que le impone a las ganancias capitalistas la estrechez de los mercados nacionales como de los gigantescos volúmenes de capital que se necesitan para la producción en el nivel de desarrollo alcanzado en la época imperialista. El proceso de centralización internacional del capital va unido al proceso de internacionalización de la producción de plusvalía. Este proceso que en lo que se refiere a la industria manufacturera había sido marginal durante la primeras décadas de nuestro siglo, pegó un salto descomunal en el período de posguerra. A modo de ejemplo señalemos que “En el año 1967, las exportaciones de las 10 naciones industrializadas más importantes llegaron a 130.000 millones de dólares, lo que escasamente excedió la mitad de las ventas de las subsidiarias y centros de producción en el extranjero de las compañías de las mismas naciones (240.000 millones de dólares)” 9

5- Por último, es muy importante remarcar también, a fin de evaluar luego las características del fin del boom, los cambios suscitados alrededor del año ‘54 en el cual llegó a su fin la reconstrucción de posguerra combinado esto con que se había llegado aproximadamente en los años ´50 a una situación de casi pleno empleo en los principales países imperialistas. La combinación de estos dos factores puso de relieve tanto el crecimiento de la composición orgánica del capital como la imposibilidad de seguir aumentando las tasas de plusvalía absoluta. Es por esto que, a fines de la década del 50 comienza un período de aceleración de la innovación tecnológica y la búsqueda monopólica de ganancias extraordinarias. Esto va a producir un gran crecimiento de la productividad industrial acompañada por el crecimiento de los salarios. Creciendo estos últimos siempre a una tasa inferior que la productividad. Este mecanismo actuó como medida contratendencial a la caída de la tasa de ganancia provocada por el incremento de la composición orgánica especialmente en este último período.

En síntesis, el conjunto de mecanismos que hemos descripto demuestran que el desarrollo de este período expansivo de la posguerra profundizó las formas no clásicas del desarrollo capitalista en la época imperialista. Es decir, llevó al extremo las negaciones parciales que el capital se ve obligado a hacer de sus leyes para sobrevivirse en su fase decadente.

NOTAS:
1- Ernest Mandel “El Capitalismo Tardío”.
2- Idem
3- Idem
4- Idem
5- Idem
6- Idem
7- Idem
8- Idem
9- Idem

Los elementos centrales que propiciaron el fin del boom y el comienzo de la crisis de acumulación

Veamos ahora cómo las tendencias clásicas del fin de la expansión se entrelazaron con todos los mecanismos anticíclicos reforzando las características propias del capitalismo decadente de la época imperialista y propiciando el comienzo de la crisis de acumulación. Nos hemos basado aquí, en gran parte en la enumeración de las características planteadas por Mandel. Sin embargo aquí nuevamente preso de su mismo economicismo, Mandel subvalúa el comienzo del fin, la primera gran sacudida del Orden de Yalta del mismo modo que lo ingnora como causa fundamental del comienzo del boom. En el mismo sentido, si bien reconoce como factor de fundamental importancia para dar comienzo a lo que nosotros definimos como crisis de la acumulación capitalista el quiebre del orden monetario de Bretton Woods, resalta del mismo especialmente su aspecto económico subvaluando las consecuencias políticas y por ello no define como característica escencial del fin del boom, el principio de la crisis de la hegemonía norteamericana y el renacimiento de las disputas interimperialistas en el marco del fortalecimiento al que habían llegado los imperialismos competidores, Alemania y Japón.

Veamos entonces cuales fueron esas características:

Primero, el incremento de la composición orgánica del capital (que había dado un gran salto tras la innovación tecnológica aplicada, como hemos señalado, especialmente a partir del año 1954) condujo a una caída de la tasa media de ganancia al desacelerarse el crecimiento de la tasa de productividad en la industria. El aumento de la productividad había actuado, como ya dijimos, de manera contratendencial a la caída de la tasa de ganancia a través de la extracción de fuertes índices de plusvalía relativa. A modo de ejemplo “...la crisis comienza al final de los años ´60 en EEUU donde la desaceleración del crecimiento se combina con un declive de la productividad lo que acarrea una baja en la rentabilidad del sector manufacturero...” 1 Fue esta situación, en el contexto del casi pleno empleo existente, la que motorizó la ofensiva capitalista por aumentar la tasa de plusvalía que desató el gran período revolucionario del 68/76 y que significó la primera gran crisis del orden establecido en Yalta por cuanto las masas se enfrentaron en Oriente y en Occidente contra los dos pilares centrales del orden. Los procesos revolucionarios tanto en Oriente como en Occidente, nos referimos al Mayo Francés, al Otoño Caliente en Italia, a la Primavera de Praga en Checoslovaquia, a la revolución portuguesa, actuaron como un gran límite a las necesidades del capital de incrementar la tasa de plusvalía dado que estos procesos debieron ser desviados, escencialmente en el centro de Europa, mediante concesiones. Es importante remarcar que, contratendencialmente a estos resultados (cosa que Mandel no señala en su descripción de las condiciones del fin del boom), los procesos revolucionarios en el sur como por ejemplo los de Chile, Argentina y Uruguay fueron aplasados mediante dictaduras sangrientas.

Segundo, fueron desapareciendo las ganancias extraordinarias monopólicas logradas por la innovación tecnológica a partir de mediados de la década del 50, a medida que esas innovaciones se fueron generalizando. Es una tendencia natural del capital la nivelación de la tasa media de ganancia. Esta actúa de modo tal que, por la productividad misma del trabajo, disminuye el valor de los elementos del capital constante y las nuevas tecnologías tienden a generalizarse en la producción capitalista determinándose el valor de las mercancías por el método más avanzado de producirlas. Este mecanismo que actúa tendencialmente anula, temporariamente, las ganancias extraordinarias.

Tercero, no se pudo mantener de forma permanente la tendencia decreciente de los precios de las materias primas que actuaba contratendencialmente al crecimiento de la composición orgánica del capital. Una caída continua en el precio de las materias primas no puede sostenerse por tiempo indefinido, como decía Marx: “Cuanto mayor es el desarrollo de la producción capitalista y, como consecuencia, más grande son los medios para aumentar acelerada y permanentemente esa porción de capital constante que consiste en maquinaria, etc., y cuanto más rápida es la acumulación (particularmente en tiempos de prosperidad) tanto más grande sería la superproducción relativa de maquinaria y otro capital fijo, y tanto más frecuente la subproducción relativa de materias primas animales y vegetales, y mucho más pronunciada la subida... de sus precios. Tanto más frecuentes serán las convulsiones causadas por la violenta fluctuación de precios de uno de los principales elementos en el proceso de la producción” 2 La subida del precio del petróleo (que impulsó a la suba a todo el resto de las materias primas) a partir del año ‘73 luego de la guerra del Yon Kipur cuyo precio había caído alrededor del 40% durante el boom es un síntoma de esto.

Cuarto, durante todo el período del boom, dados los altos índices de crecimiento y de acumulación de capital se fueron consolidando los elementos de una sobreproducción en la medida en que el desarrollo de la capacidad productiva creció más aceleradamente que el poder adquisitivo de los consumidores. Como habíamos señalado anteriormente, los mecanismos de la inflación y el crédito, sólo pueden posponer las desproporciones latentes entre la acumulación del capital y la demanda efectiva de los consumidores. Esa desproporción entre los factores crece mucho más en la medida que los mecanismos citados posponen el estallido de las crisis que actúan desvalorizando capitales y reduciendo los niveles de empleo. La situación irreal mantenida por los mecanismos anticíclicos de la posguerra, estalló no bien empezó a notarse un descenso en la caída de la tasa media de ganancia que actúa, cuando ya los mecanismos contratendenciales no pueden evitarla, desestimulando la inversión.

Quinto, el rol de la inflación que mientras se mantenían altos índices de crecimiento y de tasa de ganancia cumplía un rol anticíclico, es decir de posponer la crisis estimulando la inversión y el consumo. Frente a la caída de la tasa de ganancia y la desaceleración económica provocada por todos los factores antes expuestos, como frente a las dificultades de la realización, la inflación permanente y el desarrollo del crédito se vuelven la base de un endeudamiento descomunal y de un gran salto en la financierización de la economía.

Sexto, el desarrollo creciente de las empresas multinacionales choca cada vez más con la decreciente eficacia del rol del Estado, que ante la desaceleración económica y la caída de la tasa de ganancia empieza a sufrir los efectos del endeudamiento creciente. Se empezó a evidenciar el hecho que “...la permanente administración de la crisis por parte del Estado se convierte... en una crisis permanente del Estado”.3

Séptimo, la recuperación progresiva desde el punto de vista de su desarrollo económico de Japón y Alemania frente a la pérdida de competitividad de la economía norteamericana comenzó a replantear los problemas de la competencia interimperialista. Este elemento tuvo una clara expresión en 1971 con el hundimiento del sistema monetario de Bretton Woods que expresó que el dólar había dejado de ser “tan bueno como el oro”. Combinándose a su vez, esta expresión monetaria del comienzo de la decadencia norteamericana con el comienzo de la crisis del orden de Yalta y Potsdam a la que nos hemos referido.

La combinación de todos estos elementos puso fin al crecimiento sostenido y estable en los países centrales provocando una fuerte recesión económica entre los años ‘73 y ‘75. Ya en este último año el conjunto de los países de la O.C.D.E. “registra por primera vez desde la guerra un retroceso del 1% en su Producto Nacional Bruto global en relación al año 1974” 4 En los años posteriores el crecimiento anual medio de la O.C.D.E. pasará al 2% en promedio, lo cual significa un gran retroceso comparado con el 6% que hemos señalado durante los años de posguerra.

En este período, sin embargo, el Estado imperialista continuó aplicando los mecanismos keynesianos a fin de evitar una crisis similar a la de la década del 30. Esto constituía un intento de la burguesía de evitar lo que Marx llama “la interrupción del proceso de producción” y la “desvalorización de los capitales” en un intento de mantener eternamente el ciclo. Sin embargo, estos mecanismos keynesianos que tan buenos resultados les habían dado a los principales capitales imperialistas bajo las condiciones excepcionales de la posguerra, en la década del 70 actuaron profundizando la crisis y provocando el novedoso fenómeno de la “estangflación” es decir, la combinación de estancamiento económico con inflación. Mientras se incrementaban los índices de paro, los índices de inflación para el conjunto de los países de la O.C.D.E alcanzaron en promedio el 12%, y tras una leve recuperación en los años 76/79, en los años 79/81 estalló una nueva crisis como producto del gran endeudamiento en un marco general de estancamiento económico. La década del 70 fue entonces la comprobación de que los mecanismos anticrisis (negaciones parciales de la ley del valor), sólo podían ser provechos para el capital durante el lapso de condiciones excepcionales de la segunda posguerra, es decir “Dentro del marco de un crecimiento económico a largo plazo superior a la media, una política de pleno empleo, aunque fuera moderadamente inflacionista, no alteraría la situación (es decir no amenazaría básicamente las ganancias capitalistas)” 5 Sin embargo, bajo las condiciones de estacamiento “Cuando la tasa de beneficio está cayendo, cuando la industria muestra un exceso de capacidad productiva en muchos sectores, incluso una expansión importante del mercado no ofrece incentivos para un incremento de las inversiones productivas” .6

Fue entonces la ineficacia frente a la crisis, de las políticas keynesianas de posguerra lo que obligó al capital a liquidarlas. “Llegados a este punto, la lucha por reestablecer la tasa de ganancia mediante un fuerte ascenso de la tasa de plusvalor (es decir, de la tasa de explotación de la clase obrera) se transforma en la prioridad suprema. La “contrarrevolución antikeynesiana” de los monetaristas en el ámbito de la economía académica, no es sino la expresión ideológica de este cambio de prioridades. Sin el reestablecimiento a largo plazo del desempleo estructural crónico, sin el reestablecimiento del “sentido de la responsabilidad individual” (es decir, sin serios recortes en las prestaciones de la seguridad social y de los servicios sociales), sin una política de austeridad generalizada (es decir, con estancamiento o caída de los salarios reales), no puede darse un acusado y rápido reestablecimiento de la tasa de ganancia: esa es la nueva teoría económica” 7 Las políticas del capital entonces, orientadas en los ochenta a recomponer la tasa media de ganancia estuvieron encarnadas en lo que se llamó el reaganismo-tatcherismo que tuvo como puntos de apoyo fundamentales la derrota de la huelga de los controladores aéreos en EEUU en el año 1982 y la derrota de la huelga de los mineros ingleses en el año 1985. Este período, como veremos en el artículo “Elementos...” de este Dossier, se caracteriza no por el fin de la intervención estatal, lo cual no sería posible en los marcos de la época imperialista, sino por un cambio en la forma de la misma.

Hemos intentado, a lo largo de este artículo definir tanto los aspectos que permitieron el boom de la posguerra como aquellos que condujeron a su fin, a la vez que hemos desarrollado las características que a nuestro entender tiñen el desarrollo capitalista en la época imperialista. Hemos utilizado los elementos más clarificadores de los trabajos de Ernest Mandel para este análisis en tanto los consideramos un gran aporte a la comprensión de los mecanismos del capital en la época imperialista. A la vez hemos desarrollado los elementos sustanciales que diferencian nuestra posición de la de Mandel. Esto no lo hemos hecho como simple práctica o ejercicio teórico, por el contrario, tiene el sentido de establecer las consecuencias políticas de una teoría. La concepción de Mandel sobre la época imperialista no ha quedado en la tinta de los libros sino que podríamos decir que, de modo indirecto, ha delineado toda su práctica política. Su visión economicista, objetivista, fundamentada en las ondas largas del desarrollo capitalista puede verse en el hecho que haya llegado a sostener en la posguerra que:"el capitalismo no está más definitivamente caracterizado por los bajos salarios, y tampoco por un gran número de obreros desocupados"8, transformando una característica episódica debida a la excepcionalidad del boom, limitada fundamentalmente a los países centrales, en una característica que duraría todo un período histórico. Esta visión lo llevó también a revisar la concepción de Trotsky sobre la revolución permanente, parcelando en sectores la revolución mundial, proclamando que: "La noción total de aplicar la fórmula de la revolución permanente a los países imperialistas es extremadamente dudosa en el mejor de los casos. Puede hacerse solamente con la más completa circunspección y en la forma de una analogía".9

La rigurosidad con la que Mandel se abocó al estudio e interpretación de los mecanismos del capital durante la posguerra, se desdibuja en sus conceptualizaciones teóricas y políticas, donde priman el economicismo y el impresionismo. Más aún cuando estas afirmaciones de que la lucha del proletariado dejaba de ser contra los “bajos salarios” o contra la “desocupación”, para convertirse en un combate “contra la alienación”, se hacían en momentos en que ya despuntaba la crisis de acumulación de comienzos de los 70, y el ascenso de masas del ‘68/’76. Estos aspectos que fueron criticados en forma parcialmente correcta por Nahuel Moreno, se tradujeron en la acción política de Mandel y su corriente. Aunque no mecánicamente, esta concepción se tradujo en un embellecimiento de las direcciones “objetivas” (contrarrevolucionarias) del movimiento de masas en la posguerra. Durante todos esos años Mandel alentó esperanzas en que todo tipo de direcciones reformistas, se transformarían en revolucionarias. De este modo fue consecutivamente “adorador” del stalinismo, del titoísmo, del maoísmo y finalmente, hasta en el carácter supuestamente “progresivo” de Gorbachov y la Perestroika. Es decir, impulsó una política que llevaba a la liquidación de la organización misma por la cual decía combatir, la IV Internacional. Como bien muestra hoy el camino de sus seguidores disueltos, o buscando disolverse en organizaciones comunes con las corrientes reformistas.

NOTAS:
1- R. Aracil, J. Oliver, A. Segura “El mundo Actual”.
2-K. Marx, citado por M. Santín y H. Raimond en “La acumulación del capital y sus crisis”.
3-E. Mandel, “El Capitalismo Tardío”.
4- R. Aracil, J. Oliver, A. Segura “El mundo Actual”.
5- E.M. “Las Ondas Largas del Desarrollo Capitalista”.
6-E.M. “El dólar y las crisis del imperialismo”.
7- E.M. “Las Ondas Largas del Desarrollo Capitalista”.
8-Citado por Nahuel Moreno de “International Review” en “El Partido y la Revolución”.
9-Citado por Nahuel Moreno de “En defensa del leninismo, en defensa de la IV Internacional” en “El Partido y la Revolución”.