Izquierda Marxista

¿Una Revolución Militar?

 

Autor: Ted Crawford

Fecha: 23/11/2003

Traductor: Guillermo Crux, especial para PI

Fuente: What Next? 22, 2002


Durante el siglo XIX se sucedieron una serie innovaciones militares e industriales interrelacionadas en el corto espacio de treinta años, de 1865 a 1895. Éstas fueron: el cañón de fusil, el mecanismo de recarga trasera, la pólvora sin humo, el rifle de recámara y los mecanismos de retroceso para la artillería, junto con el alambre de púas. Antes de esa época, los ejércitos desfilaban por el campo de batalla en densas masas con uniformes llamativos, de manera que los soldados de los ejércitos de Louvois y Luis XIV y los de la Guerra Civil norteamericana casi trescientos años después hubieran reconocido al instante lo que estaba pasando, aun cuando las armas del periodo posterior fuesen mucho mejores y los ejércitos mucho más eficaces.

Fue precisamente también en este período de treinta años que las tribus salvajes que hasta ese entonces habían resistido heroicamente los avances militares occidentales fueron barridas fácilmente por la nueva tecnología, así fueran los impis zulúes, los jinetes indígenas americanos, los sioux en las praderas o los araucanos en las pampas, los musulmanes de Achin en las selvas del norte de Sumatra o los arponeros sudaneses del Mahdi. Por supuesto, al comienzo de este proceso, antes de que se perfeccionara una ametralladora confiable, hubo retrocesos ocasionales, ya fuera en Little Big Horn en 1876, en Isandhlwana en 1879, o en Abu Klea en 1885 donde los Gatling se agolparon y donde fue asesinado el Coronel Burnaby;1 pero, con la matanza de Omdurman en 1898, el triunfo militar de la nueva tecnología occidental se completó. Una posdata ocurrió en Uruguay en 1904 donde los lanceros gauchos de Aparicio Saravia se cargaron las ametralladoras de Batlle en Masoller y el modo de producción pseudo-feudal de las pampas llegó a un abrupto final.2

En su momento esto se resumió en la sátira ácida y punzante de Hilaire Belloc sobre Cecil Rhodes en 1898, en el momento de la conquista del Matabele y la anexión de lo que luego se conoció como Rhodesia:

“Él estaba erguido sobre una pequeña elevación
A su alrededor dirigió su letárgica visión
Y decía mientras suspiraba:
‘Pase lo que pase hemos de tener
El arma superior – que ellos no han de poseer'.”

Pero hacia el fin de este período, algunos pueblos en el extremo final de la expansión europea empezaron a dominar las nuevas técnicas y, gracias al manejo de armas modernas, los italianos fueron derrotados en Adowa en 1896, mientras los británicos de repente encontraron que la frontera del Noroeste de India era mucho más difícil de someter que lo que creían.3

Posteriormente, en el siglo XX, ya fuera apostado en las trincheras del río Modder durante la Guerra Boer en 1899, Mukden en 1905 o atacando por la noche en los montes alrededor de Port Stanley en Malvinas en 1982, los soldados estaban realizando un trabajo reconociblemente similar, aún cuando las armas del período posterior fueran mucho más letales. Es verdad que habían tenido lugar enormes cambios técnicos –el uso del poder aéreo, la inmensa mejora en las armas colectivas en general, como la artillería, y la introducción de vehículos acorazados. Aún así persistía la experiencia miserable de quienes estaban apostados en la primera línea, vestidos en uniformes con el color de la suciedad para minimizar su apariencia como blancos, acurrucados en trincheras apestosas, ensordecidos por los explosivos lanzados hacia ellos por enemigos inadvertidos, sin posibilidades de escapar –todo lo que podía reconocerse y ser instantáneamente aprehendido tanto en la experiencia de fines del siglo XIX como 83 años después.

Parece que ahora estamos al borde de una nueva revolución en la técnica de la guerra y, aunque podemos ver algunos de sus componentes y predecir algunas de sus mejoras técnicas, sigue siendo tan difícil prever todas las consecuencias como en 1900. La observación retrospectiva es algo maravilloso, y gracias a ella ahora podemos percibir fácilmente que los jinetes eran algo obsoleto y que los éxitos particulares –el avance mortal de la caballería de von Bredow en Mars-la-Tour (1870), o los ataques de los burghers de Kemp en Vlakfontein y los de Botha en Bakenlaagte (1901)– fueron simples golpes de suerte u ocurrieron en circunstancias muy excepcionales. ¿Sufrirá el mismo destino la aviación tripulada? No lo sabemos, pero podemos suponer que los tipos de “Biggles” se resistirán a esto tan apasionadamente como los lanceros y los “azules” lo hicieron frente a la abolición de la lanza y la espada a principios del siglo XX.4

Lo que ha ocurrido es que en una serie de guerras contra antagonistas muy inferiores, en Irak, Bosnia, Serbia/Kosovo y finalmente Afganistán, Estados Unidos agobió a sus enemigos con una tecnología cada vez más avanzada. Cada guerra fue corta. En cada una de ellas, pudieron corregirse los puntos flojos en la técnica y la dirección del conflicto ni bien se revelaban, y las mejoras pudieron aplicarse a tiempo para la batalla siguiente. Los nazis sólo tuvieron una Guerra Civil española para sacar lecciones; los norteamericanos tuvieron cuatro pequeños combates en una década. Puede ser que, como en España, se hayan sacado algunas lecciones equivocadas, pero el efecto general ha sido indudablemente el de elevar la efectividad de los nuevos métodos.

Los componentes de lo que va de la nueva revolución son, primero los misiles guiados de precisión (de ahora en adelante MGP), segundo, los sistemas de posicionamiento global (de ahora en adelante SPG), y en tercer lugar los vehículos aéreos no tripulados (de ahora en adelante VANT), todos ellos ligados entre sí por medio de elaboradas comunicaciones satelitales. Los SPG les permiten a vehículos, barcos, individuos o armas localizarse dentro de un radio de diez pies de cualquier punto del planeta, y con más satélites y con los avances de la electrónica probablemente serán aún más precisos. En todo caso, la capacidad de los MGP de reconocer blancos también está mejorando rápidamente con los adelantos en el procesamiento y la inteligencia del software, de manera que al ubicar el arma dentro del radio de los diez pies de un blanco estacionario puede permitirle realizar su propia búsqueda autónoma en un radio de seis pulgadas. Además, después de cierto punto esto se logrará a un costo cada vez más bajo tanto en términos financieros como de peso para el misil. Las comunicaciones satelitales y los SPG también están mejorando, y la expansión masiva de estos instrumentos les permitirá a quienes tienen acceso a los satélites supervisar y apuntar las armas casi exactamente desde el otro lado del planeta como en un video juego. Esto ya ha ocurrido en cierta medida en Afganistán.

Los VANT son aviones pequeños, ya que no necesitan llevar un piloto ni los complicados componentes de supervivencia que necesitaría un tripulante; de hecho, si se trata de misiones de reconocimiento, todos lo que necesitan es su “ojo” de televisión, un radar miniaturizado o un detector infra-rojo. Pueden mover a bajas alturas, donde aumentan al máximo sus propias capacidades de observación. Pueden fabricarse con materiales transparentes o capaces de absorber a los radares. Con motores pequeños y escapes que apuntan hacia el cielo, producen muy poco ruido y muy pocas señales infra-rojas. Y, ya que por lo general son tan pequeños, pueden ser muy difíciles de descubrir visualmente. En Afganistán, por primera vez, fueron utilizados para llevar MGP, mientras otros aviones de reconocimiento no tripulados señalaban el blanco –todo bajo la dirección de los controladores en Florida que se comunicaban con ellos al instante vía satélite. En Kosovo y Afganistán los cazas tripulados norteamericanos se mantenían a alturas de más de 15.000 pies, lo que limitaba mucho su capacidad contra los blancos de oportunidad. Los aviones no tripulados no tenían tales limitaciones, y la identificación de los blancos podía ocurrir al principio en tiempo real desde otro continente por las observaciones hechas por una serie de diferentes VANT con tipos de sensores separados y diferenciados.

Los VANT que llevan MGP necesitan ser más grandes que los aviones de reconocimineto, ya que más grandes son los misiles, mayor es la energía química, mayor es el impacto y/o mayor es el radio, mientras las tecnologías de observación se miniaturizan cada vez más. Sin embargo, en alguna medida, la precisión puede sustituir la fuerza explosiva. Tal vez, en el futuro, el uso de estos sistemas puede que sea, o quizás ya lo es, capaz de identificar individuos, y esto puede ser la razón del éxito de los intentos de asesinato por parte del gobierno israelí en los territorios ocupados (los cuales, aunque son eficaces técnicamente y tentadores, puede significar que en el futuro se lancen causas judiciales contra los perpetradores). En principio, esos misiles de precisión y los aviones no tripulados pueden lanzarse desde las bases aéreas móviles desde los océanos, lejos de aliados políticamente torpes en países cercanos al teatro de operaciones, pero en ese caso los aviones no tripulados tienen que tener un alcance mucho mayor, por lo cual tendrán que ser máquinas más grandes. Así serán identificados y repelidos más fácilmente, y por lo tanto la independencia de los aliados tendrá su costo financiero y militar. En todo caso, durante cierto tiempo considerable tendrán que seguir utilizándose las plataformas de los actuales portaaviones norteamericanos.

Pero estos sistemas todavía tienen sus limitaciones, y las doctrinas de combate ortodoxas y convencionales de los últimos 200 años pueden echar algo de luz sobre esto. Siempre se ha insistido con que el bombardeo, ya fuese de artillería o su equivalente aéreo, por si sólos no cumplen un rol decisivo. Con algo de tiempo, los daños siempre pueden repararse, y el enemigo no necesita exponerse si no tiene que defenderse contra un ataque. Los bombardeos deben continuarse y complementarse con ocupación de terreno por parte de otras fuerzas. (Por supuesto que la destrucción masiva causada por un bombardeo nuclear es en cierto sentido decisiva, pero no puede considerarse que tenga algún objetivo racional excepto como una amenaza para evitar ser bombardeado o atacado. No se puede “ganar” una guerra nuclear en ningún sentido concreto.)

En la Guerra del Golfo los norteamericanos y sus aliados desplegaron ejércitos considerables, que tuvieron bajas mínimas, ya que fueron apoyados por ataques aéreos masivos, muchos de ellos con armas de precisión; y los iraquíes tuvieron que resistir, ya que la guerra fue ocasionada por su ocupación de Kuwait. En Bosnia las fuerzas croatas fueron utilizadas para acabar con los serbios luego de que estos últimos fueron debilitados por los ataques aéreos. En la guerra por Kosovo el peso del poder aéreo descargado sobre los serbios abligó a su capitulación y, lo más importante, hubo un ejército de tierra, el “Ejército de Liberación del Kosovo”. Aunque el ELK tuvo una efectividad muy limitada, los serbios tenían que eliminarlo para poder lograr cualquier objetivo político. Si hubieran intentado hacerlo, sus tanques y armas pesadas habrían tenido que salir de sus escondites y habrían sido destruidas por un agobiante poder de fuego. El ELK simplemente tenía que continuar existiendo. Como conclusión, en cada guerra pequeña la contribución de la presión frente al enemigo por parte de las fuerzas convencionales se volvió cada vez menos un problema a medida que el bombardeo se hacía más eficaz.

El ejemplo más extremo fue en Afganistán, donde la francamente desesperada Alianza del Norte pudo repentinamente atravesar todo el país mientras la oposición era asesinada por los ataques aéreos, huía o cambiaba de bando. Como dijo Engels de los habitantes del país en 1857: “Los afganos están divididos en clanes, sobre los cuales distintos jefes ejercen una especie de supremacía feudal.... esta misma irregularidad e incertidumbre de acción los hace vecinos peligrosos, plausibles de ir hacia un lado y luego hacia el otro movidos por el viento del capricho, o de ser agitados por intrigadores políticos que excitan sus pasiones con destreza.” Plus ça change. Pero el ataque aéreo fue feroz. Se ha estimado, no sé con cuánta verdad, que fue asesinada la misma cantidad de civiles en Afganistán como los que murieron en el World Trade Center, pero si esto es así, entonces el número de combatientes talibanes y de al-Qaida debe de haber sido muy considerable en vista de la indudable precisión de las armas norteamericanas.

De la experiencia reciente queda completamente claro que, para bajar al mínimo las bajas de los no-combatientes, o “daño colateral” como hipócritamente se lo conoce, la selección de los blancos tiene que ser hecha por humanos confiables cercanos a los blancos enemigos. Si uno no desea sufrir bajas propias esto es difícil, pero la tarea de lo que se da en llamar “Fuerzas Especiales” para iluminar blancos por medio de rayos láser parece una necesidad absoluta por un bombardeo eficaz, como demostró Afganistán. Las “Fuerzas Especiales” son mínimas, y en Afganistán la utilización de una pequeña fuerza terrestre de algunos miles de hombres desde el comienzo, habiendo tal vez sufrido algunas bajas, podría haberlo hecho militarmente aún más eficaz, incluso si las complicaciones diplomáticas inhibían esa acción. De hecho, en Kosovo la matanza de muchos civiles ocurrió debido al miedo de ambos de arriesgar vidas de los países imperialistas y por renuencia a comprometerse demasiado con el ELK. (La última reserva diplomática parece totalmente racional.) Si la superpotencia o el país desarrollado que posee estos sistemas de armamento no está dispuesto a arriesgar las vidas de esos “tipos duros”, entonces seguramente matará muchas personas inocentes y habrá (por decir lo menos) un problema de muy difícil resolución política.

Sigue habiendo tres problemas sobre la efectividad de esta nueva forma de guerra. La primera es que, hasta ahora, los oponentes atacados han sido técnicamente muy inferiores. Estoy seguro que, en abstracto, tales métodos podrían utilizarse contra enemigos más poderosos (pero no-nucleares) con el mismo éxito, pero la cantidad de municiones necesarias sería mucho mayor y el proceso, con todas las incertidumbres políticas, tomaría mucho más tiempo. ¿Cuáles son las cantidades disponibles de estas armas? Eso es un secreto, y todo lo que conozco son las proporciones de la producción de suministros de reemplazos y los planes para aumentar la capacidad. Corea del Norte podría ser pulverizada pero quizás China no.

El segundo problema son los gastos financieros. Las nuevas armas, en grandes números, junto con los enormes esfuerzos de investigación y desarrollo para mejorarlas, no son baratos. Si los ataques se lanzan desde bases en el mar, como los portaaviones (que no siempre serán posibles ya que los aviones no tripulados suelen ser relativamente de corto alcance), entonces esto también se vuelve enormemente caro. Si Estados Unidos está buscando hacer todo esto y desarrollar un Sistema de Defensa de Misiles Anti-balístico (de ahora en adelante SDMAB), entonces tendrá que enfrentar costos enormes que pueden ser mayores a lo que el Congreso esté dispuesto a aumentar los impuestos. En la guerra de Irak, hasta ahora la más grande de estas operaciones, EE.UU. logró extraer enormes sumas de dinero de Arabia Saudita, Kuwait y los estados del Golfo para sus servicios y menos cantidades de Japón y Alemania.

El tercer problema es que tiene que haber algún tipo de fuerza convencional lo suficientemente creíble que se haga cargo, aunque sea poco atractiva e incompetente. Las bandas odoríferas de productores de heroína que constituyeron la Alianza del Norte (y sus rivales talibanes) tal vez no hayan sido muy eficaces en términos militares, pero un tipo así de detritus criminal que juegue ese papel probablemente EE.UU puede encontrarlo en casi cualquier parte del mundo. Por cierto, en sí mismo eso puede crear problemas, si el objetivo declarado es la creación de una situación estable a largo plazo pos-conflicto. No parece que esto sea una cuestión que moleste la actual administración norteamericana en Afganistán hoy. Las declaraciones de objetivos son simplemente para engañar a la multitud y al Reverendo Tony Blair más que a cualquier otro.

Eso nos lleva a las consecuencias políticas de esta revolución militar. No se trata simplemente de un desarrollo tecnológico, sino que está agravado por el hecho de que sólo hay una potencia que posee un conjunto completo de las nuevas armas –Estados Unidos. La revolución militar anterior que tuvo lugar hace más de cien años no quedó confinada a una potencia sino que ocurrió casi simultáneamente entre las cinco grandes potencias continentales europeas mas Gran Bretaña y Estados Unidos. Ninguna potencia estuvo jamás en posición de dominar. De esta manera, el mundo fue dividido entre ellos, salvo aquellos estados indígenas que podían hacer equilibrio entre una o más de las grandes potencias –China, Irán, Etiopía y Afganistán, por ejemplo. La diferencia explosiva hoy es que una potencia imperial tiene el monopolio de las tecnologías más nuevas, un monopolio que puede esperarse que se fortalezca más que debilitarse en el futuro inmediato.

Si el SDMAB se pone en práctica y es eficaz (o se cree que lo es), entonces Gran Bretaña, Francia y Rusia así como China e India estarán abiertas a los ataques nucleares norteamericanos sin posibilidad de contraatacar. En efecto, todo país que entre en una guerra aún limitada tiene que hacerlo con el permiso o la neutralidad de Estados Unidos. Por medio de su intervención, EE.UU puede superar a cualquier potencia militar menor con costos mínimos en bajas propias, en incluso para su aliado o aliados.

Pero este poder no es totalmente ilimitado. El mundo es un lugar más abierto, las comunicaciones son veloces y, aun cuando Estados Unidos tenga un gran poder militar, será muy fácil cometer errores de cálculo. A EE.UU. no le gustan las bolsas de cadáveres. Surgirán indudablemente oportunidades para otras fuerzas y formas sociales, sobre todo si ellos pueden conseguir un eco en el corazón de capitalismo que es nada imposible. El problema de la política es central. La política de la clase en el mundo desarrollado es la clave para progresar, según señalaron fundamentadamente Kidron y Cliff hace casi medio siglo. Cómo la izquierda asumirá ese desafío, no puedo preverlo. Si estas conclusiones parecen inconclusas, es porque realmente son así.

Hay efectos sociales colaterales interesantes y, desde un punto de vista de izquierda, preocupantes. Si Estados Unidos desanda esta ruta de rearme y de preparativos para un nuevo tipo de guerra, entonces sólo puede hacerlo, como puso bien en claro Rumsfeld, cambiando el equilibrio dentro de las fuerzas armadas norteamericanas. Esto seguramente significará un gran recorte en el presupuesto del Ejército y un correspondiente aumento en la Fuerza Aérea y la Fuerza Aérea Naval. En general, tendrá que haber recortes muy grandes en la infantería y los blindados, que afectará a la población negra desproporcionadamente, ya que constituyen una parte muy grande de los soldados rasos y los oficiales de menor jerarquía en estos sectores, mientras que por razones educativas los técnicos que proveerán el nuevo personal de la Fuerza Aérea y la Armada serán principalmente blancos. La infantería, compuesta de aquellos de menor educación –por ende, los negros en EE.UU. hoy– siempre ha sufrido mucho más en la batalla que otros sectores.6 Esto es lo que tendió a ocurrir en Vietnam, después de todo. Durante el último medio siglo, porque tuvieron que hacer este trabajo sucio, que por consiguiente ofrecía compensaciones, el Ejército norteamericano ha sido visto por los negros como un vehículo real de movilidad social ascendente. Este papel por lo tanto se reducirá. Yo diría –no lo he visto mencionado en otra parte– que las bajas desproporcionadas entre las minorías habrían vuelto a las FF.AA políticamente impopulares entre ellas y pueden haber vuelto al ejército bastante inestable, y por lo tanto una "reparación" técnica con la nueva tecnología resolvería los dos problemas –el de las bajas en general y el de la acusación política de que los negros tienen que morir por su país en lugar de los blancos.

Para finalizar, hay otra tendencia que es muy importante y que está relacionada, (aunque no es exactamente lo mismo) con el cambio en las tácticas y el armamento. Esta es la tendencia de los ejércitos en muchos países a cambiar, de ser órganos de masas de conscriptos, a ser fuerzas profesional regulares mucho más pequeñas armadas con alta tecnología. Lo más importante de esto es que ejércitos así serán más confiables contra cualquier alzamiento local. Esto no es muy apreciado en Gran Bretaña, donde el Servicio Nacional dejó de existir en 1961, hace cuarenta años, o en Estados Unidos, pero es un fenómeno llamativo en Europa.7 Tengamos en cuenta al menos a los estados europeos continentales sin conscripción o que en poco tiempo la abolirán (las fechas entre paréntesis indican cuándo finalizó o finalizará) son: Luxemburgo (nunca tuvo conscripción), Bélgica (1994), Holanda (1996), Francia (2001), España (2002), Portugal (2003), Italia (2006) y República Checa (2007), mientras Austria y Grecia también han comenzado las discusiones sobre abolir la conscripción. (Alemania, Suiza y los países escandinavos planean continuar la práctica de la conscripción y no tienen planes para acabar con el sistema de alistamiento.) Otros países con fuerzas armadas totalmente profesionales son Japón, Canadá, India y Pakistán así como los Estados Unidos, y con esta moda militar ya bien instalada el resto del mundo puede llegar a imitarla. Esto no es sólo un cambio militar sino un inmenso cambio social. Sus implicaciones para cualquier programa revolucionario para derrocar el orden capitalista existente son de hecho muy serias, aunque inadvertidas por la mayoría de la izquierda.

* Ted Crawford es editor de la revista Revolutionary History.

NOTAS

1. “La arena del desierto de rojo se cubrió/ Rojo con la deriva de los soldados vencidos, / El Gatling está atascado y el Coronel murió/ Y el regimiento, con el polvo y la humareda, enceguecido...” –Henry Newbolt.

2. Ver un relato de esto en Col. Callwell, Small Wars, Their Principles and Practice, HMSO, 1906. Para Uruguay ver José Vanger, Batlle y Ordóñez of Uruguay 1903-1907, Cambridge Mass., 1963.

3. Un primo hermano de mi abuelo, Alfred Crawford RA, de la artillería de montaña de la India, murió en agosto de 1897 en la Frontera. Ver Callwell, p.377, para los problemas de la artillería en ese entonces.

4. La caballería, socialmente hablando, era increíblemente arcaica. Hace poco, en una fiesta (diciembre de 2001) un ex-oficial del 12° de Lanceros me dijo que cuando lo comisionaron en 1953 tenían que tener un ingreso privado de £2.000 para sus caballos de polo, etc. En comparación, un maestro que empezaba a ejercer por esos años ganaba aproximadamente £400.

5. Aparecieron en su forma primitiva por primera vez a comienzos de los setenta, y hubo mucha discusión en las revistas militares por aquel entonces, principalmente sobre su utilidad para detener una ofensiva blindada rusa en Europa.

6. En la Segunda Guerra Mundial, la infantería perdió en proporción el doble de lo que las tropas blindadas, que a su vez tuvieron el doble de bajas de la artillería y de los mecánicos. Hubo algunas incursiones en el desierto occidental en 1941-42 donde los artilleros sufrieron más que la infantería, pero esto fue muy excepcional.

7. En los años treinta, el General De Gaulle (entonces coronel) fue duramente denunciado por proponer un ejército profesional. Esto fue visto como un complot de la derecha.
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ARTÍCULO RELACIONADO:

Este artículo fue escrito en 2002, antes de la última guerra en Irak. El autor hace una evaluación autocrítica del mismo en otro artículo publicado este año, a la luz de las conclusiones de la invasión a Irak y la posterior ocupación por parte de EE.UU:

*Ted Crawford, "Las implicaciones políticas y militares de la guerra de Irak"

http://www.ft.org.ar/Notasft.asp?ID=911


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