EEUU

Re-pensar Irak

 

Autor: Editorial

Fecha: 16/9/2003

Traductor: Celeste Murillo, especial para P.I.

Fuente: International Herald Tribune


Después de un verano de noticias de empeoramiento en Irak, es momento de volver a pensar la estrategia de posguerra de Estados Unidos. El presidente George W. Bush tiene razón en negarse a ser empujado a salir prematuramente de Irak por la violencia de la guerrilla y la presión política. Pero evitar eso requerirá más que proclamar la victoria sobre un tirano que aún se mantiene y pedir a los norteamericanos que se mantengan firmes contra el terrorismo, como hizo Bush recientemente en un discurso el viernes en Fort Stewart, Georgia.

Bush ha fracasado hasta ahora en explicar satisfactoriamente cómo planea asegurar Irak sin un agobiante e indefinido compromiso militar de Estados Unidos; lograr rápidamente el autogobierno iraquí; y compartir la carga de reconstruir las industrias y la sociedad de Irak para que Estados Unidos pueda irse en buenos términos. Y su espacio de maniobra puede estrecharse pronto, ya que los desafiantes demócratas están desesperados por hacer estallar el tema de Irak. Si Bush no demuestra una clara y convincente estrategia pronto, quizás enfrente la presión política de traer a tropas a casa bajo condiciones que avergonzarían a Estados Unidos y peligrosas para Medio Oriente.

Avanzar requerirá una nueva reflexión de parte de una administración que ha mostrado poca inclinación a aprender de sus errores. Estados Unidos necesita ayuda de sus aliados en Europa, pero es improbable que esos países la proporcionen a menos que Bush abandone su enfoque "a mi manera o nada". Decir que es tiempo de pagar, como hizo Bush el domingo pasado, no sirve para dialogar con la preocupación de aliados económicamente estresados que se sintieron pisoteados antes de la guerra. Los persistentes esfuerzos fueron evidentes el viernes en Ginebra, donde el Secretario de Estado Colin Powell rechazó rápidamente la propuesta poco realista de Francia de elecciones iraquíes en la primavera.

La administración tendrá que enfrentar la controversia sobre la seguridad. La aritmética en este punto es perturbadora. Hay ahora aproximadamente 180,000 tropas norteamericanos en Irak y Kuwait, unos 20,000 son de las unidades de reserva militar y la Guardia Nacional de Estados Unidos. El Secretario de Defensa Donald Rumsfeld insiste en que no son necesarias más tropas norteamericanas. La violencia nos hace preguntamos acerca de eso, pero no está claro hasta cuándo puede el ejército estadounidense sostener los presentes esfuerzos en la ocupación de Irak. Dieciséis de las 33 brigadas de combate están ahí ahora y cinco más están en otras tareas exteriores. Las 12 restantes son necesarias para rotar en Irak o las tareas de reserva relacionadas con Corea del Norte. El ejército está considerando operaciones de combate “back-to-back” (operaciones donde los reservistas salen de una misión para servir en otra, teniendo sólo un breve receso, N de T) por primera vez desde Vietnam.

Las reservas están exigidas al punto límite. Algunas unidades han sido movilizadas poco después de los atentados terroristas del 11 de septiembre. La semana pasada, decenas de miles de reservistas se enteraron que sus viajes se extenderían al próximo año.

Aún así es difícil ver algún alivio. Rumsfeld deposita gran esperanza en una absorción iraquí de las tareas de seguridad. Esa sería de hecho la mejor opción, pero es difícil imaginar que pueda orquestar rápidamente el salto de lo que es poco más de 40,000 policías nuevos, al ejército moderno necesario para luchar contra el terrorismo.

Y Washington necesitará hacer algo con su inteligencia para eliminar a los leales del viejo régimen y otros elementos informales. A corto plazo, si Washington suavizara su terca resistencia a una participación más amplia de la ONU, tropas pacificadoras de países como Pakistán, India, Turquía y Egipto podrían ser útiles. Lamentablemente, ese cambio no puede comenzar realmente hasta que las cosas lleguen a ser mucho menos peligrosas. Además del ejército norteamericano, las únicas otras fuerzas lo suficientemente poderosas que pueden ayudar a hacer eso posible son las de algunos países de Europa Occidental. La evaluación más optimista de lo que Estados Unidos podría esperar de estos modestos ejércitos, muchos de ellos con compromisos en otros lugares, es cerca de 30,000 tropas adicionales. El otro punto crítico de una estrategia de salida es un cronograma más rápido para restaurar el autogobierno iraquí. Eso requerirá que Estados Unidos, que carece de expertos en Medio Oriente en lo que se refiere a la elaboración de política, gane apoyo de la mayoría chiíta dela población musulmana de Irak, algunos de cuyos líderes ya han denunciado la visión de democratización de Bush. Washington debe hacer algo sin enajenar a la minoría sunita musulmana, que representa la mayor amenaza a la seguridad para las fuerzas de la ocupación. Para alcanzar esta delicada hazaña, la administración debe considerar trabajar silenciosamente con vecinos de Irak, como Irán y Siria.

Finalmente, obtener ayuda para el inmenso costo de reconstruir Irak significaría compartir los contratos lucrativos de la reconstrucción y el petróleo con compañías extranjeras, aunque eso signifique menos de la torta para las compañías de Estados Unidos con buenos contactos, como Halliburton, dirigida una vez por el vicepresidente Dick Cheney.

Mientras a los funcionarios de la administración les gusta referirse a la "era post Saddam", Saddam Hussein aparentemente sigue vivo todavía y todavía es una amenaza política. Capturar a Saddam sería una gran victoria para el presidente. Pero esperamos que no la utilice como una distracción del panorama más general. Los norteamericanos enfrentarán sus responsabilidades de no dejar un Irak quebrado y peligroso, pero sólo si Bush presenta un plan posible, con costos, financieros y humanos, honestamente reconocidos.


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