Izquierda Marxista
Leninismo en el siglo XXI
Autor:
Daniel Bensaïd
Fecha:
19/10/2003
Traductor:
Guillermo Crux, especial para PI
Fuente:
International Viewpoint N° 335
[Entrevista con Daniel Bensaid, dirigente de la Ligue Communiste Révolutionnaire (LCR - sección francesa de la Cuarta Internacional (Secretariado Unificado), quien disertó sobre 'Leninismo en el siglo XXI' en el evento 'Marxism 2001', organizado por el Socialist Workers Party de Gran Bretaña]
P. Lenin hizo importantes contribuciones al pensamiento marxista sobre el imperialismo, la cuestión nacional, la estrategia revolucionaria y la democracia socialista. Pero cuando las organizaciones se autodenominan 'leninistas' generalmente se refieren a formas de organización. E incluso la experiencia moderna de tales organizaciones ha mostrado que tienen prácticas organizativas bastante diversas. ¿Qué hay de especial en el 'leninismo' como forma de organización?
R. Tenemos que empezar por recordar que el propio término 'leninismo' recién apareció después de la muerte de Lenin, principalmente en el discurso de Zinoviev ante el Quinto Congreso de la Internacional Comunista (1924). Corresponde a la codificación de un modelo organizativo asociado con la 'bolchevización' de la Comintern que le permitió al Kremlin subyugar brutalmente a los jóvenes partidos comunistas a su propio tutelaje a nombre de combatir la socialdemocracia - que había sido corrompida por el parlamentarismo. La invención del 'leninismo' como una ortodoxia religiosamente momificada, fue parte del proceso de burocratización de la Comintern y la Unión Soviética. Esa es la razón por la cual, en lo posible, personalmente evito utilizar este 'ismo'. Sin embargo, si uno intenta resumir lo que aparece como esencial en las propias ideas organizativas de Lenin, yo resaltaría dos ideas que me parecen concepciones revolucionarias esenciales para esta época, y que retienen su validez hoy. La primera que estuvo en el centro de la polémica en '¿Qué Hacer?' y en 'Un Paso Adelante, Dos Pasos Atrás', es la distinción entre el partido (revolucionario) y la clase (trabajadora) que rechaza todos los intentos confusionistas de combinar o identificar ambos. Esta distinción, elemental desde el punto de vista del marxismo de la Segunda Internacional, implica pensar la especificidad del campo político, su relación de fuerzas, y sus propios conceptos. Este terreno no es simplemente una reflexión o una extensión de la relación social de fuerzas. Expresa la transformación de las relaciones sociales (y la lucha de clases) en términos políticos, con sus propios - como dicen los psicoanalistas - desplazamientos y condensaciones. Sobre todo yo destacaría que esta distinción entre lo social y lo político, entre partidos y clases, paradójicamente abre la posibilidad de pensar la idea del pluralismo; si el partido no es sin más la encarnación de la clase, si no es simplemente la expresión uno a uno de su sustancia social, entonces es pensable que la clase puede estar representada por una pluralidad de partidos. Como corolario la clase puede construir instrumentos de resistencia independientemente de los partidos. De esta forma, no me parece accidental que Lenin tuviera la posición más correcta durante el debate de principios de los años veinte en Rusia sobre el papel de los sindicatos. La segunda idea esencial es respecto a lo que parece ser una de las características más discutibles del leninismo, el centralismo democrático. En la medida en que esta idea se asoció cada vez más con el centralismo burocrático del período stalinista, lo que uno recuerda sobre todo es el centralismo y la imagen de una disciplina semi-militar. Es por esta razón que para nosotros el aspecto democrático es fundamental. Si luego de una discusión libre, no existe un esfuerzo colectivo y un compromiso mutuo en poner todas las decisiones a la prueba de la práctica, la democracia de una organización permanece completamente formal y 'parlamentaria'. Queda reducida a un intercambio de opiniones sin consecuencias reales, cada uno puede participar en el debate con sus propias convicciones, sin una práctica común para probar la validez de una orientación política.
P. ¿Cómo ha evolucionado la concepción del leninismo de la LCR desde su conferencia de fundación en 1969?
R. Debido a las fuertes ilusiones espontaneistas que engendró el movimiento de mayo de 1968 en Francia entre la juventud, la fundación de la Ligue Communiste como sección de la Cuarta Internacional en 1969 fue el resultado de un debate vivo, principalmente sobre la cuestión de la organización. Retrospectivamente, a más de 30 años, este debate fundacional me parece decisivo. Nos permitió crear una organización que resistió el retroceso posterior a 1968, y sobrevivió la prueba de las derrotas subsiguientes. Sin embargo, es necesaria una revisión crítica de ese período. En el contexto del período, teníamos una tendencia a fetichizar al partido como el adversario directo e inmediato del estado, (inspirada por una lectura cuestionable de Poulantzas), y le dimos a nuestro 'leninismo' un giro ligeramente 'militarista' ('ultra-izquierdista' si se prefiere). En esto se puede ver la influencia de Guevara, su voluntarismo y el papel atribuido a las acciones 'ejemplares'. En ese sentido, nuestra interpretación creó parcialmente una especie del 'leninismo apurado', criticado por Régis Debray en su libro 'Crítica de las Armas'.
P. Durante más de una década hemos visto grupos que se referencian en el leninismo que operan dentro de formaciones bastante amplias como el PT en Brasil, el PRC en Italia y ahora tenemos la experiencia del Partido Socialista Escocés (SSP). ¿No existe el peligro de que una inmersión prolongada en estos partidos atrofie la independencia política de dichos grupos leninistas, y que afecte adversamente la capacidad de funcionar como una fuerza motriz coherente en tiempos de crisis política?
R. Los ejemplos mencionados en la pregunta representan experiencias diferentes de construcción de partido, cada uno diferente en su contexto, cada uno específico - del nacimiento de un partido obrero de masas (Brasil), a los conflictos dentro de los viejos partidos comunistas (Italia), hasta los reagrupamientos de corrientes radicales. Más allá de eso, a pesar de esta diversidad, estas experiencias están enmarcadas en una situación de redefinición y recomposición política, abierta por el fin del 'corto siglo XX' desde la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética. Este es sólo el principio de un período largo de mutación y redefinición de las fuerzas dentro de los movimientos sociales progresistas. No me parece apropiada la idea de una 'inmersión prolongada' para hablar sobre estas experiencias, en la medida que parece evocar las experiencias de 'entrismo' en los partidos obreros de masas, en los años treinta o después de la Segunda Guerra Mundial. No hay nada 'entrista' en la presencia de corrientes revolucionarias dentro del Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil. Estas participan de un proceso de construcción partidaria pluralista, bastante similar a la de los partidos obreros de masas antes de la Primera Guerra Mundial (donde la noción de entrismo tampoco tenía ningún sentido). Dentro de estas experiencias hay contradicciones que debemos reconocer y comprometer. Un partido como el PT brasileño está sujeto a fuertes presiones, debido a su presencia en el parlamento y su papel en los gobiernos locales y regionales (*). Al mismo tiempo, esto posibilita la acumulación de experiencias sociales en una gran escala. ¿Esto significa que una corriente revolucionaria se arriesga a mellar su filo y a perder su espíritu revolucionario? Sin duda. Pero por otro lado, si una corriente revolucionaria se mantiene separada también se arriesga a perder su alma revolucionaria, y a volverse simplemente una secta que denuncia, sin ensuciarse las manos. Es necesario escoger entre los dos riesgos, buscando las mejores soluciones para los peligros (como la educación de los militantes) sabiendo que no hay ninguna garantía absoluta. En todo caso, toda organización crea tendencias conservadoras (incluso el Partido Bolchevique en 1917) y nadie puede estar seguro de que va a estar a la altura de las tareas si hay una crisis revolucionaria; la propia crisis es una prueba de la validez de un proyecto de construcción, y el veredicto no se conoce de antemano.
P. ¿Por qué, por principios, el capitalismo no podría ser derrocado por una alianza de movimientos sociales de masas, cada uno organizado alrededor de proyectos emancipatorios parciales - especialmente si todos ellos ven al capitalismo como al enemigo?
R. La pregunta no me parece la manera mejor de enfocarlo. Desde un determinado punto de vista, el capitalismo será derrocado de hecho por una alianza, o una convergencia, de movimientos sociales de masas. Pero aun cuando estos movimientos, debido a sus proyectos de liberación, perciban al capitalismo como su enemigo (que quizás sea el caso del movimiento de mujeres o el movimiento ambientalista, no sólo el movimiento obreros), no creo que todos estos movimientos jueguen un papel equivalente. Y todos ellos están cruzados por diferencias y contradicciones que reflejan su posición ante el capital como modo global de dominación. Hay un feminismo 'naturalista' y un feminismo revolucionario, un ambientalismo profundamente anti-humanista y un ambientalismo humanista y social. Al discutir esto, uno tal vez podría integrar las contribuciones sociológicas de Max Weber y Pierre Bourdieu sobre la diferenciación social creciente de la sociedad moderna y la diversidad de sus campos de batalla sociales. Si se considera que estos campos de batalla no están estructurados por una jerarquía, sino simplemente yuxtapuestos, entonces quizás se podría inventar una táctica de armar coaliciones cambiantes ('coaliciones arco iris' sobre cuestiones inmediatas). Pero no habría ninguna convergencia estratégica sólida en un acercamiento así. Al contrario, pienso que dentro de un modo particular de producción (el capitalismo), las relaciones de explotación y el conflicto de clase constituyen un marco sobredeterminante que atraviesa y unifica las otras contradicciones. El capital mismo es el gran unificador que subordina cada aspecto de la producción y la reproducción social, remodelando la función de la familia, determinando la división social del trabajo y sometiendo las condiciones de reproducción social de la humanidad a la ley del valor. De hecho, si ese el caso, un partido, y no simplemente la suma de los movimientos sociales, es el mejor agente de unificación consciente.
P. Los fundamentos de la estrategia de Lenin post-1914 era que el imperialismo estaba en su 'agonía', y que era por definición un período de declive capitalista. ¿Cómo se mantiene esto nueve décadas después?
R. Yo no interpreto esa caracterización de la época, una época de guerras y revoluciones, como un juicio coyuntural, o un juicio mecánico sobre el colapso inevitable del sistema. Retrospectivamente, el siglo XX ciertamente parece haber sido el siglo de las guerras y las revoluciones. Y ¡ay! me temo que el siglo XXI, no será diferente de ese punto de vista. Las formas de dominación imperialista cambian pero no desaparecen. La relevancia de la herencia de Lenin y Trotsky, entendida de una manera crítica y no-dogmática, reside en la realidad contemporánea del capital y del propio imperialismo.
P. Varias organizaciones revolucionarias por fuera de la Cuarta Internacional (por ejemplo Lutte Ouvriere -LO- de Francia, el SWP de Gran Bretaña y el Partido Socialista Democrático -DSP- de Australia) tienden a plantear que la LCR francesa está mal organizada y carece de centralización política. ¿Usted está de acuerdo con que el involucramiento profundo y permanente de la LCR en diversos movimientos de masas y frentes únicos ha reducido su capacidad para la movilización rápida alrededor de campañas centrales? Y si es así, ¿es una opción inevitable en las condiciones modernas?
R. Hay un elemento de verdad en eso. La LCR pudo resistir las derrotas de los años ochenta y los noventa esencialmente gracias a su actividad en el movimiento de masas - en los sindicatos y en los movimientos sociales de masas (desocupados, mujeres y anti-racistas). Todo el mundo reconoce que en Francia la renovación del sindicalismo combativo, o la de AC! y Ras le Front,(1) no podrían haber tenido el mismo nivel de desarrollo sin los militantes de la LCR. Pero el marco de un debilitamiento en la resistencia de los trabajadores, la utilidad de los movimientos sociales de masas parecía más obvia que la de una organización política como la nuestra, que podía parecer en cierto punto algo así como una red y un foro para discutir ideas. Esto llevó ciertamente a una laxitud organizativa, qué lamentamos y hemos estado intentando corregir durante varios años, digamos, desde 1995-7. Pero preferimos ese problema a ser una ' ciudadela sitiada'. Lutte Ouvriere por cierto ha mantenido un nivel más alto de patriotismo partidario, pero el precio ha sido exorbitante; una petrificación sectaria y una incomprensión de los movimientos sociales. Entonces, nuevamente, hay siempre una tensión entre la construcción de un partido político y la intervención en frentes únicos, entre el riesgo de una respuesta sectaria y el de la dilución del propio perfil político. No se puede resistir esa doble tentación por medio de una fórmula mágica, uno tiene que construir su camino en forma concreta en cada caso. En una manifestación, LO (si participa) puede tener un contingente numéricamente mayor que el de la Liga, pero los militantes de la Liga también están presentes en los contingentes de sus sindicatos, Attac, Ras L'Front, etc. Opino que hacemos más para desarrollar el 'movimiento real por la abolición del orden existente' que es la definición misma del comunismo.
P. La reciente escuela del SWP 'Marxism 2001', que contó con buena concurrencia, mostró nuevamente que el promedio de edad de las organizaciones de la extrema izquierda en Europa no es tan bueno (la mayoría con más de 30 años, y una proporción alta de más de 40). ¿Por qué? ¿Qué puede hacerse al respecto?
R. Lo que me conmueve y me parece lo más importante, más que el perfil de edad de las escuelas de verano y las reuniones como las conferencias Marx en Francia, es la renovación del interés en la crítica marxista de la sociedad moderna y de la globalización capitalista. Ciertamente, preferiríamos una asistencia más joven, pero el hecho de que una parte de la generación de los sesenta ha sobrevivido políticamente los 'años de Thatcher' o los 'años de Mitterrand' es algo así como una recompensa para el futuro; hay posibilidad de una continuidad y una transmisión de experiencias. Basándonos en eso, tenemos que hacer un esfuerzo por encontrar la manera de acceder a las formas actuales de politicización de los jóvenes. Porque estas formas existen de verdad. En las movilizaciones actuales contra la globalización podemos ver paralelos con las luchas que generaron la radicalización antes de 1968 - como por Vietnam o la guerra de Argelia. Y a propósito, no deberíamos hacer un mito o exagerar la radicalización pre-1968. También podemos ver la radicalización presente en fenómenos musicales o culturales. Por otro lado, si organizaciones como el SWP y la LCR están un poco 'ahuecadas' en cuanto a la generación de los ochenta, estas parecen entender el principio de una nueva perspectiva entre la juventud.
P. Era un axioma para las organizaciones trotskistas en los años sesenta, setenta y ochenta que el leninismo implicaba un nivel permanentemente alto de actividad de todos los miembros. A menudo esto llegó a adquirir tonos moralistas e incluso cuasi-religiosos. ¿Es realista esperar que un número grande de activistas sostenga niveles altos de actividad durante décadas? ¿Independientemente de la situación política?
R. Un compromiso (voluntario) con la lucha revolucionaria no es ciertamente una afición para el fin de semana. Parece normal que implique un compromiso con la actividad, sacrificios de carrera y esfuerzo financiero. Eso no significa que sea necesario tener una mística de sacrificio o el espíritu religioso de los misioneros. Es más, a menudo las organizaciones que practican tal dopaje ideológico se revelan como las más vulnerables a la desmoralización; entonces la desilusión y el desaliento son proporcionales a la exageración eufórica de su motivación. Sin duda que el tipo de activismo que generalmente se acostumbraba en los años setenta iba ligado frecuentemente a una apreciación exagerada de las oportunidades para los socialistas, pero también a la disponibilidad de miembros que en su aplastante mayoría eran jóvenes, y no tenían aún un trabajo estable o familiares que mantener. Nosotros decimos que hemos madurado y que nuestra militancia se ha 'normalizado' en su ritmo y sus necesidades. De aquí en más el riesgo podría ser el inverso: caer en el rutinarismo.
P. ¿El centralismo democrático es un objetivo realizable a nivel internacional? ¿Llegaremos a ver alguna vez una nueva Internacional de masas organizada como la Comintern? A la luz de la experiencia moderna ¿es realmente cierto que las organizaciones revolucionarias sufren desviaciones 'nacional-comunistas' por estar fuera de una Internacional?
R. Ya vimos antes que la noción de centralismo democrático es difícil de definir. Esto es mucho más aún a nivel internacional. La Cuarta Internacional se definió desde sus inicios como un partido mundial. Esto engendró confusión al permitir la visión de que era posible operar con el grado de centralización de un partido nacional. Eso permitió desgracias como aquella de 1952, cuando la dirección electa de la sección francesa fue suspendida por el Secretariado Internacional. Una cosa así es inimaginable hoy. Los Estatutos adoptados en 1974 reconocieron la soberanía de las direcciones nacionales. El Congreso de 1985 dejó explícito que la Internacional está compuesta de secciones y no de adherentes individuales, y eso implica una estructura muy federal. Es necesario continuar la reflexión sobre el tipo de democracia posible a nivel internacional. Si es posible adoptar posiciones comunes sobre los grandes eventos internacionales, es sin embargo absurdo que los delegados europeos voten sobre las tácticas electorales en Perú o las tácticas sindicales en Brasil. En lugar de discutir una fórmula (partido mundial, centralismo democrático), ahora quizás sería mejor discutir un balance calmo y objetivo de experiencias y prácticas, para buscar el equilibrio correcto entre una súper-centralización destructiva y una simple red para la discusión, sin ningún compromiso o involucramiento común. También es necesario seguir las experiencias de renovación internacionalista atentamente, principalmente en el movimiento contra la globalización capitalista, recuperando la discusión de las experiencias del pasado. Personalmente permanezco muy pendiente de la necesidad de una Internacional, y no creo que solamente sea necesaria durante los períodos de avance revolucionario impetuoso. Sin embargo, no creo que la Comintern siga siendo un modelo para esto.
P. Los pequeños grupos que luchaban por construir partidos leninistas lograron sus primeros avances entre mediados a fines de los años sesenta. Después de un esfuerzo de más de 30 años podría argumentarse que los resultados son bastante modestos. Es indudable que buena parte de los motivos para esto tienen sus raíces en factores profundamente objetivos - las derrotas de la clase obrera, el neoliberalismo, el colapso del 'comunismo', etc. En una mirada retrospectiva, ¿se cometieron grandes errores? ¿Los resultados podrían haber sido mejores?
R. Sin duda que los resultados podrían ser mejores. Uno podría repasar la historia de los años treinta y hacer un inventario de los errores. De hecho, hacerlo no es una cosa inútil en absoluto, porque estas experiencias, estos tesoros de inteligencia, de devoción y de sacrificio no fueron para nada en vano. Pero si uno considera que los resultados fueron limitados, con tantas avenidas exploradas, tantas interpretaciones teóricas que se intentaron, entonces sin ninguna duda que las circunstancias fueron muy duras. Digo las circunstancias y no las condiciones objetivas porque hay un problema en la contraposición entre las condiciones objetivas y subjetivas. Las dos se unen obviamente. Si uno las disocia completamente, entra en paradojas que a menudo han tenido consecuencias desastrosas en el movimiento trotskista. Si las circunstancias objetivas fueron tan excelentes como uno cree, y si el movimiento revolucionario no pudo capitalizarlas, entonces fueron las organizaciones, sus direcciones, sus militantes los que fallaron; o además hubo traidores internos. Ese tipo de paranoia no le hace bien a nadie.
NOTAS
1. Respectivamente, una red anti-desempleo y un grupo anti-fascista
NOTA DEL TRADUCTOR
*. Esta entrevista fue realizada en 2001, antes de que el PT ganara las elecciones y llegara a la presidencia de Brasil.
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NOTAS RELACIONADAS
Daniel Bensaïd, "Lenin: ¡Saltos! ¡Saltos! ¡Saltos!
http://www.ft.org.ar/Notasft.asp?ID=573
John Rees, "Leninismo en el siglo XXI"
http://www.ft.org.ar/Notasft.asp?ID=452
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