La actual producción de Irak se acerca a los 3 millones de barriles diarios; las capacidades efectivas del país son, en realidad, sobradamente ignoradas. Las reservas probadas alcanzan los 112.000 millones de barriles (2º puesto mundial), pero el volumen total de petróleo en reserva se estima en 250.000 millones de barriles, o sea, el 10,6% de las reservas mundiales.
El coste de la exploración y de la extracción se evalúa en sólo 1 dólar estadounidense por barril, frente a los 2 en Arabia Saudita, 3 en Abu Dhabi, de 10 a 12 en EEUU, y 15 en el Mar del Norte (cuando el precio de mercado varía entre 30 y 35 dólares, el beneficio mínimo que obtendría una empresa petrolera sería, por tanto, de 29 dólares por barril vendido, es decir, 87 millones de dólares diarios, más de 2.600 millones de dólares mensuales en todo el país.) Los campos petrolíferos están explotados actualmente por la Sociedad Nacional Iraquí de Petróleo (INOC), compañía pública que sería privatizada. Irak ha concedido zonas petrolíferas a empresas extranjeras (Total Fina Elf, Zarubezhneft, China National Petroleum Corp.) que las explotarían a partir del levantamiento del embargo de la ONU. Obviamente, los gigantes estadounidenses no han sido seleccionados para explotar tales yacimientos, a los que tendrían acceso seguro al derrocar al régimen.
Por qué los EEUU lo necesitan
La población de EEUU representa el 6% de la población del planeta, pero consume más del 25% de su producción de oro negro (1.000 millones de toneladas anuales). Una demanda que continuaría creciendo anualmente un 1% durante el próximo decenio a causa de la insaciable bulimia del sector del transporte (40% del consumo energético final del país).
Los EEUU compran el 45% de su consumo al extranjero, el doble que treinta años atrás. Una proporción que podría acercarse al 60% hasta 2030. El 65% de estas importaciones proceden de Oriente Próximo (75% en 2020). Sin embargo, los únicos "amigos" de Estados Unidos en la región, Turquía e Israel, no poseen petróleo.
"Quienes firman los cheques escriben las leyes", o la influencia del lobby petrolero
Para la campaña de 2002, las empresas del sector de la energía y el petróleo han otorgado 18 millones de dólares estadounidenses a los republicanos y 4,6 millones a los demócratas. En 2000, distribuyeron 34 millones de dólares, de los cuales, el 78% fue a parar a manos republicanas. En 1998 fueron otros 21 millones de dólares.
La familia del presidente Georges W. Bush ha hecho fortuna en el petróleo. El vicepresidente, Dick Cheney, dirigió hasta 2000 Halliburton, un gigante de los servicios petroleros. La ayudante del presidente en asuntos de Seguridad Nacional, Condolezza Rice, es miembro del consejo de administración de Chevron que, por otra parte, ha dado su nombre a uno de sus buques petroleros.
La influencia del complejo militar-industrial
El presidente del Consejo de Política de Defensa, Richard Perle, ha tenido que dimitir por haber aceptado ayudar a Global Crossing, una sociedad de telecomunicaciones en trámites judiciales, a obtener la autorización del Ministerio de Defensa para ser recomprada por un millonario de Hong-Kong. La sociedad ofreció a Perle 125.000 dólares sólo por este trabajo de lobbying, y otros 600.000 si tenía éxito.
De la misma manera, Perle acaba de participar en una conferencia organizada por el banco estadounidense Goldman Sachs para aconsejar a los inversores sobre las oportunidades derivadas de la guerra en Irak. Habría contactado además con un traficante de armas saudí para evocar la estrategia de la compañía Trirème Partners, de la cual Perle es accionista, que invierte en el sector de defensa y seguridad. De los treinta miembros de este consejo, nueve tienen estrechos lazos con las principales empresas de armas, especialmente Boeing, TRW, Northrop Grumman y Lockheed Martin .
Para la campaña 2002, las empresas de armas otorgaron 8,7 millones de dólares a los republicanos y 5 millones a los demócratas. En 2000, distribuyeron 13,5 millones (de nuevo, el 78% a los republicanos). En 1998 fueron 9 millones.
El futuro administrador de Irak, el general norteamericano Jay Gardner, que debe asegurar la supervisión de las operaciones de ayuda humanitaria y de reconstrucción del Irak de la posguerra, es presidente de la sociedad SY Coleman, una empresa de armas que ha trabajado esencialmente en los sistemas antimisiles Patriot y Arrow.
El negocio de la reconstrucción
La destrucción de Irak marca la apertura del mayor mercado público del mundo tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Incluso antes de que el presidente Bush dictara su ultimátum a Irak, el Pentágono, que se dispone a ejercer un protectorado militar en el país, ya había firmado los contratos de reconstrucción.
Cinco grandes compañías estadounidenses se reparten este enorme pastel: En primer lugar, el Bechtel Group. Esta sociedad de energía y agua, la más importante de EEUU, viene siendo dirigida durante cuatro generaciones por la familia Bechtel. Uno de sus administradores no es otro que George Schultz, antiguo secretario de Estado de Ronald Reagan. Por otra parte, preside el consejo de orientación del Comité por la Liberación de Irak, el lobby probélico financiado por Lockheed Martin . La alianza entre Lockheed Martin y Bechtel Group augura un nuevo tipo de negocio: la destrucción de un país por un comerciante de armas, y su posterior reconstrucción por una cementera.
Schultz está presente igualmente en la dirección de Gilead Sciences , el gigante farmacéutico cuyo director general era Donald Rumsfeld hasta su vuelta al gobierno. Esta firma acaba de obtener importantes mercados públicos en el marco de la prevención de ataques químicos y biológicos. En efecto, Rumsfeld ha conseguido convencer a su opinión pública de que el régimen de Sadam Hussein poseería aún algunas armas de destrucción masiva que él mismo les había vendido durante la guerra irano-iraquí.
El primer contrato ha sido atribuido sin concurso internacional ni nacional a... Halliburton para la extinción de los pozos de petróleo en el sur de Irak. Halliburton reconstruyó las principales instalaciones de perforación y refino tras la guerra de 1991. Por entonces, su presidente ejecutivo era ya Dick Cheney, que acababa de dirigir la destrucción del país como secretario de defensa de George H. Bush (Bush padre).
Cómo reducir la hiperpotencia militar estadounidense
¿Quién podrá impedir nuevas agresiones de EEUU para apropiarse de los recursos naturales, abrir un mercado o defender "intereses nacionales" (o lo que es lo mismo, privados) en nombre de la paz, de la seguridad, de la búsqueda de armas de destrucción masiva, la lucha antiterrorista o cualquier otro oportuno pretexto? El control democrático interno por los ciudadanos estadounidenses, o contrapoder de los intereses privados, es una ilusión mientras los media, los "creadores de opinión" pertenezcan a grupos económicos del armamento (por ejemplo, la cadena NBC es una filial del líder mundial General Electric), de la construcción, de las finanzas o de la industria, con intereses convergentes.
Inexistente el control por parte de las instituciones internacionales, los aliados históricos de EEUU se muestran impotentes. La superpotencia militar estadounidense echa sus raíces en su economía, sus empresas y sus marcas. El boicot de los productos y las marcas de las empresas estadounidenses es legítimo, pues éstas moldean la opinión pública, orientan la política del gobierno, financian el presupuesto del ejército y se benefician de su política. Resulta, al parecer, la única actitud de salvaguarda posible contra tal amenaza.
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