ENGLISH | FRANCAIS | PORTUGUES

 

Volver
El divorcio atlántico (entrevista)
Autor: Carlos Fuentes
Fuente: Foreign Affairs
Fecha: 30/04/2003

Título Original:

En entrevista con Foreign Affairs en Español, Carlos Fuentes advierte que el peligro histórico en esta coyuntura es que el gobierno conservador de Estados Unidos apueste irresponsablemente por un unilateralismo que no está en la esencia misma de su nación, hecha de pesos y contrapesos. Europa, dice, se debate entre los tres —Francia, Alemania y Rusia— que con memoria buscan oponerse al uso de las armas pero también al control del petróleo mundial, y los otros —España, Gran Bretaña e Italia— con gobiernos sordos a su propia opinión pública.
Para el escritor mexicano, América Latina ni siquiera aparece en el radar de un peligroso choque atlántico, aunque México, recomienda, tendría que aprovechar la coyuntura para hacer sentir a Estados Unidos que no es un sujeto pasivo de la relación.
18 de febrero de 2003
FAE.— ¿Es real el "divorcio atlántico"? ¿Se han roto, como dicen algunos analistas, más allá del tema de Irak, los lazos entre Europa y Estados Unidos?
CF.— Yo no creo en una ruptura profunda, creo en una necesidad política internacional de crear un contrapeso al unilateralismo estadounidense. Si eso significa ruptura, yo no lo considero así. Considero que un gobierno estadounidense ilustrado —cosa que no es el actual gobierno de Estados Unidos— entendería que para su propio bien es indispensable tener un contrapeso. Éste es un principio rector de la política interior de Estados Unidos: pesos y contrapesos. Un mundo unipolar es un contrasentido político y físico. El mundo bipolar que terminó con la Guerra Fría y la caída del Muro de Berlín nos dejó un mundo unipolar, pero el mundo necesita dos polos, y la posibilidad de crear otro polo debe tener como cabeza a Europa, que es el poder más completo, más significativo y al cual se pueden adherir otros grupos regionales, sobre todo América Latina. De hecho, estamos viendo las terribles consecuencias de un mundo en el cual una sola potencia siente que puede actuar sin restricción alguna de tipo moral, político o económico. En el fondo, el problema es construir un mundo bipolar, porque esta unipolaridad nos está conduciendo a un desastre y, en consecuencia, creo que la necesidad más urgente de la política internacional actual es crear el segundo polo, el otro, necesario para que el mundo gire más o menos con cierta paz y cierto equilibro.
FAE.— ¿Qué tan grave es lo que se está planteando para el resto de las naciones a partir de este enfrentamiento de posiciones entre aliados históricos?
CF.— Es gravísimo. Lo peor de la situación actual no sería tanto la guerra contra Saddam Hussein, que podemos analizar, aunque sostengo que es innecesaria. Lo peor es la posguerra. La posguerra será de efectos incalculables. No sabemos qué va a pasar en un Irak que inmediatamente se dividirá entre kurdos, chiítas y sunnitas. ¿Cómo va a afectar esto a Turquía con una frontera común con Irak y una minoría kurda del otro lado de la frontera? No sabemos si va a ser necesario el combate cuerpo a cuerpo en las calles. Los iraquíes pueden ser enemigos de Saddam Hussein, pero también de una ocupación estadounidense; y si se perfila como una ocupación estilo japonés, tipo McArthur, es una bofetada a un pueblo que vive en la región más antigua de la civilización, que es la Mesopotamia. Va a provocar una reacción furibunda de todos los países árabes y de la fe islámica. Va a dar la razón a los terroristas. Va a profundizar la división con Europa. Es decir, que hay una catarata de consecuencias temibles de posguerra que pueden ser peores que las de la guerra misma a la que tanta gente se opone hoy, para no hablar de la reacción de la opinión pública de millones de personas, en Europa y en el propio Estados Unidos, que se oponen a la guerra. Hay una separación real no sólo entre Europa y Estados Unidos sino dentro de muchos países europeos y dentro del propio Estados Unidos, entre sus gobiernos y la opinión pública. Una opinión pública que se manifiesta mayoritariamente en contra de la guerra. Vemos a millones de personas manifestándose en las calles de Europa en contra de la guerra. Esa gente se opone a la postura de sus gobernantes. ¿Qué le va a pasar a Blair... a Aznar... a Berlusconi? La alianza de estos dirigentes con Estados Unidos ha tenido efectos internos catastróficos para sus gobiernos. Aunque, bueno, eso puede ser una bendición después de todo.
FAE.— ¿Cuál es el incentivo de Estados Unidos para lograr, o aun aceptar, que haya otro polo de poder internacional?
CF.— Yo creo que ninguno. Clinton entendería esta idea, Bush no la entiende.
FAE.— ¿Ante esta disyuntiva, cree usted que un Clinton que hubiera vivido el 11 de septiembre aceptaría esa idea de la bipolaridad?
CF.— Sí, lo creo, todo lo que ha dicho él, todo lo que ha dicho el senador Edward Kennedy y la gente que se ha atrevido a hablar, los intelectuales, es muy distinto de lo que dice Bush.
FAE.— Pero son voces que no han articulado un movimiento de oposición serio dentro de Estados Unidos.
CF.— Yo creo que sí hay un movimiento bastante grande que se ha manifestado hasta por millones en Washington, en San Francisco, en Nueva York. Todavía no llegan los bodybags, esas bolsas negras con cadáveres de soldados estadounidenses; cuando eso ocurra, vamos a ver el segundo acto de Vietnam. Hasta ahora eso no ha pasado, pero lo que sí hay es una oposición creciente dentro de Estados Unidos, que es muy temprana si uno la compara con las etapas iniciales de Vietnam, cuando no había oposición alguna a las políticas de Lyndon B. Johnson, cuando prevalecía el principio de "es nuestro presidente y estamos con él, porque cualquier otra cosa es una traición al país". Y ¿cómo terminó el gobierno de Johnson? ¿Qué pasará cuando haya muertos en Irak? ¿Qué pasará si las cosas salen mal, como puede suceder, y empiece a haber una serie de crisis internacionales provocadas por la política de George W. Bush? Eso sin contar el factor interno económico de la recesión actual que se da a pesar de la economía boyante y sana que dejó Bill Clinton, y que ha sido dilapidada por las políticas ultraconservadoras de Bush.
FAE.— ¿Y si al presidente Bush le salieran muy bien las cosas?, porque está arriesgando mucho, pero él realmente piensa que con ello va a lograr proteger a su país del terrorismo y llevar un poco de modernización a Medio Oriente, ¿y si le saliera bien...?
CF.— Dudo mucho que le salgan bien las cosas, porque sería el primer presidente de Estados Unidos que, una vez que gane una guerra, no abandone completamente al país involucrado. Y como no es el más ilustrado dudo mucho que lo haga. Afganistán está abandonado. Nicaragua fue abandonada. La señora Violeta Chamorro no tenía ni cacahuates, no le cumplieron todo lo que le prometieron. Es una vieja costumbre de la política exterior de Estados Unidos. No tiene por qué ser distinto en Irak; una vez que se derrote a Saddam Hussein, se ocupe al país y se adueñen del petróleo, lo demás se les olvida, y si una nueva dictadura sucede a la de Hussein, si te vi, no me acuerdo.
FAE.— Pero el saldo no sólo puede verse en términos de Irak o de Estados Unidos. ¿Qué pasa con los demás si efectivamente el manotazo sobre la mesa prevalece y no hay más estado de derecho a nivel internacional, si ninguno de los dos, ni Estados Unidos ni Europa, logra entender y acomodar las necesidades del otro? ¿Cómo quedarían después el Consejo de Seguridad y toda la ONU?
CF.— Yo creo que esto puede ser terrible para todas las instituciones internacionales. Cuando se habló de un nuevo orden internacional, proclamado por cierto por el presidente Bush padre, se habló de un orden global, un global order, que no hemos visto hasta el momento. Yo creo que el viejo actuaba de buena fe, creía que esto era posible; su hijo ha demostrado que no quiere que sea posible.
Entonces se trata de obligar a Washington, no sólo a respetar el marco institucional actual sino a participar en la creación de nuevas organizaciones más adaptadas a los tiempos. La Organización de las Naciones Unidas y sus agencias especializadas, y muy notablemente el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial (que datan de 1945, tienen más de medio siglo de existencia), no están adaptados a las realidades del mundo globalizado actual. Habría que proceder a una reforma de las instituciones internacionales.
FAE.— Está hablando de un cambio de dimensiones históricas, filosóficas, ¿se puede hacer ahora?
CF.— Tal vez no en lo inmediato, pero no hay que dejar de pensar en ello, aunque yo creo que la invasión de Irak, la guerra contra Irak, va a producir una avalancha de hechos catastróficos, uno tras otro, y que simplemente lidiar con esa catarata de hechos, de crisis en todo el mundo, será dificilísimo. Cuidado... no hemos mencionado siquiera el caso Israel-Palestina. En todo Medio Oriente va a haber una turbulencia tremenda; va a haber crisis letales en Europa porque la oposición entre los gobiernos y los electores va a ser tremenda; van a caer gobiernos; van a perder credibilidad, y probablemente en lo inmediato no va a ser momento de plantear reformas estructurales, simplemente porque va a haber demasiadas crisis locales. Se van a multiplicar, aun en el caso, o sobre todo en el caso, de una victoria estadounidense en Irak. Pero en el fondo no debemos dejar de pensar que en el largo plazo lo que tendremos que revisar es la arquitectura internacional en su conjunto.
FAE.— Tomando en cuenta la historia de Europa en el siglo XX, ¿cuál es la diferencia entre pasividad y pacifismo?
CF.— Precisamente hay que recordar la historia. Europa no quiere volver a repetir la experiencia de una guerra devastadora y de consecuencias incalculables por haber faltado a las normas jurídicas internacionales. El problema del año 36 no fue que los alemanes invadieron la Renania y nadie les contestó. El problema fue que constantemente se violó el derecho internacional, y que no se reaccionó.
En términos humanos, cuando pienso en esa época yo me pregunto, bueno, el Holocausto, de no haber habido las agresiones militares del Tercer Reich, ¿alguien habría pensado en el destino de los judíos y los campos de concentración? Nadie. Se habrían olvidado de ellos, sería un incidente, un pie de página de la historia, como ha dicho un idiota por ahí. Lo que vino después vino por la política agresiva de Hitler contra sus vecinos. ¿Se pudo haber evitado esto, impidiendo la ocupación de la Renania? No, porque Hitler ya estaba armado. Hitler no era ningún idiota, cuando invadió la Renania sabía que ya tenía un aparato militar que estaba armado por las industrias de la familia Krupp, por las finanzas de Hjalmar Schacht, por la diplomacia de Von Papen. Alemania tenía todo un armatoste para seguir adelante; si trataban de pararla en Renania ahí estallaba la Segunda Guerra Mundial. Y Hitler estaba dispuesto a eso, no es que lo hubieran detenido y habría dicho ¡ay no, ya me asusté! No, no señor. De tal suerte que hay una experiencia europea que es precisamente la que convierte la posición actual no en pacifismo sino en una conciencia de lo que significa la guerra, de cómo se libran las guerras. Y si hay un continente con una experiencia de guerras fratricidas y sangrientas, es Europa, y no quieren que esto suceda otra vez.
FAE.— Sobre el tema de las poblaciones musulmanas dentro de la Unión Europea, ¿cómo se reconcilia en los hechos la discriminación legal interna que algunas poblaciones de inmigrantes padecen en países como Alemania, con sus llamados al respeto del derecho en el ámbito internacional?
CF.— Bueno, éste es uno de los problemas reales no sólo de algunos países europeos, sino de la globalización misma. Uno de los grandes defectos de la globalización es que promueve el libre intercambio de bienes, pero impide el libre intercambio de personas. Las cosas pueden circular libremente; las personas, los trabajadores, no. Es decir, que mientras no se llegue a un acuerdo internacional sobre el estatus del trabajador migratorio, la protección del trabajador migratorio, habrá ese tipo de conflictos. El trabajador migratorio está donde está porque es necesario para la economía del país huésped. Saquemos a los trabajadores migratorios mexicanos de Estados Unidos y, como lo ha dicho repetidamente John Kenneth Galbraith, se derrumba la economía estadounidense. En la agricultura, en los servicios, en multitud de actividades, se paralizaría la economía estadounidense. Lo mismo pasaría sin los turcos en Alemania, sin los argelinos en Francia, sin todas las minorías migratorias en España, en Francia, en Italia y en Gran Bretaña. De manera que lo primero que hay que hacer es saber que son necesarios, luego se pueden establecer normas de aceptación, cuotas, lo que uno quiera, pero, sobre todo, un régimen legal de protección a gente que no es criminal. Son trabajadores, no son criminales. Debemos partir de esto: su aportación es indispensable y acaban siendo centros multiculturales y de desarrollo y de progreso dondequiera que se instalan, y esto lo prueban los turcos en Alemania, por ejemplo, aunque hay muchos otros ejemplos que podríamos dar. Hace falta un sindicato o unión internacional de los trabajadores migratorios.
FAE.— En las reflexiones se repite, se destaca el concepto del respeto al derecho, sea interno, como en el caso de los derechos humanos de los inmigrantes, o sea internacional. Estados Unidos sostiene que precisamente Irak viola el derecho internacional frente al número de resoluciones incumplidas de las Naciones Unidas.
CF.— Entonces, o todos coludos o todos rabones. ¿Ha cumplido Israel con las resoluciones 194 y 242 del Consejo de Seguridad? Claro que no. ¿Por qué no se exige a Israel que cumpla con las resoluciones de devolución de tierras y todo lo que implican las resoluciones que se le ordenan en el Consejo de Seguridad? Y, ¿cómo es posible que haya un país que se llama Corea del Norte que dice: "Oigan changos, yo sí tengo armas de destrucción nuclear, yo tengo armas de destrucción masiva y además las voy a usar contra ustedes, ¡eh! ¿Qué les parece?". A ese país no lo tocan, ¿por qué? Porque Pyongyang no tiene petróleo.
FAE.— Volvemos en círculo a plantear que es un asunto de recursos naturales, la vieja historia de guerras por recursos naturales.
CF.— La Primera Guerra Mundial, ¿qué fue? Estamos haciendo lo mismo.
FAE.— En esta búsqueda de recursos naturales sabemos que Francia y Rusia tienen contratos, que tienen intereses petroleros importantes en Irak y que están, al final de cuentas, también actuando en beneficio de sus propias compañías. ¿No será que están negociando duro no por principios sino porque no se sienten tomados en cuenta por el nuevo esquema planeado por Estados Unidos?
CF.— No quieren un monopolio del petróleo de Estados Unidos. ¿Quién lo quiere? Yo no lo quiero.
FAE.— ¿Ése sería el otro monopolio por temer? ¿Además del de las armas, sería el monopolio del petróleo el que se teme?
CF.— Esto es una "petroguerra". Dime, ¿de dónde viene esta gente?, ¿de dónde viene Bush?, ¿de dónde viene Cheney?, ¿de dónde viene Rumsfeld? Cheney fue presidente de la Halliburton durante años, que es la principal compañía exportadora de maquinaria petrolera del mundo. Está clarísimo, ¿no? No hay que ser marxista para afirmar esto.
FAE.— Sin embargo hay otra línea argumental: la de una diferencia en el análisis de riesgo, que hacen los europeos con respecto al terrorismo fundamentalista islámico. Porque aquí hay un elemento real: el 11 de septiembre se perpetró un ataque a objetivos civiles y hubo muertos, y hay un riesgo real que no sabemos cómo pueda manifestarse. Ése es un argumento real para los estadounidenses. Los europeos dicen: ese riesgo no se relaciona con Irak. ¿Usted cómo lo ve?
CF.— Yo lo veo como los europeos. Yo creo, y lo digo con dolor, que la extraordinaria solidaridad internacional, global diría yo, lograda por Estados Unidos después del 11 de septiembre, la ha disipado el gobierno de Bush de una manera irresponsable convirtiendo la guerra contra el terrorismo en una guerra contra Saddam Hussein e Irak. Las dos cosas no tienen nada que ver entre sí. La relación entre Al Qaeda y Bagdad no existe, nadie la ha comprobado; en cambio, los alemanes y los franceses han demostrado que no existe. Entonces, haber disipado esa solidaridad, esa fuerza para combatir un flagelo como el terrorismo para convertirlo en una venganza, si uno quiere, una venganza putativa de padre a hijo del señor Bush me parece malo, verdaderamente malo. Esto da a los terroristas una posibilidad de actuar impunemente mil veces mayor que si no hubiera existido el conflicto con Irak.
Irak distrae de la guerra contra el terrorismo, da libertad a los terroristas para volver a actuar en la sombra y producir efectos devastadores.
FAE.— Si estamos viviendo, como lo asegura, un momento histórico, ¿dónde coloca a América Latina?
CF.— Yo la coloco al final de la lista, fuera del radar, nadie piensa en América Latina, a nadie le importa América Latina. Podríamos enumerar cien prioridades y América Latina sería la número cien.
FAE.— Dos cosas en este sentido: ¿Por qué piensa que las manifestaciones antibélicas de los latinoamericanos fueron tan magras? ¿Por qué nada más 13000 mexicanos? ¿Por qué nada más un apoyo tibio a Estados Unidos después del 11 de septiembre?
CF.— Yo nunca he entendido por qué se considera tibia la respuesta mexicana cuando Fox llamó inmediatamente a Bush, cuando Jorge Castañeda hizo las declaraciones que hizo, ¿te acuerdas? Cuando fueron a visitarlos en cuanto fue posible. No hubo sino muestras de solidaridad. Yo no sé por qué se lee de otra manera. Yo todavía me pregunto eso: ¿Por qué?
La posición oficial del gobierno de México fue de respaldo total, y de solidaridad y simpatía con el gobierno de Bush. Incluso yo hice una declaración al respecto. Somos solidarios y socios de los estadounidenses pero no sus achichincles. Quizá ésa era la simple, la pequeña diferencia de saber comportarse con dignidad frente a los gringos, porque es la única manera en que te respetan. El que se hinca ante los gringos recibe una patada en la cara. A los gringos se les habla cara a cara, mirándoles a los ojos, es la única manera.
FAE.— Y ¿qué dice sobre la poca reacción de América Latina, la escasa protesta?
CF.— Yo creo que los latinoamericanos estamos inmersos en problemas tan nuestros que esto nos queda muy lejos. Para Europa el asunto es muy cercano. Para nosotros no, pues en América Latina estamos pasando una crisis monumental en la que los regímenes democráticos no están proveyendo a las poblaciones lo que las poblaciones esperaban de un régimen democrático. Si salvamos a Chile, incluso a México, y a Brasil con Lula, el resto del continente es una escena de caos y de pérdida verdaderamente espantosa. Argentina, Uruguay, Bolivia, Perú, Colombia no digamos, Venezuela... ¿Dónde hay una luz brillante en este hemisferio? Y es terrible que la democracia no haya sabido provocar la adhesión y dado los resultados que la gente esperaba.
Preocupa que, como dice Federico Reyes Heroles en sus encuestas, 35% de los mexicanos quisiera un régimen autoritario. Se empieza a volver a sentir que el régimen autoritario es el único que puede gobernar países como los nuestros, lo cual es terrible. Ya hay una presión sobre los gobiernos democráticos para actuar de otra manera. Estamos siempre enajenados a teorías de desarrollo económico, falacias, porque son puramente imitativas.
Éste es un continente que ha padecido desde el siglo XIX una grave enfermedad que el sociólogo francés Gabriel Tarde llamó imitación extralógica. Nos preguntábamos: ¿cómo dejamos de ser indios, negros o españoles, para convertirnos en franceses, estadounidenses o ingleses a la mayor brevedad? Imitamos sus instituciones, constituciones hechas para los ángeles, no para los hombres, como dijo Victor Hugo. Entonces, adecuar las instituciones políticas a la realidad económica y social de nuestros países es el gran desafío, y como el problema viene de muy lejos hemos perdido mucho tiempo imitando un modelo tras otro. Si ése nos falla, vamos al siguiente, si también nos falla, vamos al tercero, y así sucesivamente. ¿Cuándo vamos a entender que la prosperidad se construye desde abajo? Bienvenidas las inversiones extranjeras productivas, bienvenida la cooperación económica internacional, pero si no se hace el trabajo desde abajo, a partir de la creación de un mercado interno que proporcione trabajo, infraestructura y habitación, entonces nunca vamos a salir del hoyo. América Latina está inmersa en ese problema, Irak nos resulta muy lejano.
FAE.— En esta coyuntura, ¿dónde queda la idea de crear una especie de comunidad económica de América del Norte? ¿Está en riesgo la integración económica más profunda de México con Canadá y Estados Unidos?
CF.— Yo no creo que esté en riesgo, porque nos ha beneficiado a todos, es la verdad. Cuando yo oigo esta idea, que me parece peregrina, de abrir el Tratado de Libre Comercio me alarma porque pienso que si se abre la puerta los estadounidenses tratarán de sacar más ventajas. ¿Acaso creen que les vamos a ganar en esa negociación de reapertura? Y otra cosa que me humilla como mexicano es que, conociéndose el tratado perfectamente, lleva 10 años, durante esa década no hicimos nada a favor de la agricultura mexicana y, en cambio, en el momento en que llega la aplicación del tratado nos alarmemos, digamos ¡qué horror, qué horror, se va a acabar el campo mexicano y no hicimos nada! La culpa es nuestra.
FAE.— Si Estados Unidos se comporta como un imperio agresivo, como un imperio que ataca, como un imperio unilateral, ¿acaso habría que replantearse esa sociedad estratégica de América del Norte? Y dentro de un escenario en el que México realmente no vote a favor de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad, ¿se nos cancela de hecho la posibilidad de seguir avanzando en la idea comunitaria?
CF.— Hay muchos factores en lo que usted dice. Uno es que los dos sabemos de una quinta columna dentro de Estados Unidos. Tenemos 35 millones de hispanoparlantes, la mayoría mexicanos o de origen mexicano que viven en Estados Unidos. Es una fuerza de trabajo importantísima, y tenemos muchas posibilidades de negociación política que no hemos utilizado para simplemente decir: Nosotros también tenemos una presencia y una fuerza. No somos sólo el sujeto pasivo de la relación, somos un sujeto activo, tenemos cosas que decir y cosas que hacer. Y éste sería el momento de hacerlo, no de quedarse con la cabecita baja. Yo creo que tenemos muchas fuerzas para actuar, no contra Estados Unidos sino a favor de México. Podemos llegar a un trato más igualitario, más paritario. Para eso debemos actuar, hay muchas cosas por hacer. Tenemos una gran fuerza de trabajo dentro de Estados Unidos, una relación comercial que funciona en dos direcciones, esa avenida es de doble circulación. Eso quiere decir muchas cosas también, no estamos inermes. Allí habría que potenciar las fuerzas que tenemos frente a Estados Unidos y no lo hemos hecho de manera suficiente.
FAE.— Y ¿qué pasa con el sur del continente? A los últimos gobiernos mexicanos se les critica su excesiva mirada al norte.
CF.— Yo siempre he dicho que la frontera entre México y Estados Unidos no es sólo la frontera entre México y Estados Unidos, es la frontera entre Estados Unidos y toda América Latina, que empieza en México. Eso quiere decir que mientras más nos acerquemos a las otras naciones latinoamericanas más fuertes seremos. Hemos jugado una carta solitaria que ha sido muy resentida por los demás latinoamericanos, pero es hora de mirar al sur. Habiendo ganado con el TLC, que yo creo que ha sido favorable para México, aunque no nos resuelve muchos otros problemas fundamentales, como la creación de riqueza desde abajo, el TLC ha sido positivo pero no podemos depender simplemente de la dimensión comercial de las exportaciones, hay otras cosas que hacer. Tenemos mucho trabajo, mucha talacha diplomática, económica, política que hacer con las naciones del sur para demostrarles que estamos con ellas. Las naciones latinoamericanas están pasando por malos momentos. A México se le ve con respeto, después de todo es un país que ha sabido crear instituciones, buenas o malas, pero tiene instituciones. Eso da una fortaleza que no tienen otros países en América Latina, que han sido incapaces de crearlas. Argentina no tiene instituciones, tiene políticos pícaros, pero no tiene instituciones; y tiene un gran país riquísimo, pero no tiene instituciones, y eso lo convierte en un país miserable. Gracias a las instituciones, nosotros mantenemos a un país pobre más o menos a flote, con la nariz fuera del agua, pero ya es algo. Entonces yo sí creo que México tiene un papel, no digo de liderazgo, pero sí de acercamiento y de trabajo común con Chile, con Argentina, con Brasil, para plantearse qué hacer en el futuro. Y esta unión nos dará mayor peso en toda negociación frente a Estados Unidos. Solitarios, somos menos fuertes.
Luis Cabrera decía que los gringos siempre nos ganarán en el campo de batalla, pero que siempre les ganaremos en la mesa de negociaciones. Habría que resucitar esa idea y saber negociar. Cómo negociamos, por ejemplo, la situación petrolera entre Roosevelt y Cárdenas, ése es un buen ejemplo de lo que quiero decir, y muchas otras instancias en que hemos sabido mantener principios y salimos ganando respeto de parte de los gringos y beneficios para nuestro país.
Si quieren nuestro voto en el Consejo de Seguridad hay que negociarlo. Vamos a conjugar los intereses o vamos a oponerlos. Ustedes digan, ¿qué prefieren? Se trata de negociar, ¿no? La diplomacia se hace a base de negociaciones. La diplomacia hecha a base de fuerza es la negación de la diplomacia, es otra cosa, se llama fuerza pero no es diplomacia.
FAE.— ¿El presidente Fox es el personaje para un asunto de esta envergadura histórica?
CF.— Fox es el presidente electo constitucionalmente de la República Mexicana; cuenta con la legitimidad de origen. Pero un gobernante no sólo necesita legitimidad de origen sino legitimidad de ejercicio, y allí es donde el presidente Fox ha estado fallando. Nadie duda de su legitimidad de origen, se empieza a dudar de su legitimidad de ejercicio. Él tiene que hacer una serie de cosas no sólo para reforzar su imagen, sino su gobierno, para reforzar el país, para su futuro.
Es evidente, ya que entramos en ese terreno, que las próximas elecciones legislativas no van a cambiar sustancialmente la pobre relación de fuerzas en el Congreso; es decir, que el Ejecutivo va a tener que seguir trabajando con un Congreso que no le deja pasar ninguna de las reformas que él quiere.
¿No es tiempo de pensar de una manera generosa más allá de las elecciones siguientes e incluso del sexenio de Vicente Fox, en la necesidad de hacer las reformas requeridas para que nuestras elecciones tengan segundo turno y se puedan crear mayorías viables para gobernar?
Pensar en la necesidad de volver al espíritu de Querétaro y permitir la reelección de diputados y senadores como lo quiso el Congreso Constituyente, como lo deshizo el jefe máximo Plutarco Elías Calles porque así le convenía. ¿Por qué no regresamos a todo eso? Ésos son planteamientos hacia el futuro. Yo no le veo muchas posibilidades a Fox de gobernar con una mayoría en el Congreso; dudo que la vaya a tener, y con un Congreso dividido le va a ser muy difícil llevar a cabo sus propias reformas. Entonces que trabaje para el futuro. Yo le recomiendo que por lo menos deje esa buena estela, que pueda decir "he trabajado para el futuro de México, he convertido mi legitimidad de origen en legitimidad de ejercicio como un gobernante que proyecta el futuro de México", y que permita que tengamos un país mejor dentro de seis años.
Carlos Fuentes, escritor y ensayista político mexicano. Su última obra es La silla del águila.

 

 

Volver