No es fácil comprender los contornos del actual mapa ideológico europeo. Este hecho responde en parte a la convergencia entre los partidos de centroderecha y de centroizquierda y también a las diferentes tradiciones de cada país. Las cosas se ven distintas si se miran desde la perspectiva del gobierno noruego de centroderecha —el país que registra los mejores resultados del mundo, dicen las estadísticas— que si se miran desde la perspectiva de los socialdemócratas alemanes, que se enfrentan a una crisis económica y a la fractura social.
El predominio de las cuestiones de política internacional nubla, además, este cuadro con nuevas amistades y disputas que atraviesan las alianzas políticas tradicionales.
Sin embargo, como sostuvo Gösta Esping-Andersen (posiblemente el analista europeo más destacado en el terreno de las políticas de bienestar) en una reciente reunión del centroizquierda en Londres, todos los gobiernos sin excepción han de responder a una serie de profundas transformaciones sociales. Estas últimas incluyen el envejecimiento de la población, los cambios en las formas familiares y las crecientes desigualdades en materia de ingresos, así como la cada vez mayor demanda de trabajadores cualificados.
Una de las consecuencias de todas estas transformaciones consiste en nuevas fracturas sociales a los conflictos de clase. Por ejemplo, el enfrentamiento entre jóvenes y ancianos, entre inmigrantes y poblaciones receptoras, o entre los adultos con o sin hijos.
Mientras algunos —especialmente en la derecha— se muestran dispuestos a retrasar las agujas del reloj, en el centroizquierda el debate se centra en el modo de conseguir la justicia social y la renovación democrática. Además de los debates suscitados acerca de las pensiones, la inmigración, el equilibrio entre la competitividad y la protección social, se advierte la existencia de temas comunes en la reflexión de especialistas universitarios y políticos en toda Europa occidental.
Uno de los temas esenciales tanto en Europa como en Estados Unidos se refiere a las acciones para ayudar a la primera infancia. Una cuestión que refleja la importancia de los primeros años y la necesidad de potenciar el desarrollo cognitivo de cada persona. Un segundo tema recurrente consiste en el modo de lograr que los ciudadanos compartan responsabilidades con el Estado en relación con unos objetivos que van desde la protección del medio ambiente hasta las políticas contra la delincuencia.
Un tercer grupo de temas se refiere a la implicación en el proceso político, una cuestión que quiere responder a la evidencia del desencanto generalizado sobre los gobiernos y los políticos.
Pocos objetarían el hecho de que el sistema del Estado del bienestar posterior a la Segunda Guerra Mundial es un instrumento apropiado frente a los desafíos actuales y futuros.
Matthew Taylor. Politólogo, director del Instituto de Políticas Públicas e Investigación de Londres.
Publicado por Clarín (Argentina).
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