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La guerra no puede esconder estos problemas
Autor: Alex Callinicos
Fuente: Socialist Worker
Fecha: 11/04/2003

Título Original:

Traductor: G. Crux para Partes de Guerra

El presupuesto de esta semana no sólo es significativo por la buena voluntad de Gordon Brown de derrochar billones en la conquista de Irak. Aparece sobre un trasfondo de crecientes dificultades para ambas economías, tanto la norteamericana como la británica. La situación es aún peor en EE.UU. Las cifras de las últimas semanas mostraron que en marzo se perdieron 108.000 puestos de trabajo por fuera de la agricultura. Esta es la quinta caída en los últimos siete meses, incluyendo una enorme pérdida de 357.000 puestos en febrero.

El Financial Times comentó, "los economistas norteamericanos han subestimado la debilidad de la economía este año, pronosticando consistentemente grandes caídas en el desempleo, la producción, las ventas minoristas y las compras hogareñas menos pronunciadas que lo real". Estas cifras austeras implican que la Oficina Nacional de Investigación Económica, el guardián académico de las estadísticas económicas norteamericanas, no puede decidir si declarar o no el término de la recesión que empezó alrededor del invierno de 2000-2001. Según el Financial Times, "podría terminar registrada como la recesión ininterrumpido más larga desde 1945."

Los mercados financieros han ignorado todo esto, empujando hacia arriba los precios de las acciones y las tasas de interés a largo plazo. Los inversores de Bolsa tienen la vista fija en la guerra en Irak, y están esperando una rápida victoria norteamericana que será seguida, con igual velocidad, por una fuerte recuperación económica.

Esto sólo sirve para confirmar, si fuera necesaria mayor evidencia, la estupidez colectiva de los mercados financieros -y a menudo también de los inversores individuales. La causa fundamental de la recesión norteamericana es el hecho de que a finales de los '90 las corporaciones expandieron su gasto en instalaciones y equipos en una escala gigantesca. Los precios de las acciones por las nubes los animaron a seguir invirtiendo aún después de que la tasa de ganancia empezara a caer en 1997.

Pero eventualmente el capitalismo norteamericano se encontró atascado con mucha mayor capacidad productiva que la que podría usar lucrativamente. Por ejemplo, gracias a la euforia que rodea la "nueva economía" de la alta tecnología, se instalaron en EE.UU 63 millones de kilómetros de cable de fibra óptica -lo suficiente como para rodear el globo 1.566 veces.

Para restaurar su rentabilidad, las corporaciones han estado reduciendo drásticamente la inversión y han despedido trabajadores, manejando la economía en retroceso. Las finanzas de las compañías están mejorando, pero el economista disidente Wynne Godley ha apuntado a los otros desequilibrios que sufre la economía norteamericana. Plantea que si EE.UU. recobrara el crecimiento a una velocidad de 3-4 por ciento al año mientras el resto de la economía global se expandiera más despacio, EE.UU. encontraría mucho más fácil importar desde el resto del mundo que exportar sus bienes a los mercados externos.

La brecha entre lo que importa y lo que exporta EE.UU crecería a un 6-7 por ciento del ingreso nacional para el 2008. Los pedidos de préstamos del gobierno también subirían a un enorme 9 por ciento del ingreso nacional. Esto significa que el capitalismo de EE.UU. sería aún más dependiente de lo que ya es de la buena voluntad de prestarle dinero del resto de las clases dominantes del mundo, sobre todo del Asia Oriental.

Godley plantea que estos niveles de endeudamiento son insostenibles, y por el contrario la economía norteamericana se estancará, arrastrando al resto del mundo con ella. Un escenario alternativo -en el que la zona del euro y/o Japón deberían tomar el papel de motor del capitalismo global- parece improbable. Ambas economías han padecido crónicamente el crecimiento lento aproximadamente durante buena parte de la última década. Esta perspectiva es sombría para Gran Bretaña. Los ciclos económicos británicos y norteamericanos tienden a estar alineados muy estrechamente.

Más aún, Gran Bretaña durante los últimos diez años ha disfrutado de una versión más apacible del tipo de boom suscitado por la especulación que EE.UU. disfrutó en los años noventa. Al igual que su contraparte norteamericana, se está descosiendo.

La desaceleración de la economía británica ha puesto a Gordon Brown en situación crítica. Sus esfuerzos tardíos por aumentar el gasto en los servicios públicos estaban basados en proyecciones súper-optimistas de crecimiento económico. Un crecimiento más lento implica menor recaudación de impuestos para financiar el gasto gubernamental. Para que las cuentas tengan lógica Brown está prediciendo una profunda recuperación del crecimiento económico en 2004-2005.

Según el Observer, "Brown se está apoyando en un rebote masivo por parte de los mercados de valores y las ganancias por impuestos a los servicios financieros y las industrias de tecnología". Pero puede que esta jugada no salga bien. Brown está siendo sometido a crecientes presiones de una City ansiosa por agregar aumentos de impuestos a la suba del 1 por ciento en las contribuciones a los seguros nacionales que tuvieron efecto la semana pasada.

Entretanto, George W Bush se apoya en recortes de impuestos para los ricos y enormes incrementos en el gasto militar - el Congreso ha votado recientemente $80 mil millones para la guerra en Irak. Esto sólo empeorará la crisis de las finanzas gubernamentales. Probablemente habrá un amargo ajuste de cuentas entre los guerreristas a ambos lados del Atlántico.

 

 

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