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Recolonizando Irak
Autor: Tariq Ali
Fuente: New Left Review
Fecha: 28/05/2003

Título Original:

El 15 de Febrero de 2003 más de ocho millones de personas marcharon en las calles de cinco continentes contra una guerra que no había comenzado aún. La primera verdadera movilización global – sin precedentes en su tamaño o escala – apuntó a prevenir la ocupación de Irak que estaba siendo diseñada por el pentágono. La oposición en Europa Occidental rompió todos los records: tres millones en Roma, dos millones en España, un millón y medio en Londres, medio millón en Berlín, más de cien mil en París, Bruselas y Atenas. En Estambul, donde las autoridades locales vetaron una marcha de protesta en nombre de la “seguridad nacional”, el movimiento por la paz llamó a una conferencia de prensa para denunciar la prohibición – a la cual se sumaron treinta “periodistas”. En los Estados Unidos hubieron demostraciones de masa en Nueva York, San Francisco, Chicago y Los Angeles y pequeñas movilizaciones en casi cada capital estatal: más de un millón de personas en total. Otro medio millón marchó en Canadá. En la otra punta del globo la movilización fue de 500 000 en Sidney y 250 000 en Melbourne.

El 21 de Marzo, mientras las fuerzas británicas y americanas marchaban a través de la frontera iraquí, la tranquila calle árabe, inspirada en estas protestas globales, volvió a la vida con espontáneas movilizaciones de masas en Cairo, Sanaa y Amman. En Egipto, el régimen mercenario de Hosni Mubarak entró en pánico y arrestó más de 800 personas, algunos de los cuales fueron furiosamente matratados en prisión. En Yemén más de 30000 personas marcharon contra la guerra; un considerable contingente enfiló a la Embajada de Estados Unidos y tuvo que ser detenido con balas. Dos personas fueron asesinadas y montones heridos. En el protectorado Americano-Israelí de Jordania la monarquía ya había aplastado un virtual acenso en un pueblo de frontera y ahora procedía a reprimir manifestantes en la capital. En el mundo árabe el tono de las calles era desafiantemente nacionalista –“dónde está nuestra armada?” gritaban los manifestantes de El Cairo. En paquistán los partidos religiosos tomaron total ventaja de la postura pro-americana de la Liga Musulmana y PPP para dominar las movilizaciones antiguerra en Peshawar y Karachi. Islamistas en Kenya y Nigeria hicieron lo mismo, aunque con más efecto: las embajadas Americanas en ámbos países tuvieron que ser evacuadas. En Indonesia más de 200 000 personas de toda filiación política marcharon a lo largo de Jakarta.
Menos de cien años atrás, más de ocho millones de votos habían sido computados a la Social Democracia europea de la Segunda Internacional, inspirando el único intento previo de una acción coordinada para prevenir una guerra. En Noviembre de 1912 una conferencia de emergencia de la Internacional fue llamada baja los arcos góticos de la vieja catedral en Basle, en un esfuerzo por prevenir la inminente catástrofe de la primera guerra. Mientras los delegados iban entrando ellos eran recibidos con una interpretación de la Misa en Sí menor de Bach, la cual marcó el punto más alto del encuentro. Los líderes socialistas, alemanes, británicos, franceses, se obligaron a resistir todas y cada una de las políticas agresivas de sus gobiernos. Estaba acordado que, cuando llegara la hora, sus diputados parlamentarios votaría contra los créditos de guerra. La llamada de Keir Hardie por una “paro internacional revolucionario contra la guerra” fue aplaudido, aunque no fue puesto a votación. Jean Jaurés fue aclamado en alta voz cuando señaló “cuanto menor sacrificio implicaría una revolución, comparada con la guerra que están preparando”. Victor Adler leyó luego la resolución, la cual fue aprovada sin demasiado ánimo. Esta concluía: “dejar que el mundo capitalista de explotación y asesinato de masas sea confrontado por el mundo proletario de paz y fraternidad internacional”.

Por agosto de 1914 estos valiosos sentimientos se habían hecho trizas ante el ruido de trompetas del nacionalismo. La claridad programática desplegada en Basle se evaporó en cuanto la campana de alarma reagrupó a los ciudadanos de cada estado por la guerra. Ningún crédito fue rechazado; ninguna huelga fue llamada o revolución fomentada. En medio una creciente tormenta de histeria chauvinista, Jaurés fue asesinado por un fanático pro-guerra. Mientras una brava se reunió sin previo aviso en el pueblo suizo de Zimmerwald para hacer una llamdo a una convertir la guerra imperialista “en una guerra civil, contra la reacción en casa”, la mayoría de los líderes socialdemócratas se mantuvieron seriamente atentos mientras sus simpatizantes vestía sus respectivos colores y procedían matarse unos a otros. Más de diez millones perecieron en los campos de batalla de Europa para defender sus respectivos capitalismos, en un conflicto que vió a un nuevo gran poder hacer su entrada en la escena mundial. Cien años después, los Estados Unidos de América habían despedido virtualmente cada rival para convertirase en el lider –a menudo el único- actor en cada drama internacional.

Los ocho millones y más que marcharon este año no fueron movilizados por ninguna internacional, ni compartían una visión programática. Desde muchos diferentes marcos políticos y sociales, ellos fueron unidos sólo por el deseo de prevenir la invasión imperialista de un país árabe rico en petróleo en una región ya sacudido por una guerra colonial en Palestina. Instintivamente, la mayoría de quienes marcharon lo hicieron porque se rehusaban a aceptar las justificaciones oficiales para el derramamiento de sangre. Es difícil, para aquellos quienes aceptan esto como “plausible”, entender la profundidad de la resistencia que provocaron y el odio sentido por tantos jóvenes hacia sus propagadores. Fuera de Estados Unidos pocos creen que el feroz secular partido Ba´ath de Irak tiene lazos con al-Qaeda. Como para “armas de destrucción masiva”, el único depósito en la región está situado en Israel; y, como Condolezza Rice en persona había indicado en el año final de la administración Clinton, aún si Saddam Hussein tuviera semejante arsenal, el sería incapaz de utilizarlo: “si ellos adquieren armas de destrucción masiva, sus armas serán inutilizables porque cualquier intento de usarlas traerá una destrucción nacional”.

Inutilizable en el 2000; pero tres años después Saddam tenía que ser removido por despacho de una fuerza expedicionaria anglo-americana y las “bombardeo de racimo” sobre las ciudades iraquíes, antes de que las tuvieran? El pretexto no solo fallaba en convencer pero servía también para alimentar la oposión extranjera de millones que ahora veían acercarse la mayor amenaza a la paz viniendo, no desde las deplorables armadas de líderes en decadencia, pero sí desde el podrido corazón del Imperio americano y sus sátrapas, Israel e Inglaterra. Esto es una advertencia de aquellas realidades que han comenzado a radicalizar una nueva generación.

La ofensiva imperial
La administración republicana ha utilizado el trauma nacional del 11 de septiembre para seguir una audáz agenda imperial, del a cual la ocupación de Irak promete ser sólo el primer paso. El programa que pretende implementar fe primero publicitado en 1997 bajo el título “Proyecto para un nuevo siglo americano”. Sus firmantes, incluidos Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz, Jeb Bush, Zalmay Khalilzad, Elliott Abrams y Dan Quayle, como también adornos intelectuales tales como Francis Fukuyama, Midge Decter, Lewis Libby y Norman Podhoretz. El Imperio Americano no podría afrontar el ser complaciente con el fin de la guerra fría, ellos argumentaban: “nosotros parecemos haber olvidado los elementos escenciales del éxito de la administración Reagan: una fuerza militar que es fuerte y lista para econtrar tanto retos presentes como futuros; una oficina de asuntos exteriores que audaz y decididamente promueve los principios de America en el extranjero; y un líder nacional que acepta las “responsabilidades globales” de EEUU. El lenguaje de este grupo, comparado con los eufemismos de la era Clinton, es absolutamente directo: para preservar la hegemonía norteamericana, la fuerza deberá ser usada donde sea y cuando sea necesario. Las protesta europea lo deja intacto.

El asalto de 2001 al WTC y al Pentágono fue entonces un regalo del cielo para el pentágono. Al día siguiente una reunió del comité nacional de seguridad discutió si atacar Irak o Afghanistan, seleccionando el último luego de un considerable debate. Un año después las aspiraciones esbozadas en el “proyecto” fueron tranquilamente trasnferidas a la “Estrategia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos de America”, publicada por Bush en Septiembre de 2002. La expedición a Baghdad fue planeada como la primera flexión de la nueva instancia. Doce años de bloquéo por parte de Naciones Unidas y bombardeo anglo-americano habían fallado en destruir el régimen Ba’th o desplazar a su líder. No habría mejor demostración del giro hacia una estrategia imperial más ofensiva que dar un ejemplo ahora. Si una sóla razón no explica la elección de Irak, hay un poco de misterio sobre la amplitud de los cálculos detrás de ésta. Económicamente Irak posée la segunda reserva mundial de petróleo barato del mundo; la decisión de Baghdad en 2000 de manejar sus exportaciones en euros antes que dólares aparejaba (risked) su imitación por parte de Chávez en Venezuela y los mullahs iraníes. La privatización de los manantiales iraquíes bajo control de EEUU ayudaría a debilitar a la OPEC.

Estratégicamente, la existencia de un régimen árabe independiente en Baghdad había sido siempre una irritación a la fuerza militar israelí –aún cuando Saddam fuera un aliado de Occidente, el IDF aportó partes separadas a Tehrán durante la guerra Irak-Irán. Con la instalación de un zealots repúblicanos cercanos a Likuk en posiciones claves en Washington, la eliminación de un adversario tradicional se tranformó en un reto atractivo inmediato para Jerusalem. Al final, así como el uso de armas nucleares en Hiroshima y Nagasaki había sido una vez señalado como una demostración del poder norteamericano a la Unión Soviética. Ahora un tornado corriendo rápidamente a lo largo de Irak serviría para mostrar al mundo en toda su extensión, y quizás estados de Oriente Lejano –China, Norcoréa, aún Japón – en particular, que si los chips están en baja, los EEUU tienen, como último recurso, los medios para reforzar su poder.

El pretexto oficial para la guerra, que era vital para eliminar las temibles armas de destrucción masiva de Irak, fue tan inconsistente que tuvo que ser arrojada al mar como una puesta en aprietos cuando aún los famosos subsirvientes inspectores de UN – un cuerpo abiertamente infiltrado por la CIA – fueron incapaces de encontrar alguna pista de ellas, y fueron reducidos a meros alegatos, por más tiempo. Esto no prevendría su “descubrimiento” luego de la guerra, pero pocos le dieron mucha importancia a este harapiento espantapájaros. La justificación de invadir Irak era ahora transladada a la presión necesaria para introducir la democracia en el país, vistiendo la agresión como liberación. La gente del mundo árabe vió la Operación Libertad Iraquí como una espantosa charada. Pocos en Oriente Medio, amigos o enemigos de la Administración, son engañados. La gente del mundo arabe vio la Operación Libertad Iraquí com una una cubierta para una ocuación al viejo estilo colonial europeo, construido como sus predecesores en el mayor raqutismo de fundamentos – inmumerables falsedades y fantasías imperiales. El cinismo de los actuales discursos Norteamericanos de estar trayendo la democracia a Irak pueden ser ser rastreados desde las declaraciones de Collin Powell a al prensa en 1992, cuando era Comandante de Junta en Jefe del Staff de Bush padre. Esto es lo que dijo sobre el proyecto que está ostensiblemente en camino ahora:

“Saddam hussein es una persona terrible, el es una humillación hacia su propia gente, Yo pienso que su gente estaría mejor con un líder diferente, pero hay una especia de noción romántica de que si Saddam Hussein es atropellado por un colectivo mañana, algún demócrata jeffersoniano esta esperando en un rincón para levantar elecciones populares [sonriente]. Estarán llendo a obtener – adivinen qué - probablemente otro Saddam Hussein. Llevará algo de tiempo para hacer pintadas en las paredes nuevamente– [sonriente]- pero no deberían haber ilusiones sobre la naturaleza de este país o sociedad. Y la gente norteamericana y toda la gente que nos sigue ahora se hubiesen sentido ultrajados si nosotros hubieramos ido sobre Baghdad y nos encontráramos allí con soldados americanos patrullando las calles dos años después aún buscando a Jeffersson –[sonriente].”
Esta vez Powell estará asegurandose de que los demócratas jeffersonianos sen enviados junto con el aire acondicionado y el resto de las provisiones. El sabe que ellos tendran que ser resguardades noche y día por escuadras de guardaespaladas americanos contratados, como la marioneta Karzai en Kabul

Viejos mastines y nuevos satélites
De un lado, un vasto llanto popular contra la invasión de Irak. En el otro, una administración norteamericana coolly y abiertamente resuelta a ésta desde el principio. Entre ellos, los gobiernos del resto del mundo. Cómo han reaccionado? Londres, como podría suponerse, actuó como un ayudante de Washinton en todos lados. El laborismo imperialista es una larga tradición, y Blair ya mostrado en la guerra de los balcanes que podría comportarse más como un pequeño mastín, gruñendo en su correa, que como un pequeño poodle. Desde que Inglaterra ha estado bombardeando Irak contunuamente, codo a codo con norteamérica desde que el Nuevo Laborismo esta en funciones, sólo alguien naive se sorprendería en el despacho de un tercio de la armada británica hacia la más grande de la primeras colonias del país en Medio Oriente; o la sucia firma de los “rebeldes” de la Cámara de los Comunes de la talla de Cook o Short, rechazando la violencia pero deseando la velocidad de Dios a sus preparadores. Berlusconi en Italia y Aznar en España –los dos gobiernos más de derecha de Europa- eran fitting partners for Blair in rallying such lesser EU fry como Portugal y Dinamarca a al causa, mientras Simitis ofrecía las facilidades de Grecia para los aviones espía norteamericanos. Los estados del este européo, dando una nuevo significado a la palabra “satélite”, que habían disfrutado previamente por tanto tiempo, se sintieron uno más detras de las líneas de Bush. Los ex – partidos comunistas en el poder en Polonia, Hungría y Albania se distinguieron entre ellos en celo para mostrar su nueva fidelidad –Warsaw mandando un contingente a pelear a Irak, Budapest proveyendo los campos de entrenamiento para los exiliados iraquíes, aún la pequeña Tirana juntando voluntarios no-combatientes para el campo de batalla.

Francia y Alemania, en el otro lado, protestarion por meses por que se oponían a un ataque norteamericano a Irak. Schoroeder había consiguido su ajustada re-elección por un período para no apoyar una guerra en Baghdad, aún estando esta autorizada por Naciones Unidas. Chirac, armado con el poder de veto en el consejo de seguridad, era aún más fuerte con sus declaraciones de que cualquier ataque no autorizado al régimen Ba’ath nunca sería aceptado por Francia. Juntos, París y Berlín engatusaron a Moscú para mostrar su desagrado hacia los planes. Aún Beijing emitió algunos sonidos de objeción. Las iniciativas franco-alemanas conllevaron una tremenda excitación y consternación entre los diplomáticos. Aquí, seguramente, había un rift sin precedentes para la Alianza Atlántica. Qué sucedería en la Comunidad Europeo, de la OTAN, de la “comunidad internacional” en sí misma si tremenda división persistía? Podría sobrevivir el concepto de Occidente? Semejantes comprensiones serían pronto mitigadas. Tan pronto como los misiles Tomahawk encendían el cielo nocturno en Baghdad, y los primeros civiles iraquíes eran heridos por los marines, Chirac corría a explicar que Francia aseguraría smooth pasaje de los bombarderos norteamericano sobre su espacio aéreo (como no lo había hecho, bajo su propia presidencia, cuando Reagan atacó Libia), y deseando “swif succes” a la armada norteamericana en Irak. El cadaver-green ministro de relaciones exteriores alemán Joschka Fischer anunció que su gobierno deseaba también sinceramente un “rápido colapso” de la resistencia del régimen al ataque anglo-americano. Putin, para no quedar afuera, explicaba a sus compatriotas que “por razones económicoas y políticas”, Russia podía sólo desar una decisiva victoria de los Estados Unidos sobre Irak. Los partidos de la Segunda Internacional no se habrían comportado tan honorablemente.

Bastante más lejos, la escena era bastante similar. En Japón, Koizumi era se sacó más rapido la marca que sus colegas europeos anunciando un apoyo total a la agresión anglo-americana, y prometiendo largesse from the beleaguered contribuyentes japoneses para ayudar a en la ocupación. El nuevo presidente de Sur Corea, Roh Moo-Hyun, elegido con alta esperanza por la juventud de su país como un independiente radical, se desgració a sí mismo ofreciendo no sólo su aprobación a la guerra norteamericana en Medio Oriente, sino también tropas para pelearla, en la línea de la famosa tradición del dictador Park Chung Hee en la guerra de Vietnam. Si esto es el nuevo Seul, Pyongyang haría bien en prepararse militarmente contra cualquier repetición de la misma aventura en la península coreana. En latinoamérica, el régimen del PT en Brazil se confinó a sí mismo a mascullar algunas pocas reservas, mientras en Chile el presidente Socialista Ricardo Lagos – spineless aún por los estandars de la social-democracia sub-ecuatoriana – frantically llamó a su embajador en UN, quin había irresponsablemente dejado correr la palabra “condena” en charlas con algunos periodistas, para publicar una corrección oficial inmediata: Chile no condenó, meramente “lamentó” la invasión anglo-americana.

En Medio Oriente, el paisaje de hipocresía y colusión es más familiar. Pero, a pesar de la avasallante oposición de la opinión pública árabe, ningún régimen cliente fallo en dar su parte al administrador general. En Egipto Mubarak dio un pasaje libre a la marina norteamericana por el Canal y espacio aéreo a la Fuerza Aérea, mientras su policía reprimía y arrestaba cientos de manifestantes. La monarquiá saudita invitó a disparar misiles cruseros desde su territorio, y los centro de comando norteamericanos a operar normalmente desde su suelo. Los estados del Golfo se han convertido en virtuales anexos militares de Washington. Jordania, la cual se las arregló para permanecer más o menos neutral en la primera Guerra del Golfo, esta vez proveyó las bases de las fuerzas especiales norteamericanas para cruzar a travéz de su frontera. Los mullahs iraníes, que son tan opresivos en casa como estúpidos son afuera, colaboraron con las operaciones de la CIA al estilo afghano. La Liga Arabe se sorprendió a sí misma como una expresión colectiva de la ignominia, anunciando su oposición a la guerra aún cuando la mayoría de sus miembros estaban participando en ella. Esta es una organización capaz de decir que el Kaaba es negro mientras lo pintan de rojo, blanco y azul.

La realidad de la “comunidad internacional” –leer: hegemonía global norteamericana- nunca ha sido tan bien desplegada como en este miserable panorama. Contra tal escenario de connivencia general y traición, los pocos – muy pocos – actos de genuina resistencia se mantienen. El único cuerpo electo que intentó detener la guerra realmente fue el parlamento turco. El nuevamente electo regimen AKP actuó no mejor que sus colegas en todos lados, cravenly bargaining for larger bribes para dejar que Turquía sea usada como plataforma de ataque norteamericana en el norte de Irak. Pero la presión de las masas, reflejos de orgullo nacional o destellos de conciencia alistó numeros suficientemente grandes de su propio partido para rechazar y bloquear esta transación, entorpeciendo los planes del pentágono. El gobierno de Ankara hastened en abrir su espacio aereo a los misiles norteamericanos y tropas aerotransportadas a cambio, pero la acción del parlamento tuco – desafiando a su propio gobierno, no hablar a los EEUU – alteró el curso de la guerra; al contrario que las mínimas gestiones européas que se evaporaron en el aire cuando la guerra comenzó. En Indonesioa, Megawati atrajo la atención hacia las ropas del emperados llamando a un encuentro del consejo de seguridad para condenar la expedición anglo-americana. Naturalmente, luego de meses de refunfuñar y patalear dede París, Berlín y donde sea por la santidad de la resolución de la autoridad de la ONU, la respuesta fue puro silencio. En Malasia, Mahathir – rompiendo no por primera vez un tabú diplomático – enervado criticó la resignación de Kofi Annan a su rol de estupida-espera por la agresión norteamericana. Estos políticos entendieron mejor que los otros en el Tercer Mundo que el Imperio Americano estaba usando su gigantesco arsenal militar para enseñar al Sur una lección sobre el poder del Norte para intimidar y controlarlo.
Síndrome Traicionero

La guerra en Irak fue planeada sobre las líneas esbozadas por sus predecesores en Yugoslavia y Afghanistan. Está claro que los políticos y generales en Washington y en Londres se esperanzaban en que el modelo de Kosovo y Kabul podría ser escencialmente repetido: ataque masivo por bombardeo aereo poniendo a su oponente de rodillas sin la necesidad de un combate muy serio en en tierra. En cada uno de estos casos no había resistencia real, una vez que los B-52s y las cortadoras de margariata habían hecho su trabajo. Pero en aras de asegurar el resultado correcto resultaban también indispensables los “aliados” de los mismos regímenes seleccionados. En los Balcanes fueron los emisarios de Yeltsin los que llamaron a Milosevic a poner su cabeza en la horca norteamericana rindiendo sus tropas intactas desde sus bunkers en Kosovo. En Afaghanistán fue Musharraf el que se aseguró de que el residuo de las fuerzas talibanes y sus ‘advisers’ se desvanecieran, una vez que la Operación Reforzando la Libertad comenzón. En ambos países fue el patrón externo al cual los regímenes locales habían confiado su protección el que les movió el piso.

En Irak, como sea, el dictador Ba’ath fue siempre una estructura más dura y resistente. Había recibido variado apoyo diplomático y militar desde el exterior en diferentes etapas de su carrera (incluyendo, por supuesto, la de los EEUU, así como la de Rusia), pero nunca había sido dependiente de ellos. Confiado, asimismo, en que su alto mando sería frágil y venal, Washington persistentemente intentó sobornar a los generales iraquíes para que se rindieran o, si ello fallaba, simplemente asesinar a Saddam mismo. Una vez que tales intentos probaron ser un fiasco, el pentágono no tenía más opción que lanzar un ataque convencional por tierra. La fuerza económica y militar el Imperio Norteamericano siempre fue tal que, a no ser que se de una rebelión en casa o una Inteifada en todo el mundo árabe diseminando la guerra por toda la región , podría estar confiado en lanzarse a una ocupación militar de Irak. Lo que no pudo hacer es predecir con alguna certidumbre el tiro al aire político de tal acto de fuerza.

En los hechos, la Armada Iraqui´no se desintregró en el primer tiro; hubo pequeños signos de gratitud popular extendida por la invasión pero aún más de guerrilla de resistencia y –como las bajas civiles por misiles, morteros y raídes de bombardeos – de odio creciente en el Mundo Arabe. Temporalmente, las armadas de los Cruzados tuvieron éxito en hacer de Saddam Hussein un héroe nacionalista. Sus portrarretratos florecieron en marchas en Amman y Gaza, Cairo y Sanaa. En el momento en que escribo, los hospitales de Baghdad estan sobresaturados con heridos y moribundos, mientras la ciudad removida por los tanques americanos. “Nosotros lo poseemos todo”, declara un coronel norteamericano, contemplando la capital hecha añicos con el espíritu de algún comandante Panzer en 1940 .

Detrás de las columnas armadas, el Pentágono tiene un régimen de ocupación esperando, dirigido por el primer General norteamericano Jay Garner, un negociador de armas cercano al lobby zionista en casa, con contactos seleccionados –montadores de fraudes y charlatanes como Ahmed Chalabi y Kanan Makiya – en su equipaje. No estará más allá de las autoridades norteamericanas el preparar que titulo ponerle al regimen representativo, con elecciones, una asamblea o lo que sea, mientras la “administración transicional” sin duda estará asentada sobre la venta de los activos iraquíes. Pero cualquier ilusión en que esto será una suave y pacífica affair ya se ha evaporado. Será necesaria una dura represión para tratar, no meramente cientos de militantes Ba’ths y leales, sino con los sentimientos patrióticos de cualquier tipo; para no hablar de los requerimientos de protección de los colaboradores frente a las respuestas nacionalistas.

Ya la ausencia de cualquier bienvenida espontanea desde los Shiítas y la fiera resistencia de armadas irregulares han impulsado la teoría de que los iraquíes son “gente enferma” que necesitará tratamiento protector antes de que puedan ser encaminados en su propio destino (si esto es posible). Tal fue la linea tomada por el columnista Blairista David Aaronovitch en el Observer. De la misma manera, George Mellon advierte en el Wall Street Journal: “Iraq no se recuperará fácil del terror de Saddam: luego de tres décadas del equivalente árabe a Asesino S.A., Irak es una sociedad muy enferma”. Desarrollar una “sociedad ordenada” y re-energizar (privatizar) la economía llevará tiempo, insiste. En la portada del Sunday Times, su reportero Mark Franchetti citó a uno NCO norteamericano: “los iraquíes son gente enferma y necesitaremos quimioterapia”, dijo Ryan Dupre. “Estoy empezando a odiar este país. Esperen a que arreste a un iraquí sedicioso. No, no esperaré a arrestarlo. Directamente lo mataré“. El reportaje – en el períodico de Murchoch –prosigue describiendo cómo su unidad mató no uno sino muchos civiles iraquíes más tarde ese día . No hay dudas de que la teoría de la “sociedad enferma” adquirirá gran sofisticación, pero está claro que son pretextos para hacer una mezcla entre Guantanamo y Gaza en estos recién ocupados territorios.

Naciones Unidas de América
Habrá, por supuesto, súplicas de los Gobiernos Européos hacia la ONU para hacerse cargo de las conquistas de la armada norteamericana, a las cuales Blair, más agudo que Bush en su unctuosa verborragia, secundará con sus propias razones. Muchas habladurías serán escuchadas de ayuda humanitaria, la urgencia de alivier el sufrimiento civil y la necesidad de una comunidad internacional que “se una nuevamente”.

En tanto ningún poder real les es transferido, los EEUU tienen todo que ganar de una ex post facto bendición otorgada por la ONU sobre su agresión, tanto como en Kosovo. Los meses de pelea velada en el Consejo de Seguridad – mientras, con total conocimiento de todas las partes, Washington preparaba trabajosas logísticas para atacar Irak – le costaron un poco a éste. Una vez que tuvo la resolución 1441 en su bolsillo, pasada por un voto anónimo – uncluyendo a Francia, Russia y China, para no hablar de Syria – el resto fue decorado. Aún el embajador francés en Washington, Jean-David Levitte, había urgido a los EEUU para no ir por la segunda resolución: “semanas antes de que ésta sea puesta sobre la mesa yo fui al Departemento de Estado y la Casa Blanca para decir ‘no lo hagan... no lo necesitan’”.
Fue, por supuesto, santificación en Londres antes que “corneadas” en Washington las que arrastraron al mundo a través de la farza de la “autorización”, sin éxito. Pero el aviso de Levitte ilumina la naturaleza real de la ONU la cual, desde el final de la guerra fría, ha sido poco más que un instrumento descartable de la policía norteamericana. El eje en esta transformación fue la prescindencia de Boutros-Ghali como secretario general, a pesar del voto a su favor de cada miembro del Consejo de Seguridad salvo el de EEUU, por haber ozado citicar la concentración occidental en Bosnia a expensas de tragedias muchó más grandes en Africa. Una vez que Kofi Annan – recompensado por haber ayudado a la Administración Clinto a distraer ayuda y atención de el gocidio en Rwanda – fue instalado en su reemplazo, la organización estaba salvaguardada en manos norteamericana.

Esto no significa que pueda ser confiable para llevar a cabo la voluntad de EEUU en cualquier problema, como las fallas en sus claros esfuerzos por asegurar un placebo para Blair. No hay necesidad para esto. Todo lo que es necesario – y ahora hallable sin fallas – es que la ONU ó cumple con los deseos de EEUU, o les pone la firma luego de que son llevados a cabo. La única cosas que no puede hacer es condenarlos u obstruirlos. El ataque sobre Irak, como el anterior ataque sobre Yugoslavia, es de un punto de vista una soldada violación a la reglamentación de la ONU. Pero ningún Estado miembro del Consejo de Seguridad soñaría con llamar una reunión de emergencia por estos temas, menos aún sacar una resolición condenando la guerra. En otro sentido, seria hipócrita hacerlo, en tanto la agresión descubrió logicamente suficiente de todo el vengativo telón del bloquéo de la ONU sobre Irak desde la guerra del golfo, el cual había agregado cientos de miles de muertos a la cuenta del Consejo de Seguridad desde su papel en Rwanda, baja las instrucciones norteamericanas. Apelar desde los EEUU a la autoridad de la ONU es como esperar que el mayordomo despida a su patrón.

Notar estas verdades obvias es no ignorar las divisiones que han crecido en el seno de la Comunidad Internacional sobre la guerra en Irak. Cuando la Administración Clintos decidió lanzar su ataque sobre Yugoslavia, no podía asegurar su autorización del CS porque Russia se oponía ; por lo que siguió adelante hacia la OTAN, en la creencia correcta en que Moscú subiría por la borda más tarde, y que la ONU ratifique la guerra una vez finalizada. Esta vez la misma OTAN había colapsado, por lo que no podía ser usada como subrrogado. Pero sería poco serio creer que este intento sería muy diferente.

Esta es la primera ocasión desde el fin de la guerra fría en que un desacuerdo entre países miembros de la UE y los EEUU explota en una disputa pública, fue vista por televisión ayudó a polarizar la opinión pública a ambos lados del Atlantico. Pero solo una corta memoria periodistica podría olvidar que una disputa aún más dramática se abrió paso durante la misma guerra fría, ocasionada por la misma clase de aventura en la misma región. En 1956 una expledición “unilateralista” anglo-francesa, en colusión con Israel, atentó para efectuar un cambio de régimen en Egipto – para la ira de EEUU, quien no había sido consultado y temía que la aventura pudiera abrir la puerta a la influencia comunista en Medio Oriente. Cuando la URSS amenazó con usar rockets para ayudar a Nasser, Eisenhower ordenó a Inglaterra abandonar Egipto bajo pena de una sanción ecomica severa, y la invasión tripartita fue abandonada. Esta vez los roles habian sido ampliamente revertidos, con Francia y Alemania protestando ante la invasión norteamericana, a la cual Inglaterra – el perro de ataque perpetuo – se había unido.

La diferencia, por supuesto, es que ahora no hay Unión Soviética a ser considerada en los calculos de agresión, y un avasallante poder yace en Norteamérica, no en Europa. Pero las lecciones de 1956 no han perdido relevancia. Agudas disputas internacionales son perfectamente compatibles con unidad de intereses básicos sobre los poderes capitalistas líderes, los cuales rápidamente se reafirman a ellos mismos. La falla de la expedición de Suez impulsó a Francia a firmar el Tratado de Roma estableciendo la CE, concebida como parte de una contrapartida a los EEUU. Pero los EEUU mismos apoyaron la creación de la CE, cuya ampliación hoy sirve a sus propósitos, en tanto la elite francesa se está poniendo no facilmente alerta – aunque es demasiado tarde para hacer mucho al respecto. Sentimientos desconmpuestos parecen persistir entre Washington y París o Berlín luego de la fricción pública de los meses recientes, aún si, como estabamos repetidamente asegurados, todos los bandos se esforzarían por ubicarse detrás de ellos. Dentro de la misma UE, el rol de Inglaterra de cuidar las espaldas de EEUU frente a Alemania y Francia, pretendiendo mientras actuar en el medio, la ha expuesto una vez más como el Caballo de Troya en la Comunidad. Pero los días en que De Gaulle podía estorbar a Norteamerica hace rato que pasaron. Chirac y Blair se besaran y arreglarán lo suficientemente pronto.

Qué es lo que se hará?
Es inútil mirar hacia la ONU o Europa, dejando de lado Rusia o China, para cualquier obstáculo serio a los designios norteamericano en Medio Oriente. Donde empezaría la resistencia? Primero que todo, naturalmente, en la misma región. Allí, habría que tener fe en que invasores de Irak serían expulsados del país por una creciente reacción nacional hacia el régimen de ocupación que instalen, y que sus colaboradores puodría encontrar el destino que tuvo anteriormente Nuri Said. Tarde o temprano el anillo de corrupción y tiranías brutales alrededor de Irak se romperá. Si hay un área donde el clishé de que las revoluciones son cosa del pasado probará estar errado, éste el Mundo Arabe. El día en que Mubarak, Hashemite, Assad, Saudi y otras dinastías sean barridas por la ira popular, la arrogancia norteamericana – e israelí – sobre la región se acabará.

En la misma casa imperial, mientras tanto, la oposición al sistema dominante debería tomar efecto de el ejemplo del propio pasado norteamericano. En los años finales del siglo XIX, Mark Twain, shokeado por las reacciones chauvinistas hacia la Rebelión Boxer en China y el apoderamiento de Filipinas por parte de EEUU, sonó la alarma. El imperialismo, declaró, tenía que tener oposición. En 1899 una gigantesca asamblea en Chicago estableció la Liga Antiimperialista Norteamericana. Dentro de los dos años su cantidad de integrantes crecerían a más de un millon incluyendo a William James, WEB DuBois, William Howells y John Dewey. Hoy, cuando los EEUU son el único poder imperial, la necesidad es por una Liga Antiimperialista Global. Pero el el componente norteamericano de tal frente el que sería crucial. La resistencia más efectiva de todas empieza en casa. La historia del crecimiento y caida de los imperios nos enseña que es cuando sus propios ciudadanos finalmente perdieron en las virtudes de la guerra infinita y ocupación permanente que el sistema entra en colapso.

El Foro Social Mundial se ha, hasta ahora concentrado en el poder de las multinacionales e instituciones neoliberales. Pero esto ha yacido siempre en las fundaciones de la fuerza imperial. Bastante consistentemente, Friederich von Hayek, el inspirador del “Concenso de Washington”, fue un firme creyente en las guerras para reforzar el nuevo sistema, invocando el bombardeo de Irán en 1979 y en Argentina en 1982. El FSM debería tomar este reto. Por qué no debería hacer una campaña por el cierrre de todas las bases militares norteamericanas y acomodaciones en el exterior – esto es, en los más de cien países donde los EEUU estaciona tropas, aviones o provisiones? Que justificación posible de expansión tiene este vasto pulpo de expansión, distintas que el ejercicio del poder norteamericano? Las incumbencias económicas del Foro no están en contradicción con tal extensión de su agenda. La economía, después de todo, es sólo una forma concentrada de política, y la guerra es la continuación de ambos por otros medios.

Por el momento, estamos rodeados de políticos y eruditos, prelados e intelectuales, desfilando su conciencia por impresos y la agitación del aire para para explicar como se oponían a la guerra, pero ahora que esta se ha desatado creen que la mejor manera de manifestar su amor a la humanidad es llamando a una rápida victoria de EEUU, así los iraquíes pueden ahorrarse sufrimiento innecesario. Tipicamente, tales figuras no tuvieron objeciones al régimen de sanciones criminales, y su dosis de acompañamiento de bombardeos semanales Ango-Estadounidense, que llevaron miserias al pueblo iraquí en los doce años precedentes. El único mérito de este coro descompuesto es el de dejar claro, por contraste, que implica una oposición real a la conquista de Irak.

Las tareas inmediatas que muestra un movimiento anti-imperialista son las de apoyar la resistencia iraquí a la ocupación anglo-norteamericana, y la oposición a cualquier argumento para meter a la ONU en Iraq como cubierta retroactiva para la invasión y el negocion posterior de Washington y Londres. Dejar que los agresores paguen los costos de su propia ambición imperial. Todos los intentos de vestir la recolonización de Irak como una nueva Liga de las Naciones, al estilo de la de 1920, deberá ser desnudado. Blair será el principal impulsor en esto, pero no tendrá ningún acompañamiento de extras europeos detrás de él. Delineando esta obscena campaña, los comienzos de la cual son ya visibles en los canales de TV de Murdoch, la BBC y la CNN, está el deseo de reunir a Occidente. El grueso de oposición oficial en Europa, y una gran cantidad sustancial en EEUU, esta desesperada para comenzar con el “proceso de cicatrización” de posguera. La única respuesta posible que hay adelante es el lema escuchado en las calles de San Francisco esta primavera: “ni su guerra ni su paz”.


 

 

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