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La guerra del ajuste
Autor: Naomi Klein
Fuente: lavaca.org
Fecha: 20/06/2003

Título Original:

Las calles de Bagdad son un pantano de basura y crimen. Los estropeados negocios locales van a la bancarrota, incapaces de competir contra las importaciones baratas. El desempleo aumenta y miles de trabajadores estatales despedidos protestan en las calles. En otras palabras, Iraq se ve como cualquier otro país que haya pasado por "ajustes estructurales" marcados a fuego ardiente por Washington, desde la infame "terapia de shock" aplicada a Rusia a principios de los noventa hasta la desastrosa "cirugía sin estética" en Argentina algunos años después. Excepto que la así llamada reconstrucción en Irak hace que aquellas retorcidas reformas parezcan tratamientos de spa.


Paul Bremer, el gobernador de Irak designado por los Estados Unidos, ya ha demostrado en sus tres semanas ahí, ser una especie de fiasco en el capítulo democrático, convirtiendo los planes de que el pueblo iraquí elija su propio gobierno interino a favor del equipo de asesores que él mismo escogió. Sin embargo, Bremer ha demostrado tener un gran talento cuando se trata de desplegar la alfombra roja para las multinacionales norteamericanas. Con razón George W. Bush se veía tan complacido cuando se encontró con Bremer en Quatar.

Por dos semanas, Bremer ha estado descuartizando el sector público de Irak, como Chainsaw Al Dunlap con un chaleco antibalas (Al Dunlap, presidente ejecutivo de Sunbeam, se ganó el apodo de Chainsaw -"el descuartizador"- por los despidos masivos que promueve en la restructuración de empresas). El 15 de mayo, Bremer echó de sus trabajos en el gobierno a casi 30 mil altos oficiales del Partido Baas.

Poco menos de una semana después, disolvió el ejército y el Ministerio de la Información, dejando a 400 mil iraquíes sin trabajo, sin pensión ni programas de desempleo.

Claro, si los colaboradores y propagandistas de Saddam Hussein se quedarán con el poder en Irak se desataría un desastre en materia de derechos humanos. La "des-baasificación", como ha sido llamada la purga de oficiales del partido, podría ser la única manera de prevenir que resurjan los seguidores de Saddam y así permitir el único beneficio posible que puede resultar de la guerra ilegal de George W. Bush.

Sin embargo, Bremer ha ido más allá de una simple purga entre los poderosos fieles del Baas; avanza hacia un asalto a gran escala del Estado mismo. Doctores que se unieron de niños al partido, y que no le tienen afecto alguno, ahora enfrentan el despido, mientras que servidores públicos de bajo rango, con ningún tipo de vínculo con el partido, han sido despedidos en masa. Nuha Najeeb, antiguo director de una imprenta en Bagdad, dijo a Reuters: "No tuve nada que ver con los medios de comunicación en el gobierno de Saddam... entonces, ¿por qué me despiden?"

Mientras el gobierno de Bush es cada vez más abierto en sus intenciones de privatizar las industrias estatales de Irak y partes del gobierno, la des-baasificación de Bremer toma un nuevo sentido. ¿Trabaja sólo para deshacerse de los miembros del Partido Baas o está también laborando para reducir a todo el sector público de manera que, hospitales, escuelas e incluso el ejército sean lugares favorables para la privatización por firmas estadunidenses? Así como la reconstrucción es la excusa para la privatización, la des-baasificación se parece bastante a una demolición encubierta.

Preguntas similares surgen del muy burdo trabajo que Bremer ha hecho con las compañías iraquíes, de por sí golpeadas por 12 años de sanciones y un mes y medio de saqueos. Bremer ni siquiera esperó a que se restableciera el servicio eléctrico en Bagdad, a que se estabilizara el dinar, o que llegaran las refacciones para las fábricas paralizadas, cuando ya había declarado, el 26 de mayo, que Irak estaba "abierta para los negocios".

Televisores y alimentos empacados inundaron las fronteras, orillando a la quiebra a muchos negocios iraquíes, incapaces de competir con estas importaciones exentas de impuestos. Así es como Irak se unió a la economía global de libre mercado: en la oscuridad.

Paul Bremer es, según Bush, "una persona capaz". Ciertamente lo es. En menos de un mes ha preparado largas franjas de las actividades estatales para su apropiación por las corporaciones, dando preferencia a los importadores extranjeros para que aniquilen a casi toda la competencia local, y se aseguró de que para esto no haya incómodas interferencias del gobierno iraquí; de hecho, se aseguró de que, durante este momento clave en el que se están tomando tantas decisiones cruciales, ni siquiera haya gobierno iraquí. Bremer es, él solo, el propio FMI de Irak.

Como tantos de los hombres que conforman el paisaje de la política exterior de Bush, Bremer ve la guerra como una oportunidad de negocio. El 11 de octubre de 2001, justo un mes después de los ataques terroristas en Nueva York y Washington, Bremer, que alguna vez fue el embajador de Reagan para el anti-terrorismo, lanzó una compañía diseñada para capitalizar la nueva atmósfera de miedo en las salas de consejo de las corporaciones estadunidenses. Crisis Consulting Practice (Despacho de Consultoría en Crisis), una división del gigante de los seguros Marsh & McLennan Companies, se especializa en ayudar a las multinacionales a encontrar "soluciones de crisis comprensivas e integradas" para todo, desde ataques terroristas hasta fraudes de contabilidad. Y, gracias a su alianza estratégica con Versar Inc., analista en armas químicas y biológicas, a los clientes de ambas compañías se les brindan "servicios totales de contra-terrorismo".

Para vender esta costosa protección a las firmas estadunidenses, Bremer tuvo que hacer vínculos explícitos entre el terrorismo y la fallida economía global, articulación por la cual llaman consistentemente lunáticos a los activistas.

En un documento de noviembre de 2001, intitulado Nuevos riesgos en los negocios internacionales, explica que las políticas de libre comercio "requieren el despido de trabajadores. Y abrir los mercados al comercio exterior impone gran presión sobre los vendedores minoristas y los monopolios de comercio". Esto lleva a "crecientes brechas en el ingreso y tensiones sociales", que a su vez pueden desembocar en una serie de ataques sobre las firmas norteamericanas, desde terrorismo hasta intentos gubernamentales por revertir la privatización y los incentivos comerciales.

Bien podría estar describiendo las consecuencias que sus propias políticas tienen en Irak. Pero los tipos como Bremer siempre saben cómo jugar para ambos bandos. Como un hacker que desmantela sitios de Internet corporativos y luego vende sus servicios como un especialista de seguridad en la red, en pocos meses Bremer bien podría estar vendiendo seguros antiterrorismo a las mismas compañías que ha recibido en Irak.

¿Y por qué no? Como les dijo Bremer a sus clientes de Marsh: "La globalización puede tener consecuencias negativas a corto plazo para muchos", pero también lleva a "la creación de riqueza sin precedentes". Así ha sido para Bremer y sus secuaces. El 15 de mayo, día en que llegó a Irak, su antiguo jefe, Jeffrey W. Greenberg, director general de MMC, anunció que 2002 "fue un gran año para Marsh -su ingreso operativo aumentó 31 por ciento-. La especialidad de Marsh en análisis de riesgo y ayudar a los clientes a desarrollar programas de manejo de riesgo han tenido una gran demanda. Nuestro panorama nunca ha estado mejor."

Muchos han señalado que Paul Bremer no es un experto en política iraquí. Pero esa nunca fue la intención. Es un experto en lucrar con el terror de la guerra y en ayudar a las multinacionales estadounidenses a hacer dinero en lugares lejanos donde no son ni populares ni bienvenidas.

En otras palabras, es el hombre ideal para el trabajo.

 

 

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