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¿Puede romperse el equilibrio capitalista?
Juan Chingo
La Verdad Obrera 116
27/02/03

 

En las últimas semanas, la tensión internacional ha llegado a su punto más álgido. El tenor de la virulencia transatlántica no tiene precedentes, al tiempo que se manifiesta una fuerte división en el seno de la OTAN, al interior de la Unión Europea y con los países de Europa del Este candidatos a acceder a ésta. En la última reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, el Secretario de Estado norteamericano, Collin Powell, apareció aislado frente a la propuesta de Francia y Alemania, avalada por Rusia, de darle más tiempo a los inspectores de la ONU y la ovación que suscitó el discurso del Ministro de Relaciones Exteriores francés. Mientras, el 15 de febrero millones de personas en los cinco continentes, se manifestaron abiertamente contra la guerra. La decisión de EE.UU. de ir a la guerra contra Irak y el rechazo que está generando, están alcanzando un estadio de no retorno con enormes consecuencias.

 

Elementos de ruptura del equilibrio capitalista

No es la primera vez que las principales potencias europeas manifiestan una fuerte oposición a la política de Washington. La crisis alrededor del Canal de Suez en 1956 (cuando Francia e Inglaterra quisieron mantener su influencia colonial en esta región, lo que no contó con la aquiescencia de Washington), la guerra de Vietnam, la instalación de los mísiles Pershing en Europa durante el gobierno de Reagan en 1980, todos fueron motivos de fuertes divergencias. Sin embargo, a un nivel estratégico se mantenía la unidad de Occidente. EE.UU. y Europa compartían un interés común en la lucha contra el comunismo.
Hoy, distinto que en el pasado, las divergencias no son tácticas. Tampoco el verdadero punto en cuestión es la política hacia Irak o Corea del Norte. Como plantea el analista Jim Hoagland, estas diferencias "son ahora sobre el alcance y la naturaleza del liderazgo norteamericano en los asuntos mundiales. Estas no son sólo otro torrente de debates dentro de la OTAN sobre los gasoductos soviéticos o los misiles Pershing. Aquellas disputas fueron sobre las tácticas necesarias para confrontar una amenaza común e identificable. El alboroto transatlántico podía ser discretamente absorbido en tanto que los eventos o el tiempo proveyerán soluciones. Las disputas de hoy son sobre el curso de la historia. Ellas surgen de una falta de comprensión común de la seguridad global y del rol norteamericano en proveerla. Ellas no van fácilmente a disiparse si, como ahora parece probable, Estados Unidos, Gran Bretaña, Turquía y otras naciones siguen adelante con la acción militar en Irak frente a la amplia oposición de otros aliados tradicionales." (Washington Post, "Norteamérica la desafiada", 13/02/03).

Esta disputa política y estratégica entre las grandes potencias no es una cosa menor. Señala un fuerte elemento que apunta hacia la ruptura del equilibrio capitalista. Es que al contrario de lo que sostienen los apologistas de la "globalización" y su visión economicista, de una autoexpansión del capital por el libre juego del mercado, la existencia de determinadas relaciones y compromisos interestatales son los que posibilitan la extensión y la reproducción de las relaciones de producción capitalista.
Hoy, la decisión de Washington de emprender una guerra unilateral contra Irak y la brecha que ha abierto con algunos de sus principales aliados europeos, amenaza con derribar una a una las alianzas y los pilares del orden establecido en la posguerra, lo que puede tener consecuencias ominosas para el equilibrio capitalista en su conjunto.
Esto es lo que temen algunos analistas. El analista Paúl Samuelson señala que: "La mala noticia es que la globalización puede revertirse, dañando países que dependen del comercio y la inversión internacional." Citando a otro autor, que ve un siniestro paralelo con 1913, "cuando difícilmente alguien imaginaba que la economía mundial podía desmadrarse", sostiene que "el peligro ahora es que los más grandes jugadores económicos están divididos por cuestiones no económicas y han perdido la habilidad de tenerse confianza el uno al otro." Probando que esta perspectiva no está alejada de la realidad, el mismo autor da como prueba que "el Financial Times de Londres reportó la semana pasada que los líderes de las corporaciones europeas están preocupados de que la ruptura diplomática entre Estados Unidos y Alemana y Francia se ampliara en disputas comerciales. Las compañías alemanas están ya reportando una reacción violenta de los consumidores norteamericanos, dijo el Financial Times". (Newsweek, Feb. 24).Según como concluya el test irakí y si el mismo termina de profundizar aún más las divisiones interimperialistas provocando que los antiguos aliados se transformen en abiertos rivales ,el precario equilibrio capitalista actual puede tambalear.

 

Un nuevo actor en escena

Las masivas movilizaciones del 15/02, son las más grandes que haya habido en toda la historia de la opresión imperialista sobre los pueblos del mundo en contra de una guerra contra un país semicolonial. Esto es doblemente significativo por el hecho de que la guerra aún no ha comenzado. La masividad del movimiento y la identificación de gran parte de éste de los motivos rapaces de la proyectada operación militar de EE.UU. sobre Irak -graficada en la popularidad de la consigna ¡Not blood for oil! (¡No sangre por petróleo!)-, señalan el carácter progresivo de este movimiento y un salto en la conciencia de sectores de las masas, a pesar del carácter predominantemente pacifista del mismo y de la confianza aún en muchos de los participantes en instituciones imperialistas como la ONU.
Este movimiento se expresó como una sumatoria de individuos ("multitud") y no aún orgánicamente como un fenómeno de clase, donde los trabajadores ejerzan su hegemonía sobre el conjunto de los sectores que se oponen a la guerra. Junto a la ausencia de un programa para derrotar al imperialismo, estas constituyen las principales debilidades de este movimiento. Pero sería aún prematuro juzgarlo por esto, ya que la ingenuidad o ilusiones pacifistas del mismo podrían ser el preludio de una radicalización revolucionaria al calor del desarrollo del conflicto.
Lo nuevo y significativo es que las movilizaciones del 15/02, señalan la entrada de un nuevo actor en escena. A pesar de ser ignorado por los medios televisivos en EE.UU., de esto ha tenido que dar cuenta el New York Times. En una nota titulada "Un nuevo poder en las calles", señala que "la fractura de la alianza occidental sobre Irak y las amplias manifestaciones contra la guerra alrededor del mundo este fin de semana son demostrativos de que podría aún haber dos súper potencias en el planeta: EE.UU. y la opinión pública mundial." El mismo artículo continúa: "El fresco despertar del sentimiento antiguerra podría no ser suficiente para disuadir a Bush o sus consejeros de su resoluta preparación para la guerra, pero el número total de manifestantes ofrece un mensaje potente de que cualquier apuro hacia la guerra puede tener consecuencias políticas para las naciones que apoyan la marcha de Mr. Bush hacia los valles del Tigris y el Eufrates." Y termina señalando que "por el momento, un fenómeno excepcional ha aparecido en las calles de las ciudades del mundo. Podría no ser tan profundo como las revoluciones populares en Europa del Este en 1989 o la lucha de clases europea de 1848, pero los políticos y líderes no es probable que lo ignoren." (NYT, 17/02/03).
Los gobiernos europeos como el de Inglaterra, el principal aliado de EE.UU., o el de España e Italia, que apoyan el esfuerzo bélico de Bush y que han sufrido las movilizaciones más numerosas, son los más expuestos a sufrir las consecuencias políticas, sobretodo en caso de que la guerra no marche de la forma rápida y expedita que el Pentágono prevé. La base política de Tony Blair se encuentra prácticamente en el aire debido no sólo a la oposición popular, sino también dentro de su propio partido, el Labour Party. Si este no logra el aval de la ONU a la empresa guerrerista y las movilizaciones se radicalizan, Blair podría caer como Margaret Tatcher luego de que las movilizaciones anti Poll Tax en los 90' adquirieron un carácter más violento.
En España, el Partido Popular de Aznar que se encaminaba a dominar la política española en el próximo periodo, ha visto resurgir la oposición del PSOE, que antes de estos acontecimientos estaba en ruinas. En Italia, Berlusconi que ya sufrió el año pasado fuertes movilizaciones y huelgas de los trabajadores contra su política antiobrera, ha recibido el impacto de estas nuevas movilizaciones y aconsejado por el Vaticano, mientras sigue apoyando a Bush, le pide a éste mas prudencia. Por el contrario, a diferencia de estos vecinos de la UE, en Francia que encabeza la oposición diplomática al curso unilateral norteamericano, el gobierno de Chirac ha logrado una importante unidad nacional detrás de su política, fortaleciendo su base de sustentación.
Junto a la debilidad interna de los gobiernos que apoyan a EE.UU., la proyectada guerra contra Irak ha dividido a los países de la Comunidad Europea y a estos últimos de los países de Europa del Este, lo que debilita la unidad burguesa en momentos en que la crisis de la economía mundial se expresa fuertemente en Europa y la Comunidad Europea debe terminar de absorber a los nuevos miembros de los antiguos países comunistas. Estas disputas, pueden en el próximo periodo aumentar la inestabilidad económica y política en esta región clave, así como abrir brechas que pueden ser aprovechadas por el movimiento obrero y de masas.

 

Momento de decisiones

Que un conflicto en la periferia como Irak haya desatado tal grado de animosidad entre las principales potencias imperialistas revela lo carcomido que estaban las bases del sistema internacional establecidas a la salida de la salida de la Segunda Guerra Mundial sobre las cuales se fundó la hegemonía norteamericana. Es que después de la caída la ex URRS las estructuras heredadas de este viejo orden son cada vez más estrechas para lidiar con las contradicciones y realidades de un mundo dividido desde comienzos de los '70 en una tríada de potencias con un poder económico más o menos equivalente.
Durante la década pasada esto se exacerbo debido a que el fin del "mundo bipolar" de la guerra fría no dio lugar a un "mundo multipolar" como esperaban las potencias europeas al tiempo que el estancamiento de Japón y la debilidad económica de la Comunidad Europea fortaleció política y económicamente a los EE.UU. Este balance aumentó el fuerte desequilibrio de poder presente en el sistema internacional, entre los EE.UU. y el resto de las potencias. El 11/9 y la respuesta norteamericana frente al mismo tratando de utilizar su abrumadora superioridad militar para obtener ventajas estratégicas en el terreno geopolítico fue la ultima gota que colmó el vaso de la cada vez más ficticia unidad de Occidente.
Luego de los inéditos escarceos de las últimas semanas y llegados al borde del abismo los principales lideres mundiales están tratando de contemporizar. Mientras siguen las disputas verbales y las acusaciones a uno y otro lado del Atlántico, una intensa ronda de diplomacia se está desarrollando detrás de bambalinas tratando de cerrar las enormes brechas abiertas. Sin embargo nada asegura que esta tarea sea fácil y mucho menos que el éxito este asegurado.
Por tanto, los próximos días serán momento de decisiones trascendentes. La forma en que se termine de definir la guerra contra Irak tiene una enorme importancia no sólo para los planes guerreristas de los Estados Unidos - sobretodo frente a la eventualidad de que la guerra se prolongue - sino fundamentalmente para sus posibilidades de estabilización en la zona, de tener éxito en su empresa de derrocar a Saddam Hussein. Al menos sin tener que pagar un costo tan alto para su liderazgo, que acelere estratégicamente su declinación histórica.

 

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