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El fracaso de la batalla diplomática
El orden imperialista mundial y el nuevo reparto del mundo
Nicolás Miranda, integrante de Clase contra Clase (FT - Chile)
Especial para Partes de Guerra
19/03/03

 

El despliegue de esfuerzos diplomáticos de Estados Unidos, incentivado dramáticamente en los últimos días ante la oposición de Francia, Alemania y Rusia, así como ante las necesidades de política interna de Inglaterra y España, terminó en un rotundo fracaso. Los esfuerzos diplomáticos, al contrario de lo que podría pensarse, se inscriben en los preparativos políticos para la guerra: buscan persuadir, encontrando la justificación que toda guerra precisa, como guerras justas o necesarias para crearse una base social que las sustente; buscan galvanizar a los aliados, vencer las dudas de los vacilantes, neutralizar a los débiles opositores, y asestar una derrota política a los opositores más firmes; buscan acelerar lo que se llama guerra psicológica, debilitando al enemigo antes de que entre a los campos de batalla.
Pero, como decíamos, estos esfuerzos terminaron en un rotundo fracaso. El encuentro en las islas Azores entre Bush, Blair y Aznar, sólo lo confirmaron, haciendo más evidente el aislamiento de Estados Unidos y sus aliados.
Ya es casi un lugar común afirmar que Francia, acompañada por el momento por Alemania, no sólo defiende sus estrechos lazos comerciales con Irak y los países de la región (intereses petroleros y armamentísticos), no sólo está preocupada por la probable desestabilización política y social que seguramente traiga aparejada esta nueva guerra imperialista tanto en Medio Oriente y el resto de los países oprimidos, como también en las propias naciones imperialistas, sino que también está disputando el liderazgo de la potencia imperialista hegemónica, los Estados Unidos (EUA).
Esta disputa, ha tensionado a un grado extremo el orden imperialista mundial. La intención de EUA es traducir su incomparable poder militar en un revitalizado poder político, económico, social e ideológico, que le asegure el dominio imperialista del mundo, en momentos en que la cadencia de su declive parece no tener solución de continuidad, en estas condiciones. La intención de Francia es, aprovechando hábilmente la coyuntura de oposición a la guerra que devela y alienta el debilitamiento estratégico de EUA, reclamar un lugar preponderante en el nuevo mapa del mundo que Estados Unidos está intentando dibujar.
¿Podrá EUA imponer sus objetivos de nuevo reparto del mundo? ¿Podrá Francia disputarle un lugar a Estados Unidos? Ensimismados en estas disputas interimperialistas, ninguna de las grandes potencias (incluida Francia que las agita como espectros), toma seriamente en cuenta el progresivo despertar de ese gigante dormido, que comienza a estirar sus músculos en parte impulsadas por estas mismas disputas interimperialistas: los trabajadores y las masas del mundo. Pretendemos hacer aquí algunos punteos de esta nueva situación mundial.

 

El orden imperialista mundial

El orden imperialista mundial se basó históricamente en que Estados Unidos, (actuando como locomotora de la prosperidad imperialista en un primer momento, y como principal muralla de contención a la crisis histórica de acumulación capitalista de principios de los '70), podía repartir el mundo en una relación de superioridad incontrarrestable en relación a las otras naciones imperialistas, pero permitiéndoles a sus socios y competidores imperialistas un lugar en el orden imperialista mundial. El punto crucial de esta renovada disputa interimperialista, reside en que EUA se ha lanzado a un nuevo reparto del mundo en el que busca asegurar para sí mismo el dominio del mundo, mediante la conquista directa, redoblando la opresión y explotación de las naciones semicoloniales y desplazando a sus socios y competidores de las otras naciones imperialistas. Esta es la base de estas nuevas guerras imperialistas de conquista, y que explican que el fanatismo ideológico, religioso, etc, de los llamados halcones de la Administración Bush cobrara esta desmedida relevancia.
La crisis de acumulación capitalista mundial es históricamente decisiva en EUA, lo que se refleja en los signos de una profunda crisis económica cada vez más difícilmente contenida (ver nota), aunque sus epicentros se manifiesten en los países oprimidos (Sudeste asiático, Rusia, Brasil, Turquía, Argentina, etc). Es esta situación la que está impulsando esta nueva cruzada imperialista de la nación más poderosa del planeta.
En esta cruzada, algunas naciones imperialistas menores, como Inglaterra, España e Italia, intentan atarse al carro del que parece el más fuerte, EUA, redefiniendo las jerarquías entre las naciones imperialistas. Baste un ejemplo: La petrolera francesa TotalFinaElf, con negociaciones para ingresar a la industria petrolera iraquí, podría ser desplazada por la empresa petrolera inglesa British Petroleum. Estos desplazamientos, están a su vez subordinados a los intereses estratégicos de EUA, que dominará el conjunto de la explotación petrolífera de Irak, muy especialmente buscando determinar sus niveles de producción, sus precios, y asegurando que se mantenga el petróleo atado al dólar, buscando frenar un lento y amenazante drenaje hacia el euro.
Por su parte, otras naciones imperialistas, como Francia y al menos momentáneamente Alemania, buscan que este nuevo reparto del mundo que está comenzando, asegure un acceso más igual a las distintas naciones imperialistas. Es lo que eufemísticamente se llama "multilateralismo".

 

La fortaleza de EUA

La fortaleza de EUA se basa en una combinación de, al menos, tres factores. El primero, su lugar históricamente dominante como la potencia económica más poderosa, y que, aunque hoy en lento declive, se conserva a duras penas a través del patrón dólar. El segundo, y sobre esta base, su enorme superioridad militar que refleja su supremacía económica, y que permite asegurar la base técnica del dominio imperialista, lanzándose a estas nuevas guerras de conquista que intentan asegurar el nuevo reparto del mundo. El tercero, la propia debilidad de sus socios y competidores, los imperialismos europeos y japonés.
Lo que podríamos decir según esto, es que la fortaleza actual de EUA revela una debilidad estratégica. El patrón dólar parece ser cada vez más un resabio de su anterior poderío económico, que apenas pueden conservar. El poderío militar es un factor técnico importante, pero auxiliar. Su fortaleza actual expresa la debilidad ajena.
La burguesía imperialista de EUA se ha decidido a revertir esta situación de debilidad estratégica lanzándose a un nuevo reparto del mundo, erosionando el orden imperialista mundial y produciendo una flexión a izquierda de la situación mundial, sacando fuerza de su debilidad estratégica.
Esta debilidad estratégica, que se devela por debajo de la fortaleza visible que a todos impresiona con sus despliegues militares, está erosionando el régimen interno de Estados Unidos, y dividiendo a sus sectores dominantes. Basten algunos ejemplos: actualmente, el Partido Demócrata, el otro pilar del régimen estadounidense, está dividido en cuanto a la guerra (aunque a la hora de entrar en acción se disciplinen a regañadientes), está dividido en cuanto a las medidas económicas a tomar ante la crisis de la economía de EUA (si avalar la política recorte de impuestos de Bush o no), tiene actualmente 12 precandidatos presidenciales. Las centrales sindicales estadounidenses se han posicionado en contra de la guerra, en un quiebre histórico, ya que ni en la guerra de Vietnam se declararon contra la guerra.
Esta debilidad estratégica que EUA intenta revertir por la fuerza, está erosionando sus relaciones con sus socios y competidores, los imperialismos europeos.

 

La debilidad de Europa

Por el contrario, Europa aparece fuerte. Aunque dividida, y ahora emergen virulentamente las divisiones que soterradamente actuaban en su interior, Francia y Alemania se han decidido a hacer de Europa no una federación de compromiso, defensiva ante las dificultades de cada uno de sus principales países considerados individualmente y ante el poderío estadounidense, sino una potencia dirigida por Francia y Alemania que dispute el dominio imperialista del mundo por EUA.
Esto desarticula la forma en que EUA estableció sus relaciones con la Unión Europea hasta el momento, relaciones que se basaban en que se trataba de una federación de compromiso, basada en el equilibrio entre las distintas naciones, que permitía a EUA que, mediante ese equilibrio que necesitaba para constituirse, no emergiera una potencia dominante que buscara disputarle su posición dominante. Esto parece estar terminando: Francia, con Alemania como aliada, pretende dirigir Europa para disputar a EUA el nuevo reparto del mundo que se está iniciando. El relativo fortalecimiento del euro, junto con la debilidad estratégica de EUA, alentó este paso audaz que comienzan a dar las burguesías imperialistas de Francia y Alemania. Esta decisión de reedificar la Unión Europea que apenas comenzaba a edificarse, con base en un eje Paris- Berlín, otorgó un lugar decisivo en las decisiones del orden imperialista mundial, obstaculizando las políticas imperialistas estadounidenses, y desplazando del lugar de único amo del mundo a EUA, predominante hasta el momento y desde hace más de 50 años.
Sin embargo, esta fortaleza, se basa en una debilidad estratégica. La fortaleza de Francia y Alemania, se basaba tanto en la debilidad estratégica de Estados Unidos, como en que se sostenían en una Europa unida que podía hacer frente a EUA. Europa unida que permitió la creación del euro, que comenzaba a aparecer cuestionando el patrón dólar. Y la decisión de Francia y Alemania de subordinar a Europa a sus dictados, probablemente termine por romper aquella edificación.
La división de intereses entre las distintas naciones imperialistas europeas, manifestadas en los distintos alineamientos ante la guerra, a su vez, sólo podría resolverse rompiendo ese equilibrio timorato entre las distintas naciones y uniéndose tras una potencia dirigente que conduzca a la disputa por el reparto del mundo a Estados Unidos, aunque a su vez erosionará las bases de la decisión de Francia y Alemania que eran una Europa unida que las sustentara. Porque la crisis de acumulación capitalista mundial, no parece estar dejando margen para un orden imperialista mundial como lo conocimos hasta hoy, con un reparto del mundo bajo la égida estadounidense pero con importantes porciones para sus socios y competidores. Esto profundiza históricamente las divisiones interimperialistas.
En este marco, de aceleración de las disputas interimperialistas, potencias menores como China o Rusia, países semicoloniales como Venezuela, estados obreros deformados (si este concepto alcanzara a aproximarse a una definición) como Corea del Norte, comienzan a adquirir mayor margen de acción. Para muchos, China será el mayor competidor de Estados Unidos y sus aliados europeos en el reparto del mundo, basado en gran medida en su crecimiento económico inigualable de al menos los últimos 10 años. De todos modos, China parece ser más una fuente de explotación de las empresas imperialistas europeas y estadounidenses, que la competencia de una burguesía nacional china que se arriesgue a disputarle el mundo a las burguesías imperialistas. El gigante asiático, tal vez sea, más probablemente, escenario de las disputas interimperialistas, que un competidor para ellas.

 

Las disputas interimperialistas y el movimiento de masas

Diversos analistas plantean que la disputa interimperialista en curso, se definirá según los distintos escenarios de la guerra. En caso de una guerra corta, que no inflame a las masas árabes (sin muchas bajas civiles, etc), que establezca un reparto "justo" entre las distintas potencias imperialistas, podrían reestablecerse, aunque con dificultad, las relaciones entre Francia- Alemania y Estados Unidos- Inglaterra- España, intentando un reparto pacífico y ordenado del mundo. En caso contrario, el eje París- Berlín se sentirá fortalecido en su cuestionamiento al dominio sin discusión de EUA del orden imperialista mundial, agudizando las disputas interimperialistas.
Seguramente estas distintas situaciones de los escenarios de la guerra influirán decisivamente en los ritmos de desarrollo de las disputas interimperialistas. Pero no detendrán su curso, ni podrán resolver pacífica y ordenadamente el reparto del mundo, que es lo que está en juego. Lo que permitió un Yalta, un reparto ordenado y pacífico del mundo, fue la superioridad incontrastable del imperialismo dominante de Estados Unidos, asegurado por la dirección del movimiento obrero mundial por su sector reformista, el stalinismo, que garantizaba el saqueo del mundo sin tener que enfrentar los riesgos de una revolución. Hoy, no hay una nación imperialista asentada como EUA en ese entonces, ni una dirección reformista como la del stalinismo.
Pero lo que resultará decisivo en los ritmos de esta disputa interimperialista, es que ella misma alienta que entre sus brechas se cuele un movimiento de masas que está actuando mundialmente, que, más allá de las coyunturas o situaciones particulares momentáneas (como la unidad nacional detrás de Chirac, o la oposición nacional a Blair), el movimiento de masas ha entrado en la escena política mundial, y cuestiona objetivamente el dominio imperialista del mundo, y esta nueva disputa interimperialista por el reparto del mundo. Enfrentar a las masas movilizadas del mundo entero, y la creciente entrada en escena de sectores del proletariado mundial, probablemente sea más decisivo a la hora de buscar aminorar las disputas interimperialistas. Un probable ascenso revolucionario en el Medio Oriente, más allá del probable triunfo militar en Irak, una eventual guerra de liberación nacional en algún país de la región, un desarrollo de las luchas de la clase obrera en algún país imperialista, será decisivo para determinar si las disputas interimperialistas se profundizarán o se aquietarán por un tiempo, hasta asestar una derrota a las masas del mundo y a la clase obrera, que permita resolver sin inquietudes sobre su dominio imperialista del mundo.
La erosión del orden imperialista mundial, la flexión a izquierda de la situación mundial, las divisiones interimperialistas que permiten que entre sus brechas se cuele el movimiento de masas y sectores del movimiento obrero mundial, son todos elementos que van creando mejores condiciones objetivas para la acción de los revolucionarios, planteando más agudamente la necesidad de avanzar en la construcción de partidos de trabajadores revolucionarios, y de un partido mundial de la revolución proletaria, la IV Internacional.

 

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