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Estrategia Internacional N° 20
Septiembre 2003

Breve apéndice histórico sobre el dominio norteamericano en Medio Oriente
 

Desde la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha sido la potencia dominante indiscutida en la región que la geopolítica occidental designó genéricamente como Cercano Oriente.1 Históricamente esta zona de la periferia capitalista ha tenido una importancia estratégica fundamental por su ubicación geográfica y sus enormes riquezas petroleras, que ha dado lugar a disputas y repartos entre potencias imperialistas.2
El primer "diseño" del Medio Oriente empezó en el curso de la Primera Guerra Mundial con el tratado de Sykes Picot3 y tomó forma con el desmembramiento del Imperio Otomano, una vez finalizada la guerra, con el reparto del botín según las zonas ocupadas por los ejércitos de Francia y Gran Bretaña. A instancias de la Liga de las Naciones, los territorios del derrotado Imperio Otomano se pusieron bajo el "mandato" de estas potencias que buscaron establecer protectorados coloniales desde donde extender su influencia y control sobre la región.4 A excepción de Arabia Saudita e Irán, la mayoría de los Estados del Golfo Pérsico fueron creación Británica, y se establecieron como protectorados durante o después de la Primera Guerra Mundial, como Kuwait, Bahrein, Qatar y los Emiratos Arabes Unidos, y se mantuvieron como tales hasta las décadas del '60 y '70 en las que se declararon Estados independientes. Sin embargo, la influencia británica y francesa empezó su declinación mucho antes y se considera prácticamente desplazada con la crisis del canal de Suez en 1956.
El mapa de Medio Oriente se volvió a "rediseñar" a la salida de la Segunda Guerra Mundial, con la partición del territorio histórico de Palestina y la fundación del Estado de Israel en 1948, con el acuerdo de las potencias imperialistas vencedoras y la burocracia stalinista. El Estado de Israel, establecido sobre la base de la expulsión masiva de la población árabe orginaria se transformaría en una de las piezas clave del dominio norteamericano en la región.
El ascenso de Estados Unidos como potencia hegemónica y la decadencia de las viejas potencias coloniales, trajo a su vez aparejados cambios políticos fundamentales en la región. Estados Unidos favoreció un proceso de "descolonización" controlado que acentuó la decadencia de las potencias europeas. Esta política a su vez evitó que los movimientos anticoloniales que se venían desarrollando en Irak, Palestina, Egipto o en la India, y que tomaron un nuevo impulso durante la guerra, siguieran un curso radicalizado ante la debilidad de sus antiguos amos. Gran Bretaña se retiró de la India en 1947 y se puso fin al mandato franco-británico en Medio Oriente.5 Las antiguas colonias consiguieron la independencia formal, transformándose en países semicoloniales. Se inauguraba así un nuevo tipo de dominación imperialista, como plantea el historiador Eric Hobsbawm, "Estados Unidos nunca practicó verdaderamente el colonialismo, con una breve excepción durante la moda del imperialismo colonial, a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Se apoyó más bien en estados dependientes o satélites, fundamentalmente en el hemisferio occidental donde no temía a ningún rival".6 En Medio Oriente este dominio se basaba en "pilares" regionales que actuaban para contrarrestar las amenazas a los intereses norteamericanos.


El desafío del nacionalismo burgués

 

En los primeros años de la posguerra, el objetivo de la política del imperialismo norteamericano en Medio Oriente era principalmente evitar que países importantes cayeran en la órbita de la influencia soviética o de los regímenes nacionalistas, del cual el Egipto de Nasser era el paradigma. Para Estados Unidos no sólo se trataba de garantizar la provisión de petróleo a bajo precio, sino también de evitar que "un estado hostil consiga demasiada riqueza y poder y al controlar una cuota dominante de la oferta de petróleo mundial, se transformara en una amenaza para los Estados Unidos".7 En 1953 un golpe de estado en Irán orquestado por la CIA derrocó al presidente nacionalista Mossadeq y restauró la monarquía del sha Reza Pahlevi.
Sin embargo, el derrocamiento del gobierno del Frente Nacional iraní no detuvo la oleada de golpes de estado de militares nacionalistas que había empezado en Siria en 1948 y en Egipto en 1952 y que se apoyaban en una amplia movilización popular.8 En 1958 un golpe republicano derrocó en Irak al rey Faisal II, y lo reemplazó por un nuevo gobierno integrado por fracciones del partido Bath, grupos panárabes identificados con Nasser, y al Partido Comunista. Estos regímenes nacionalistas aprovechaban el margen de maniobra en sus relaciones internacionales, apoyándose en la Unión Soviética para contrarrestar la amenaza norteamericana.
Bajo la llamada "doctrina Eisenhower" que preveía la intervención militar directa frente a la extensión de la "amenaza" soviética y del nacionalismo árabe, Estados Unidos incursionó brevemente en el Líbano tras el golpe nacionalista en Irak y se retiró luego de que el nuevo gobierno se comprometiera a respetar el equilibrio de la región.
A fines de los '60, cuando la guerra de Vietnam ya se estaba transformando en un pantano para las tropas norteamericanas, el gobierno de Nixon buscó la forma de mantener la seguridad en Medio Oriente a través de agentes regionales, sin que tuvieran que intervenir tropas estadounidenses. El Estado de Israel, el régimen del sha Reza Pahlevi y la monarquía de Arabia Saudita eran los tres pilares de este dispositivo.
El Estado de Israel, el aliado fundamental de Estados Unidos en la región, jugó un rol preciso en acelerar la debacle del nacionalismo árabe. El 6 de junio de 1967, lanzó un ataque preventivo contra las fuerzas aéreas egipcias y contra Siria y Jordania. En sólo seis días el ejército sionista derrotó a los tres países y como resultado ocupó la península del Sinaí en Egipto, las alturas del Golan en Siria, Jerusalén y Transjordania. Este fue un golpe sin precedentes no sólo al nacionalismo burgués sino a las masas árabes. El pueblo palestino que veinte años atrás había sido expulsado de parte de su territorio histórico sufría una nueva catástrofe. Esta rápida victoria fue un punto de inflexión en la relación de Estados Unidos e Israel. Como explica Tariq Ali "Las capacidades militares de Israel tuvieron un fuerte impacto en el Pentágono y el Departamento de Estado. La entidad sionista demostró ser un relevo mucho más estable y poderoso que lo que cualquiera pudiera haber previsto. Las relaciones norteamericano-israelí sufrieron un giro dramático. Israel se transformó en el aliado más seguro de Estados Unidos en la región, y esta realidad fue santificada por un giro masivo hacia Israel de parte de la población judía en Estados Unidos".9
Tan intenso fue este impacto que inmediatamente después de la derrota Nasser presentó su renuncia. La movilización de millones impidió que ésta se efectivizara. Sin embargo la suerte de esta empresa ya estaba echada. Nasser murió tres años después y su sucesor Anwar Sadat, inició una apertura económica y un proceso de privatizaciones que tuvo consecuencias sociales catastróficas. Aunque en 1973 en la guerra de Yom Kipur Egipto revirtió parcialmente su derrota de 1967, el fin de este conflicto fue un armisticio al que contribuyeron la Unión Soviética y el embargo de petróleo a los aliados occidentales del Estado de Israel de los países del Golfo. Esta disputa se terminó de resolver en las negociaciones de Camp David de 1978, auspiciadas por Estados Unidos en el que Sadat aceptó un acuerdo de paz con el estado sionista, por el cual recuperó la península del Sinaí, este acuerdo le costó la vida a Sadat que fue asesinado en 1981. En el curso del gobierno de Sadat, Egipto cayó en la órbita del dominio norteamericano, transformándose en el primer país árabe en reconocer el Estado de Israel.


La revolución iraní y la pérdida de un aliado estratégico

 

La revolución iraní que derrocó al sha en 1979 cambió radicalmente la ecuación estratégica. Estados Unidos no sólo había perdido a uno de sus pilares clave en Medio Oriente, sino que éste había caído producto de un proceso revolucionario, en el que el movimiento obrero concentrado en las refinerías petroleras había jugado un rol central, un escenario que el nacionalismo burgués y el peso de los partidos stalinistas en la región habían evitado exitosamente desde las rebeliones anticoloniales. A pesar de la gran paradoja de la revolución iraní, que terminó con la instalación de una teocracia profundamente reaccionaria encabezada por el ayatola Khomeini, este proceso fue una experiencia fundamental para las masas trabajadoras y populares en el Medio Oriente.
El proceso revolucionario se extendió desde junio de 1977 a febrero de 1979. Hasta mediados de 1978, el movimiento estuvo dominado principalmente por las clases medias, los trabajadores no calificados, desocupados y los pobres urbanos acompañados por la burguesía comercial (los bazaaris). Pero en la segunda mitad de 1978 el proletariado inició una intervención decisiva, las huelgas abarcaron a los trabajadores de las refinerías petroleras, que eran poco receptivos al islamismo, a los empleados públicos y a todos los estratos de la clase obrera, y pusieron en pie organismos de coordinación (shuras), que se extendieron también a sectores del ejército. Estas acciones obreras fueron definitorias para el colapso del régimen monárquico. Sin embargo, el rol dirigente del proceso recayó en el clero chiíta,10 que había mantenido una relación conflictiva con el régimen de Reza Pahlevi. El ayatola Khomeini había sido expulsado en 1964 por denunciar que la presencia de asesores militares norteamericanos violaba la soberanía nacional. En su exilio de casi quince años, que pasó mayormente en Irak y luego en París, elaboró la estrategia para el establecimiento de un régimen teocrático en el que el clero, bajo la figura del Guía Supremo de la Revolución y el Consejo de Expertos, retenía el poder del Estado. La intelligentsia iraní en el exilio había reinterpretado en clave marxista al Corán, asimilando las categorías de clase a las definiciones religiosas de los "arrogantes" y los "desheredados".11 Khomeini se apropió esta "retórica chiíta socialista (...) apoyándose en los desheredados, un término bastante ambiguo que permitía que todos se identificaran con él, a excepción del sha y de la corte imperial".12
El rico proceso revolucionario en Irán vio el surgimiento del Partido Comunista afiliado a Moscú, el Tudeh (las masas), y de variantes "islamo-marxistas" como los Mujaidines del Pueblo y los Fedayines, que se sumaron al frente popular que llevó al poder a Khomeini en febrero de 1979.13 El carácter reaccionario de este régimen teocrático no demoró mucho en revelarse. Los Guardias Revolucionarios y otros grupos armados -notablemente la recientemente creada milicia Hezbollah- que conformaban el aparato represivo lanzaron una purga feroz en las fábricas y las escuelas contra toda influencia de la izquierda, en medio de movilizaciones de masas que reclamaban libertades democráticas. Entre 1981 y 1983 fueron arrestados y asesinados miles de miembros de los mujaidines y del Tudeh y el régimen khomeinista se consolidó en el poder. Como sintetiza el investigador francés Gilles Kepel, la fortaleza de Khomeini "residió en su capacidad de aglutinar a clases sociales diferentes, incluso antagónicas, para conseguir la conquista del poder, y en convertir el discurso político islamista en el instrumento por excelencia de esta movilización, en detrimento de cualquier otra ideología que compitiera con él. Las diferencias sociales sólo aparecieron después del derrocamiento del antiguo régimen; los antiguos aliados fueron destruidos uno tras otro por el grupo que resultó vencedor: la burguesía piadosa".14
A pesar de este resultado, la caída del sha y el ascenso del régimen teocrático, que en su política exterior se comprometía a combatir a muerte al "Gran Satán" (Estados Unidos) por ser el protector del Estado de Israel y de otros enemigos del Islam como Arabia Saudita, generó una crisis sin precedentes para el dominio de Estados Unidos y quitó de su órbita de influencia a un país de importancia estratégica. La toma de la embajada norteamericana durante meses y el desastre militar para la recuperación de los rehenes marcaron uno de los puntos más bajos de la hegemonía militar norteamericana posterior a la derrota en la guerra de Vietnam.
Mientras que la monarquía saudita contrarrestaba la influencia del chiísmo radical en el terreno de la hegemonía ideológica del mundo islámico, Estados Unidos recurrió a Saddam Hussein, un personaje poco confiable pero enemigo acérrimo del régimen khomeinista para hacer frente a la revolución iraní. Alentado y armado por el imperialismo Irak lanzó una guerra fratricida contra Irán en 1980 que se prolongó hasta 1988 y terminó debilitando a ambos Estados.


La primera guerra del Golfo y el giro a la intervención directa

 

La caída de la Unión Soviética dejó a Estados Unidos como la única superpotencia, haciendo desaparecer al principal competidor que le disputaba zonas de influencia. Esta situación disminuyó la importancia para el imperialismo norteamericano de sus antiguos agentes regionales ya que abría la perspectiva de un dominio más directo y un disciplinamiento mayor de las élites burguesas semicoloniales.
La guerra del Golfo en 1991 constituyó la primera intervención militar masiva norteamericana en Medio Oriente desde 1958. Para enfrentar el desafío que había planteado Saddam Hussein al invadir Kuwait, Estados Unidos reunió una coalición sin precedentes que abarcaba a las potencias imperialistas y al conjunto de las burguesías semicoloniales de la región, que mayoritariamente financiaron el esfuerzo de guerra. Esto implicó un salto en el alineamiento de los gobiernos árabes con Estados Unidos. El resultado de la guerra y la resolución rápida de la posguerra fue altamente favorable para el imperialismo norteamericano. Como evaluaba la Comisión de Política Exterior del Senado norteamericano en vísperas de la nueva guerra contra Irak, "Una década atrás, bajo otro presidente Bush, salimos de una crisis importante de política exterior en Medio Oriente con la posición más ventajosa que habíamos tenido desde la Segunda Guerra Mundial. Dirigimos una coalición amplia hacia la victoria contra Irak. En el camino, demostramos que podíamos ser amigos fuertes y confiables del mundo árabe y creamos muchas de las condiciones que permitieron buscar un proceso de paz posible árabe-israelí. Creamos las condiciones para la contención militar de Irán-Irak, tuvimos el firme apoyo de nuestros aliados europeos, y construimos puentes hacia Rusia y China que nos permitieron actuar juntos con respecto a cuestiones de paz y seguridad en el Medio Oriente".15
Esta situación llevó a un replanteo del rol del Estado de Israel como principal aliado de Estados Unidos en el Medio Oriente. En la conferencia de Madrid de 1991 que antecedió a los acuerdos de Oslo, el gobierno de Bush (padre) ejerció una discreta presión económica sobre el primer ministro derechista israelí, Yitzak Yamir para sentarlo a la mesa de negociación. El estado sionista no veía ninguna razón, ya que la Intifada que llevaba casi cinco años, había quedado aislada por el apoyo de Arafat a Hussein en la guerra. Incluso Arabia Saudita, que había sido el principal sostén financiero de la OLP, cesó su ayuda durante la guerra del golfo. Por las mismas razones, Estados Unidos veía la oportunidad de aprovechar esa relación de fuerzas desfavorable para el pueblo palestino e imponer un compromiso que llevara a aceptar su estatus de pueblo colonizado y poder desactivar así un conflicto histórico que siempre ha sido fuente de inestabilidad en la región. La aceptación del acuerdo le costó el puesto a Yamir y posteriormente la puesta en marcha de los acuerdos de Oslo provocó el asesinato de Rabin a manos de un judío ortodoxo de extrema derecha.
A lo largo de la década transcurrida entre la guerra del golfo y la nueva guerra contra Irak, esta fortaleza norteamericana en la región se fue erosionando. A pesar de su triunfo y del alineamiento de los gobiernos árabes, Estados Unidos confirmó que a excepción de Israel no cuenta con subrogados confiables capaces de disciplinar al mundo musulmán y transformarlo en una zona estable y segura para los intereses imperialistas. El surgimiento de grupos islámicos extremos amparados por la élite gobernante saudita, el fracaso de la política de "contención dual" de Irak-Irán practicada durante toda la década pasada, el fracaso de los acuerdos de Oslo para poner fin al conflicto palestino, el estallido de la segunda Intifada, la escalada de la intervención militar de Israel hasta reocupar los territorios palestinos y la percepción de la política abiertamente proisraelí de Estados Unidos, alimentaron un profundo sentimiento antinorteamericano y una creciente inestabilidad de los gobiernos proimperialistas árabes.

 

NOTAS
1 En realidad no hay una definición única de los límites geográficos y políticos del Medio Oriente que varían según el interés sea geográfico, político o de defensa. La expansión de la influencia de Francia, Gran Bretaña y en menor medida Alemania, introdujo una distinción en lo que se había conocido a lo largo del siglo XIX como "Oriente", región que comenzaba en Eurasia, exceptuando a Rusia, diferenciando el Cercano Oriente y el Lejano Oriente. Para el Departamento de Estado norteamericano, el Cercano Oriente incluye a los países del norte de Africa, el Levante y los Estados del Golfo, excluye a Turquía de la definición, ya que este Estado es miembro de la OTAN. Según esta definición, ampliamente aceptada, los países del Medio o Cercano Oriente serían Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto, Israel, Siria, Líbano, Jordania, Irán, Irak, Yemen y los Estados del Consejo de Cooperación del Golfo -Kuwait, Bahrein, Qatar, Emiratos Arabes Unidos, Arabia Saudita y Omán-.
2 Gran Bretaña fue la primera potencia imperialista que se estableció en Medio Oriente en el siglo XIX. Su interés inicial era proteger las rutas y el comercio hacia la India, sobre todo después de la apertura del Canal de Suez en 1869. En 1840 las fuerzas navales británicas establecieron las primeras posesiones coloniales en el Golfo Pérsico y el puerto de Aden transformado en protectorado británico en 1898 (lo que más tarde constituyó la República Popular y Democrática de Yemen del Sur, reunificado con Yemen del Norte en 1990). Posteriormente, bajo la cobertura de expediciones arqueológicas, el Reino Unido obtuvo permiso del califato del Imperio Otomano para comenzar sus excavaciones en busca de petróleo. En 1908 la Anglo-Persian Oil Company (antecesora de la actual British Petroleum) descubrió la primera explotación de petróleo comercializable en Persia (actualmente Irán). La creciente importancia del petróleo para la economía capitalista atrajo a otros capitales como la Royal Dutch Company. Más tarde en la década de 1930 la empresa norteamericana ARAMCO en alianza con el clan Saud comienzan la explotación petrolera, la tercera fundación del reino de Arabia Saudita en 1932 fue contemporánea al descubrimiento del petróleo en su subsuelo. En las décadas de 1950 y 1960 continúan los hallazgos de petróleo en Bahrein, Qatar y los otros Estados del Golfo.
3 Acuerdo secreto firmado en 1916 por Gran Bretaña, Francia y el imperio zarista ruso para repartirse los territorios del Imperio Otomano, por el que Francia se establecía en Siria, Líbano y Argelia, Gran Bretaña en la llamada Mesopotamia, más tarde Irak, Palestina, Egipto, Transjordania y compartía Persia con el imperio ruso. La revolución bolchevique de 1917 denunció abiertamente esta diplomacia secreta de reparto colonial y llamó a los pueblos musulmanes que habían estado bajo dominio zarista y a los árabes a rebelarse contra las potencias coloniales, defendiendo su derecho a la autodeterminación nacional.
4 Un artículo publicado en la revista Weekly Standard plantea del siguiente modo este diseño colonial: "Gran Bretaña y Francia jugaron un rol central en delinear esos estados. Descriptos a veces como 'hijos de Sykes-Picot', los nuevos estados estaban diseñados para proteger o expandir los intereses estratégicos de las potencias coloniales. Irak, por ejemplo, fue creado alrededor de los campos petroleros de Mosul y Kirkuk. La tarea de Egipto era proteger el Canal de Suez. Líbano fue separado para hacerle lugar a los intereses de los cristianos maronitas bajo protección francesa. Transjordania era un puesto militar de avanzada británico con la tarea de vigilar a la Península Arábiga, hacia el sur y el este, y proveer una base para la intervención en la zona del Levante". Amir Taheri, "The Crackup of the Arab Tyrannies?", The Weekly Standard, vol. 008, número 42, 7-14 julio 2003.
5 La excepción fue la negativa de Francia a renunciar a su posesión colonial en Argelia, que consideraba parte de su territorio. Esto llevó a una lucha de liberación nacional que se extendió desde 1954 a 1962, terminando con la retirada del imperio francés y la independencia formal de Argelia.
6 Eric Hobsbawm, "Un imperio que no es como los demás", Le monde diplomatique, junio 2003.
7 "Does Saudi Arabia Still Matter? Differing Perspectives on the Kingdom and Its Oil", Foreign Affairs, Nov-Dic 2002.
8 La oleada nacionalista se extendió a Yemen (1960), Sudán (1962), y Libia (1969), mientras que el movimiento de liberación nacional argelino ponía fin a la colonización francesa.
El punto más alto que alcanzó la realización del programa panarabista que buscaba la unificación de la nación árabe, dividida artificialmente por las potencias imperialistas, fue la fundación en 1958 de la República Arabe Unida por parte de Egipto y Siria. Aunque este proyecto rápidamente se demostró inviable, entre otras cosas por las rivalidades entre las distintas fracciones burguesas de los estados árabes, notablemente la élite saudita que era aliada incondicional de Estados Unidos, y por las propias diferencias al interior de la RAU, causó una gran preocupación al imperialismo norteamericano que temía la emergencia de gobiernos enemigos en el conjunto de la región.
9 Tariq Ali, The Clash of Fundamentalisms, Verso, 2002.
10 El chiísmo surgió tempranamente en la historia del Islam producto de la disputa sobre la sucesión del califato a la muerte de Mahoma en el año 632. Para los sunitas el sucesor debía surgir de la comunidad de los creyentes, así el califato recayó en el clan Umaya que representaba a la aristocracia tribal de la Meca. Alí, el yerno de Mahoma y sus seguidores asesinaron al tercer califa en el año 656 lo que dio lugar a la primera guerra civil islámica. Traicionado por sus propios partidarios Alí fue asesinado, al igual que su hijo Husein, derrotado y muerto en la batalla de Karbala. Esto llevó a la división definitiva y el chiísmo, que significa literalmente el "partido de Alí" iba a fundar sus propios estados y dinastías. El martirio de Husein en Karbala es recordado por los chiítas cada año, durante la procesión hacia su tumba. Esta procesión fue prohibida por el régimen de Saddam Hussein. Tras la victoria norteamericana en la guerra, la procesión de millones a Karbala se transformó en la primera movilización contra las tropas de ocupación. El clero chiíta desarrolló esta tradición de sacrificio en un símbolo de alejamiento del mundo, en particular del poder y la política. Esta posición llamada "quietista" fue cambiada radicalmente por el ayatola Khomeini y la revolución iraní.
11 Estas elaboraciones corresponden al intelectual iraní Alí Shariati quien incorporó al corpus doctrinal chiíta elementos teóricos de intelectuales de izquierda de corrientes tercermundistas. Esta influencia iba de Sartre y Fanon al Che Guevara. Surgió así el llamado "chiísmo socialista" que en Irán profesaba principalmente la agrupación Mujaidines del Pueblo. Este grupo fue duramente perseguido por el régimen khomeinista, sus dirigentes se exiliaron en Francia. Recientemente el gobierno francés encarceló a cientos de sus militantes acusándolos de estar preparando atentados terroristas en occidente.
12 Gilles Kepel, La yihad. Expansión y declive del islamismo, Editorial Península Atalaya, Barcelona, 2001.
13 La izquierda iraní abarcaba un amplio espectro, desde el Tudeh pro Moscú hasta grupos guevaristas como los Fedayines, maoístas, los Mujaidines del Pueblo y trotskistas.
14 Idem 12.
15 "Iraq and America's Foreign Policy Crisis in the Middle East -Senate Foreign Relations Committee-", Library Resources.

 

 

   

 

   
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