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Estrategia Internacional N° 20
Septiembre 2003

Lenin y la filosofía marxista

 

Apuntes sobre la “teoría del reflejo”
Por Nicolás Miranda *


“Una teoría es realmente ‘revolucionaria’ en la medida en que es un elemento de separación y de distinción conciente entre dos campos, en cuanto es un vértice inaccesible al campo adversario”
(Antonio Gramsci, Notas críticas sobre una tentativa de ‘Ensayo popular de sociología”)

Se puede insistir en que ha habido y hay muchos marxismos. El marxismo de conjunto es blanco de ataques de los intelectuales de la burguesía desde siempre. También, los distintos marxismos, se combaten entre sí. El marxismo de Lenin y Trotsky está fuertemente cuestionado por una vertiente de marxistas, en el mismo esfuerzo de miles de intelectuales y militantes marxistas por reconstruir el marxismo de conjunto ante su debilitamiento (que pretendía ser liquidación) bajo el fuego cruzado de los intelectuales burgueses. El cuestionamiento al marxismo de Lenin y Trotsky, no es sólo sobre su teoría de la revolución proletaria y del partido revolucionario marxista proletario. También es sobre la teoría marxista en sus fundamentos metodológicos.

Dentro de este último terreno, se está avanzando de a pasos cautelosos. Si en décadas pasadas se opuso el marxismo humanista al marxismo estructuralista, el marxismo dialéctico al marxismo materialista mecanicista, hoy estos cuestionamientos y enfrentamientos vuelven por sus fueros, historiando estas viejas- y actuales- disputas y posicionándose, o concentrándose en algunas categorías que las concentran. Entre estas, la llamada “teoría del reflejo”.

En este cuestionamiento, se construye una nueva tradición. Contra el aplastante peso de la divulgación (vulgarización) teórica del marxismo por parte del stalinismo, como un materialismo mecanicista y vulgar, se rescatan las elaboraciones y los combates teóricos y políticos de una vertiente del marxismo en la que se incluye principalmente a Gramsci, y también a Lukacs, Labriola, y varios otros intelectuales y dirigentes marxistas, que, tomando el nombre utilizado por Gramsci, ubican en una corriente del marxismo que llaman “filosofía de la praxis”.

El objetivo es que, contra la aplastante lápida que impuso el stalinismo, “fundamentado” en su concepción materialista mecanicista del marxismo, de “lo objetivo” para detener, impedir o liquidar directamente la acción revolucionaria, el marxismo se recree como una teoría fundamentada en la acción de un sujeto. En este esfuerzo, se afirma que no se pretende caer en la vulgarización contraria y desconocer (en un acto de pedantería intelectual) la realidad objetiva, recayendo en el subjetivismo idealista. Sin embargo, al atacar la llamada “teoría del reflejo”, creemos, se recae precisamente en esta concepción idealista sujetiva. Este es el primer punto que se pretende plantear en forma de primeros apuntes en este artículo.


El segundo punto, es cuestionar la identificación entre la versión materialista mecanicista del marxismo stalinista, con la llamada “teoría del reflejo” y con Lenin.

El marxismo materialista mecanicista y la crítica de Gramsci

Todas las elaboraciones teóricas del marxismo, como aproximaciones polémicas a la realidad para su transformación revolucionaria, y como en toda elaboración teórica marxista o no marxista, se realizan en relación a determinados problemas de la realidad concreta de un momento concreto.

En los años ’30 del siglo XX, Gramsci constataba la asimilación de aspectos del marxismo por parte de la teoría social burguesa (para hacer del marxismo una teoría social más entre tantas, quitándole su contenido revolucionario), así como su vulgarización entre algunas corrientes del marxismo. Claramente era así en el caso de Bujarin con su “Ensayo popular de sociología”. O sea, del stalinismo, aunque así no lo planteara Gramsci.
Polemizando con ambas corrientes, identificaba a la primera con el idealismo, y a la segunda con el materialismo mecanicista: “la filosofía de la praxis ha sufrido realmente una doble revisión, esto es, ha sido integrada en una doble combinación filosófica. Por una parte, algunos de sus elementos, de manera explícita o implícita, fueron absorbidos o incorporados en algunas corrientes idealistas (basta citar a Croce, Gentile, Sorel, al propio Bergson, y el pragmatismo); por otra parte, los llamados ortodoxos, preocupados por hallar una filosofía que, según su estrechísimo punto de vista, fuese más adecuada para una ‘simple’ interpretación de la historia, han creído mostrarse ortodoxos identificándola con el materialismo tradicional” .

Estas dos unilateralizaciones, el idealismo y el materialismo, necesitaban una síntesis dialéctica, no una mera fusión ecléctica, que ya Marx había realizado, y que ahora el marxismo, ante la constatación de estos hechos, debía volver a realizar: “En la historia de la cultura, que es mucho más amplia que la historia de la filosofía, cada vez que afloró la cultura popular porque se atravesaba una fase de transformación y de la ganga popular se seleccionaba el metal de una nueva clase, se produjo un florecimiento del ‘materialismo’ y viceversa. Al mismo tiempo, las clases tradicionales se agrupaban alrededor del espiritualismo. Hegel, a caballo de la Revolución Francesa y de la Restauración, dialectizó ambos momentos de la vida del pensamiento, materialismo y espiritualismo, pero la síntesis fue ‘un hombre que camina con la cabeza’. Los continuadores de Hegel han destruido esta unidad y se ha retornado a los sistemas materialistas, de una parte, y a los espiritualistas de la otra. La filosofía de la praxis, en su fundador, ha revisado esta experiencia, de hegelianismo, de feuerbachismo, materialismo francés, para reconstruir la síntesis de la unidad dialéctica: ‘el hombre que camina con los pies’. El laceramiento ocurrido con el hegelianismo se ha repetido en la filosofía de la praxis, esto es, que de la unidad dialéctica se ha retornado, de una parte al materialismo filosófico, mientras que la alta cultura moderna ha buscado incorporar lo que de la filosofía de la praxis era indispensable para hallar un nuevo elixir”.

El objetivo central de la crítica de Gramsci en este escrito, es el materialismo mecanicista de Bujarin, a él dirige estas críticas. Aquí se enlazan los actuales intentos de algunos marxistas de refundar al marxismo con base en la acción del sujeto, en oposición a la categoría de reflejo. Gramsci polemiza con la determinación mecanicista del marxismo vulgar de lo objetivo sobre lo subjetivo, restableciendo el lugar de la acción de un sujeto (de la política). Este es el aspecto que rescatan centralmente de Gramsci, y este es uno de los elementos que Gramsci planteó: “La pretensión (presentada como postulado esencial del materialismo histórico) de presentar y exponer cada fluctuación de la política y de la ideología como una expresión inmediata de la estructura, debe ser combatida teóricamente como un infantilismo primitivo, y prácticamente con el testimonio auténtico de Marx, escritor de obras políticas e históricas concretas. En ese aspecto, son importantes especialmente el 18 Brumario y los escritos sobre la Cuestión Oriental, pero también otros (revolución y contrarrevolución en Alemania, la Guerra Civil en Francia y trabajos menores)”.

Gramsci comenzaba a asestar un golpe al marxismo materialista mecanicista. Esta concepción del marxismo tuvo trágicas consecuencias políticas. Sobre estas bases, se “establecía” si una revolución “podía” hacerse o no. Este marxismo materialista mecanicista en América Latina, al caracterizar la realidad objetiva como feudal (a principios de siglo y durante casi todo el siglo XX), determinaba que la lucha sólo podía ser por una democracia (burguesa, carácter de clase que se omitía decir) real o profundizada, pues no había (supuestamente) condiciones objetivas para una lucha revolucionaria por el socialismo (en el caso de los Partidos Comunistas). Así se liquidaron decenas de luchas de la clase trabajadora y las masas. Contra esto, el énfasis en la acción de un sujeto, se opuso como estrategia en la práctica de muchas otras organizaciones políticas (en el caso de guerrillas marxistas, guevaristas). Como hoy no es la hora de la acción aún, estas viejas discusiones retornan casi puramente en forma de discusiones teóricas, en este caso, planteando un marxismo de la acción de un sujeto, en oposición a la categoría de reflejo. Gramsci, nuevamente de moda, es recuperado por muchos de quienes luchan por reconstruir el marxismo en este sentido.

Sin embargo, Gramsci no se detuvo en la impugnación del marxismo materialista mecanicista a lo Bujarin oponiéndole sin más la acción de un sujeto, donde “cada fluctuación de la política y de la ideología (no sería) una expresión inmediata de la estructura”. Gramsci intentó mantener la relación dialéctica materialista entre la acción de un sujeto y la estructura: “La dificultad de identificar en cada ocasión, estéticamente (como una imagen fotográficamente instantánea), la estructura; la política es, de hecho, en cada ocasión, el reflejo de las tendencias de desarrollo de la estructura, tendencias que no tienen por qué realizarse necesariamente”.
Habla de reflejo. Retengámoslo. Reflejo de tendencias, sí. Ya volveremos sobre esto al referirnos a Lenin.

Pareciera ser que aún, de todos modos, el problema sigue siendo el de la acción, el de la práctica, opuesta a la estructura. Pero veamos cuál es, para Gramsci, el problema fundamental del marxismo (desde el punto de vista que estamos tratando): “No está tratado (en el “Ensayo...”) este punto fundamental: cómo nace el movimiento histórico sobre la base de la estructura (...) Este es, en definitiva, el punto crucial de todos los problemas en torno a la filosofía de la praxis”.

Como vimos, este escrito de Gramsci busca polemizar con el marxismo mecanicista vulgar, y es por esto que este punto no lo desarrolla, volviendo a la carga contra aquél. Y se pregunta irónicamente el por qué Bujarin polemiza contra la concepción subjetivista y el “ ‘terrible’ problema de la ‘realidad del mundo exterior’ ”. Porque para Gramsci, desde un punto de vista, este problema no tendría mayor sentido: “El público popular no cree siquiera que pueda plantearse tal problema, el problema de si el mundo existe objetivamente. Basta enunciar así el problema para oír un irrefrenable y gargantuesco estallido de hilaridad. El público ‘cree’ que el mundo externo es objetivamente real”.

Así que, desde un punto de vista (porque desde otro Gramsci se pregunta sobre el origen de esta creencia, que ubica en los religioso), afirmar aquello no tendría sentido, sino que el problema a plantear y resolver es otro, y sorprende que no se haya hecho: “Asombra que no se haya afirmado y desarrollado jamás convenientemente el nexo entre la afirmación idealista de que la realidad del mundo es una creación del espíritu humano y la afirmación de la historicidad y la caducidad de todas las ideologías por parte de la filosofía de la praxis, porque las ideologías son expresión de la estructura y se modifican al modificarse ésta”.

Gramsci plantea una solución a este problema, y que podría simplificarse en un hombre puesto por el mundo, al que crea en su historia con su acción. “Pero analizando esta concepción no resulta fácil luego justificar un punto de vista de objetividad externa entendida tan mecánicamente. ¿Es posible que exista una objetividad extrahistórica y extrahumana? Pero, ¿quién juzgará de tal objetividad? ¿Quién podrá colocarse en esa suerte de punto de vista que es el ‘cosmos en sí’? ¿Qué significará tal punto de vista? Puede muy bien sostenerse que se trata de un residuo del concepto de Dios y, más justamente, en su concepción mística de un Dios ignoto. La formulación de Engels de que la ‘unidad del mundo consiste en su materialidad demostrada por el largo y laborioso desarrollo de la filosofía y de las ciencias naturales’ contiene realmente el germen de la concepción justa, porque se recurre a la historia y al hombre para demostrar la realidad objetiva. Objetivo quiere decir siempre ‘humanamente objetivo’, lo que puede corresponder en forma exacta a ‘históricamente subjetivo’. O sea: que objetivo significaría ‘universalmente subjetivo’.”

Creemos que la llamada teoría del reflejo en el marxismo de Lenin y Trotsky responde de igual modo al problema del nexo que plantea Gramsci. Que los intentos por asociar a Lenin con el marxismo mecanicista no responde a la realidad de su pensamiento teórico, sino que a otros intereses que al final de este artículo podremos plantear.

Elementos de la categoría de reflejo en Hegel

Quienes intentan esta reconstrucción de un marxismo de la acción de un sujeto, en oposición a la categoría de reflejo, que de a ratos, como Gramsci, vuelven a llamar filosofía de la praxis, marcan a fuego, correctamente, el materialismo mecanicista del stalinismo buscando su crítica, pero van más allá y lo asocian al marxismo de Lenin y Trotsky. Incorrectamente a nuestro modo de ver.

Podemos señalar muy brevemente que la categoría de reflejo figura en Hegel. Y no se trata precisamente de un materialista mecanicista o vulgar.
En la Lógica, que no pretendemos aquí exponerla sino resaltar sólo sus elementos referidos al problema de la categoría del reflejo, Hegel desarrolla metodológicamente, el desenvolvimiento del Ser hacia la Idea. El ser, según la definición de Hegel, “es la noción puramente en sí” . La Idea, es “lo verdadero”, “lo absoluto”, “la unidad absoluta de la noción y de la objetividad”. Para culminar este proceso de una categoría en otra, el ser debe devenir en la esencia, que es la “verdad del ser”, “el ser que aparece en sí mismo”.
Este desenvolvimiento de una categoría hacia otra se da a través de distintas figuras dialécticas. Lo que nos interesa, es cómo es este proceso en lo fundamental: dialéctico, que según una definición de Hegel, es “el principio de todo movimiento, vida y actividad y el alma de todo verdadero conocimiento científico”. Este movimiento encuentra su motor en la contradicción, en la negación: “La dialéctica es el transito inmanente de un término a otro, tránsito en que lo exclusivo y limitado de las determinaciones del entendimiento muestra lo que son, es decir, que contienen su propia negación. Lo propio de toda cosa finita es suprimirse ella misma”.

Este movimiento de una categoría a otra mediante distintas figuras dialécticas por medio de la contradicción, es inherente a cada categoría. Como cada categoría se ve negada, conservada y superada en la otra (determinada), y no simplemente suprimida, cada categoría se refleja (por medio de las diferentes figuras dialécticas) en la otra, desde la categoría del ser a la de la idea y a través de las distintas figuras dialécticas, desde lo más abstracto a lo más concreto (determinado), proceso en que se va realizando la verdad de cada categoría. “El paso de un término a otro es el processus dialéctico que se verifica en la esfera del ser y la reflexión de un término sobre otro, es el que tiene lugar en la esfera de la esencia”.

Según Hegel, el objetivo de la ciencia es el conocimiento de la Verdad: “Pero la filosofía no es, en modo alguno, una enumeración, un relato de hechos, sino el conocimiento de la verdad que en ellos está contenida. Y apoyándose en la verdad es como debe entender lo que, en el relato, aparece como un simple hecho”.

¿Pero puede conocerse la verdad? El kantismo pensaba que no, que lo “que está contenido” en los hechos, el “en sí”, no puede ser conocido. Precisamente mediante la categoría del reflejo, como forma en que se va realizando el desenvolvimiento dialéctico de las categorías haciéndose más concretas, Hegel resuelve este problema: “La esencia debe producirse como fenómeno. Su aparecer es en ella la supresión de ella misma, por la cual llega a ese estado inmediato en que, en cuanto reflexión sobre sí, subsiste (la materia), y en cuanto reflexión sobre lo otro es la forma, la materia que se suprime ella misma. La esencia no se distingue del ser y no es la esencia si no porque aparece y esta determinación desarrollada es lo que constituye el fenómeno. Por consiguiente, la esencia no está ni antes ni después del fenómeno, pero en cuanto es la esencia que existe, la existencia es fenómeno (...) Pero Kant se ha detenido a medio camino cuando no ha visto en el fenómeno sino un elemento subjetivo, y ha colocado fuera de él una esencia abstracta en cuanto cosa en sí inaccesible a nuestro conocimiento. No ser sino fenómeno es la naturaleza especial del mundo objeto inmediato, y conociéndole como tal, conocemos así la esencia que no queda detrás o más allá del fenómeno, sino que se manifiesta como esencia precisamente descendiendo al fenómeno (...) El fenómeno constituye la verdad del ser y una más alta determinación que el último, en cuanto contiene el doble momento de la reflexión, la reflexión sobre sí y la sobre otro, mientras que el ser o la inmediatividad es el momento exclusivo sin relación y que (en apariencia) no se apoya sino sobre sí mismo”.
Así resulta que la verdad está contenida en los hechos mismos, en lo objetivo, es inherente, inmanente a él, debiendo desenvolverse dialécticamente y la categoría desplegada, y esta totalidad del desenvolvimiento dialéctico y de la categoría desplegada, constituiría la verdad: “la lógica muestra más bien lo contrario, a saber: que lo subjetivo que no es sino lo subjetivo, que lo finito que no es sino lo finito, que lo infinito que no es sino lo infinito, etc., no poseen verdad, que se contradicen y pasan a su contrario y que esta transición y su unidad en que los extremos se absorben como una apariencia o como momentos, son lo que constituyen su verdad”.

De esta forma, Hegel fundó lo que se conoce como el idealismo objetivo, por oposición al idealismo subjetivo, como vimos en la cita referente a Kant. De esta forma, por ejemplo, “no es solamente en nuestro cerebro donde residen la noción y el juicio y que estas no son simples operaciones o invenciones de nuestra inteligencia. La noción es inherente a las cosas mismas y éstas no son lo que son sino por ella y, por consiguiente, conocer los objetos quiere decir adquirir la conciencia de su noción”.

Pero este “objetivismo” de Hegel no niega la intervención del sujeto, para volver al tema que estamos intentando plantear en este artículo, la acción del sujeto no es algo opuesto fijamente al objeto: “La tarea de la ciencia consiste en hacer que este mundo objetivo no nos sea extraño o, como se dice, que nos volvamos a hallar en él, lo cual significa también que consiste en referir el mundo objetivo a la noción, es decir, a lo más íntimo que hay en nosotros. Estas consideraciones muestran lo que hay de erróneo en este modo de considerar el sujeto y el objeto como en oposición inconciliable. Ambos se invocan y se niegan mutuamente”. Esto se reafirma en la categoría de la práctica que Hegel también desarrolla .

Lo que en este apartado se quiere plantear es que ese “referir”, el desenvolvimiento dialéctico, se realiza a través de la reflexión, del reflejo de una categoría en otra a través de las distintas figuras dialécticas. La categoría del reflejo es planteada por Hegel en su exposición metodológica de la dialéctica, por lo que lejos se halla de representar necesariamente una categoría de un materialismo mecanicista. Y tampoco, del marxismo de Lenin y Trotsky.

La llamada teoría del reflejo en el marxismo de Lenin y Trotsky

Se identifica a Lenin y su llamada teoría del reflejo con el marxismo materialista mecanicista y determinista. Para esto, se toman ciertas afirmaciones suyas, muy polémicas y brutales: “Nuestros machistas, que quisieran ser marxistas, se han confabulado así con singular entusiasmo contra los ‘jeroglíficos’ de Plejanov, es decir, contra la teoría según la cual las sensaciones y las ideas del hombre representan no una copia de las cosas reales y de los procesos naturales, no sus imágenes, sino signos convencionales, símbolos, jeroglíficos, etc. (...) Engels no habla de símbolos, ni de jeroglíficos, sino de copias, de fotografías, de imágenes, de reflejos de las cosas, etc.” .

Sin embargo, habría que evitar generalizar y extender esta afirmación, reduciéndola a los objetivos que se planteó Lenin en este libro: mostrar lo reaccionario de Mach, que se trataba de una corriente idealista que pretendía llamarse marxista, y oponer al idealismo el materialismo. “Discípulos de Fuerbach y curtidos en la lucha contra los ‘remendones’, Marx y Engels pusieron naturalmente su atención en la terminación de la filosofía materialista, es decir, en la concepción materialista de la historia y no en la gnoseología materialista. Por consiguiente, en sus obras sobre el materialismo dialéctico, subrayaron más la ‘dialéctica’ que el ‘materialismo’ y, al tratar del materialismo histórico, más insistieron en el aspecto ‘histórico’ que en el ‘materialista’. Nuestros machistas, deseosos de ser marxistas, han abordado el marxismo en un período de la historia diferente por completo, en el que la filosofía burguesa se ha especializado sobre todo en la gnoseología y, habiéndose asimilado bajo una forma unilateral y deformada ciertas partes constitutivas de la dialéctica (el relativismo, por ejemplo), lleva lo mejor de su atención sobre la defensa o la reconstitución del idealismo en bajo y no del idealismo en alto. El positivismo en general y la doctrina de Mach en particular, se han preocupado sobre todo de falsificar sutilmente la gnoseología, simulando en ella el materialismo, ocultando su idealismo bajo una terminología presuntamente materialista, y sólo han consagrado muy poca atención a la filosofía de la historia. Nuestros machistas no han comprendido el marxismo por haberlo abordado en cierto modo al revés. Se han asimilado- sería a lo mejor más exacto decir que han aprendido de memoria- la teoría económica e histórica de Marx, sin haber comprendido sus fundamentos, el materialismo filosófico (...) ‘experiencia socialmente organizada’, ‘proceso colectivo del trabajo’..., esas son palabras marxistas, pero no son más que unas palabras disimuladoras de la filosofía idealista para la cual los objetos son complejos de ‘elementos’ de sensaciones, para la cual el universo exterior es una ‘experiencia’ o un ‘empiriosimbolismo’ de la humanidad, y la naturaleza física una ‘derivación’ de lo ‘psíquico’, etc, etc. Una falsificación cada vez más sutil del marxismo y la simulación cada vez más sutil del marxismo. Por las doctrinas antimaterialistas, es todo lo que caracteriza el revisionismo contemporáneo, tanto en economía política, como en las cuestiones de táctica, tanto en filosofía general como en gnoseología y en sociología”.

Y en términos puramente teóricos, limitado al problema fundamental de la filosofía: “ciertamente, la oposición entre la materia y la conciencia no tiene significado absoluto más que dentro de unos límites muy restringidos, únicamente casi en los de la cuestión gnoseológica fundamental: ¿qué es lo primordial y qué es lo secundario? Más allá de estos límites la relatividad de tal oposición no suscita duda alguna”.

Esta es la tarea que se plantea Lenin, el combate al idealismo, al igual que lo hicieron Marx y Engels, quienes, según Lenin, se ocuparon de desarrollar el materialismo sin volver a estudiar las cuestiones ya resueltas y demostrando cómo se aplica ese materialismo a las ciencias sociales.
Sin embargo, esta defensa polémica del materialismo contra el idealismo, no olvidaría ni la dialéctica, repetidas veces desarrollada en este trabajo, ni la acción de un sujeto: “plantear fuera de la práctica la cuestión de la ‘correspondencia entre la verdad objetiva y el pensamiento humano’ es entregarse a la escolástica, dice Marx en su 2ª tesis sobre Feuerbach”.

Sin embargo, Lenin no desarrollaría estas cuestiones en este trabajo. Será recién años después, y en forma de anotaciones y apuntes en un trabajo no destinado a su publicación, donde las desarrollaría, en un momento más alto de su desarrollo teórico. Estos marxistas que pretenden reconstruir un marxismo fundamentado en la acción de un sujeto en oposición a la categoría de reflejo y que critican el materialismo mecanicista de Lenin en “Materialismo y empiriocriticismo”, dan cuenta de este desarrollo del pensamiento teórico de Lenin. Igualmente, seguirán rechazando la categoría de reflejo.

Lenin dirá, comentando la Lógica de Hegel, y esto es del gusto de nuestros críticos: “la conciencia del hombre no sólo refleja el mundo objetivo, sino que lo crea. El concepto (= el hombre), como subjetivo, presupone otra vez el ser- otro que es en sí mismo (=la naturaleza independiente del hombre). Este concepto (=el hombre) es el impulso de realizarse, de darse objetividad en el mundo objetivo a través de sí mismo y de realizarse (cumplirse). En la idea teórica (en la esfera de la teoría), el concepto subjetivo (¿conocimiento?), como lo universal indeterminado en y para sí, se opone al mundo objetivo, del cual obtiene su contenido determinado y su medio de cumplirse. En la idea práctica (en la esfera de la práctica) este concepto, como lo real (¿lo actuante?), se opone a lo real. La certidumbre de sí que el sujeto tiene en su ser en y para sí, como sujeto determinado, es una certidumbre de su propia realidad y de la irrealidad del mundo. Es decir, que el mundo no satisface al hombre y éste decide cambiarlo por medio de su actividad” . Y reafirma en el mismo sentido: “el resultado de la actividad es la prueba del conocimiento subjetivo y el criterio de la objetividad verdaderamente existente”.

Lenin, en su lectura de Hegel, resalta esencialmente su método dialéctico: “La transición del silogismo de analogía al silogismo de necesidad, del silogismo de inducción al silogismo de analogía, del silogismo de lo universal a lo individual, el silogismo de lo individual a lo universal; la exposición de la conexión y la transición (la conexión es transición): tal es la tarea de Hegel”.
Nuestros críticos de la llamada teoría del reflejo en Lenin pueden quedar contentos. Pero esto no es todo Lenin. La afirmación recién transcripta, la completa de esta manera: “Hegel demostró realmente que las formas y leyes lógicas no son una cáscara vacía, sino el reflejo del mundo objetivo. Dicho en forma correcta, no demostró sino que hizo una brillante conjetura”.

Y afirma más categóricamente: “(...) la identidad de los contrarios: en eso reside la esencia del asunto. Esa elasticidad, subjetivamente aplicada = eclecticismo y sofistería. Si se aplica objetivamente, es decir, si refleja la multilateralidad del proceso material y su unidad, tenemos la dialéctica, el reflejo correcto del eterno desarrollo del mundo”.
Lenin podrá integrar sus anteriores avances teóricos en sentido materialista (tal vez un poco unilateralmente materialista), en el nuevo desarrollo de su pensamiento teórico en un sentido dialéctico, y la categoría del reflejo es despojada de su unilateralización materialista mecanicista (así como de su unilateralización idealista). Así, resaltará el significado y el papel de la Lógica, al menos desde el punto de vista que estamos tratando: “La formación de nociones (abstractas) y las operaciones con ellas incluye ya la idea, la convicción, la conciencia de la necesidad de las leyes en la conexión universal objetiva. Es estúpido distinguir la causalidad de esa conexión. Es imposible negar la objetividad de las nociones, la objetividad de lo universal en lo particular. Por consiguiente, Hegel es mucho más profundo que Kant y otros en lo referente a la búsqueda del reflejo del movimiento del mundo objetivo en el movimiento de los conceptos. Así como la forma simple del valor, el acto individual de intercambio de una mercancía por otra, incluye ya, en forma no desarrollada, todas las contradicciones principales del capitalismo, así la generalización más simple, la primera y más sencilla formación de conceptos (juicios, silogismos, etc.) denota ya el conocimiento cada vez más profundo del hombre en cuanto a la conexión objetiva del mundo. Aquí es preciso buscar el verdadero sentido, la significación y el papel de la Lógica de Hegel”.

Como vemos, el Lenin de los Cuadernos Filosóficos, que incluso es reivindicado parcialmente por nuestros críticos de la llamada teoría del reflejo en oposición al Lenin de “Materialismo y empiriocriticismo”, incorpora la categoría de reflejo en su estudio de la dialéctica, en la evolución de su pensamiento teórico marxista. En este punto, se articulan sus estudios con las afirmaciones de Gramsci sobre la filosofía de la praxis desde el punto de vista que estamos tratando. Y también como vimos, la categoría del reflejo se encuentra en la máxima expresión de la dialéctica idealista, Hegel, lejos de un materialismo mecanicista. Sin embargo, una de las categorías que someten a crítica quienes quieren reconstruir un marxismo de la acción de un sujeto, es la del reflejo, asociándola únicamente a su versión materialista mecanicista del stalinismo, y que utilizando como puente esa categoría asocian el stalinismo al leninismo (a quien de todas maneras citan como autoridad en ciertas materias, no así a Stalin, lo que de todas maneras no cambia el fondo del asunto).

Lo que significa la crítica a la teoría del reflejo. ¿Qué marxismo para que política?

Reducir la llamada teoría del reflejo a un determinismo de un marxismo materialista mecanicista, es en primer lugar, como intentamos mostrar, falsear la categoría del reflejo.
Creemos que esta categoría del reflejo permite comprender la realidad objetiva en su movimiento dialéctico, tendencialmente como dijera Gramsci, donde en la realización de sus tendencias interviene la práctica humana cuyo resultado, como planteara Lenin, es “la prueba del conocimiento subjetivo y el criterio de la objetividad verdaderamente existente”. La negación de la categoría de reflejo en algunos marxistas, plantearía que el conocimiento es una “cáscara vacía” al decir de Lenin, significaría una recaída en el idealismo subjetivo a lo Kant, quedando a mitad de camino al decir de Hegel, abstractizando al sujeto al no comprenderlo como reflejo de la realidad objetiva . Este resultado, un sujeto abstracto, muestra inmediatamente el contenido político de esta concepción teórica de un marxismo opuesto al de Lenin y Trotsky, y como vimos, también al de Gramsci: abre las compuertas para un sujeto cualquiera de la revolución, liquidando al proletariado como el sujeto de la revolución socialista. Así es que el intento no es tan simple como negar la objetividad, pues como dijera Gramsci, provocaría “un irrefrenable y gargantuesco estallido de hilaridad” (salvo en muchos sofisticados intelectuales). De lo que se trata, siguiendo a Gramsci, es que “existe una lucha por la objetividad (por liberarse de las ideologías parciales y falaces)”: si la objetividad es simplemente la constatación del sentido común, o se trata de establecer el nexo, mediante la categoría del reflejo, entre el sujeto y el objeto.

Al oponer un marxismo de la acción de un sujeto a la categoría del reflejo, se trata de una exaltación de la acción subjetiva unilateralizada, fijada, transformada en algo inerte, donde lo objetivo se transforma (aparentemente) en algo maleable. Y digo aparentemente, pues el énfasis en la acción de un sujeto unilateralizada, abandonando el intentar establecer el “nexo” como planteaba Gramsci, mediante la categoría del reflejo, dialécticamente y no en forma determinista mecanicista, como planteaba Lenin, pareciera ser en realidad, la abdicación de la empresa humana del conocimiento, y por lo tanto, para los revolucionarios al menos, de su transformación. Y por esta vía, tratándose de un sujeto sin objeto, de la liquidación del sujeto, o más bien, de una sutil vuelta al estadio contemplativo del conocer y el hacer humanos, tratándose de una exaltación aparente que se consume en sí misma, un fuego fatuo.

Esta es, en forma abierta, la tendencia en la teoría social burguesa actual: “(...) el discurso- y no la mera explicación- se convierte en una característica esencial de la ciencia social” . Y refiriéndose a una de las corrientes del pensamiento social burgués, otro autor señala: “(...) las que siguen pueden considerarse características distintivas y persistentes del estructuralismo y del post- estructuralismo: la tesis de que la lingüística- o más exactamente, ciertos aspectos de determinadas versiones de la lingüística- tiene una importancia clave para la filosofía y la ciencia social en su conjunto; su insistencia en la naturaleza relacional de las totalidades, ligada a la tesis del carácter arbitrario del signo, y relacionada con su énfasis en la primacía de los significantes sobre lo significado; el descentramiento del sujeto; una peculiar preocupación por la naturaleza de la escritura, y por consiguiente por los materiales textuales; y su interés en el carácter de la temporalidad como componente constitutivo de la naturaleza de objetos y sucesos” .

Esta sofisticación del pensamiento social burgués es el fin lógico llevado al extremo de quienes niegan la categoría del reflejo, en el sentido que lo estamos planteando. No llegan a este extremo quienes desde el marxismo la critican. Su intención es otra: el cuestionamiento al leninismo, al asociar, incorrectamente como tratamos de mostrar, su categoría del reflejo a la deformación materialista mecanicista del stalinismo. Aquí debemos mencionar al menos la política que esta concepción del marxismo pretende sostener, pues es claro que para los marxistas las polémicas y elaboraciones teóricas son al servicio de la transformación revolucionaria de la realidad, no un mero ejercicio académico, algo que podemos plantear explícitamente, al contrario de la inevitable opacidad de la teoría burguesa.

La teoría leninista de la revolución proletaria, que planteara prácticamente, para la acción, en sus Tesis de Abril, y que Trotsky elaborara teóricamente en su Teoría de la Revolución Permanente, la teoría leninista del partido, como un partido revolucionario marxista proletario, está en el fondo del cuestionamiento a la categoría del reflejo en Lenin, en un tiro por elevación.
La exaltación de una filosofía de la praxis, que, como intentamos mostrar no es la de Gramsci que busca mantener la categoría de reflejo, enfatizando en forma unilateralizada la acción de un sujeto, busca ser el sostén teórico (que antes no tuvo) de una concepción de la revolución como lucha guerrillera (aunque sea de masas, no foquista y considerando la realidad objetiva), contra la concepción de un partido revolucionario marxista proletario. Nuevamente “la voluntad”, vuelve a ser la categoría central, aunque no en una forma tan rudimentaria como en décadas anteriores. De hecho puede observarse en que, en la defensa de las experiencias guerrilleras de las décadas pasadas, se cuestiona la vulgarización de una supuesta concepción foquista, ya que actuaron “inmersas” en las masas. Así, las masas resultan un elemento de la objetividad en la que una organización necesariamente actúa, pero como “coloca(n)do fuera de (ella) una esencia abstracta” al decir de Hegel criticando a Kant, exaltando la concepción de la acción de un sujeto “inmerso” en unas masas abstractas, indeterminadas, no como reflejo de una realidad objetiva determinada. Por el contrario, para la concepción de un partido revolucionario marxista proletario, se trata de combatir por la autoorganización independiente de la clase obrera y las masas para la insurrección armada de todo el pueblo trabajador; desde el punto de vista que estamos tratando, restableciendo una ontología de las clases, donde la clase obrera es el sujeto de la revolución, la clase que refleja la negación inherente del capitalismo, y que mediante su práctica, su acción conciente, el partido revolucionario (que debe ser construido) debe realizar prácticamente, realizando el socialismo mundial.

* El artículo refleja exclusivamente las opiniones del autor

 

 

   

 

   
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