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Estrategia Internacional N° 20
Septiembre 2003

El legado de Christopher Hill

 

Christopher Hill era especialmente consciente de la interacción entre el pasado y el presente. "Las actitudes hacia el pasado y las interpretaciones de la historia cambian como resultado de los cambios en la sociedad contemporánea."1 Para Hill los ejemplos más dramáticos -y de más largo alcance- que dan cuenta de la revolución del estudio de la historia a raíz de la política de nuestros días fueron "la historia de la mujer" y "la historia desde abajo".

"El estudio de la historia de la mujer, eso creo yo, es el mejor ejemplo de los beneficios que significa el repreguntarse acerca del pasado con las preocupaciones del presente (...) Una de las cosas de las cuales estoy más avergonzado es que por décadas (...) de alguna manera asumí que" las demandas políticas estaban hechas solamente en nombre de los hombres "tenían que ser dadas por sentadas en la Inglaterra del siglo XVII. Pero si queremos entender la sociedad de esa época tenemos que preguntarnos por qué se ha dado por sentado (...) Una vez que nos hacemos la pregunta, surgen nuevas preguntas" y entonces tiene que haber un enorme repensar del pasado.2

"El cambio más fructífero en las actitudes históricas ocurrido en mis tiempos" -escribió Hill- "creo que ha sido la emergencia de 'la historia desde abajo' -el darse cuenta que la gente común tiene una historia, que quizá haya jugado un rol más importante en la determinación de la forma de los procesos históricos de lo que hemos creído, ya sea generando cambios o manteniendo la continuidad." 3 La atención, concentrada en los nobles, los gentiles, los mercaderes y el clérigo, tuvo que ser dirigida hacia los campesinos, los artesanos y "los pobres", y el importante rol que jugaron en la revolución inglesa. Esto fue producto de la idea, que ha ido aumentando en el presente, que "la gente ordinaria" (no me gusta ese término) puede cambiar el mundo, y puede encontrar inspiración en la historia de los movimientos populares.

Christopher Hill se oponía a la idea de "compartimentar la historia" y de segmentarla y ponerle etiquetas con el nombre de "historia constitucional", "historia política", "historia económica", "historia de la religión", "historia literaria", "historia de la mujer", e "historia de los pueblos".4

"El historiador no debe estar en la superficie de los hechos; su interés no debe limitarse a los documentos del estado, las Actas y las Declaraciones, decisiones de jurados y magistrados locales (...) Él o ella deben escuchar -de manera cuidadosa y crítica- las baladas, las obras de la época, los panfletos, los periódicos, las polémicas religiosas (...) los rasgos de cada fuente que puedan ayudarle a tener una idea e impresiones de cómo vivía la gente y de qué manera su sensibilidad difería de la nuestra (...) El historiador debe escuchar y darle tanta importancia a los alquimistas y a los astrólogos como a los obispos, las demandas de las multitudes en Londres, y él o ella debe tratar de entender la motivación de los saqueadores, ya sea que los clasifiquen de saqueadores anticatólicos o anticlericales o simplemente de saqueadores de comida."5

Cualquiera sea su punto de partida, el énfasis de Hill estuvo siempre puesto en la interrelación de los diferentes aspectos de la historia, ya sea religión y sociedad, o literatura y política.6 Esto debe ser considerado como el objetivo principal de la interpretación marxista de la historia. En su historia económica de la temprana Inglaterra moderna, Hill dice: "Mi objetivo ha sido todo el tiempo enfatizar la interacción entre la política y la economía, no viendo a ninguna de ellas como una causa suficiente en sí misma." La revolución política tiene causas económicas, y la revolución política transforma la vida social y económica.7

En las décadas de los '30 y de los '40, Hill creía que el péndulo de los estudios históricos se había inclinado demasiado hacia las interpretaciones económicas y se propuso la tarea de revivir "el interés en las ideas que motivaron a los revolucionarios del siglo XVII".8 Reconoció que la Revolución Inglesa tuvo lugar en un mundo muy diferente al nuestro -un mundo dominado por la religión y las expresiones religiosos. Buscó disociar la historia marxista del determinismo económico, y condenó la "cruda" creencia que dice que "los conflictos materiales son los únicos que merecen un análisis serio." 9 "El mismo Marx no cayó en el error de pensar que las ideas de los hombres son solamente un pálido reflejo de las necesidades económicas (...)" 10 "Cualquier interpretación adecuada de la Revolución Inglesa debe dar un lugar completo a las cuestiones de la religión y el gobierno de la iglesia, debe ayudar a entender a fondo las implicaciones políticas y sociales de la herejía teológica." 11

Hill dedicó una gran parte de su trabajo histórico a la historia de las ideas. En su opinión esto era esencial para el estudio de la revolución: "Los hombres (...) no rompen fácilmente con el pasado: si van a desafiar las ideas aceptadas convencionalmente deben tener un cuerpo de ideas alternativo que los sostenga (...) Casi por definición, una gran revolución no puede tener lugar sin ideas" 12 "Los cambios en las ideas son por lo tanto necesarios si es que una revolución va a tener lugar." 13 Esto es tan relevante en el presente como en la política del pasado.

"Lo importante de la Revolución Inglesa" -escribió Hill- "fue que la clase gobernante estaba profundamente dividida en un momento en el cual había mucho material muy combustible entre las clases bajas que usualmente estaban excluidas de la política." 14 La clase gobernante estaba dividida alrededor de temas constitucionales y eclesiásticos, pero algunos artesanos, aprendices y mujeres demandaban tener voz en cuestiones de la iglesia y el estado. Hill sugirió que en la mitad del siglo XVII hubo dos revoluciones en Inglaterra: "una fue una lucha por el poder entre dos secciones de la clase gobernante, y la otra fue una lucha por una parte del poder por parte de elementos plebeyos, con frecuencia ligados con demandas por reformas al sistema legal y por la abolición de los tithes (Impuestos para el pago del clérigo), y muchas veces expresaban hostilidad hacia la clase gobernante. Esta última atemorizaba a la clase de los propietarios con reunificarse para poder reasegurar su dominación y establecer el resultado final de las revoluciones." 15

La interpretación previa de la Revolución Inglesa que hiciera Hill fue presentada en el año 194016, y elaborada en un volumen de documentos, editado con Edmundo Dell (que luego sería Ministro de Trabajo) en el año 1949, en cuya introducción se declara:

"Nuestro tema aquí es la historia de cómo una clase social fue arrancada del poder por otra, y de cómo la forma del poder del estado adecuada a las necesidades de la primera fue reemplazada por otra que era adecuada a las necesidades de la segunda. La primer clase, la clase gobernante en Inglaterra y en las primeras décadas del siglo XVII, fue una aristocracia terrateniente semifeudal (...) La nueva clase que creció dentro de la sociedad inglesa feudal (...) fue la burguesía -los mercaderes, industrialistas, y los terratenientes- que consideraban a sus estancias primordialmente como una fuente de ganancia de dinero más que como una forma de mantener a los fieles feudales."17

Una intensiva investigación de las partes que intervinieron en la guerra civil hizo insostenible esta interpretación, y no se pudo demostrar que hubo una lucha entre una "burguesía" y una "aristocracia semi-feudal terrateniente". En las décadas de los '60 y de los '70 Hill abandonó la burguesía.

"La concepción marxista de revolución burguesa, que yo encuentro como el modelo más útil para entender la Revolución Inglesa" -escribió Hill- "no significa una revolución hecha por la burguesía." 18 No hubo una burguesía con conciencia propia que planificó y quiso la revolución. Pero la Revolución Inglesa fue una revolución burguesa por su resultado, aunque avizorada por pocos de sus participantes, "fue el establecimiento de las condiciones de lejos más favorables para el desarrollo del capitalismo que aquellas que prevalecían antes de 1640." 19

En la coyuntura de los levantamientos de la década de 1640 y 1650 las fuerzas sociales y las ideas se yuxtapusieron las unas a las otras, algunas veces sin relación con el desarrollo del capitalismo, otras veces asimilando el desarrollo del capitalismo. Esta conjunción incluía "no sólo el individualismo de aquellos que deseaban hacer dinero haciendo lo que ellos querían hacer con su propio dinero, sino también el individualismo de aquellos que deseaban adorar a dios siguiendo su propia conciencia, y aquellos cuyas conciencias los llevaron a desafiar las instituciones de la sociedad jerárquicamente estratificada." 20 Entre los resultados que Hill recalcó se encuentran el derrocamiento por la resistencia popular del monopolio que tenía la iglesia sobre el estado -al cual todos los sujetos estaban obligados por ley a pertenecer- y la creación de un espacio para que el pueblo tenga alternativas y opciones en la religión, lo que ha sido descrito como el "libre comercio de la cristiandad". La resistencia popular no pudo evitar la expropiación de los campesinos pobres durante la revolución, y el proceso continuó de manera tal que más y más gente se quedó sin tierras y tuvieron que depender de su trabajo como trabajadores asalariados. Durante la revolución el trabajo de los esclavos negros fue impuesto en las colonias británicas, se estableció el comercio de esclavos, y se aseguró la supremacía blanca. Esto fue confirmado y extendido luego de 1660. Hill argumentó enérgicamente que el resultado de la revolución facilitó el desarrollo del capitalismo. Este no fue el objetivo de la revolución sino el resultado de las fuerzas sociales arrastradas al calor de la revolución.21


NOTAS

* Publicado en International Socialism Nº 99, verano boreal 2003.
1 C. Hill, Change and continuity in 17 th Century England, Londres, pag. 284.
2 C. Hill, History and the Present (Historia y Presente), en A Nation of Change and Novelty, Londres, 1990, pag. 245-246.
3 Ibid, p. 245.
4 C. Hill, Intellectual Origins of the English Revolution, Oxford, 1965, pag. 300.
5 C. Hill, The English Bible and the Seventeenth Century Revolution, London, 1993, pag. 436-437.
6 C. Hill, Milton and the English Revolution, London, 1977.
7 C. Hill, Reformation to Industrial Revolution, 1530-1780, Londres, 1969, pag. 14.
8 C. Hill, Intellectual Origins of the English Revolution, op cit, pag.6.
9 C. Hill, Economic Problems of the Church, Oxford, 1956, pag.xiii-xiv.
10 C. Hill, Intellectual Origins of the English Revolution, op cit, pag.3.
11 C. Hill, Puritanism and Revolution, London, 1958, pag. 29.
12 C. Hill, Intellectual Origins of the English Revolution, Oxford, 1965, pag. 5-6.
13 C. Hill, Change and continuity in 17th Century England, Londres, pag. 282.
14 C. Hill, 'A Bourgeois Revolution?', in J.G. A. Pocock, (ed), Three British Revolutions: 1641, 1688, 1776, Princeton, 1980, p. 124.
15 C. Hill, The Century of Revolution 1603-1714, Edinburgh, 1961, pag. 188; C. Hill, The World Turned Upside Down, London, 1972, pag. 12.
16 C. Hill, The English Revolution, 1640, London, 1940.
17 C. Hill and E. Dell (editores), The Good Old Cause: The English Revolution of 1640-60, London, 1949, pag. 20-21.
18 C. Hill, Change and continuity in 17th Century England, Londres, pag. 279-280.
19 C. Hill, 'A Bourgeois Revolution?', op cit. pag. 110, 111, 115, 134.
20 Ibid, pag. 112.
21 Ibid; C. Hill, The Place of the 17th Century Revolution in English History', in A Nation of Change and Novelty, op cit.

 

   

 

   
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