ENGLISH | FRANCAIS | PORTUGUES

 

Volver
La feminización de los ejércitos ¿triunfo de la paridad o trampa del patriarcado?
Autor: Ximena Bedregal
Fuente: La Jornada
Fecha: 05/05/2003

Título Original:

http://

Empoderarse para matar

-- Mujeres 15 por ciento de las fuerzas armadas estadunidenses activas
-- 22 por ciento de las militares sufrieron acoso sexual durante 1996

Uno de cada diez soldados que invadieron Irak es mujer. Una de cada 7 estaba entrenada para cualquier acción bélica; 41 mil fueron desplazadas durante la Guerra del Golfo. El 7 por ciento de los marines estadunidenses son mujeres. De la decena de prisioneros que acepta haber tenido Estados Unidos, tres eran mujeres. 300 pilotas de guerra realizaron misiones de abastecimiento y apoyo a sus tropas. Afganistán estrenó la primera mujer pilota que lanzó bombas desde su nave y los primeros aviones de abastecimiento y apoyo totalmente tripulados por mujeres (grupo "Ladys Night Out"). 800 mujeres participaron en la invasión a Panamá. Según el diario Miami Herald, la captura en Irak de la soldada estadounidense-panameña y negra Shoshana Jhonson “refleja un nuevo ángulo bélico: mujeres peleando, matando y riéndose ante el enemigo”.
¿Qué sienten las mujeres con esta feminización de los ejércitos? ¿Se trata del resultado de la lucha por la igualdad y la equidad en todos y cualquier espacio de poder o se trata de una acción planificada para “suavizar” el rostro de la guerra y cambiar modernizando el de los ejércitos?
No hay que argumentar mucho para demostrar que la guerra ha sido y es un oficio, un deseo y un dador de identidad y prestigio propio de la masculinidad y desde allí generadora de complejas macroculturas (masculinistas patriarcales), mismas que en sus simbologías, pertenencias y mitos fundadores, siempre ligados a grande batallas, históricas o mitológicas (ejemplo, la construcción de la patria, de la etnia, de occidente, etcétera), envuelven a varones y mujeres.
De allí que el deseo de muchas por participar y llegar a ser integrantes activas de los ejércitos o directamente su participación concreta en ellos, suscite en algunos países debates de todo tipo. Para los militares, portadores directos de la relación entre acción de guerra y masculinidad, la presencia de las mujeres en el ejército les resulta desde una afrenta hasta -por su supuesta incapacidad para ciertas acciones- un peligro de seguridad. Para los gobiernos –igual que para muchas causas ideológico revolucionarias- una posibilidad positiva o negativa según sus intereses coyunturales y la imagen que necesite en el momento histórico. Para algunas feministas es sólo parte del derecho de las mujeres de estar donde quieran. Para otras feministas que quisiéramos que se erradiquen los ejércitos y las armas del mundo y de la cultura, la creciente participación de las mujeres en las fuerzas armadas del planeta es un triunfo más de la masculinidad patriarcal sobre nuestras conciencias, deseos y perspectivas, un borrón de la potencialidad de nuestra propia historia de otredades. Debate, que en nuestros países, se ha dado muy poco o nada. El proyecto de ley para el servicio militar de las mujeres mexicanas no suscitó ni siquiera comentarios, cualquier día estará simplemente aprobado sin que nadie haya dicho nada.
En todas las épocas ha habido mujeres que han participado en las guerras combatiendo. Hasta antes de la “profesionalización de las mujeres en las fuerzas armadas”, unas lo hicieron como forma de vivir las aventuras y libertades de movimiento que estaban prohibidas para su género, para lo cual se disfrazaron de hombres hasta que alguna herida las delataba. Otras por su adhesión a alguna causa que sentían noble; es el caso de las guerras de independencia (donde destaca la capitana altoperuana Juana Azurduy), el de las guerras de guerrillas (en Centroamérica, el 30 por ciento fueron mujeres) con muchos nombres como símbolos, el de las partisanas italianas (25 mil mujeres) o francesas, la resistencia yugoslava a los nazis (unos dos millones de mujeres, de las cuales se calcula que 282 mil fueron asesinadas por los nazis) o el de las combatientes de la Guerra Civil Española. Las más, por su deseo de ser, de cualquier manera, partícipes y parte de esa historia que las ha ausentado e invisibilizado. No olvidemos por ejemplo que fue el Batallón de Mujeres de la Muerte el que, en la Rusia de la revolución bolchevique, defendió el Palacio de Invierno cuando era asaltado por los revolucionarios (las penurias vividas por estas 137 mujeres: violaciones, torturas, etcétera, relatadas en las crónicas de John Reed y en las memorias de Alfred Knox, hicieron que las sobrevivientes disolvieran su batallón) y que medio millón de mujeres vistieron el uniforme militar en la Alemania nazi.
Sin embargo, la feminización de los ejércitos regulares, es un cambio absolutamente contemporáneo. Hoy por hoy, según cifras de la vocera del Pentágono, Tatiana Stead, el 15 por ciento de las fuerzas armadas estadunidenses activas son mujeres y en la reserva son el 17 por ciento. Este crecimiento inicia en 1973 cuando se termina la conscripción obligatoria de varones e inicia la “All Volunteer Force” como consecuencia del descrédito que implicaron los resultados de Vietnam. Desde ese momento la inscripción de varones disminuyó porcentualmente mientras aumentaba vertiginosamente la de mujeres.
Según datos del Women´s Research and Education Institute, las mujeres en el ejército estadounidense pertenecen significativamente a las minorías y a los sectores blancos más pobres. Para 1992, el 34 por ciento de las soldadas eran negras (frente al 21 por ciento de los soldados). Este porcentaje disminuye en las áreas más “prestigiosas” como la de pilotos, donde prácticamente no hay mujeres negras y aumenta hasta el 50 por ciento en el ejército de tierra. El nivel educativo promedio de las soldadas es significativamente superior a sus colegas varones: el 27 por ciento han ingresado al College, frente al 21 por ciento de los varones. En nuestra investigación solo encontramos tres generalas de dos y tres estrellas.
Este aparente “empoderamiento” de muchas mujeres a través del ejército, no cambió mucho otros aspectos de la vida cotidiana. Según un informe publicado por el propio ejército estadunidense en 1997, a raíz de un escándalo de violencia sexual, el 22 por ciento de las soldadas fueron objeto de acoso sexual durante 1996. La violencia doméstica y sexual que viven las mujeres militares en su fuente de trabajo y en sus hogares no se diferencia de la que viven las civiles. En el 2001, la Asociación de mujeres militares junto a la Fundación Miles se vieron en la necesidad de crear una línea telefónica de emergencia “para víctimas de violencia interpersonal asociada a lo militar” que trabaja 24 horas los siete días de la semana. En los hospitales militares está prohibido realizar abortos, fue G. Bush padre quién en 1980 impuso por primera vez esta prohibición; en 1992, Bill Clinton quitó esta prohibición. En 1996, el Congreso de los EU la volvió a restituir. A diferencia de los veteranos de Vietnam que se autodefinen como tal, según se lee en su sitio en internet, la mayoría de las mujeres que partciparon en esa guerra lo escondieron y aún hoy muchas no hablan del tema. Costó muchos años de lucha el que se hiciera un “memorial” de mujeres y la mayoría de las muertas ni siquier fueron inscritas en el memeorial general.
El otro ejército regular que se ha feminizado significativamente es el español, donde, en menos de 20 años, las mujeres pasaron de un uno por ciento a un 8 por ciento. Un dato aún más significativo es el crecimiento de las aspirantes. Mientras en 1996 el 10 por ciento de los aspirantes eran mujeres, para fines de 1997 esta cifra era ya del 20.47. Esto mientras que del 96 al 98 se había producido un descenso en el número general de aspirantes, mismo que lograron frenar gracias a una enorme campaña publicitaria de mil 600 millones de pesetas que se hizo en todo el país y principalmente en los colegios.
Un artículo publicado en el diario El País en noviembre del 98, donde se analizan estas cifras, lleva un título por demás significativo: La afluencia de mujeres salva la profesionalización de las Fuerzas Armadas. Un comentario a estas cifras aparecido días después en la Red Española de Sitios Alternativos Nodo 50, explicaba los datos a través de la discriminación que sufren las mujeres en su sociedad: la pobreza se concentra más en las mujeres, dice, la cesantía es mayor entre ellas a pesar de que en promedio tienen más nivel educativo y capacitación que los hombres españoles. Las campañas, agrega, solo muestran la dificultad que tiene el ejército para sacar adelante sus planes y para ello ahora llama a las mujeres. Presentando al nuevo modelo militar como paradigma de la igualdad se esconde la ecuación de Militarización de la mujer=Discriminación de la mujer.
Y a propósito de este nuevo modelo militar como paradigma de la igualdad, Jean-Pierre Masseret, Secretario de Estado de Defensa, en "EUROPE 1" declaraba en la página del Ministerio de Defensa francés, en abril de 2001, que Francia es el segundo país en feminización de sus fuerzas armadas (9 por ciento ahora y la intención de que esto aumente año con año) y que se trata de “la paridad concreta, en una sociedad que utiliza como referencia la inteligencia, donde surge una nueva contribución de las jóvenes. Es necesario que la sociedad tenga en cuenta esta nueva dimensión cultural, acepte que una mujer vaya al frente, acepte que una mujer mate y muera en combate, acepte que las mujeres puedan ser hechas prisioneras. Lo que constituye una gran evolución cultural”.
Si bien aún hay resistencia a las mujeres al interior de las fuerzas armadas de todos los países, su incorporación está siendo impulsada fuertemente por los estados. En los últimos 8 años el Pentágono ha creado 260 mil puestos para mujeres. Inglaterra, Francia y España impulsan la incorporación de las mujeres. Hace un par de años, un tren del ejército español recorrió todo el Estado publicitando las bondades de pertenecer a él: un ejercito moderno e igualitario. El Secretario de Defensa británico acusa a los militares que se oponen a las mujeres, de no permitir la modernización y la democratización de las fuerzas armadas y ha declarado que él hará todo para facilitar su incorporación.
Aunque los ejercitos contemporáneos no regulares (las guerrillas) han tenido y tienen una alta participación de mujeres (hasta 30 por ciento, lo cual enorgullese a mucha gente “progre” y a algunas feministas), en la guerrilla colombiana el 54 por ciento de ellas tienen entre 12 y 17 años de edad y el nucleo de “adultas” no sobrepasan los 20 años según cifras contenidas en el libro Las Mujeres y la Guerra, de Charlotte Lindsey. Su incorporación es “por amor” a algún combatiente, por secuestro, o simplemente, ante la falta de alternativas se van con los soldados.
Necropsias practicadas a los cuerpos de nueve menores, entre 14 y 17 años de la columna móvil 'Arturo Ruiz' que murieron durante la operación 'Berlín' desarrollada por el Ejército Nacional en el departamento de Santander, contra terroristas de las Farc, sorprendieron a los forenses de Medicina Legal no solo por la presencia de dispositivos intrauterinos sino por las dilataciones anormales en sus genitales que señalan que podrían haber sido sometidas a intensa actividad sexual.
Tal parece que la “evolución cultural” que se vende para reclutar mujeres en los ejércitos poco tiene que ver con la democracia y la justicia para nosotras y mucho con el desprestigio creciente de las fuerzas militares y sus acciones para la salvaguarda de la concentración de la riqueza, su necesidad de refuncionalizar su imagen y hacer que las sociedades acepten cada vez más las nuevas guerras y sus efectos. El gran problema a enfrentar es que, por necesidad o por gusto, las mujeres lo están aceptando. De seguir así, en la próxima década no sólo habrá “paridad” en la guerra sino que “la gran evolución cultural” que nos sugiere el ministro francés, a saber “que las mujeres vayan al frente, maten y mueran” será parte de la aceptación social de las guerras. Una vez más las mujeres habremos sido usadas para la “evolución (anti)cultural del patriarcado”. ¡Viva la paridad!... ¿en los despojos?

 

 

Volver